viernes, 13 de junio de 2014

Vikingos en América


 
 El dios blanco y barbado mesoamericano, Quetzalcóatl, de acuerdo a un manuscrito del siglo XVI.


Extracto de un artículo de Gregorio González aparecido en la revista Más allá de la ciencia (1996), en el cual se hace mención a la presencia vikinga en América, conforme a los postulados del profesor Jacques de Mahieu. Lamentablemente, el eurocentrismo insostenible de De Mahieu, lo hace declarar que los Dioses Blancos de la América Aborigen -Quetzalcóatl, Kukulkán- fueron nórdicos divinizados con el paso del tiempo; o bien, que los vikingos fueron los impulsores de las civilizaciones mesoamericanas y andinas. Mas, si esto fuese así, ¿dónde se hallan en Europa las matrices del sistema calendario mesoamericano de la Piedra de los Soles, o bien, la matriz de la Puerta del Sol de Tiahuanaco y los patrones megalítico-astronómicos?

Sí estamos ciertos en el arribo de poblaciones nórdicas al continente americano a partir del siglo X, aproximadamente, pero es incorrecto atribuir a ellos la aparición y desarrollo de culturas y civilizaciones que se remontan a la época prediluvial, esto es, anterior a 12.900 años.


El hallazgo en tierras americanas de estelas y objetos con inscripciones vikingas y de representaciones de amerindios junto a símbolos vikingos en monumentos templarios europeos, sumado al minucioso estudio de las sagas y relatos tradicionales escandinavos, llevaron al investigador Jacques de Mahieu a desarrollar en profundidad la teoría de la presencia vikinga en América.

El profesor Jacques de Mahieu.


De Mahieu, uno de los mayores especialistas en la materia, ha recorrido numerosos países americanos en busca de pruebas y se ha encontrado con numerosas evidencias que sugieren la llegada accidental de embarcaciones al Nuevo Mundo. Pero De Mahieu va mas allá al afirmar que incluso deidades tradicionales como Quetzalcóatl y Kukulkán eran realmente vikingos que fundaron colonias, imperios y comerciaron con el Viejo Mundo. Una hipótesis que plasma contundentemente en su obra Colón llegó después (1988), y que él mismo sintetiza así: “Ullman -un héroe nórdico- llegó con siete navíos, con unos setecientos vikingos, hombres y mujeres, originarios del Schleswig, y se apoderó del Anáhuac, donde se convirtió en el quinto rey de los aztecas, el Quetzalcóatl guerrero. Al cabo de unos veinte años se dirigió al Yucatán con una parte de sus hombres, donde se le recordaba con el nombre de Kukulkán. Más tarde, tras algunas dificultades con los indígenas, continuo su camino hacia la meseta”. Según de Mahieu, el héroe vikingo descendió hacia Venezuela, costeó el continente americano y descubrió el Pacífico. Allí, “los vikingos descendieron a lo largo de la costa hasta llegar a la altura de Arica, no sin detenerse en el camino para fundar el Reino de Quito e imponer su autoridad a los chimúes, ascendiendo después al altiplano. Desde su capital, Tiahuanaco, situada a orillas del lago Titicaca, se lanzaron a la conquista del subcontinente. Su imperio se extendió muy pronto por Bogotá, en la actual Colombia, hasta Valparaíso, en Chile, con dos salidas al Atlántico: El Amazonas, al norte, y el Peaviru, al sur, el ‘Camino Blando’ que llegaba a Paraguay y al océano, pasando por la Sierra de la Plata”. Y añade: “Eran unos cuarenta mil cuando, hacia 1290, los araucanos del cacique Kari, venidos de Chile, se apoderaron de Tiahuanaco. Algunos de los supervivientes de la matanza que se produjo remontaron la costa hacia Ecuador, donde embarcaron en balsas con rumbo a la Polinesia. Otros, entre ellos las famosas amazonas, se refugiaron en la selva amazónica y paraguaya, donde he encontrado a sus descendientes. Otros, por último, rehicieron sus fuerzas en el Apurímac, en Perú propiamente dicho, y unos diez años más tarde descendieron sobre Cuzco, donde fundaron el Nuevo Imperio, el de los Incas, en norrés, de los descendientes”.

La presencia vikinga en América habría sido especialmente palpable en Brasil, país que, siempre según el aventurado De Mahieu, les abría paso al Atlántico para establecer comercio inicialmente con sus compatriotas y posteriormente con… ¡los templarios!, dando origen a la leyenda de los indios blancos del Amazonas.

Gregorio González


 Inscripciones rúnicas en Paraguay.


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lunes, 2 de junio de 2014

Raíces comunes (III)


 Izquierda: Detalle de una cerámica incásica del Cuzco con símbolos cruciformes. Derecha: Detalle de la parte superior de la piedra rúnica de Rökstenen, en  Östergötland, Suecia. Se puede apreciar la clara similitud entre ambas expresiones.


Se puede colegir que en base a las similitudes de determinadas manifestaciones culturales y tradiciones de algunos pueblos de Asia, Europa y América, estas se remontan a un sustrato común cuyo origen se encuentra en una raza de característica dolicocéfala que ha dejado sus huellas a nivel planetario.

Una de las razones de estas similitudes se explicaría por medio de la migración de este grupo primigenio -Völkerwanderungen- como resultado de las catástrofes cíclicas expuestas en la Cosmogonía Glacial (1913) y en la multidisciplinaria Doctrina del Hielo Mundial o Welteislehre.

Conforme al arqueólogo Edmund Kiss en Die Kosmischen Ursachen der Völkerwanderungen (“Las razones cósmicas de las migraciones de los pueblos”. Köhler & Amelang Verlag. Leipzig, 1934), los sobrevivientes del último Diluvio, es decir, el Götterdämmerung, tras la fijación de los nuevos factores climatéricos y ambientales y la estabilización del flujo de los niveles de agua, encontraron condiciones adecuadas de existencia en áreas del mar Mediterráneo, Egipto, India, el sur de China, el actual desierto del Gobi y en Norte y Sudamérica, desarrollando en períodos de tiempo relativamente cortos, nuevas culturas con patrones de gran antigüedad.

Izquierda: Una barca de totora empleada en la actualidad por los habitantes de Titicaca. El origen de este tipo de embarcación se remonta a los uros -los “primeros hombres”-. Derecha: “Barco-dragon”, un drakkar vikingo, de acuerdo al manuscrito Northumbrian (siglo X).


Este hecho, es decir, la existencia de grupos portadores de antiquísimas tradiciones, permite explicar los sistemas ideográficos con patrones de gran antigüedad, como la escritura rúnica en Europa y las más remotas ideografías y símbolos petroglíficos grabados en los Andes, como asimismo, las similitudes ya enunciadas.

Pero ¿fue este acaso el fin de las extensas migraciones a escala planetaria? No; pues así como hubo una catástrofe producida por la caída de la Luna Terciaria, el actual satélite está determinado a repetir el mismo devastador acontecimiento. Como certeramente ha explicado Kiss, la gente tendrá que emigrar de nuevo. Ese es su destino. Y este destino es cósmico, ya que depende de la Luna.

Rafael Videla Eissmann
2 de Junio de 2014

La cabeza de una embarcación del Titicaca y de Escandinavia, respectivamente.



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domingo, 1 de junio de 2014

Raíces comunes (II)


Izquierda: El Irminsul de la tradición germánica, representación del Árbol del Mundo. Centro: Detalle de una vasija precolombina del mundo andino, con la representación de una figura antropomorfa en cuya cabeza figura un símbolo similar al Irminsul. Derecha: Vasija precolombina del mundo andino tricomátrica, con el mismo símbolo.


Prosiguiendo con las ideas expuestas en Raíces Comunes (I) -Mayo de 2014-, a continuación se presentan los siguientes registros iconográficos sobre un símbolo fundamental de la antigua tradición de los Hijos del Sol: El Árbol del Mundo, auténtico Axis Mundi; reflejo del Árbol Cósmico, eje inmutable y puente de los mundos. Es el sagrado Irminsul, o Yggdrassil de los ario-germanos, la “Columna Invisible”, el Árbol Polar.

Esta ideografía-símbolo, una de cuyas variantes es la protoruna Man, se puede rastrear en la iconografía de distintas culturas del mundo precolombino, cuyos sustratos se remontan a la edad de los hombres-dioses, los viracochas y su fabulosa civilización prediluvial.

Rafael Videla Eissmann
1º de Junio de 2014

Izquierda: Clava araucana, con un Árbol del Mundo inscrito en su parte superior. Derecha: Fósil de una especie vegetal descubierto en la Patagonia chilena.

 Petroglifos de la zona central del Chilli-mapu, con la ideografía-símbolo de la runa Man.

 Vasijas precolombinas del mundo andino con el venerado símbolo del Árbol del Mundo.

Izquierda: El Árbol Sagrado mesoamericano, ilustrado en el Códice Borgia. Derecha: El símbolo báltico de Laima slotina, diosa del nacimiento y del destino -Trīs Laimes-.



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