jueves, 25 de octubre de 2018

Felipe Guamán Poma de Ayala y los indios blancos


La novena Coia, Mama Ana Uarque, “tenía su cara rredonda y hermosa y los ojos chicos y la boca chica, blanquilla, muy damada las manos y los pies, de quatro puntos”. Ilustración en la obra El Primer Nueva Corónica del Buen Gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala (1583-1615).


El historiador Felipe Guamán Poma de Ayala, descendiente del linaje real andino por su lado materno y de hispanos por el lado paterno, escribió el Primer Corónica del Buen Gobierno entre 1583 y 1615. Esta fundamental obra aborda innumerables fuentes de la tradición andina prehispánica.

Uno de los aspectos fundamentales trazados por Guamán Poma de Ayala se relaciona con las características étnicas de determinas figuras. Así, en la Descripción de la novena Coia, Mama Ana Uarque, que reinó hasta Chile, hasta Tarma, Chinchay Cocha, ha expresado que ella tenía su cara rredonda y hermosa y los ojos chicos y la boca chica, blanquilla, muy damada las manos y los pies, de quatro puntos. Aunque fuese enojada o rreyendo se daua golpes al pecho, deziendo “Uálgame. Ticze Uira Cocha Runa Camac! [Señor Fundamental, Creador de la Gente]”. Y ací dizen que cuando dezía estas palabras, cayýan la gente al suelo.

Y luego, sobre la segunda señora Capac Mallaquima del Ande Suyo, manifiesta que esta dicha señora, aunque son de buen talle y hermocícimas, blancas más que españolas, pero andan con pampanilla y alguna casta desnudas en cueros, que son de la casta y naturaleza, ací hombres como mugeres, y comen carne humana.

De igual forma, Guamán Poma de Ayala describiendo a algunas tribus aborígenes, estableció que los dichos chachapoyas y chunchos yndios son blanquísimos como españoles. Los yndios yungas y guanoco, guayllas, chiccay, caxatanbo, guanca, changa, aymara, canari, quispi llacta, uayro, parinacocha, pacage, andamarca, lucana son algo blanco y gentilhombres.

La segunda señora Capac Mallquima del Ande Suyo: “Esta dicha  señora…  Blanca más que española”. Ilustración
en la obra El Primer Nueva Corónica del Buen Gobierno de Felipe Guamán Poma de Ayala (1583-1615).


¿Indios blancos “como españoles”? Efectivamente. Los registros de los indios blancos en las crónicas son innumerables. Tal como se ha demostrado por medio de diversos estudios –Raza primigenia (2003), Roberto Rengifo y el Secreto de la América Aborigen. El Papel del Territorio de Chile en la Evolución de la Humanidad Prehistórica y el Origen Polar Antártico del Hombre (2007) y La Ciudad de los Césares y el misterio de los indios blancos (2012)–, estos indios blancos corresponden al elemento originario del continente, caracterizados por los cráneos de tipo dolicocéfalo y que cronológicamente, antecedieron a los indígenas braquicéfalos.

Rafael Videla Eissmann
2 de Julio de 2018


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lunes, 22 de octubre de 2018

Eduard Friedrich Poeppig sobre el sustrato civilizador pre-indígena


La denominada Dama de la Máscara, una momia huari de ‘ojos azules’ descubierta en la huaca Pucclana en Lima, Perú. Es una prueba de la existencia de los indios blancos, la población dolicocéfala aborigen del continente.


Una esclarecedora sentencia del botánico y etnólogo Eduard Friedrich Poeppig (1798 - 1868) en su Reise in Chile, Peru und auf dem Amazonenstrome während der Jahre 1827-1832 1827-1832, 1834-1836, sobre la existencia del sustrato civilizador americano al cual se superpuso, muy ulteriormente, el elemento indígena braquicéfalo inmigrado:

Las tribus cobrizas que aparecen como los poseedores actuales de un territorio que ha experimentado en tiempos relativamente modernos los mayores trastornos, no son evidentemente las mismas que han hollado este suelo.

Esta es la clave de comprensión de la historia americana: La superposición espacial de al menos dos grupos: Los dolicocéfalos (aborígenes) y los braquicéfalos (indígenas).

Rafael Videla Eissmann
22 de Mayo de 2018

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lunes, 15 de octubre de 2018

Los ugha mongulala


Rostro antropomorfo con ojos azules, pertenecientes al Complejo Jaén del sustrato cultural tiahuanacota.
Esta pieza evidencia desde la iconografía prehispánica la presencia de una población nativa blanca
(Museo de Metales Preciosos de Bolivia).



Los ugha mongulala corresponden a un grupo cultural prácticamente desconocido de la Amazonía de Brasil y Perú y de una parte de Bolivia, es decir, de una extensa zona que comprende aproximadamente desde el grado 3 de latitud norte hasta el grado 15 de latitud sur y desde el grado 65 al 73 de longitud oeste.

La tradición cultural de los ugha mongulala fue comunicada por Tatunca Nara hacia inicios de la década de los setenta del siglo XX.

La tradición expuesta por Tatunca Nara fue presentada con graves alteraciones e inexactitudes por el periodista alemán Karl Brugger en su libro La Crónica de Akakor. Relatada por Tatunca Nara, jefe de los ugha mongulala (“Die Chronik von Akakor. Erzählt von Tatunca Nara, dem Häuptling der Ugha Mongulala”), aparecido inicialmente en 1976.

Esto, pues si bien es cierto que Brugger conoció a Tatunca Nara, los “libros” (“El Libro del Jaguar”, “El Libro del Águila”, “El Libro de la Hormiga” y “El Libro de la Serpiente de Agua”) que componen la Crónica de Akakor a los que refiere Brugger, son invenciones. Así también, muchos de los personajes esbozados en la misma, tampoco son reales y considerables aspectos de los ugha mongulala son artificios lucubrados por el autor con el objeto, presumiblemente, de dar una perspectiva completa de algo que no lo es.

La tradición comunicada por Tatunca Nara refiere a dioses descendidos de las estrellas, la existencia de una alta civilización –Akakor y Akahim– en un remoto  pasado de América y al menos dos grandes catástrofes.

Las características étnicas de los ugha mongulala señaladas por Tatunca Nara sobre su pueblo son fundamentales pues él los ha descrito como “altos y blancos”. Esta descripción no es inaudita o ajena a las características de determinados grupos prehispánicos. En efecto, la existencia de población blanca nativa fue un acontecimiento tempranamente consignado por los europeos del Descubrimiento y la Conquista. Así, cronistas como José de Acosta, Gaspar de Carvajal, Pedro Mártir, Antonio de Herrera, Antonio de Montesinos, Felipe Guamán Poma de Ayala, Pedro Cieza de León, el Inca Garcilazo de la Vega, Pedro de Valdivia, Alonso de Ercilla y Zúñiga y Alonso de Ovalle, entre varios otros, atestiguaron la presencia de población blanca nativa en América. Aún más, estudios etnohistóricos desarrollados durante el siglo XX, como aquellos de Roberto Rengifo, Victor Larco Herrera, Edmund Kiss y Percy Harrison Fawcett, asimismo dan cuenta de esta población.

La clave de la comprensión tanto de la antigüedad de este grupo como su origen se halla en la información comunicada por los amautas y sabios a los cronistas. En este sentido, el historiador Pedro Cieza de León en su Crónica del Perú (1553) al referirse al portentoso Tiahuanaco –la metrópolis de los viracochas–, buscando precisar su antigüedad y el origen de sus constructores, escribió que antes que ellos reynaseen [los incas] estauan hechos: Más que ellos no podían dezir ni afirmar quién los hizo. Mas de que oyeron a sus passados que en vna noche remaneció hecho lo que allí se vía. Por esto, y por lo que también dizen auer visto en la ysla de Titicaca hombres baruados, y auer hecho el edificio de Vinaque semejante gente, digo que por ventura pudo ser que antes que los Ingas mandassen, deuío de auer alguna gente de entendimiento en estos reynos, venida por alguna parte que no se sabe, los quales harían estas cosas, y siendo pocos y los naturales tantos, serían muertos en las guerras.

Cieza de León ha expuesto además que en la ysla de Titicaca en los siglos pasados ovo unas jentes barvadas blancas como nosotros; y que saliendo del valle de Coquimbo, un capitán, que avía por nombre Cari, allegó a donde agora es Chuquyto, de donde después de haber hecho algunas nuevas poblaçiones pasó con su jente a la ysla y dio tal guerra a esta jente que digo que los mató a todos. Chiriguama, governador de aquellos pueblos, que son del Emperador, me contó lo que tengo escrito.

¿“Hombres blancos” y “barbados” en la América prehispánica? Claro que sí. Se trata del elemento primordial del continente y que como bien ha argüido el antropólogo Paul Rivet, basándose en las informaciones expuestas tanto en las crónicas como en la iconografía prehispánica y en las relaciones de los indígenas, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca.

Los indios blancos, como se ha fundamentado a través de los registros en crónicas y fuentes etnohistóricas y por medio de la iconografía prehispánica, fueron los descendientes de los dioses, de los huarijochas (viracochas). Ellos fueron los impulsores de esa civilización extraña y superior de la cual emanaron en remotas edades, las altas culturas del continente.

Rafael Videla Eissmann
14 de Octubre de 2018


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lunes, 8 de octubre de 2018

Diego Barros Arana y la antiquísima civilización pre-indígena de América


La Puerta del Sol de Tiahuanaco, la metrópolis de los viracochas. Tiahuanaco
- Puma Punku es uno de los muchos sitios pre-indígenas de América.


La existencia del hombre en América en una época muy remota, está comprobada por los vestigios de una antiquísima civilización, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Se hallan en diferentes partes del suelo americano ruinas monumentales de construcciones gigantescas, a las cuales no se puede asignar razonablemente una edad probable sino fijándola en algunos millares de años. He llegado a sostener con razones cuyo peso no es posible desconocer, que cuando los otros continentes estaban habitados por salvajes nómadas de la Edad de Piedra, América se hallaba poblada por hombres que construían ciudades y monumentos grandiosos, manifestaciones de un estado social muy avanzado.

Esa remotísima civilización, que ha debido ser la obra de una incalculable serie de siglos, es de origen exclusivamente americano. De cualquiera parte que provenga el hombre que habitaba nuestro continente, parece fuera de toda duda que su cultura nació y se desarrolló aquí, sin influencias extrañas, que aquí formó sus diversas lenguas, creó y perfeccionó en varios puntos instituciones sociales que suponen una elaboración secular, y que levantó las construcciones cuyos restos no pueden verse sin una respetuosa admiración.

Sin embargo, las tradiciones de los pueblos americanos a la época de la conquista europea, no podían dar una luz medianamente segura sobre los orígenes de esa civilización, y sobre la época de su nacimiento y de su desarrollo. Los mounds, o construcciones piramidales que se hallan en abundancia en Estados Unidos, los majestuosos palacios de Copán y de Palenque en la América Central y los de Tiahuanacu, entre muchos otros que no tenemos para qué recordar, contemporáneos a los menos a las pirámides de Egipto, desiertos y arruinados ya a la época de la conquista europea, no eran la obra de la civilización que ésta encontró en pie. Las poblaciones indígenas que en el siglo XVI habitaban los campos vecinos de aquellas venerables y misteriosas ruinas, ignoraban la historia de éstas o sólo tenían tradiciones fabulosas e inconexas sobre la civilización anterior que había levantado esas construcciones. Las inscripciones que se encuentran en ellas no han podido ser interpretadas de una manera satisfactoria. Las poderosas monarquías de los aztecas y de los incas, a las cuales no se puede dar una gran antigüedad, ya que los diversos ensayos de cronología les asignan sólo una duración de unos pocos siglos, habían sido formadas con los restos salvados de una civilización mucho más lejana, y lo que es más notable, mucho más adelantada. Aquella antigua civilización había atravesado una o varias crisis, de que comenzaba a salir cuando la conquista europea vino a destruirla.

Diego Barros Arana
Historia general de Chile (1884-1902).


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