jueves, 28 de febrero de 2019

Pachacútec Inga y el emblema del Sol Negro


 Retrato anónimo de Pachacútec Inga Yupanqui en el Beaterio del Convento de la Virgen de Copacabana en Lima, Perú. Junto a la maskaypacha o borla real y el saturri o vara de poder, el Hijo del Sol porta el emblema sagrado del Sol Negro.


Pachacútec Inga Yupanqui Cápac Intichuri (Ca. 1400-1471) –es decir, «Inga Hijo del Sol que Transforma el Mundo» en quechua y cuyo nombre de nacimiento era Cusi Yupanqui–, fue hijo del Inca Huiracocha –otra grafía Wiracocha y Viracocha– y de Mama Runtu.

Pachacútec Inga Yupanqui fue el primer emperador Inga del Tahuantinsuyo (1438-1471). De hecho, fue durante su gobierno que consolidó el curacazgo incásico frente a amenazas de diversos señoríos locales y lo transformó en el Tahuantinsuyo –el “Imperio de las Cuatro Regiones”–, iniciando de esta manera una época expansiva para la estirpe real de los Hijos del Sol

Así, Pachacútec Inga Yupanqui realizó numerosas expediciones de conquista y delegó otras tanto a su hermano Inga Urco como a su hijo Túpac Inca Yupanqui.

Además, Pachacútec Inga Yupanqui impulsa la “división” tetraespacial del floreciente imperio en cuatro suyus, siendo el centro de esta concepción la ciudad sagrada del Cuzco –el “Ombligo del Mundo” conformándose esta “división” en el Antisuyu (Este), el Contisuyu (Oeste), el Chinchaysuyu (Norte) y el Collasuyu (Sur).

Junto con ser un gran emperador, Pachacútec Inga Yupanqui fue un extraordinario filósofo-guerrero. Su primera gran obra político-arquitectónica fue la reedificación del Templo del Sol o Inticancha, es decir, la “Casa del Sol” que será luego conocido como Koricancha o “Casa de Oro” en el Cuzco. En este sentido, el cronista Juan de Betanzos escribió en Suma y narración de los Incas (Ca. 1551):

Y visto por él [Pachacútec] el sitio donde a él mejor le pareció que la casa debía se edificada, mandó que allí fuese traído un cordel, y siéndole traído, levantáronse del lugar donde estaban él y los suyos, y siendo ya en el sitio donde había de ser la casa edificada, él mismo por sus manos con el cordel midió y trazó la Casa del Sol; y habiéndola trazado, partió de allí con los suyos y fue a un pueblo que dicen Sallu, que es casi cinco leguas de esta ciudad [Cuzco], que es donde se sacan las canteras, y midió las piedras para el edificio de esta casa, y así medidas, de los pueblos comarcanos pusieron las piedras que les fue señaladas y las que fueron bastantes para el edificio de esta casa (...) así como el Inca Yupanqui la había trazado e imaginado.

Las informaciones consignadas en las crónicas permiten una aproximación parcial a la concepción trascendental proyectada por Pachacútec Inga Yupanqui Cápac Intichuri sobre el imperio solar del Tahuantinsuyo y sus profundas raíces mágico-religiosas sustentadas en la red de ceques del mundo andino.

La estirpe real incásica –al igual que otros sustratos civilizadores americanos como tiahuanacota, aymara y chachapoya, entre otros– era blanca y de características dolicocéfalas –recordemos a este respecto lo constatado por el antropólogo Paul Rivet en Los orígenes del hombre americano (1943): Lo cierto es que, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca–. Y esto, pues un retrato anónimo de Pachacútec Inga Yupanqui existente en el Beaterio del Convento de la Virgen de Copacabana en Lima, Perú –Efigies de los Incas o Reyes del Perú (Ca. 1746-1759)–, presenta una singular representación del Hijo del Sol: Se trata de un hombre de tipo mediterráneo (blanco), facciones europeas y de tipo dolicocéfalo. Ostenta el maskaypacha o borla real y el saturri o vara de poder en su mano derecha. Más aún: Porta, en su mano izquierda, un emblema que se ve interrumpido por la leyenda que acompaña a la representación. Este emblema presenta tres triángulos isósceles de color rojo, uno al lado del otro –¿la Cordillera de los Andes (Anda)?– sobre el símbolo del Sol Negro (Inti Yana).

Detalle del rostro de Pachacútec Inga Yupanqui.

Reconstrucción ideal del símbolo del Sol Negro portado
por Pachacútec Inga Yupanqui.


El Sol Negro es el “Sol de Todos los Soles” y su presencia en la iconografía del mundo andino –aun cuando el retrato en el Convento de la Virgen de Copacabana sea de la época colonial es el reflejo de la simbología sagrada prehispánica–, refuerza el origen de la estirpe real de los Hijos del Sol en el sustrato civilizador de los portentosos Dioses Blancos die weißen Götter– emanados de la región polar.

Rafael Videla Eissmann
28 de Febrero de 2019


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
Se prohíbe su reproducción).

miércoles, 20 de febrero de 2019

Representaciones prehispánicas de ojos azules (II)


Como continuación del enlace anterior (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2019/02/representaciones-prehispanicas-de-ojos.html), este conjunto de máscaras prehispánicas que presentan la peculiar característica de ojos azules, evidencia iconográfica de la existencia de la población blanca en el continente americano.

Rafael Videla Eissmann
13 de Diciembre de 2018


 Máscara wari con ojos azules (Perú).

 Efigie tiahuanacota cuyos ojos son azules (Bolivia).

 Sacrificador tallado en tableta de la cultura San Pedro del norte de Chile
(Museo Arqueológico Gustavo Le Paige).

 Máscara mortuoria labrada en oro de la cultura Lambayeque
de Perú (National Museum of the American Indian).

 Detalle de una máscara mortuoria de la cultura Lambayeque (Perú)
con ojos azules.

 Representación del dios creador Ai Apaec de la cultura mochica.
Sus ojos son azules.

 Máscara labrada en oro perteneciente al ajuar funerario
del Señor de Sipán. Cultura mochica (Perú).

Máscara mortuoria wari conocida como la “Dama de la Máscara”
descubierta en la huaca Pucllana en Lima, Perú.


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domingo, 10 de febrero de 2019

Representaciones prehispánicas de ojos azules (I)


 Máscara de origen moche (Perú) cuyos ojos son azules.


Como se ha expuesto en variados artículos pero especialmente en nuestros trabajos tales como Raza primigenia (2003), Los Dioses de la Antártida (2009), Símbolos rúnicos en América. El regreso a la tierra ancestral (2011), La Ciudad de los Césares y el misterio de los indios blancos (2012), Los Dioses Extraterrestres y el regreso de B’olon Yokte’K’u (2013) y Los lituches. Los hombres-dioses de la tradición del sur del mundo (2014), desde la irrupción europea en el continente americano numerosos conquistadores, misioneros y cronistas han dejado registro de la existencia de una población prehispánica de características étnicas totalmente distintas del estereotipo indígena: Individuos altos, blancos, en ocasiones con cabellos claros.

Estos son los indios blancos, descendientes de los legendarios Dioses Blancos –los “hijos de los ídolos” como le comunicaron los informantes indígenas al conquistador Pedro Pizarro–.

Máscara moche (Perú) con ojos azules.

Máscara de moche (Perú).

Gran tocado labrado en oro de origen moche (Perú).

Detalle de la máscara anterior. Cultura moche (Perú).


En este sentido, el antropólogo Paul Rivet, en su estudio Los orígenes del hombre americano (1943), aclaraba que simultánea e independientemente el uno del otro, Thor Heyerdahl y Jean Poirier han reunido un conjunto imponente de tradiciones y de pruebas relativas a la existencia en América de individuos, o de agrupamientos de individuos, que presentan en sus tegumentos, en su pelo y algunas veces en el iris, una coloración clara que difiere de la pigmentación habitual del indio, así como de individuos notables por una pilosidad facial que contrasta con la ausencia de barba y de bigote en la inmensa mayoría de los indios.


Máscara mochica procedente de Loma Negra, Perú.

Máscara con ojos azules del complejo cultural Jaén
(Museo de Metales Preciosos de Bolivia).

Máscara labrada en oro de ojos azules inca.


El elemento rubio ha sido señalado entre los indígenas de Nokta y de la Isla de Vancouver, entre los mandan de Missouri, entre los indios de México, entre los waiwai, los oyariculet, los emerillones de las Guayanas, los huaharibo, waika o shiriná, los motilones de Venezuela, los pauishana del Río Branco, los záparo y los jíbaro del alto Amazonas, los shipibo de Ucayali, los nahukwa, los bororo, los bakairi, los botocudos del Brasil, los indios chachapoyas del Perú, los indios de Chile. Algunas momias provenientes de la costa peruana (alrededores de Lima, Nazca y Paracas), así como de la costa chilena, tienen los cabellos de un color que varía entre el rubio y el castaño ondulados y atados con cintas. La iconografía precolombina confirma estos hechos. Heyerdhal ha contado más de cien personajes que tienen el pelo de un color pardo claro entre los 275 que aparecen representados en el códice Tonalámatl de Aubin. Un fresco del Templo de los Guerreros, en Chichén Itzá, representa una lucha entre los nativos y los asaltantes llegados por mar, los cuales tienen la piel blanca y los cabellos rubios. De vasos procedentes de Chimbote y de Trujillo (Perú) representan guerreros de piel negra que se enfrentan a guerreros de piel de color claro. Sobre dos vasos procedentes respectivamente de Puno y de Santiago de Cao, cerca de Trujillo, pueden verse albañiles de piel negra y de piel blanca que trabajan juntos en la construcción.

Rivet ha expuesto además que los documentos relativos a hombres barbados abundan en las representaciones precolombinas de México (Tabasco, Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Valle de México, Yucatán, Chiapas), de Guatemala, de Honduras (Copán), de El Salvador, de Nicaragua, de Costa Rica, de Panamá (Coclé), del Alto Perú (región de Tiahuanaco) y del Bajo Perú, donde son frecuentes desde los orígenes de la civilización Chimú y tal vez desde los de la civilización Nazca. El dios maya Itzamná aparece muchas veces representado con bigote y barba.

Por otra parte, los viajeros han señalado repetidas veces la presencia de hombres barbados entre las poblaciones indias, sin que este carácter pueda explicarse por un mestizaje con los invasores blancos.

(…)

Lo cierto es que, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca.

Estas poblaciones de “hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales” es decir, a los indígenas, es el elemento originario de América.

Rafael Videla Eissmann
12 de Diciembre de 2018


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viernes, 1 de febrero de 2019

“Conociendo la enigmática Piedra del Sol”


La Piedra del Sol en Rocas de Santo Domingo, en la Región de Valparaíso, Chile.


Enlace al artículo sobre la Piedra del Sol de Rocas de Santo Domingo, en la Región de Valparaíso, en Chile, aparecido en el suplemento El Rayo del diario La Estrella de Valparaíso con fecha 5 de Enero de 2019:



* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
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