domingo, 9 de julio de 2017

Huellas de un pasado común


Antes que ellos reynaseen [los Incas] estauan hechos: Más que ellos no podían
dezir ni afirmar quién los hizo. Mas de que oyeron a sus pasados
que en vna noche remaneció hecho lo que allí se vía. Por esto, y por lo que
también dizen auer visto en la ysla de Titicaca hombres baruados,
y auer hecho el edificio de Vinaque semejante gente (...).
Pedro Cieza de León
Crónica del Perú (1553)

Representación escultórica de un hombre barbado prehispánico de Perú
(Museo Arqueológico Nacional Hans Heinrich Brüning).


Contrariamente a lo pregonado por la historiografía ortodoxa, la evidencia arqueológica demuestra la existencia de una fuente en común entre las remotas culturas de América y Asia. Los ejemplos se descubren en el campo de los símbolos, las tradiciones, las construcciones megalíticas y el culto de los ancestros –entre otros tópicos–. Esto se explica por el origen común de la población dolicocéfala en el Núcleo Zoogénico antártico-patagónico pregonado por Francisco P. Moreno y Roberto Rengifo en el plano geo-biológico y argumentado antropológicamente por Emeterio Villamil de Rada con fundamentos sólidos en torno a las bases filológicas y culturales andino-sánscritas.

Representación de un sabio hinduista (Vasishta) de India.


Dos representaciones escultóricas –una del antiguo Perú y la otra de la legendaria India– evidencian esta relación. Se trata de representaciones antropomorfas de dos hombres barbados y con un tocado cónico que poseen gran similitud. Esta notable semejanza reafirma la idea-fuerza desarrollada por Villamil de Rada en La Lengua de Adán y el Hombre de Tiahuanaco (1876) en relación con el origen en la lengua de los Dioses Blancos o viracochas –una forma primitiva del aymará– de la cual emanó el sánscrito y por ende, las ulteriores lenguas indogermanas.

Estas representaciones escultóricas son un ejemplo de la raíz común del remoto tronco ariano.

Rafael Videla Eissmann
8 de Julio de 2017


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
Se prohíbe su reproducción).

domingo, 2 de julio de 2017

Sobre los indios blancos


Momia wari descubierta en la huaccla Puclana en Lima  Perú. Un ejemplo de la existencia
prehispánica de los indios blancos, es decir, de la población pre-indígena de América.


Comentarios de Jacques de Mahieu en torno a los indios blancos referidos por exploradores y viajeros en las regiones amazónicas presentadas en su libro El Imperio Vikingo de Tiahuanaco (1985). Ciertamente, coincidimos con De Mahieu en la constatación de una población prehispánica de características raciales ajenas a los indígenas que tanto en crónicas como fuentes etnohistóricas denominan usualmente como “indios blancos”; mas discrepamos de su origen –nórdico-germano de acuerdo a De Mahieu–, por cuanto la evidencia arqueológica prueba que en América, anterior al poblamiento y ocupación de los indígenas, esto es, de los grupos étnicos caracterizados por la conformación craneana braquicéfala –los indígenas–, hubo un grupo anterior: Los dolicocéfalos –los aborígenes–. En este sentido, los trabajos de investigadores como Francisco P. Moreno, Emeterio Villamil de Rada y Roberto Rengifo –entre otros– son fundamentales pues de acuerdo a sus conclusiones e, incluso más, según las propias tradiciones preservadas por los indígenas de los viracochas o Dioses Blancos, su origen se remonta al cono sur de América-Huitramannaland: Es el núcleo zoogénico antártico-patagónico (Nota de RVE).


Los “viajeros” y los misioneros que, en el siglo pasado, surcaron la Guayana, en el sentido geográfico de la palabra, es decir, la región situada entre el Orinoco, el Atlántico y el Amazona, mencionan la presencia allá de “indios blancos”, a menudo barbudos: Los guainares, los guarahibo –que el padre Gilii llama “Guavi bianchi”, los waika (grafía inglesa), los guahíbo y los mariquitares. Alejandro de Humboldt quien, con Bonpland, pasó seis años en la región a principios del siglo XIX, escribe al respecto: Los indios blancos serían, según se dice, mestizos, hijos de indios y blancos (postcolombinos). Ahora bien: He visto a miles de mestizos; puedo asegurar que tal comparación carece en absoluto de exactitud”. A esta acotación, más importante que las descripciones subjetivas que nos han dejado autores desprovistos de cualquier preparación en el campo de la antropología, que sólo pudieron, por lo general, observar a algunos individuos de cada tribu, se agrega un dato filológico, fundamental en su contexto: Salvo el de los mariquitares, tan mal definido que lo encontramos a veces con la forma de maquiritares, los nombres de esos “indios blancos” empiezan todos con guai (i separada de la a: guahi) o guar. En las transcripciones españolas de las lenguas amerindias, ya lo sabemos, gu, hu y v se emplean indiferentemente. La r del guaraí, muy atenuada, se les escapa a menudo a los europeos, como acabamos de verlo en guarahibo, convertido en guahibo –se trata evidentemente de la misma palabra– y Guaivi. Así reencontramos sin dificultad en los nombres de los guainares (vahinares), los guarahibo (varahivo), los guahibo (vahibo) y los waika (vahica), la raíz vari, guardían, guerrero, en norrés.

El caso de los waiwai de la Guayana ex británica es más significativo aún, Madame Coudreau, la exploradora francesa que los puedo observar a fines del siglo pasado, escribe al respecto: “Es la raza india más hermosa que jamás he visto (…). El color de su piel es amarillo claro que no tiene nada del rojopardo de las demás tribus. Los tipos rubio-anaranjado de ojos azules no son escasos entre ellos”. El geólogo norteamericanos William La Varre, quien se topó con algunos de ellos en 1933, habla de hombres de 1,83, m de estatura y de mujeres de piel nacarada. Las fotos que tomó nos muestran a individuos manifiestamente mestizados, con fuerte predominio de caracteres europeos. Una niña tiene hasta el cabello ondulado, lo que nunca sucede entre los indios. Ahora bien: Waiwai es la forma inglesa de huaihiai o Guaiguai, equivalente de vahi-vahi, es decir, de vari-vari. Tal vez se encuentre la misma raíz en el nombre de los oyaricoulets (pronunciar Uaiariculé) de la Guayana francesa, a quienes, a finales del siglo pasado, se describe como a hombres de alta estatura que su tez pálida, sus ojos claros y su pelo y barba rubios “hacían asemejar a holandeses, salvo en cuanto a la vestimenta”.

Jacques de Mahieu
El Imperio Vikingo de Tiahuanaco
(Páginas 178-180)


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