lunes, 24 de junio de 2024

La Tradición Sagrada Antártica


El jon Tenenesk y su familia (Fotografía de Martin Gusinde, 1923).


Aquí estoy cantando, el viento me lleva. Estoy siguiendo las pisadas
de los que se fueron. Se me ha permitido venir a la Montaña de Poder.
He llegado a la gran Cordillera del Cielo, camino hacia la Casa del Cielo.
El poder de aquellos que murieron vuelve a mí.
Yo entro en la Casa de la Gran Cordillera del Cielo.
Los del infinito me han hablado.
Lola Kiepja

El núcleo de la cosmovisión selk’nam es la perpetuación de un conocimiento cósmico.

La herencia sagrada de la cosmogonía polar-antártica.

La antigua sabiduría del “Clan de la Rama Sagrada” preservó el conocimiento de Temáuquel –Maukel o Pémaukl–, la Divinidad Suprema e Increada –el “habitante de allá arriba”– quien luego de la creación del mundo, de las montañas, de los valles y los ríos, envió a su mensajero Quenós y a los hówen, raza astral e inmortal de donde descienden los propios selk’nam.

En el Háin o ceremonia mágico-iniciática –un rito de pasaje exclusivo de los jóvenes varones llamados durante su iniciación klóketen a su vida de adultos–, se comunicaban los conocimientos del arribo de los hówen a la Tierra y las enseñanzas de las “Ciencias Sagradas”. 

Esta comunicación se realizaba el interior de la gran choza ceremonial también llamada Háin que correspondía a una micro-representación del cosmos, constituida por siete pilares –originalmente de piedra y luego de haya– que representaban a los siete hombres provenientes de distintas regiones de Karukinká o Tkoyuská, “Tierra del Fuego”.

En las inmediaciones de la gran choza se desarrollaba asimismo una suerte de pantomima en la cual se recreaban las apariencias de los dioses-espíritus del cielo y del mundo subterráneo por medio de pinturas corporales, atuendos y máscaras –como Jálpen, Tanu, Olum, Halaháches, Hóshtan, Mátan, Ulen, K’terrnen y los sho’ort–.

El Háin era dirigido por un jon (xo’on) –los jon era una casta iniciática de magos-shamanes con extraordinarios poderes quienes proyectaban su huáiyuhuen o cuerpo astral a otras dimensiones–, quien determinaba la secuencia de escenas que se habían de representar.

El jon indicaba a cada uno de los hombres un lugar junto al pilar que le correspondía a su haruwen o territorio. Los territorios en que se dividía la isla superaban los ochenta y cada uno correspondía a uno de los siete espacios llamados sho’on o “cielos”. Cada uno de estos cielos era representado por pinturas corporales que se realizaban durante la ceremonia.
Una vez iniciados en los conocimientos ancestrales por el Chan-Ain (“Palabra-Padre”), es decir, guardián de la tradición sagrada mítico-mágica o Lailuka los klóketen recibían el símbolo de virilidad: Una vincha triangular de piel de guanaco llamado k’ochel.

La antiquísima sabiduría de los selk’nam sobre Temáuquel y los poderosos hówen y la ceremonia Háin es parte del conocimiento de la tradición de los dioses extraterrestres y de la creación/aparición del hombre en la Antártida, la Hiperbórea del Polo Sur –misma concepción promulgada en 1919 por el profesor Roberto Rengifo en torno al origen polar de la humanidad– desde donde emerge la tradición primigenia y ancestral que se proyecta a través de los Andes hacia el resto del continente –la migración de sur a norte de la civilización de los chili-viracochas o wari wira qucha runa o primer yndio deste rreyno de las Yndias de la cual comensaron a multiplicar y la desendencia y multiplico después a éstos les llamaron dioses y lo tubieron ací de acuerdo a la información consignada por el cronista Felipe Guamán Poma de Ayala en las fojas 48 y 49 de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1583-1615).

Rafael Videla Eissmann
23 de Junio de 2024


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