miércoles, 30 de diciembre de 2020

Los hombres-dioses, los ugha mongulala y la tradición araucana de Chile


Ilustración de las figuras antropomorfas araucanas conocidas como pun-pun
y que se caracterizan por ser barbadas y poseer seis dedos (1928).

De manera decisiva, la tradición sagrada de los ugha mongulala comunicada por Tatunca Nara en el marco de nuestra expedición al Amazonas en el año 2018 y su remota relación con el sustrato primigenio de Chile –que hemos esbozado parcialmente en Una remota relación entre los selk’nam y los ugha mongulala (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2020/12/una-remota-relacion-entre-los-selknam-y.html) se corrobora con una significativa información consignada por el sacerdote capuchino y naturalista de origen francés Joseph Claude –pseudónimo de Hippolyte Janvier– (1892-1986), prolífero investigador de botánica, entomología y etnología –firmando como “H. Claude Joseph”, correspondiendo la H por “Hermano” o bien, como “R. H. Claude Joseph” por “Reverendo Hermano” Claude Joseph–.

Así, abordando el estudio de una variante de los trarilonkos o “cintillos” ceremoniales empleados en las cabezas, Joseph ha escrito:

La parte central elipsoidal lleva inscrita otra elipse menor, de buen efecto decorativo; de las extremidades cuelgan personajes llamados «pun-pun», hombres barbudos de medio cuerpo en lugar de los discos acostumbrados. Estos tipos antropomorfos parecidos a soldados colgados de la cabeza carecen de piernas; su cara ovalada conserva rudimentos de los órganos principales: Ojos, nariz y boca; los brazos separados del tronco y dirigidos hacia abajo terminan casi siempre por seis dedos. Esta variedad de trarilonco, apreciada por los mapuches y coleccionistas, parece ser escasa hoy día (H. Claude Joseph, La platería araucana. En: Anales de la Universidad de Chile. Año 6. Serie 2. Enero de 1928. Página 132 [Y publicada como Separata por Establecimientos Gráficos «Balcells & Co». Santiago de Chile, 1928]).

Las “manos de los dioses” (Ilustraciones de Rafael Videla Eissmann, 2018).

Vasija antropomorfa chili-diaguita de la zona centro norte de Chile (Museo
Chileno de Arte Precolombino / Fotografía de Rafael Videla Eissmann).

Como hemos destacado, la importancia del registro de Claude Joseph radica en la constatación de figuras antropomorfas con dos características fundamentales para la comprensión de la historia primigenia de América: Representaciones de hombres barbudos –factor racial usualmente ausente en las poblaciones protomongoloides y mongoloides, es decir, los indígenas– y más aún, la característica fisiológica de seis dedos pues ella es de acuerdo a Tatunca Nara una señal distintiva y propia de los dioses y sus descendientes.

Tatunca ha expresado a este respecto:

– “No son dioses sino ‘hombres’ que han llegado desde las estrellas. Son altos, blancos. Igual a nosotros. La única diferencia es que tienen seis dedos en las manos y los pies”.

“Son poderosos. Tienen poderes mentales”.

Se vislumbra, en definitiva, un antiquísimo sustrato civilizador emanado de las profundidades de las montañas sagradas de los Andes y que fue preservado por focos culturales como los ugha mongulala y los araucanos.

Rafael Videla Eissmann
29 de Diciembre de 2020


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lunes, 14 de diciembre de 2020

El emblema sagrado de los ugha mongulala y los hombres-Sol

 

El templo inca de Coricancha en Cuzco, la capital del Tahuantinsuyu, con Inti Dios Sol. Es el emblema de ugha mongulala (Grabado en el libro de Paul Marcoy, Voyage à travers l’Amérique du Sud, 1869).


La proyección del antiquísimo emblema ancestral de los ugha mongulala –el Sol sobre las aguas del cual se proyectan trece rayos– se constata en el símbolo de Inti (Sol) que se resguardaba en el Coricancha en Cuzco, la capital del Tahuantinsuyu, es decir, el “Imperio de las Cuatro Regiones”, como se observa en un tardío grabado aparecido en el libro Voyage à travers l’Amérique du Sud (1869) de Paul Marcoy (Pseudónimo de Laurent Saint Cricq).

La similitud es decisiva y refuerza la tradición comunicada por Tatunca Nara.

Los símbolos andinos precolombinos y preindígenas procedieron de remotos núcleos culturales que han sido arrasados por las grandes catástrofes cíclicas.

Los sobrevivientes han transmitido los conocimientos de la tradición sagrada.

El símbolo de Inti en el Coricancha e una evocación, igualmente, de la antigüedad observada por el arqueólogo alemán Edmund Kiss de la primordial civilización del Cuzco –y del altiplano andino en general, especialmente de Tiahuanaco–.

Izquierda: Representación petroglíficas de un huarijocha en Monte, en la Región de Coquimbo, en Chile. Centro: Representación petroglífica de un huarijocha en las cercanías de Laguna Colorada, en la Provincia de Tucumán, en Argentina. Derecha: Una figura tallada en oro descubierta en Tolima, Colombia. Los “tocados” o tiaras de estas figuras evocan el emblema solar de los ugha mongulala.

Figuración gráfica del emblema de los ugha mongulala.


La figuración simbólica solar, también, posee resonancias con las representaciones de los hombres-Sol, los huarijochas o Dioses Blancos, los Hijos del Sol. La estirpe astral civilizadora americana.

Es el Mythos Áureo de la América Aborigen.

Rafael Videla Eissmann
13 de Diciembre de 2020


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jueves, 10 de diciembre de 2020

Tatunca Nara y la raza primigenia americana

 

Huaco de origen moche: Es la representación de un hombre barbado.


Los ugha mongulala: Un pueblo desconocido salvo por el testimonio de una sola fuente: Tatunca Nara.

Tradición inmemorial que proyecta su memoria en un testigo viviente. ¿Es posible? Sí.

Así como se ha constatado la existencia de numerosos “últimos descendientes” de variadas etnias en el continente, ¿por qué no puede suceder lo mismo con el depositario de la tradición hierática de los ugha mongulala? Quizás la respuesta a esta paradoja es que la tradición a la que refiere Tatunca no ‘encaja’ en la historiografía ortodoxa.

En primer lugar, el origen de los ugha mongulala. Son “hijos de los dioses”, esto es, de estirpe divina, real, fundada en la sangre. Oposición directa al dogma cientificista del origen africano del hombre y de la presumida “evolución”.

En segundo término, las características étnicas de los ugha mongulala: Son “blancos y altos”, es decir, no ‘calzan’ con la estereotipada imagen del habitante precolombino: De piel morena o marrón, de baja estatura.

La evidencia arqueológica en toda América demuestra la existencia en tiempos precolombinos de al menos dos poblaciones: Dolicocéfalos y braquicéfalos. Vale decir, de cráneos ‘alargados’ y ‘redondos’, respectivamente, y cuyos fenotipos son de tipo blanco (“caucasoide”) y amarillo (“protomongoloide” y “mongoloide”).

Es el quiebre, la ruptura de las bases de la historiografía oficial.

La gran impostura.

¿Acaso la raza blanca americana de los cráneos dolicocéfalos, los “hijos de los dioses” referidos por Tatunca son una creación, una invención suya? ¿Qué decir entonces de Pedro de Valdivia, Alonso de Ovalle, Fernando de Montesinos, Gaspar de Carvajal, Antonio de Calancha, Pedro Cieza de León y Felipe Guamán Poma de Ayala entre muchos cronistas que registraron la existencia de los indios blancos, descendientes de una poderosa y avanzada civilización de hombres-dioses?

¿Acaso los viracochas, los kukulkanes-quetzalcoatles fueron una invención de las antiguas poblaciones americanas?

El Mythos áureo de América-Huitramannaland ha grabado el nombre de Tunupa, Kontiki Viracocha, Bochica, Kukumatz y Ehécatl Quetzalcóatl como dioses blancos y civilizadores, desprendidos de una civilización primigenia y aborigen.

Son los dioses descendidos de las estrellas.

La raza astral que cimentó las bases en ignotas edades de una historia sólo vislumbrada a través del mito y las narraciones sagradas.

Grandes catástrofes han asolado los cimientos de estos sustratos culturales pero su recuerdo se ha preservado. Y junto a éstos los vestigios de conocimientos incomprensibles bajo los febles parámetros de la impostura historiográfica imperante. La “historia oficial”.

Tatunca ignora los registros de los dioses civilizadores de América. Sólo conoce la fragmentaria tradición de su pueblo, los ugha mongulala, la cual refuerza la tradición mítica de la raza primigenia original.

La comprensión de la historia, de la verdadera historia, sólo es posible a través del mito.

Rafael Videla Eissmann
10 de Diciembre de 2020


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martes, 8 de diciembre de 2020

Una remota relación entre los selk’nam y los ugha mongulala

 

Vasija diaguita (chile) del norte de Chile. La figura tiene seis dedos en cada mano, signo propio de los dioses de la tradición de los ugha mongulala (Colección del Museo Chileno de Arte Precolombino). 

En el marco de la expedición del equipo de Akakor Geographical Exploring al Amazonas, el día 28 de Julio de 2018 Tatunca Nara hizo referencia de la cultura de los ugha mongulala, abordando la tradición de los “dioses descendidos de las estrellas”, símbolos de 12.000 años de antigüedad y de un “portal megalítico” que conduce a las “ciudades subterráneas”.

Tatunca advierte que la cordillera de las Rocosas y los Andes estaban unidas y se hallaban “horizontalmente” y paralelas al Ecuador. Pero “un gran cataclismo destruyó todo” y el mundo se conformó en la manera que hoy se conoce.

–“El Diluvio”– añade Tatunca.

Manifiesta a continuación la existencia de una tablilla de Ur que hace mención del gran viaje que emprendió el rey sumerio Gilgamesh a América del Sur, al Amazonas.

Refiere también que la expedición del coronel Percy Harrison Fawcett en realidad fue en la región noroeste de Brasil pues las tradiciones orales que los incas comunicaron a los conquistadores indicaban una zona hacia el nororiente, desde donde nace el Sol.

–“El coronel Fawcett fue uno de los buscadores de El Dorado pero según mis conocimientos se vio enfrentado a una serie de guerras entre tribus indígenas y habría muerto en una de estas luchas”– complementa Tatunca.

Realizo –por mi parte– una referencia sobre la cosmovisión y tradición mítica de los hówen-selk’nam de Tierra del Fuego: En un remoto pasado, los dioses descendieron de las estrellas y habitaron el continente polar austral, la Antártida. 

Detalle de la vasija diaguita (Colección del Museo Chileno de Arte Precolombino).

Tatunca me observa perplejo y mira al guía de nuestra expedición, Lorenzo Epis, y le pregunta en portugués de dónde ha obtenido esta información pues es la misma tradición que él conoce. Me insta que continúe con el relato. Le indico que la tradición de los primeros hombres de Chile hace proceder de la Antártida el origen de la civilización. Ellos eran hombres de cráneos alargados y que pintaban en sus cuerpos las constelaciones de sus orígenes. Tatunca se sorprende aún más y le vuelve a preguntar a Lorenzo sobre mis conocimientos. Y añade:

– “Todo lo que él dice es lo que el sacerdote de mi pueblo me ha comunicado”.

Se vislumbra, en consecuencia, una remotísima relación entre el sustrato primordial antártico-patagónico y aquél de los míticos ugha mongulala asentados en el Amazonas.

Rafael Videla Eissmann
7 de Diciembre de 2020


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viernes, 4 de diciembre de 2020

Sistema pictográfico de los ugha mongulala

 


Estos signos corresponden a la adaptación simplificada del alfabeto pictográfico de los ugha mongulala y fue realizado por la madre de Tatunca Nara para él, en su niñez.

El sistema de ‘lectura’ de los ugha mongulala es de izquierda a derecha y se compuso originalmente por más de doscientos signos.

Tatunca lo empleó en su niñez y adolescencia y sólo recuerda algunas pictografías tales como aquel del “Sol” –el Sol Inmaterial y Dador de Vida–, de “Río”, de “Mujer” y de su propio nombre.

Tatunca ha manifestado que los signos de Pedra Pintada en Brasil corresponden a pictografías de su pueblo.


Pedra Pintada, en el Estado de Roraima, en Brasil. 


¿Cuál es el origen de este sistema ideográfico? ¿Cómo se “creó” y dónde? ¿Cuál fue su radio de difusión? Junto a las ideografías de Pedra Pintada –siguiendo la información comunicada por Tatunca–, ¿hay otros sitios o bien, vestigios arqueológicos que evidencien este sistema ideográfico?¿Existió una relación entre el sistema pictográfico de los ugha mongulala y de otros grupos culturales precolombinos? ¿Hubo transmisión de estos signos? ¿Poseen, o poseerían relación con el sistema tolteca-maya de Mesoamérica?

Tal como el conocimiento de los ciclos astronómicos, la agricultura y la metalurgia, la “escritura” –los sistemas ideo-pictográficos– corresponden a las Ciencias Sagradas comunicadas por los dioses a los hombres.

Rafael Videla Eissmann
3 de Diciembre de 2020


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jueves, 12 de noviembre de 2020

La extraordinaria similitud del emblema de los ugha mongulala con la bandera tibetana

 

El emblema de los ugha mongulala. El Sol emergiendo de las aguas, proyectando trece
rayos. Es una perfecta analogía del sistema calendárico del Sol y la Luna.


Junto a nuestro trabajo La tradición sagrada de los ugha mongulala. Tatunca Nara y el misterio amazónico (2018), hemos presentado un conjunto de textos sobre este sustrato cultural: Los ugha mongulala (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2018/10/los-ugha-mongulala.html), La “controversia” de Tatunca Nara (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2018/11/la-controversia-de-tatunca-nara.html), Las ciudades de los dioses: Akakor y Akahim (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2019/04/las-ciudades-de-los-dioses-akakor-y.html), La tradición sagrada de los hombres-dioses (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2019/05/la-tradicion-sagrada-de-los-hombres.html) y Reportaje sobre Tatunca Nara y Akakor (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2019/05/reportaje-sobre-tatunca-nara-y-akakor.html).

Un elemento revelador de la remota tradición de los hombres-dioses se descubre asimismo en el estandarte de los ugha mongulala.

A este respecto, Tatunca Nara manifestó en el marco de nuestra expedición del año 2018:

– “Esta es la ‘bandera’ de mi pueblo. Es el Sol sobre las aguas. El Sol y las aguas representan la Vida”.

“Los trece rayos son las trece lunas”.

El simbolismo de este emblema reúne los elementos primordiales de la Vida: La Luna como elemento de lo femenino a través de los ciclos lunares y las aguas, como base de la misma. El Sol, en tanto, corresponde al elemento de lo masculino que se eleva e irradia su luz –proyectando trece rayos–.

El color de las aguas es azul marino. El cielo de fondo empieza con una tonalidad amarilla que ascendiendo se torna verde, calipso y en su parte superior púrpura. El Sol, en tanto, es de color naranja-fuego.

Muy significativamente, este emblema guarda relación con la bandera del Tíbet, la cual fue introducida en el año 1912 por Su Santidad el Décimo Tercer Dalai Lama, Thubten Gyatso, quien unificó las banderas militares de varias provincias para desarrollarla –que por cierto sigue siendo el emblema de la Administración Central Tibetana con sede en Dharamsala, India–.

La bandera del Tíbet, la cual fue diseñada por Su Santidad
el Décimo Tercer Dalai Lama, Thubten Gyatso, en 1912.


El simbolismo de esta bandera es vasto: En su centro se eleva una gran montaña nevada, es decir, la Tierra Rodeada de Montañas Nevadas –el propio Tíbet–, y sobre ésta el Sol proyectando sus rayos sobre el cielo azul oscuro con seis franjas rojas que se extienden y que representan a los ancestros originales conocidos como Se, Mu, Dong, Tong, Dru y Ra y que a su vez generaron doce descendientes. Además, en la ladera de la gran montaña nevada figuran dos leones que sostienen joyas de naturaleza espiritual.

La similitud entre los estandartes de los ugha mongulala y los tibetanos resulta fundamental.

A nuestro juicio la clave trascendental de esta remota relación se halla en la figuración del Sol ascendente y su irradiación como emblema de grupos culturales cuyo origen se encuentra en el “Mundo Subterráneo”, es decir, en la Tierra Hueca, como es Akakor-Akahim en América del Sur y Agartha-Shambhala en Asia. Y ambos, asimismo, constituyen centros iniciáticos en montañas sagradas donde se ha depositado la antigua sabiduría de los hombres-dioses, los Sonnenmenschen de la tradición áurea.

Rafael Videla Eissmann
11 de Noviembre de 2020


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martes, 20 de octubre de 2020

Remotas vinculaciones

 

Moai y detalle de sus manos.


Una singular característica común se puede observar en las representaciones culturales de los antiguos rapa nui y un remoto sustrato celto-irlandés: Las manos.

En este sentido, las manos de los moais o figuras antropomorfas megalíticas de Rapa Nui o el “Ombligo del Mundo” y de una mutilada figura lítica en el cementerio de Caldragh en la Isla Boa –o Badhbha, en el condado de Fermanagh, Irlanda (Φīwerjū, Īweriū, Ériu, Ireland), la cual se encuentra junto a la deidad conocida como “Janis” debido a su semejanza con las representaciones bicéfalas romanas–, son sencillamente similares: Se trata de manos de dedos largos, muy estilizados.

Esta característica, se diría, se halla particularmente expresada, casi como un distintivo o atributo.

Ahora bien, aun cuando estas representaciones antropomorfas difieren claramente en sus dimensiones, la mentada similitud en sus manos es muy significativa. ¿Cómo explicar esta extraordinaria analogía a pesar de la gran distancia geográfica?

¿Es posible argüir una mera casualidad en los antiguos artistas rapa nui y celto-irlandeses?




Moais y detalle de sus manos.


La deidad bicéfala Janis y detalle de la figura antropomorfa mutilada en el cementerio de Caldragh
en la Isla Boa, Fermanaghque, en Irlanda (Fotografías gentileza K. O’Hara).


Llamativamente, esta característica se constata asimismo en otras representaciones de la antigüedad como es el caso de un petroglifo antropomorfo en la quebrada Kezala, en Talabre, a los pies del volcán Lascar en la Región de Antofagasta, en el norte de Chile, y en diversas representaciones de los dioses egipcios.


Petroglifo antropomorfo en la que quebrada Kezala, en Talabre, a los pies del volcán
Lascar, en la Región de Antofagasta en el norte de Chile.

Ramsés III en la tumba de su hijo Amenherkhepshef, en Luxor, Egipto.


Esta singular característica permitiría intuir una antiquísima relación en estos remotos focos civilizadores.

Rafael Videla Eissmann
18 de Septiembre de 2020


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domingo, 4 de octubre de 2020

La runa Odal en una vasija prehispánica de Chile


La runa Odal en una vasija de la cultura “Aconcagua” (Imagen: Museo
Talagannte / Departamento de Arqueología de la Universidad de Chile)


Se trata de una pieza de la denominada “Cultura Aconcagua”. Y lo destacamos pues este nombre –como muchos otros nombres asignados a grupos culturales– es caprichoso.

Es una vasija bicromática con dos asas con el característico estilo “Acocagua”-“diahuita” que corresponde, siguiendo al profesor Roberto Rengifo, a los dihuitas o chiles.

El motivo principal de esta pieza es la runa Odal. La runa de Odín-Wotan.

Esta simbología dista de ser fortuita o casual en las manifestaciones culturales prehispánicas (Véase Las runas: Símbolos sagrados de América del Sur http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2011/11/simbolos-sagrados-de-america-del-sur.html, La runa Odal en un textil araucano https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2018/08/la-runa-odal-en-un-textil-araucano.html y La runa Odal en un poncho araucano https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2019/07/la-runa-odal-en-un-poncho-araucano.html).

Las “runas” americanas corresponden a los símbolos sagrados de los viracochas. La Lengua Sagrada de los Dioses Andinos.

Rafael Videla Eissmann
17 de Septiembre de 2020


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sábado, 26 de septiembre de 2020

“Machi Eugenia”

Vivimos junto a la Naturaleza,
y vivimos junto a lo espiritual

 Machi Eugenia y su kultrún.


Machi Eugenia (21 Audiovisuales. Collahue, 1992) es un bellísimo documental de Felipe Laredo y Gunvor Sørli que registra una ceremonia de curación de la machi Eugenia Quiriban Vidal, de Collahue, en la Región de la Araucanía, en el sur de Chile.


Junto con el relato del perimontu y el proceso de iniciación, hay tres elementos realmente significativos en este registro audiovisual: En primer lugar la “posesión” que realiza un “espíritu” del bosque en la futura machi –comprendiéndose, entonces, que la función de la machi es esencialmente de “puente” o de conexión entre el mundo “físico” y el “espiritual”–. En segundo lugar, la mención de las piedras mágicas conocidas como Likan, una piedra que “tiene agua adentro”, que “transpira”, y que son utilizadas por las machis especialmente en su kultrún o tambor ceremonial.


El rehue con símbolos runoides.


Por último, la presencia en el rehue o poste antropomorfo escalonado de la machi Eugenia –evocación del Eje del Mundo– de determinados trazos de color blanco, destacando en este sentido, una especie de composición simbólica rúnica.

Son las resonancias de la tierra sagrada del sur del mundo: El Chili Mapu.

Rafael Videla Eissmann
16 de Julio de 2020


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jueves, 10 de septiembre de 2020

Miguel Serrano y la raza chilena


Epopeya de Chile (Ca. 1904) de Pedro Subercaseaux.


Los factores psicológicos patriarcales y guerreros, pero especialmente, la fusión genética, conformaron la base de la raza chilena observada por el doctor Nicolás Palacios –una de las últimas, sino la última de las razas históricas llegadas al escenario del mundo (Palacios, N. Raza chilena. Página 717 ~ Los destacados son nuestros)–.

Esta es una fundamental e importantísima revelación expuesta por Palacios pues determina a la raza chilena como la última rama del gran árbol indogermano, surgida y desarrollada en Chile.

Un aspecto esencial de comprobación de la concepción de Palacios es la característica étnica de los gótico-araucanos, pues en ella impera la característica dolicocéfala en los cráneos y el color blanco o claro de la piel, hecho que se explica no sólo por el elemento europeo-gótico sino por el factor aborigen-araucano el cual es igualmente dolicocéfalo y blanco.

Esto fue vislumbrado por Miguel Serrano al aseverar: Algo que Palacios no sabía, sin embargo, se relaciona con el misterio del origen araucano y que, en cambio, lograron vislumbrar otros investigadores: Bien pudo ser el araucano un mestizo de frisón; es decir, de germano, mezclado ya con indígenas mongoles de esta América, a la llegada del conquistador visigodo, a su vez mestizado en las Españas con elementos nativos de la Península Ibérica. De este modo, el mestizaje entre godos y araucanos era más que eso, más que “parejo” podría equivaler a un reencuentro entre hermanos, separados muy antaño, que aquí se combatieron y amaron (Serrano, M. Nicolás Palacios, un pensador excepcional en el mundo de habla castellana. En: Palacios, N. Raza chilena. Libro escrito por un chileno y para los chilenos (1987). Página XXXVIII ~ Los destacados son nuestros).

Aún más: Palacios arguye que los conquistadores notaron esa semejanza de los araucanos con ellos –se refiere aquí a la similitud psicológica entre godos y araucanos– desde los primeros momentos. Valdivia mismo los compara a los tudescos [germanos] en su arte de pelear y en la hidalguía absoluta con que se conducían en la lucha. Los cronistas de aquellos tiempos los comparan a menudo a los antiguos romanos o a los germanos que derribaron el imperio. En repetidas ocasiones los capitanes generales de Chile no desdeñaron batirse personalmente, de caballero a caballero, en palenque cerrado, con los toquis [jefes guerreros] araucanos, como lo hizo el orgulloso Sotomayor, godo emparentado con la casa reinante de la península, lo que no habría hecho jamás con un villano o plebeyo (Palacios, N. Raza chilena. Página 6).

Sintetizando sus estudios, el autor de Raza chilena ha concluido que de la enseñanza que se desprende del estudio de la demografía chilena en el último trienio del siglo que acaba de pasar es que nuestra raza está dotada de magníficas condiciones orgánicas, de un poder vital de primer órden (Palacios, N. Raza chilena. Página 400).

De forma certera, Palacios constató la existencia de este grupo gótico-araucano que conformó la base fundacional de la antigua nación chilena y cuyos componentes, siguiendo a Serrano, correspondería a un reencuentro entre hermanos, separados muy antaño, que aconteció aquí, en el Chili Mapu.

Rafael Videla Eissmann
10 de Septiembre de 2020


Bibliografía

Nicolás Palacios
La raza chilena. Su nacimiento. Nobleza de sus orígenes. Imprenta Schaffer. Valparaíso, 1904 [Esta primera edición fue publicada de manera anónima].
_ Raza chilena. Libro escrito por un chileno i para los chilenos. Imprenta y Litografía Alemana. Valparaíso, 1904 [Esta primera edición fue publicada de manera anónima].
_ Raza chilena. Libro escrito por un chileno y para los chilenos (1904). Prólogo [Recuerdos íntimos] de Senén Palacios. Editorial Chilena. Santiago de Chile, 1918.
_ Raza chilena. Libro escrito por un chileno y para los chilenos (1904). Edición facsimilar de la primera edición de 1904. Con estudios preliminares de de Carlos Cardoen Cornejo, Patricio Tupper y Miguel Serrano. Ediciones Colchagua. Santiago de Chile, 1987.

Serrano, Miguel
El ciclo racial chileno. Santiago de Chile, 1982.
_ El ciclo racial chileno (1982). Santiago de Chile, 1985.


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sábado, 5 de septiembre de 2020

Arnold J. Toynbee sobre la raza chilena


Peón y capataz en el Atlas de la historia física
y política de Chile (1854) de Claudio Gay.


El historiador Arnold J. Toynbee en su obra Entre el Maule y el Amazonas (“Between Maule and Amazon”. Oxford University Press. Oxford, 1967) ha realizado una interesantísima observación sobre la composición étnica de la antigua población chilena. De este modo, ha escrito:

En su formación racial, Chile se parece a la Argentina y el Uruguay en que es predominantemente europeo, pero quizás no lo sea en el mismo grado. En Chile como en Argentina todavía existen algunos indios no asimilados o mal asimilados en las regiones remotas de la capital. En la Argentina se los encuentra en el noroeste, en Chile en el sur. En Chile, también se advierte la presencia de gente con mezcla de sangre europea e india en la población rural del Valle Central, y esto sucede hasta en los alrededores de Santiago. Estos mestizos chilenos están, por supuesto, culturalmente asimilados a los chilenos de pura sangre europea y no se advierte ninguna evidencia en Chile, de una discriminación social sobre líneas raciales (Arnold J. Toynbee, Entre el Maule y el Amazonas [1967]. Editorial Francisco de Aguirre. Buenos Aires – Santiago de Chile. Argentina, 1968. Páginas 82 y 83).

La “asimilación” cultural esbozada por el historiador británico es un eco contemporáneo de la raza chilena de Nicolás Palacios. De esa antigua hermandad surgida en el Chili Mapu.

Rafael Videla Eissmann
4 de Septiembre de 2020


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martes, 1 de septiembre de 2020

Nicolás Palacios y la “Raza chilena”


Monumento al Roto Chileno, en Plaza Yungay, realizada por Virginio Arias en 1882. El “roto”, en realidad, es la genuina expresión del antiguo chileno cuya capacidades físicas y psicológicas permitieron la victoria en la Guerra del Pacífico contra la confederación peruano-boliviana.


Homenaje al doctor, etnólogo e historiador Nicolás Palacios
en el CLXVI aniversario de su natalicio

Nicolás Palacios (Colchagua, 9 de Septiembre de 1854 – Santiago, 12 de Junio 1911) concibió en su extraordinario trabajo titulado Raza chilena, publicado inicialmente de forma anónima en Valparaíso en 1904, la composición étnica de la nación chilena, develando su estructura psicológica y cultural bajo el audaz concepto de raza chilena, conformada por el elemento gótico-peninsular, por una parte y el araucano-aborigen, por otra.

Palacios fue un médico, un prolífero etnólogo pero sobre todo un gran defensor de Chile y sus habitantes. Fue el autor de La raza chilena. Su nacimiento. Nobleza de sus orígenes (1904), Raza chilena. Libro escrito por un chileno i para los chilenos (1904) –ambas aparecidas de forma anónima–; Colonización chilena: Reparos y remedios (1904), Colonización italiana: Inconvenientes para Chile y para Italia (1904), Decadencia del Espíritu de Nacionalidad (1908), Nacionalización de la Industria Salitrera (1908), ¡Alza chilenos! ¡Alerta chilenos! (Sin datos de publicación), Demografía gótica (¿Inédito? 1908) y Revisión en América de la historia el Viejo Mundo (¿Inédito? 1908).

De acuerdo a Palacios este sustrato gótico y araucano es –fue– la base de la población chilena, la cual hereda características fisiológicas y psicológicas únicas, siendo en consecuencia la raza chilena, un grupo peculiar que desde una perspectiva antropológica es esencialmente patriarcal y guerrero.

Certeramente, Palacios explica que nació nuestra raza como deben haber nacido todos los grupos humanos llamados razas históricas: De la conjunción del elemento masculino del vencedor con el femenino del vencido (…). En el nacimiento de la raza chilena se realizó aquel tributo de vírgenes que se refieren los poetas que cantan el origen de los pueblos. Sólo la raza germana y algunas de las mestizas de su sangre, han alcanzado el insigne honor de la chilena, de que sus orígenes fueran cantados por la epopeya, la más alta manifestación literaria de la poesía (Palacios, N. Raza chilena. Página 21).

A esta composición se agrega el factor psicológico: El carácter patriarcal de ambos grupos. A este respecto, Palacios ha escrito las siguientes líneas sobre los godos: ¿Por qué esa rabia particular de estos guerreros con las esculturas griegas? ¿Por qué profanaron los templos? ¿Por qué trataban tan cruelmente, sin oírlos, a los maestros de la juventud de todo el mundo romano?

¿Era odio al arte, odio a la Divinidad, odio a la sabiduría y a las letras de estos ignorantes contumaces, como me enseñaron en el Instituto Nacional y siguen enseñando a nuestros jóvenes? No, absolutamente.

La cólera terrible que armaba su brazo destructor, el desprecio o más bien el asco que sentían por los letrados, sacerdotes y dioses del Mediodía, tenían una sola, justa y sana causa: Era el horror invencible, inmenso a la corrupción sin freno ni límites que invadía hasta la médula a todo el mundo meridional entregado a su espada vengadora.

Antes de su invasión al imperio romano, los godos habían vivido largo tiempo en el sur de Rusia, desde los márgenes del Danubio hacia el oriente. Allí supieron por los comerciantes, por los viajeros, etc., la gangrena que corroía a sus vecinos del sur, por lo que siempre tomaron sus medidas para que la juventud godos no intimara con sus habitantes. Cuando formaron sus ejércitos y decidieron la invasión, venían penetrados de su papel de vengadores de la moral y del Todopoderoso, vilmente ultrajados por esa raza inferior de hombres afeminados y corrompidos. «No puedo detenerme, es Dios quien me impulsa hacia adelante», contestó Alarico a un santo ermitaño que le salió al paso a suplicarlo que no avanzara.

Pero cuando contemplaron de cerca el cuadro de aquella civilización tan decantada [la griega], su indignación no tuvo límites. El alma castísima y profundamente religiosa de los godos sufrió el más amargo y rudo choque a la vista de las esculturas de impudor repugnante y de hombres-animales que llenaban los sitios públicos y los destinados a la oración, y las cuales se les decían eran de los dioses. No es sensato exigir que esos hombres hubieran ido fijándose, para respetarlas, en las obras firmadas por Fidias, para que las edades futuras se deleitaran en su contemplación.

(…)

No eran los godos individuos que se pagaran de discursos; al contrario, por befa llamaban a los meridionales «lengua sin brazos», por lo que las peroraciones de los retóricos, cuyas costumbres conocían, servían más bien para exasperarlos, y así debe tenerse por un acto de moderación de su parte el que se hubieran limitado a echarlos a azotes de su presencia. Ni tampoco les imponían gran respeto la gravedad, la prosopopeya, el énfasis que gastaban los académicos latinos o griegos, a los cuales llamaban «adornos de banco», gente sólo «buena para mover los brazos en tiempo de paz y las piernas durante la guerra» (Palacios, N. La raza chilena. Su nacimiento. Nobleza de sus orígenes. Páginas 64-66).

Nicolás Palacios, el genial etnólogo que observó las peculiares características
de la antigua población nacional que le permitió determinar
la existencia de la raza chilena.


Y, sobre los araucanos, Palacios escribió: La guerra tenía para los araucanos cierto carácter sagrado. El general se hacía acompañar siempre por un sacerdote, no por un machi o médico adivino, sino por un nügue, con la investidura de supremo sacerdote o Nügue-Toqui, el cual, como los augures romanos, consultaba la voluntad divina en el vuelo de ciertos pájaros o en el aspecto de sus entrañas, antes de decidir una batalla. Todos los individuos del ejército, desde el Buta-Toqui hasta el último cona o soldado, se preparaban para entrar en campaña guardando la más severa abstinencia. Los que morían en el campo de batalla tenían asegurado un puesto en la Mansión Celeste, campo permanente de grandes y divinas batallas, como el empíreo escandinavo, que había sido, por tanto, el cielo de la religión de los godos en su etapa de barbarie, cuando tenían a Odín por suprema divinidad. La perorata de sus jefes antes de entrar en acción impresionaba y hacía derramar abundantes lágrimas a los combatientes (Palacios, N. La raza chilena. Su nacimiento. Nobleza de sus orígenes. Páginas 56 y 57).

Estos factores, pero especialmente la fusión étnica es lo que conforma la raza chilena la cual constituye, como adecuadamente observó Nicolás Palacios, una de las últimas, sino la última de las razas históricas llegadas al escenario del mundo (Palacios, N. Raza chilena. Página 717 ~ El destacado es nuestro).

Rafael Videla Eissmann
1º de Septiembre de 2020

Bibliografía

Nicolás Palacios
La raza chilena. Su nacimiento. Nobleza de sus orígenes. Imprenta Schaffer. Valparaíso, 1904 [Esta primera edición fue publicada de manera anónima].
_ Raza chilena. Libro escrito por un chileno i para los chilenos. Imprenta y Litografía Alemana. Valparaíso, 1904 [Esta primera edición fue publicada de manera anónima].
_ Raza chilena. Libro escrito por un chileno y para los chilenos (1904). Prólogo [Recuerdos íntimos] de Senén Palacios. Editorial Chilena. Santiago de Chile, 1918.


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Se prohíbe su reproducción).

domingo, 16 de agosto de 2020

La Doctrina del Hielo Mundial: Entrevista a Marco Nünemann


  La Luna, destinada a su asimilación con la Tierra. Será una nueva
gran catástrofe cósmico-planetaria.


Entrevista realizada por Michael Vogt a Marco Nünemann sobre la Doctrina del Hielo Mundial (Welteislehre) en el canal del Parlamento Alpino en 2014 (Alpenparlament TV, 2014).

Marco Nünemann es el Director del Instituto Privado de la Doctrina del Hielo Mundial (Privatinstitut für Welteislehre http://www.wfg-gk.de/glacialkosmos.html).


Hans Hörbiger, creador de la Cosmogonía Glacial (1913).


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sábado, 8 de agosto de 2020

Las runas de los kachinas, los dioses de los hopis


 “Muñecos” kachina (Fotografía de Edward S. Curtis, 1921).


Quebrantando las premisas de la historiografía ortodoxa, y por ello, realizando una observación auténticamente lógica, es posible constatar las huellas del ‘alfabeto’ rúnico en determinas representaciones de los kachinas de los hopis –cuyos territorios comprenden la región que comprende lo que hoy es el sureste de Utah, el noreste de Arizona, el noroeste de Nuevo México y el suroeste de Colorado, en Estados Unidos–.

Los kachinas son los poderosos dioses –“espíritus”– descendidos de las estrellas y que enseñaron a los hombres las Ciencias Sagradas. Sin embargo, tras la última Gran Catástrofe –el Götterdämmerung o Tripalafquen– y con el inicio del Cuarto Sol o Mundo –la edad actual–, los kachinas regresaron a las estrellas.

La runa Sieg.

La runa Man y Ehwaz, respectivamente.


Hemos demostrado la presencia del alfabeto mágico de Wotan-Odín, es decir, del Futhark, en prácticamente todo el continente americano antes de la irrupción peninsular del siglo XV.

Las runas en América no se deben, como se creería, a la acción de grupos nórdicos desde el siglo XII o XIII exclusivamente –la tesis de Jacques de Mahieu y de Vicente Pistilli– sino que corresponde al conjunto de ideografías sagradas de los dioses ancestrales, es decir, de la raza dolicocéfala primordial y su civilización a escala continental.

Es la idea fundamental que hemos presentado en Símbolos rúnicos en América. El regreso a la tierra ancestral (2011).

El retorno a Huitramannaland, la “tierra de los hombres blancos”.

La runa Tyr.

La runa Odal y Hagal, respectivamente.

La runa de ocho brazos.


En consecuencia, las sagradas runas se constatan en las representaciones de los dioses kachinas –independientemente del hecho que se trate, en ocasiones, de expresiones contemporáneas– como asimismo, en sus diversas manifestaciones petroglíficas, textiles y de cerámica.

Los mitos y los símbolos de los hopis son, entonces, la herencia de los dioses astrales. Son las bases de su cosmovisión que se proyecta en este Cuarto Mundo a la espera de los kachinas que liderados por Pahana, el Hermano Blanco, regresarán con el Nuevo Sol.

Rafael Videla Eissmann
20 de Junio de 2020


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sábado, 1 de agosto de 2020

Hówen-kachinas: Ecos del sustrato selk’nam-hopi


La extraordinaria similitud entre los dioses de Tierra del Fuego
y de Arizona: Los hówen y kachinas, respectivamente.


Haciendo eco de la tradición mítica aborigen y basándose en sus estudios arqueológicos publicados en Noticias y comentarios arqueológicos (1919) y Estractos de Actas de la Sociedad Científica (1920) de El Secreto de la América Aborigen, el profesor Roberto Rengifo sentó la migración de sur a norte de los primitivos chiles a escala continental.

Una noción similar trazó Arthur Posnansky sobre la irradiación de la civilización andina en Conexiones prehistóricas México-centroamericanas con la antigua Metrópolis de los Andes (1932).

Erich von Däniken me ha expresado (Nosotros, los hijos de los dioses, 2017) que en Arizona, en los Estados Unidos de América, viven los indios hopi. Hay un libro titulado The Book of the Hopis [“El Libro de los Hopis” de Frank Waters. The Viking Press, Inc. Nueva York, 1963] donde se afirma que sus antepasados provenían de un continente hundido que estaba en el océano Pacífico, y no en el Atlántico. Entonces, su vasto continente se hundió lentamente y es por eso que tienen que navegar en pequeños barcos y los llamados dioses, los katchinas, los ayudaron con sus barcos y así llegaron a Chile y desde Chile subieron por el continente sudamericano –Perú, Ecuador–, llegando finalmente a México y a los Estados Unidos donde se establecieron. Hoy viven en Arizona. Entonces sus mitos se refieren a un continente hundido en el océano Pacífico que fue su patria original.

Esta migración de sur a norte del sustrato cultural austral se comprueba por la presencia de un conjunto de elementos simbólicos preservados en distintos contextos regionales que evidencian un origen común.


Un campo de estos elementos simbólicos lo constituyen las representaciones de los dioses de Tierra del Fuego y de Arizona, es decir, de los hówen y los kachinas, respectivamente.

Los dioses astrales de los selk’nam y los hopis: La similitud es evidente.

Representación petroglífica de un viracocha en el Valle del Encanto, en la Región
de Coquimbo en el norte de Chile y el kachina Talivai, respectivamente.

Representación petroglífica en el Valle del Encanto, en la Región
de Coquimbo en Chile y una máscara ritual hopi, respectivamente.

Máscaras rituales yámanas de la Patagonia.

Máscaras rituales hopis.


En ambos culturas son estas deidades astrales quienes han entregado el conocimiento de las Ciencias Sagradas a los hombres.

Las representaciones de estos dioses guardan una significativa y evidente similitud.

La ritualidad de los selk’nam y de los hopis se basa en la preservación ritual de la memoria de los dioses.

Es la transmisión del Mythos Légein. La Narración Sagrada.

Rafael Videla Eissmann
19 de Junio de 2020


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