domingo, 29 de diciembre de 2024

Los poderosos dioses del polo antártico


El Supremo Viracocha en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, en Bolivia.


En su obra Los chiles (1921) –tercera parte de El Secreto de la América Aborigen– el profesor y arqueólogo Roberto Rengifo propugnó el génesis de la humanidad en la Antártida, asentando así la sugestión consecuente del origen antártico de la civilización. Contraviniendo los dogmas de la arqueología e historiografía ortodoxa, el profesor Rengifo ha señalado que la civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos.

Puede ser que más tarde aparezca en Australia otro principio más comprensivo, que nos explique hasta el origen polar antártico de la humanidad, desarrollada en su casquete de tierras hoy dislocado.

En efecto, ulteriores pesquisas a lo largo del siglo XX han permitido reforzar en base a la evidencia arqueológica la concepción trazada por el profesor Rengifo acerca del núcleo emanado del Polo Austral y su proyección en las masas continentales más próximas: La iconografía mítico-simbólica de los dioses-espíritus tanto del cono austral de América del Sur como de Australia son extraordinariamente parecidas. Se trata fundamentalmente de las representaciones de los wari wira qucha runa (huaracocha/viracochas) de los Andes y de los wanjina (wondjinas) y gulingi de Australia, portentosos seres descendidos del firmamento que crearon el paisaje y a los seres vivos y que posteriormente instruyeron a los hombres en las Ciencias Sagradas –el impulso vital de la civilización–.



Los viracochas, dioses de los Andes. Las representaciones corresponden a viracochas en el Valle del Encanto, en la Región de Coquimbo, Chile; viracocha junto a la estrella de ocho puntas en San Pedro de Colalao, Argentina y en Ometepe, en el noreste del volcán Coatlán –o volcán Maderas–, en Nicaragua.





Algunas de las representaciones rupestres de los wondjinas y gulingi en Kimberley, Western Australia.
Adviértase su notable similitud con las representaciones de los viracochas de América del Sur.


Las características de los dioses-espíritus en ambos continentes es similar: Son figuras antropomorfas con el rasgo distintivo de rayos o auras luminosas proyectándose desde sus cabezas –“halos” ha especificado Erich von Däniken– y ojos grandes y redondeados.

Tanto en América del Sur como en Australia, las tradiciones ancestrales refieren a que estos dioses-espíritus fueron los portadores y difusores de las Ciencias Sagradas, enseñando a los hombres los conocimientos y técnicas de la caza, la agricultura, la observación de las estrellas –entre otros campos–.

Estas representaciones plasmadas en el arte rupestre, en manifestaciones líticas, cerámicas y textiles, son reflejos tardíos de antiguos grupos que buscaron perpetuar la memoria sagrada de los dioses-espíritus descendidos del cosmos.

Significativamente, tanto los viracochas como los wondjinas y gulingi, volvieron al firmamento tras haber comunicado sus enseñanzas.

Rafael Videla Eissmann
25 de Diciembre de 2024


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miércoles, 18 de diciembre de 2024

El origen antártico de la humanidad


El continente antártico en el planisferio de Francesco Rosselli, confeccionado
en 1508 e impreso en 1521, en Venecia.


Roberto Rengifo, arqueólogo y profesor de Estética e Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes (1919) y del Instituto de Educación (1926) de la Universidad de Chile y miembro de la Société Scientifique du Chili (1904), presentó en Santiago de Chile la concepción fundamental del origen polar antártico de la humanidad –“el origen de la humanidad estuvo en el casquete polar antártico” (Sesión General de la Sociedad Científica, realizada el 29 de Diciembre de 1919)–.

Esta concepción se enlaza con los estudios del explorador y naturalista Francisco P. Moreno (Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido. O el núcleo zoogénico antártico. Buenos Aires, 1882), seguidos por la magna obra del erudito Emeterio Villamil de Rada (De la primitividad americana. Cochabamba, 1876 y La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. La Paz, 1888) y del arqueólogo Arthur Posnansky (Tihuanacu: La cuna del hombre americano. La Paz, 1945-1957, obra cuyo título original fue Tihuanacu: La cuna de la humanidad), en torno a la naturaleza vernácula del hombre en América y su irradiación a otras latitudes.

Por cierto, los estudios de estos grandes americanistas se basaron en campos geológicos, arqueológicos, mitológicos y folklorológicos.

El profesor Rengifo sentó el origen de la “humanidad blanca y clara” en el eje Antártida-Patagonia y que se irradia por el continente de sur a norte. Es la raza civilizadora de los ario-andinos –o anteos– que ulteriormente irrumpe y puebla a Europa desde occidente –“llegaron hasta el Chiria en el norte del Perú. Después, en plena cultura y en posesión de los metales, ocuparon todo Chile hacia el sur, hasta Chiloé y hasta Magallanes, y dieron vuelta por el Estrecho, difundiendo la cultura en el mundo, y especialmente en el Báltico y en el Mediterráneo” (Véase al respecto De origine actibusque Getarum (“El origen y las hazañas de los godos” o Getica, ca. 1551) del historiador Jordanes–.

Este grupo, debido a su rol civilizador, fue reconocido con distintos epítetos como viracochas en el mundo andino y quetzalcóatles-kukulkanes en Mesoamérica –“los semidioses encargados de educar al mundo”–.

Son los Dioses Blancos de América-Huitramannaland que conforma el sustrato pre-nórdico, irradiados a escala global como se observa en la universalidad de símbolos, mitos y la tradición de los dioses descendidos del cosmos.

En términos arqueo-antropológicos es la población de cráneos dolicocéfalos –el tipo arya de India y el Tíbet y el Cro-Magnon de Europa–; a los paleoamericanos de acuerdo la historiografía americanista y a los Dioses Blancos –los “héroes culturales”– de la mitología prehispánica –y sus descendientes, los indios blancos, observados y registrados desde el denominado “Descubrimiento” de 1492 hasta prácticamente la segunda mitad del siglo XX–.

La valoración del profesor Roberto Rengifo sobre el origen del hombre en la Terra Australis debe comprenderse a la luz de la filosofía plasmada por el filósofo Martin Heidegger –el “sentido de la tierra”– que constituye la base del Dasein –es decir, del «ser-ahí», «ser en el mundo», LO EXISTENTE–, en su sentido más profundo y esencial, apenas intuida por la pysché moderna pues se remonta a la concepción primordial del arya antártico-andino emanado del Polo Sur –la Weltanchauung de los hombres-dioses de la sagrada tradición ancestral–.

Con propiedad, puede indicarse que la trascendental concepción de Roberto Rengifo es EL MÁS GRANDE PENSAMIENTO pues comprende a Σοφία (“Sabiduría”), Παιδεία (“Cultura”) y Φύσις (“Naturaleza”) –el “ser del hombre”–.

Esta concepción engloba la totalidad del hombre y de la historia –el “valor vital”–.

Rafael Videla Eissmann
17 de Diciembre de 2024


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lunes, 7 de octubre de 2024

Una “piedra horadada” en la península Ibérica


La “piedra horadada” expuesta en el Museo de Arqueológico Nacional.


El profesor Roberto Rengifo escribió en Estractos de las Actas de la Sociedad Científica (1920) sobre la irrupción en la península Ibérica de los anteos originarios de la América Austral:

La Gulfstream o Corriente del Golfo de México sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales Europa con razas blancas americanas.

(…)

Con unos 1500 a 2000 antes de la era actual [judeo-cristiana], bastaba para encuadrar esa raza celta que se estableció en la costa occidental de Europa, sin haber provenido del oriente, según muchos autores, en la hipótesis de que provendrían de América y llegaron por el océano Atlántico.

El hecho es muy posible, pues la Corriente del Golfo de Méjico ha debido arrastrar en más de cien ocasiones a los primitivos navegantes del archipiélago Antillano y arrojarlos a Irlanda, donde primero aparecieron los celtas, pasando después al país de Gales, a Bretaña y por último a España, para unificarse con los iberos y producir los «celto-iberos», tenidos como los aborígenes de la península española.

Estos celtas –continúa Rengifo–, al descender de norte a sur por países sin cordilleras y, al llegar a la primera serranía transversal, al sur del mar Cantábrico, que es un verdadero cordón como los numerosos y prolongados que existen en América, la bautizaron con el nombre de Piri-neo.

(…)

En la toponimia española hay muchos lugares con nombres o raíces americanas primitivas, cuyo estudio debe hacerse; pero no es este el único fundamento para atribuir a los celtas origen americano. La somatología general de esa raza y de la primitiva andina, es muy semejante: Bajos, gruesos o redondeados, miembros cortos, cabeza desarrollada, pies y manos pequeños, cabello generalmente negro y a veces coloreados como en Boroa e Irlanda, piel blanca, pero no alba, pechos pardos, etc. Esta raza andinocelta, diferente de la patagona o pampa y sus derivados, de largos miembros y gran estatura, es producto de los archipiélagos y montañas; por eso es chico de cuerpo y más cerebral; fue la primera que en América empujó la civilización de sur a norte, escribiendo en las rocas sus nacientes ideas, desde Arauco hasta Yanquilandia; tomó grandes bríos en el mar Caribe y arribó a Gran Bretaña (Roberto Rengifo, Estractos de las Actas de la Sociedad Científica. Páginas 20 y 21).

Una pieza del Museo de Arqueológico Nacional de España evidencia este movimiento transcontinental en la Ante-Historia: Se trata de una “piedra horadada” descubierta en la Cueva del Hilguerón, en Rincón de la Victoria, Málaga.

La leyenda que la acompaña reza: “Masa de palo cavador”.

¿Cuál es su origen? ¿Cómo y por qué fue depositada en la Cueva del Hilguerón? ¿Existen otras “piedras horadadas” en las colecciones arqueológicas de España?

Ciertamente, la pieza es similar en material, estilo y dimensiones a aquellas de la tradición sagrada de los aborígenes Chile –los lituche-araucanos– y que se vislumbra, de igual modo, en el sustrato andino-celta.

Rafael Videla Eissmann
6 de Octubre de 2024


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martes, 1 de octubre de 2024

Una estela prehispánica con signos de un antiguo sistema brahmánico


Sobre esta estela, Erich von Däniken escribió: El profesor Kanjilal, relevante especialista en sánscrito, pudo identificar la mayor parte de estos signos como pertenecientes a un antiguo sistema brahmánico de escritura jeroglífica (Von Däniken, Erich, La respuesta de los dioses. Página 355).


El genial autor Erich von Däniken en su obra La respuesta de los dioses (“Beweise”, 1977), consigna un dato muy significativo sobre una pieza prehispánica que perteneció a la colección del sacerdote Carlos Crespi Croci (29 de Mayo de 1891 - 30 de Abril de 1982) –antiguo párroco del Santuario de María Auxiliadora en Cuenca, Ecuador–, con estudios en arqueología y antropología, concentrándose especialmente en el estudio de los indígenas del Amazonas ecuatoriano.

La mayoría de la colección de Crespi corresponden a placas y estelas de oro y metálicas con diversos motivos y temáticas.

La pieza en cuestión corresponde a una estela metálica que posee cincuenta y seis jeroglíficos inscritos en otros tantos recuadros. Al respecto, Däniken ha escrito: (…) Me preguntaba si los antiguos indios no habrían grabado en el metal los signos de algún alfabeto desconocido. Pero, mientras tanto, el profesor Kanjilal, de Calcuta, ha logrado identificar la mayor parte de dichos signos con los de una antigua escritura empleada por los brahmanes de India (Von Däniken, Erich, La respuesta de los dioses. Ediciones Martínez Roca. Spain, 1978. Página 354).

Esta asociación no es fortuita: Existió una remota vinculación entre los antiguos siddhas del Himalaya y los antiguos shamanes de los Andes. Recordemos lo expuesto el abate Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776), donde señaló que los chilenos llaman a los primeros hombres, de los cuales descienden, peñi Epatun, que quiere decir, los hermanos Epatun, pero, a excepción del nombre, no saben otra cosa de la historia de estos hermanos sus patriarcas. Los llaman también glyche, esto es, hombres primitivos o del principio, y en sus congregaciones los invocan, junto con sus divinidades, entonando en alta voz: Pom, pum, pum, Mari epunamun, animalhuen, peñi Epatun, etc. Los tres primeros vocablos son al presente de incierta significación y podrían tomarse por una suerte de interjección, si la voz puon con que los chinos nombran al primer hombre creado o salvado de las aguas, no nos indujese a sospechar que podrían tener una noción análoga. Los lamas o sacerdotes del Tíbet pronuncian también frecuentemente en sus rosarios las tres sílabas Hom, ha, hum, o om, aum, como dicen los habitantes del Indostán, los cuales en cierta manera corresponden a las chilenas arriba dichas.

Son las huellas de la antigua civilización primordial de los Hijos del Sol.

Rafael Videla Eissmann
30 deSeptiembre de 2024


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jueves, 22 de agosto de 2024

Una reliquia de los Dioses Blancos


El fabuloso pectoral prehispánico descubierto cerca de Illapel,
en la Región de Coquimbo, en Chile.

Una extraordinaria pieza prehispánica descubierta cerca de Illapel, en la Región de Coquimbo, en el norte de Chile, forjada en una aleación metálica –hecho por vaciado en molde de “cera perdida”–, presenta un simbolismo fundamental de la ancestral historia del Chili Mapu: Se trata de una figura antropomorfa en cuyo centro se observa la estrella doble de Venus, es decir, de Yephun-Oiehuen, la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde, respectivamente, llamada también llamada Wüñülfe por los chili-araucanos, herederos de la tradición cultural –Epeu y Nütram– de los antiku-pu-che –los Hijos del Sol– más y propiamente de los lituche, es decir, de los hombres primitivos o del principio según consignó el historiador Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776), basándose en informantes aborígenes.

Es la Estrella Solitaria Quyllur de los aymarás y Ch’aska Quyllur de los quechuas. 

Acerca de este excepcional pectoral descubierto en el norte del país, Miguel Serrano ha precisado en el volumen IV de sus Memorias (1999): Figura única por su simbolismo. Tal vez tallada por los inkas blancos, los frisones o los hiperbóreos de Sudamérica, con anterioridad a la llegada y destrucción planificada de los judeo-cristianos. Una reliquia de los Dioses Blancos, con el símbolo de la Estrella de la Mañana, Oiyehue, la runa Venéris (Serrano, M. Memorias de Él y Yo. Volumen IV. Santiago de Chile. Página 250).

Y agregamos a la observación de Serrano: El origen de esta pieza claramente se entronca con los inkas blancos, los frisones o los hiperbóreos de Sudamérica. Es decir, con el sustrato pre-indígena, esto es, el grupo dolicocéfalo primordial, la raza blanca americana observada por el profesor Roberto Rengifo en su obras El Secreto de la América Aborigen (1919-1921), Arte gráfico y poético de los chiles (1921) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935).

Este grupo blanco autóctono –vulgarmente denominados desde el Descubrimiento y la Conquista como indios blancos– fueron descendientes de los dioses del firmamento, de los hówen-aesir, de extraterrestres, cuya civilización solar es la base de la tradición sagrada de América-Huitramannaland, es decir, la “tierra de los hombres blancos”.

Esta reliquia antropomorfa proyecta el simbolismo trascendental del emblema del origen en la Patria CelesteYephun-Oiehuen, sobre los “hombres de la tierra”.

Rafael Videla Eissmann
17 de Agosto de 2024


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sábado, 3 de agosto de 2024

Arte rupestre de 9000 años asociado a huellas de dinosaurios en Serrote do Letreiro, en el Estado de Paraíba, Brasil


Arte rupestre asociado a las huellas de saurios (Fotografía de Leonardo P. Troiano, 2024).


Un fundamental estudio titulado A Remarkable Assemblage of Petroglyphs and Dinosaur Footprints in Northeast Brazil (“Un notable conjunto de petroglifos y huellas de dinosaurios en el nordeste de Brasil”, 2024) desarrollado por los arqueólogos Leonardo P. Troiano, Heloísa B. Dos Santos, Tito Aureliano y Aline M. Ghilardi del Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional de Brasilia, presenta significativas asociaciones entre petroglifos labrados por cazadores y las huellas fósiles de al menos tres tipos de dinosaurios del Período Cretácico: Terópodos, saurópodos y ornitópodos –145 - 66 millones de años atrás–.

El estudio –publicado en Marzo del año en curso en la revista Scientific Reports (www.nature.com/articles/s41598-024-56479-3 , www.cnnespanol.cnn.com/2024/04/12/misteriosos-simbolos-huellas-dinosaurios-antiguos-humanos-estudio-trax/)– ha determinado una datación por radiocarbono de enterramientos en la zona en torno al 9400 y 2620 años de antigüedad.

De acuerdo a los arqueólogos los petroglifos presentan formas geométricas tales como cuadrados, rectángulos y círculos –algunos de estos con cruces o líneas en su interior, revelando evidentemente concepciones de pensamiento abstracto–.

La clave de la asociación entre las representaciones rupestres y los fósiles no es únicamente la proximidad de los primeros a las huellas sino la solapación existente entre ellas, hecho que sugiere la “reflexión” –como observa Leonardo Troiano– por parte de los creadores de las representaciones rupestres.

Nosotros observamos en estas asociaciones de Serrote do Letreiro la antigüedad del hombre americano –esto es, del sustrato dolicocéfalo, es decir, pre-indígena–, siguiendo las investigaciones y estudios de notables americanistas como Arthur Posnansky y Edmund Kiss, quienes constataron a través de sus pesquisas las representaciones de “saurios” en el arte prehispánico andino, especialmente en la remota tradición tiahuanacota.

Aún más: La antigüedad de estos vestigios se deben comprender a la luz de La Cosmogonía Glacial de Hörbiger. Una nueva historia del desarrollo del Universo y del Sistema Solar (“Hörbigers Glazial Kosmogonie. Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems”) de Hans Hörbiger y Philipp Fauth, obra publicada inicialmente en Austria en 1913, en la cual se establece que en la Era Primaria o Paleozoica existiera el hombre, del cual emergieron distintas ramas-especies con diversos grados de evoluciones e involuciones en disímiles direcciones y secuencias: Este Hombre Primario (Primär-human) devino paralelamente al desarrollo de otras especies de homínidos –homo– acondicionados en y por los interregnos de las grandes catástrofes cósmico-planetarias: Los grandes ciclos o “soles” de la tradición sagrada de la humanidad, en aquel remotísimo y misterioso pasado en el que fulguran portentosas civilizaciones desarrolladas por los dioses y sus descendientes en la América Aborigen.

Rafael Videla Eissmann
2 de Agosto de 2024


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lunes, 24 de junio de 2024

La Tradición Sagrada Antártica


El jon Tenenesk y su familia (Fotografía de Martin Gusinde, 1923).


Aquí estoy cantando, el viento me lleva. Estoy siguiendo las pisadas
de los que se fueron. Se me ha permitido venir a la Montaña de Poder.
He llegado a la gran Cordillera del Cielo, camino hacia la Casa del Cielo.
El poder de aquellos que murieron vuelve a mí.
Yo entro en la Casa de la Gran Cordillera del Cielo.
Los del infinito me han hablado.
Lola Kiepja

El núcleo de la cosmovisión selk’nam es la perpetuación de un conocimiento cósmico.

La herencia sagrada de la cosmogonía polar-antártica.

La antigua sabiduría del “Clan de la Rama Sagrada” preservó el conocimiento de Temáuquel –Maukel o Pémaukl–, la Divinidad Suprema e Increada –el “habitante de allá arriba”– quien luego de la creación del mundo, de las montañas, de los valles y los ríos, envió a su mensajero Quenós y a los hówen, raza astral e inmortal de donde descienden los propios selk’nam.

En el Háin o ceremonia mágico-iniciática –un rito de pasaje exclusivo de los jóvenes varones llamados durante su iniciación klóketen a su vida de adultos–, se comunicaban los conocimientos del arribo de los hówen a la Tierra y las enseñanzas de las “Ciencias Sagradas”. 

Esta comunicación se realizaba el interior de la gran choza ceremonial también llamada Háin que correspondía a una micro-representación del cosmos, constituida por siete pilares –originalmente de piedra y luego de haya– que representaban a los siete hombres provenientes de distintas regiones de Karukinká o Tkoyuská, “Tierra del Fuego”.

En las inmediaciones de la gran choza se desarrollaba asimismo una suerte de pantomima en la cual se recreaban las apariencias de los dioses-espíritus del cielo y del mundo subterráneo por medio de pinturas corporales, atuendos y máscaras –como Jálpen, Tanu, Olum, Halaháches, Hóshtan, Mátan, Ulen, K’terrnen y los sho’ort–.

El Háin era dirigido por un jon (xo’on) –los jon era una casta iniciática de magos-shamanes con extraordinarios poderes quienes proyectaban su huáiyuhuen o cuerpo astral a otras dimensiones–, quien determinaba la secuencia de escenas que se habían de representar.

El jon indicaba a cada uno de los hombres un lugar junto al pilar que le correspondía a su haruwen o territorio. Los territorios en que se dividía la isla superaban los ochenta y cada uno correspondía a uno de los siete espacios llamados sho’on o “cielos”. Cada uno de estos cielos era representado por pinturas corporales que se realizaban durante la ceremonia.
Una vez iniciados en los conocimientos ancestrales por el Chan-Ain (“Palabra-Padre”), es decir, guardián de la tradición sagrada mítico-mágica o Lailuka los klóketen recibían el símbolo de virilidad: Una vincha triangular de piel de guanaco llamado k’ochel.

La antiquísima sabiduría de los selk’nam sobre Temáuquel y los poderosos hówen y la ceremonia Háin es parte del conocimiento de la tradición de los dioses extraterrestres y de la creación/aparición del hombre en la Antártida, la Hiperbórea del Polo Sur –misma concepción promulgada en 1919 por el profesor Roberto Rengifo en torno al origen polar de la humanidad– desde donde emerge la tradición primigenia y ancestral que se proyecta a través de los Andes hacia el resto del continente –la migración de sur a norte de la civilización de los chili-viracochas o wari wira qucha runa o primer yndio deste rreyno de las Yndias de la cual comensaron a multiplicar y la desendencia y multiplico después a éstos les llamaron dioses y lo tubieron ací de acuerdo a la información consignada por el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala en las fojas 48 y 49 de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1583-1615).

Rafael Videla Eissmann
23 de Junio de 2024


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martes, 28 de mayo de 2024

La tradición de los dioses: Una notable similitud entre los hombres-dioses de Tierra del Fuego y Egipto


Derecha: Akhenaton y su familia en gesto ritual al Dios-Sol Aten. Imperio Nuevo (Fotografía de Pat Remler / The Egyptian Museum in Cairo). Izquierda: El hówen o “dios-espíritu” K’terrnen, el “Hombre-Luz” de la tradición iniciática de los selk’nam de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Chile –a su lado aparece el jon o shamán Tenenesk (Fotografía de Martin Gusinde, 1923). La semejanza de los “tocados cónicos” en las representaciones de estos hombres-dioses es notable.


En mi artículo Gli dèi extraterrestri. Tracce della storia dimenticata (“Los Dioses Extraterrestres. Huellas de historia olvidada”), publicado en Il Giornale dei Misteri (Numero 535. Roma, Gennaio-Febbraio 2018), tracé las notabilísimas similitudes que se observan en las representaciones de los dioses de culturas tan lejanas entre sí como los selk’nam de la Tierra de Fuego, los antiguos mexicas de Mesoamérica, las tribus germánicas del centro de Europa y de Escandinavia y las civilizaciones de Egipto y del Valle del Indo. ¿Cómo explicar las analogías? ¿Es posible que existiese alguna relación? La respuesta es ciertamente negativa si se busca en los cimientos de la historiografía ortodoxa. Y esto, porque historia que se enseña se basa sobre determinados dogmas científicos como el origen de la humanidad en África, el “Descubrimiento de América” de 1492 y la inefable “evolución”… 

Mas, ¿deben considerarse como irrefutables estas mentadas suposiciones de la historiografía? Una investigación básica sobre estos campos concluye que estas tres conjeturas son sólo hipótesis elevadas a verdades absolutas y basadas en la así denominada “evidencia científica”.

¿Fue realmente África la cuna de la humanidad? La idea sigue siendo una teoría y el “eslabón perdido” aún no se ha encontrado –y no se encontrará– entre una especie homínida pre-humana –un paleoantropo– y al Homo sapiens sapiens. Oposición directa a las concepciones polares desarrolladas por el profesor Roberto Rengifo en torno al origen antártico del hombre expuestas inicialmente en la Sesión General de 29 de Diciembre de 1919 de la Société Scientifique du Chili (Actas de las Sesiones. Sesión General de 29 de Diciembre de 1919) y luego en El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles (1920) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935) y a las concepciones de Lokmaya Bal Gangadhar Tilak, en The Artic Homes in the Vedas. Being Also a New Key to the Interpretation of Many Vedic Texts and Legends (“El Hogar Ártico en los Vedas. Siendo también una nueva clave en la interpretación de muchos textos y leyendas védicas”, 1903) acerca del origen ártico de la civilización ario-védica de acuerdo a cálculos astronómicos consignados en los himnos sánscritos del Rigveda.

¿Fue América “descubierta” en 1492? En lo absoluto. La historia prehispánica cuenta con numerosas pruebas de contactos y asentamientos transatlánticos y transpacíficos. Y aún más: Toda la “historia” del continente ha sido una gran impostura –desde el navegante Cristóbal Colón, pasando por el Tratado de Tordesillas de 1494, las Guerras de Independencia Hispanoamericanas (1808-1814) y la historia moderna de “Latinoamérica”–.

¿Y la “evolución”? Otra patraña más que ha cimentado la falsa historia del génesis del hombre y su desarrollo desde África hacia otras latitudes en un larguísimo proceso evolutivo. Esta noción por cierto se opone a las concepciones ancestrales de Tierra de Fuego, Mesoamérica, la Europa pre-cristiana, Egipto y el Valle del Indo. ¿Entonces? ¿Cuáles son las claves para comprender esas notabilísimas similitudes de los dioses de la antigüedad? Son los mitos. Y más apropiadamente, del Mythos Légein o “Narración Sagrada” que preservó el conocimiento de seres “descendidos del firmamento” –los dioses extraterrestres– y que “crearon” a los hombres y sus magníficas civilizaciones solares en la antigüedad.

Aquí y allá, las representaciones de los dioses en las vastas muestras del arte de estos grupos son similares: Cuerpos estilizados con cabezas o tocados cónicos.

Un ejemplo decisivo ilustra estas antiquísimas conexiones: Un altorrelieve del hombre-dios Akhenaton y su familia con un gesto ritual al Dios-Sol Aten del Imperio Nuevo y el hówen o “dios-espíritu” K’terrnen –el “Hombre-Luz”– de la tradición iniciática del Háin de los selk’nam de Tierra del Fuego –Kaurinka–: La semejanza es extraordinaria.

Es la estirpe divina de los dioses. Los Hijos del Sol.

Rafael Videla Eissmann
26 de Mayo de 2024


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domingo, 5 de mayo de 2024

El enigma de la Fuente Magna: Una vasija con inscripciones cuneiformes hallada en Tiahuanaco


La extraordinaria y enigmática Fuente Magna. En la actualidad se encuentra en el Museo de Metales Preciosos
en La Paz (Museo del Sitio de Tiwanaku / Fotografías de Rafael Videla Eissmann, Enero de 2003).


Un enigma arqueológico

Una extrañísima vasija ceremonial labrada en cuarcita de color café fue descubierta en 1950 por un agricultor en un montículo escalonado en las inmediaciones del lago Titicaca –otras fuentes establecen que el descubrimiento fue hecho por un campesino en 1960 en un terreno privado de la familia Manjón, situado en la aldea de Chúa Cocani–.

La singular vasija de alrededor de 60 cm de diámetro y 18,5 cm de altura fue denominada Fuente Magna –conocida también como Vaso Fuente– y pertenece a la colección del Museo del Sitio de Tiwanaku.

La vasija presenta inscripciones, símbolos y figuras en sus caras interna y externa: Las figuras del interior están compuestas por un conjunto de ideografías entre las que destacan una efigie antropomorfa –cuyo cuerpo presenta cierta similitud con un batracio, símbolo de la fertilidad–, espirales de trazos rectos y una serie de inscripciones notablemente similares a los caracteres cuneiformes de Mesopotamia, uno de los sistemas más antiguos de escritura del Medio Oriente.

Las dos orejas de la vasija presentan asimismo figuras antropomorfas en cada lado y su borde está cubierto por dos serpientes cuyas cabezas se ubican justo sobre las manos extendidas de la figura antropomorfa del interior, reproduciendo la imagen de la deidad central de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, es decir, de Tauapácac Ticci Viracocha, el Dios de los Báculos.

Un hecho que corroboraría este aserto es que ambas representaciones, es decir, la figura antropomorfa de la vasija ceremonial y el Supremo Viracocha de la Puerta del Sol, poseen cuatro dedos en cada mano. Las facciones presentan además similitudes en los ojos, la nariz y la boca.

El exterior de la Fuente Magna presenta dos pumas y dos cóndores, animales totémicos de la tradición andina.

El interior se estructura en seis divisiones: Dos secciones a los costados de la figura antropomorfa de la vasija donde se aprecian caracteres de difícil interpretación. Luego figuran dos espirales dobles –en ambos lados– de trazos rectos y sentido dextrógiro; un segmento con similares caracteres a los ubicados en ambos costados de la figura antropomorfa y, por último, un segmento donde se ubican los caracteres cuneiformes.

Estos últimos caracteres han sido emparentados con el protocuneiforme y cuneiforme de Sumeria –por parte de los arqueólogos e investigadores Max Portugal Zamora, Bernardo Biados Yacovazzo, Jorge Miranda, Freddy Arce Helguero y Alberto Mancini– e incluso con algunas fórmulas semíticas –por parte del arqueólogo Mario Montaño–.

Desde el así denominado Descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, diversos cronistas señalaron la presencia de culturas del Medio Oriente en el continente, como los fenicios –entre quienes cuentan George Horn, Pierre Daniel Huet, Court de Gébelin y Paul Gaffarel von Philon–.

Otra perspectiva de la Fuente Magna (Museo del Sitio de Tiwanaku /
Fotografías de Rafael Videla Eissmann, Enero de 2003).

¿Cuál es el verdadero origen?

Como se puede apreciar en las imágenes de la vasija ceremonial, los caracteres son similares a las inscripciones cuneiformes. Además, éstas han sido realizadas utilizando la misma técnica de incisión y características: Líneas rectas, paralelas, perpendiculares y angulares.

Esto, por cierto, no implica que su origen necesariamente se encuentre en Mesopotamia sino que sólo existe una similitud y más apropiadamente, que ha habido una ignota relación en la antigüedad entre ambas regiones.

¿Es la Fuente Magna una pieza autóctona o bien fue traída desde Mesopotamia? En uno u otro caso, ¿cómo se explicaría la similitud de las inscripciones? ¿Quiénes fueron sus autores? ¿Cuándo fue labrada? ¿Cuál fue su función? ¿Existen otras piezas tiahuanacotas con caracteres similares?

Contra toda convención historiográfica, el profesor Roberto Rengifo –el genial propugnador del origen polar antártico del hombre y de la irradiación de la civilización desde América al resto del globo– estableció que la última migración importante partió de TalTal en la costa norte de Chile, hace 9000 años, fueron los uros que, por estar ya todas las demás costas y países poblados, buscando uno inhabitado llegaron al fondo del Golfo Pérsico y fundaron la ciudad de Uruk, llevando allá la cerámica y los metales; ciudad que fue el germen de las civilizaciones arias o indo-europeas con la cual comienza la Proto-Historia, siendo todo lo anterior, Pre-Historia y siendo Historia sólo los 2500 años últimos, desde que se descubrió la escritura alfabética (Rengifo, R. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Página 11).

Posteriormente, el extraordinario escritor Erich von Däniken ha preguntado si acaso los descendientes del gigante Gilgamesh provinieron de América del Sur y llevaron consigo el conocimiento posteriormente vertido en la Epopeya, a Sumeria (Von Däniken, E. Recuerdos del futuro. Páginas 91 y 96).

Cabe destacar que el profesor e investigador Carlos González Vargas del Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile, expresó la “notable similitud de la representación de Yephun-Oihuen, el Lucero de la Mañana y de la Tarde de los antiguos mapuches [los araucanos de Chile] y aquellas de Mesopotamia, pues en ambos casos son estrellas de ocho puntas” (Conversación personal con el autor en la ciudad de Santiago de Chile, Noviembre de 2006).

En definitiva, piezas arqueológicas como la Fuente Magna prueban el frágil dogma historiográfico-arqueológico desarrollado en la “reconstrucción” del pasado prehispánico, pues en diversos campos de estudio se verifican similares patrones entre las culturas y civilizaciones de la América Aborigen, Europa y Mesopotamia: Las divinidades uránicas, los dioses civilizadores descendidos del firmamento, los ancestrales cultos solares y sus símbolos –como la venerada cruz swastika-sauvastika y las barcas solares–, el símbolo de Venus y las pirámides escalonadas –entre otros campos fundamentales–.

Rafael Videla Eissmann
4 de Mayo de 2024


Bibliografía

I. Obras

Carnac, Pierre 
El primer descubrimiento. ¿Descubrieron América los judíos en la antigüedad? (1983). Martínez Roca. Barcelona, 1991.

Fell, Barry [Harold Barraclough Fell]
America B. C.: European Settlers in the New World. New York Times Book Co. New York, 1976.
_ Saga America. New York Times Book Co. New York, 1980.
_ Bronze Age America. Times Boston Co. Massachusetts, 1982.

Rengifo, Roberto
El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.
_ El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica y el origen polar antártico del hombre (1935). Prólogo, notas y edición de Rafael Videla Eissmann. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2007.

Videla Eissmann, Rafael
La Estrella de Piedra. El símbolo sagrado de los chiles. Ediciones Riapantú. Santiago de Chile, 2004.
_ Los chiles. Fundadores de Uruk. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2007.
_ Inscripciones cuneiformes en Tiahuanacu. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2008.

Von Däniken, Erich
Recuerdos del futuro (“Erinnerungen an die Zukunft”, 1968). Plaza & Janés. Barcelona, 1982.

* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos. Se prohíbe su reproducción).

viernes, 12 de abril de 2024

Los poderosos dioses de los ugha mongulala


Figuras antropomorfas de la cultura diaguita de la zona centro norte de Chile (Museo Chileno
de Arte Precolombino / Fotografías de Rafael Videla Eissmann, 2017).


“No son dioses sino ‘hombres’ que han llegado desde las estrellas. Son altos, blancos. Igual a nosotros. La única diferencia es que tienen seis dedos en las manos y los pies”.

“Son poderosos. Tienen poderes mentales”.

“Akahim es su fortaleza”.

“Akakor su ciudad”.

“Ellos instruyeron a mi pueblo y por eso son en realidad nuestros maestros”.

“Algunos de ellos regresaron a las estrellas”.

“Otros han vuelto después a la Tierra”.

“Ahora han regresado. Ya están aquí para impulsar una nueva gran catástrofe planetaria”.

Así me ha hablado Tatunca (Agosto de 2018) sobre los poderosos dioses de la tradición de los ugha mongulala. Los maestros de su pueblo.

Junto a varios símbolos petroglíficos se puede observar una mano con seis dedos en Sacre Ridge
en Three Rivers, Nuevo México, Estados Unidos (Fotografía de la familia Anderson).


En todo el continente se encuentran representaciones antropomorfas de seres con seis dedos –sean petroglifos, piezas de alfarería, textiles–. En este sentido, significativamente algunas representaciones antropomorfas en la alfarería diaguita de la zona centro-norte de Chile poseen estas características, especialmente en las manos. En este sentido, el profesor Roberto Rengifo ha dilucidado que en realidad el vocablo es ‘dihuita’ y que éstos corresponden a una manifestación local de los chili-viracochas, los Dioses Blancos de América-Huitramannaland.

Rafael Videla Eissmann
11 de Abril de 2024

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sábado, 30 de marzo de 2024

Los alemanes y los ugha mongulala


Un HOMBRE-SOL de la tradición sagrada de la América Aborigen –conocidos en el mundo andino como viracochas–. Esta representación petroglífica se encuentra en las cercanías de Laguna Colorada, en la Provincia de Tucumán, Argentina, hecho que revela la irradiación de la civilización de los dioses en América del Sur. Adviértase que los rayos que irradian desde la cabeza guardan relación con el emblema de los ugha mongulala.


En el capítulo La alianza entre alemanes y ugha mongulala (Páginas 67 y 68) de mi libro La tradición sagrada de los ugha mongulala. Tatunca Nara y el misterio amazónico (2018) he consignado la comunicación transmitida por Tatunca Nara sobre la mancomunidad entablada entre los alemanes y los ugha mongulala en las profundidades del Amazonas, en 1945.

Mas, ¿cómo sabían los soldados alemanes de Akakor? ¿Qué conocimientos hubo en Alemania antes de 1945 sobre Akakor y Akahim? ¿Quiénes llevaron el conocimiento de las ciudades-fortalezas de los antiguos dioses a Europa? ¿Cuándo? ¿Por qué? Esta última interrogante dista ser caprichosa. Si el conocimiento de la existencia de los ugha mongulala y especialmente de las ciudades del Inframundo ha sido un hecho reservado y conocido por limitados canales, ¿cómo se explica entonces el arribo de los soldados alemanes? Su único destino –para este grupo– después de la derrota bélica de Alemania era Akakor. Pero, ¿fueron soldados? Resulta más comprensible el arribo de los superiores de la Ahnenerbe, pues esta organización tuvo una expedición en el Amazonas y la activa presencia del arqueólogo Edmund Kiss en Tiahuanaco –la metrópolis de los viracochas– y sus áreas de irradiación cultural.

El arribo, en consecuencia, de los alemanes a Akakor en 1945 se enmarca en una alianza que se remonta al menos hacia la década de los años veinte y treinta con la presencia de Edmund Kiss en América del Sur.

A este respecto, el 28 de Febrero del año en curso, Tatunca me dice:

“Los alemanes sabían de los dioses de los ugha mongulala… Por eso pudieron ingresar al mundo subterráneo… Abajo hay túneles, grandes túneles que comunican los Andes con el Himalaya, con la Antártida”.

“Los alemanes están en la Antártida”.

Y luego, casi como parte de una conversación distinta, indica:

“La guerra vendrá en Septiembre. Se cumplirá la visión del sacerdote. Nuestra montaña es el lugar de refugio…”.

Rafael Videla Eissmann
29 de Marzo de 2024

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domingo, 3 de marzo de 2024

Ignoto simbolismo: Una clave común entre la cultura tiahuanacota y la cultura chinchorro


El “Monolito Ponce” con la mano ‘invertida’
(Fotografía de Rafael Videla Eissmann, 2020).


Un aspecto simbólico de algunas de las magníficas esculturas antropomorfas de Tiahuanaco, los denominados “Monolito Ponce” y “Monolito Fraile” de la metrópolis de los viracochas, es la característica anatómica de la mano derecha ‘invertida’. Se trata, ciertamente, de una peculiaridad que denota una impronta no humana –sobrenatural–sea de origen natural o artificial. Esta particularidad, debe intuirse, es la expresión precisamente de una naturaleza no común. En este sentido, el hecho que el “Monolito Ponce” y “Monolito El Fraile” presenten esta característica, denota su relación con la tradición de los poderosos viracochas –los wari wira qucha runa–, los hombres-dioses del sustrato civilizador de la América Aborigen.

Ahora bien, una momia de la cultura Chinchorro –de Arica, en el extremo norte de Chile–, perteneciente a la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino, posee la misma peculiaridad: La mano derecha ‘invertida’.

De acuerdo a las estimaciones de Arthur Posnansky la antigüedad de Tiahuanaco se remonta a ±15.000 a. C. Para Edmund Kiss, en tanto, la antigüedad de la metrópolis andina se remontaría a más de 30.000 años, enfatizando no obstante manifestado que ni siquiera la Cosmogonía Glacial (1913) de Hans Hörbiger y Philipp puede esclarecer la real antigüedad de Tiahuanaco.

La cultura Chinchorro, por su parte, tiene de acuerdo a los cánones de la arqueología ortodoxa una antigüedad en torno al 7000 a. C., siendo reconocidos como la primera cultura a escala mundial en realizar prácticas de momificación.

El “Monolito El Fraile” con la mano ‘invertida’
(Fotografía de Rafael Videla Eissmann, 2020).

Momia chinchorro con la mano ‘invertida’
(Fotografía de M. K, 2024).


Las interrogantes: ¿Cuál es la real antigüedad de la cultura tiahuanacota y chinchorro? ¿A qué obedece la perpetuación de las imágenes-símbolos de los ancestros –sean las figuras antropomorfas de Tiahuanaco o las momias de Chinchorro–? ¿Cuál es el origen y significado de la ‘mano invertida’? ¿Qué relación hubo entre Tiahuanaco y Chinchorro? ¿Hay otros sustratos culturales que poseyeron esta misma tradición en el mundo prehispánico?

Estas líneas son sólo un primer esbozo de una investigación mayor que permita una comprensión cabal del origen, sentido y proyección de este ignoto simbolismo.

Rafael Videla Eissmann
3 de Marzo de 2024


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domingo, 25 de febrero de 2024

Simbolismo trascendental del Irminsul: La memoria cósmica


 
El Irminsul, Eje del Mundo, en las fojas 75 y 76 del Códice de Madrid.


El símbolo del Irminsul, el Eje del Mundo, se encuentra en las fojas 75 y 76 del fabuloso Códice de Madrid, llamado también Códice Tro-Cortesiano del período maya clásico post-tardío pero, indudablemente, originario de una remota tradición polar. Ahí se ha plasmado una concepción espacial del mundo bajo el ordenamiento arquetípico de la tetrapartición ( + ) y en cuyo centro se eleva el Árbol del Mundo, siendo la mismísima representación del Irminsul de los germanos, es decir, un eje que se proyecta en su parte superior en dos ramas o volutas. En su base se encuentra la Gran Pareja Divina, es decir, Ometeótl, la Divinidad Dual –Ompacatotiotzin–.

Apropiadamente, basándose en la sabiduría ancestral de sus informantes, el cronista Fernando de Alva Ixtlilxochitl en el capítulo I de la Historia de la nación chichimeca –obra escrita entre 1610 y 1640–, ha realizado referencia a este símbolo como Quiahutzteotlchicahualiztéotl o Tonacaquáhuitl, que quiere decir “Árbol del Sustento o de la Vida (De Alva Ixtlilxochitl, F. Historia de la nación chichimeca. Página 20).

Un eco simbólico y muy significativo se revela en la cosmogonía del sustrato maya: Hunal Yeh levantó al cielo y lo apoyó con un árbol Wakah Chan, en el centro del universo (…). En un principio se elevó el cielo de las aguas de origen y posteriormente se erigió un árbol de apoyo como el eje central del universo (…). En el centro se encontraba el Wakah Chan, el Gran Árbol Cósmico, que había sido levantado a un año de la creación. Posiblemente correspondía a la Vía Láctea, pero probablemente tenía un aspecto vertical que unía los tres planos del universo, al mundo terrestre en medio, al cielo arriba, y a las aguas de origen abajo del anterior (Eggebrecht, E.; Eggebrecht, A.; Seipel, W. Et al. Maya amaq’: Mundo maya. Página 230).

Una noción semejante fue consignada por el monje benedictino Rudolf von Fulda (Ca. 865) en Von den Wundern des heiligen Alexanders (“De miraculis sancti Alexandri De miraculis sancti Alexandri”) donde señala que Irminsul significa “pilar universal que todo lo sostiene”.

Con propiedad, la antigua raza descendiente de los dioses –en América, Europa, Asia y Polinesia– se refirió a este trascendental símbolo como el Árbol-Columna del Mundo –“Árbol de la Vida”, “Árbol del Conocimiento”– y más apropiadamente, el árbol del Universo, del Tiempo y de la Vida.

Sobre el significado mágico-esotérico del símbolo del Eje o Columna del Mundo, Miguel Serrano ha expresado: IR o ER: Es el nombre hiperbóreo para la Columna, que según la creencia de los griegos y de otros pueblos, sostenía el cielo en el Polo Norte, encajando arriba en la Estrella Polar. Radical del más alto de los Dioses, Irmin. (…) En la leyenda de los mortales se transforma en una Columna. Perdida ya Hiperbórea sus descendientes involucionados, los germanos, adorarán el Árbol Irminsul, con el radical IR, como representación material de esa Columna y también del Poder sobrehumano perdido. En verdad es un culto simbólico de los antepasados divinos polares. La adoración del “Árbol que alcanza el cielo” será llevada a América por el éxodo hiperbóreo, luego por los vikingos (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Páginas 188 y 189).

Precisando aún más sobre este significado, Serrano ha escrito sobre el Irminsul: [Es] el Árbol que en el culto germánico representa la Columna que en el Polo sostenía el Cielo. Es un fresno. […] En el Sur del Mundo es la Araucaria gigante. En otros sitios es el Ceibo, o Ceiba. También es la Encina Sacra (Donar). A su sombra se reunían en Consejo los Ases. Para los germanos representaba la ascendencia divina y en el Árbol se rendía un culto a los antepasados extraterrestres (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Página 189).

Se concluye, en suma, que junto a la naturaleza transcendental y polisemántica del símbolo del Gran Árbol a escala global, este preservó la memoria cósmica de los antepasados divinos, de los descendidos del firmamento.

Rafael Videla Eissmann
23 de Febrero de 2024


Bibliografía

Eggebrecht, Eva; Eggebrecht, Arne; Seipel, Wilfried; Grube, Nikolai & Krejci, Estella
Maya amaq’: Mundo maya. Editorial Iximulew. Guatemala, 2001.

Serrano, Miguel
NOS. El Libro de la Resurrección. Editorial Kier. Buenos Aires, 1980.

Videla Eissmann, Rafael
Irminsul. Simbolismo en torno al origen de la raza polar. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2017.



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Se prohíbe su reproducción).

miércoles, 14 de febrero de 2024

Un símbolo común de la Venezuela prehispánica y del Antiguo Egipto


Símbolo del Eje Polar en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela y sobre
la cabeza en una divinidad custodia del corazón de Tut-Enkh-Amón (1334 y 1325 a. C.).

Alrededor de 10.425 km separan a la Venezuela prehispánica (-1492) del Antiguo Egipto. Este marco cronológico cultural es trazado para comprender –o, al menos, para lograr una aproximación– una notabilísima similitud de un símbolo en ambas regiones. Se trata de una manifestación del antiguo conocimiento geográfico de las aperturas polares. En primer lugar, se trata de una inscripción lítica en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela: Claramente, se trata de una representación de la Columna o Eje Polar –el Irminsul–, conformando las volutas superiores e inferiores las equivalencias estilizadas de las aperturas polares. Adviértase en la parte central de esta figura el “Sol Central” o “Sol Humante” de la Tierra Hueca de la cual da cuenta la tradición sagrada. En tanto, el símbolo en Egipto se encuentra sobre la cabeza de una de las tres divinidades –hoy en la colección del Egyptian Museum in Cairo– que custodiaban el corazón de Tut-Enkh-Amón, último monarca de su familia real en el final de la dinastía XVIII que gobernó entre 1334 y 1325 a. C.

También aquí se observan las volutas o ‘aperturas’ de ambos polos: Es Nun o el “Cielo”, y Duat, el “Inframundo”.

Por cierto, estas “similitudes” no son coincidencias o casualidades. Véase, en este sentido, el culto a los dioses del firmamento, la concepción de “Hijos del Sol”, el culto al Sol a través del símbolo del Disco Solar, la elongación craneal y las prácticas rituales de momificación y luego, específicamente, la ancestral representación de los “hombres-pájaros” (https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2020/06/hombres-pajaros-chile-egipto.html).

¿Cómo explicar estas fundamentales semejanzas? Las claves fueron otorgadas por los sustentadores de la obra de Hans Hörbiger y Philipp Fauth, Cosmogonía Glacial de Hörbiger. Una nueva historia del desarrollo del universo y el sistema solar (“Glazial Kosmogonie. Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems” de 1913) como es el caso del gran explorador Edmund Kiss y su observación de las extensas migraciones (Völkerwanderungen) de antiguos sustratos culturales como resultado de las catástrofes cósmicas.

Más allá de la así denominada “historia oficial” se encuentra la historia mítica, es decir, la historia de los dioses y sus portentosas civilizaciones solares.

Rafael Videla Eissmann
5 de Febrero de 2024

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domingo, 28 de enero de 2024

Esquema planetario y las aperturas polares (II)


Adaptación del esquema planetario basado
en una antigua fuente tibetana.


Documento de la Studiengesellschaft für Geisteurgeschichte Deutsches Ahnenerbe (“Sociedad para la Investigación de las Raíces Espirituales de la Herencia Ancestral Alemana”) donde destacan las aperturas polares –cada una de ellas el símbolo del Irminsul o Axis mundi– de la Tierra Hueca (“Hohlwelt”) y apreciaciones de la cosmogonía germánica. Sobre este esquema geográfico Miguel Serrano escribió: La Tierra exterior. La corteza terrestre. Y la Tierra interior, en “sincronismo” con la mitología hiperbórea polar (1982).

Rafael Videla Eissmann
27 de Enero de 2024


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sábado, 27 de enero de 2024

Esquema planetario y las aperturas polares (I)


Esquema planetario basado en una antigua fuente tibetana.


Extraordinario documento de la Studiengesellschaft für Geisteurgeschichte Deutsches Ahnenerbe (“Sociedad para la Investigación de las Raíces Espirituales de la Herencia Ancestral Alemana”) donde se representa la estructura del mundo de acuerdo a una antigua fuente tibetana. Se observa el Sol Central –el “Dios Humeante”– de la Tierra Hueca, del Minche Mapu y las aperturas polares coronadas por el Eje Invisible, es decir, el Irminsul. Esto explica la difusión del símbolo en ambos hemisferios.

Rafael Videla Eissmann
26 de Enero de 2024

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miércoles, 24 de enero de 2024

El Eje del Mundo


El símbolo del Irminsul, el Árbol-Eje del mundo.


El símbolo del Árbol del Mundo es en realidad la figuración gráfica del Eje Polar. Corresponde, de hecho, a la mitad hemisférica septentrional y boreal, constituyendo las características volutas proyectadas en direcciones opuestas la representación de la superficie inmediatamente próxima a los polos, es decir, la figuración de las aperturas polares: El Eje del Mundo –el Irminsul/Yggdrasil– es un símbolo de la representación de la Tierra Hueca.

La cognición de la Tierra Hueca resuena en los legendarios relatos de Agartha, Shambhala y el Rey del Mundo en el eje Tíbet-India, en las tradiciones de los habitantes del inframundo en la montaña sagrada de Untersberg y el Káiser y su Batallón Astral (Wuotis Heer) en Alemania y Austria y del Reino de los Gigantes –la Ciudad de los Césares –los viracochas o Dioses Blancos, en la Patagonia de Chile.

Esquema gráfico de la Tierra Hueca: Las aperturas polares
corresponden al símbolo del Irminsul, el Eje del Mundo.

Esto, pues en cada una de estas regiones se ha preservado el origen polar del hombre, es decir, su aparición desde la tierra: Véase al respecto la obra de Lokmaya Bal Gangadhar Tilak, The Artic Homes in the Vedas. Being Also a New Key to the Interpretation of Many Vedic Texts and Legends (“El Hogar Ártico en los Vedas. Siendo también una nueva clave en la interpretación de muchos textos y leyendas védicas”. 1903) en la que concibe el origen polar ártico de la civilización ario-védica según cálculos astronómicos expuestos en los himnos sánscritos del Rigveda y en Chile, por su parte, el profesor Roberto Rengifo enunció el origen polar antártico del hombre inicialmente en la Sesión General de 29 de Diciembre de 1919 de la Société Scientifique du Chili (Actas de las Sesiones. Sesión General de 29 de Diciembre de 1919. Página XXXVII), concepción expuesta además en Los chiles (1920) –tercera parte de El Secreto de la América Aborigen– y en El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935).

Dos fuentes replican esta cosmovisión: En De origine et situ Germanorum (Ca. 98) Tácito señala sobre los germanos: Yo creería que los germanos tienen su origen en la misma tierra, y que no están mezclados con la venida y hospedaje de otras gentes. Y más abajo, en la misma obra: Celebran [los germanos] en versos antiguos (que es sólo el género de anales y memoria que tienen) un dios llamado Tuiston, nacido de la tierra, y su hijo Manno, de los cuales, dicen, tiene principio la nación.

Un eco tardío de esta misma noción fue expresada por la descendiente de machi Quinturay Raypán de Nueva Imperial, en la Araucanía, en el sur de Chile, al sostener que la raza araucana procede de la tierra –apuntando con su dedo índice de la mano derecha al mapu o tierra– (Conversación personal sostenida con el autor en la ciudad de Santiago de Chile, el día 1º de Marzo de 2005).

A estas fuentes debemos agregar por cierto la ilustración de Chicomoztoc o Lugar de las Siete Cavernas de la tradición mítico-mágico azteca consignada en el códice Historia tolteca-chichimeca del siglo XVI la cual da cuenta de la aparición de los grupos chichimecas hacia Cholula a través de las ‘aperturas’ de una de estas cavernas o ‘salidas’ desde el interior de la tierra y cuya representación es el símbolo del Irminsul o Eje Polar, el Árbol-Mundo.

Inscripción lítica prehispánica en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela.
Es la representación de la Columna o Eje Polar, conformando las volutas superiores e inferiores
las equivalencias estilizadas de las aperturas polares. Adviértase en la parte central de esta figura
el “Sol Central” de la Tierra Hueca de la cual da cuenta la tradición sagrada.


Se puede concluir que la presencia y abundancia de esta ideografía sagrada a escala global es una resonancia del origen de la raza polar –los dolicocéfalos– que luego fue difundida por el movimiento de los Caminantes de la Aurora –Völkerwanderung– y luego heredado y preservado por las distintas ramas de los descendientes de este grupo primordial.

Rafael Videla Eissmann
23 de Enero de 2024


Bibliografía

Tilak, Lokmaya Bal Gangadhar
The Artic Homes in the Vedas. Being Also a New Key to the Interpretation of Many Vedic Texts and Legends. Publishers Messrs. Tilak Bros. Gaikwar Wada. Poona City, 1903.

Rengifo, Roberto
El Secreto de la América Aborigen. I. Noticias y comentarios arqueológicos. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1919.
_ El Secreto de la América Aborigen. II. Estractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles. Impreso en los Talleres de la Empresa Zig-Zag. Santiago de Chile [1920].
_ El Secreto de la América Aborigen. IV. Extractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1921.
_ El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.

Videla Eissmann, Rafael
Roberto Rengifo y el Secreto de la América Aborigen. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica y el origen polar antártico del hombre. Editorial Puerto de Palos. Santiago de Chile, 2007.

* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos. Se prohíbe su reproducción).