viernes, 9 de noviembre de 2012

El misterio de los “indios blancos”

 El dios blanco y barbado de Mesoamérica, Quetzalcoatl (La “Serpiente Emplumada”). Manuscrito siglo del XVI.


Coincidimos con la detección realizada por el antropólogo Jacques de Mahieu, de grupos precolombinos de características totalmente distintas a la de los indígenas: Poblaciones altas, de piel clara o blanca, cabellos y ojos claros. Pertenecen a los cráneos de tipo dolicocéfalos descubiertos prácticamente a lo largo y ancho de América.

Estos grupos fueron denominados como los “indios blancos” desde el “Descubrimiento”, la “Conquista” y la Colonia e incluso, fueron consignados en numerosos reportes etnohistóricos en el transcurso del siglo XX. Al respecto, De Mahieu ha escrito:

Las tradiciones de los distintos pueblos considerados [de Centro y Sudamérica] se encadenan, pues perfectamente. Nos muestran a un grupo de guerreros blancos, de tipo nórdico, que desembarca en la costa mexicana y deja algo de su cultura en el Anáhuac, el Yucatán y zonas adyacentes. Con el apodo de Quetzalcoatl en el país náhuatl, de Kukulkán en tierras mayas, de Votán en Guatemala, de Zuhé en Venezuela y de Bóchica en Colombia, el jefe blanco, que verosímilmente se llamaba Ullman, se convierte en el recuerdo indígena, con el tiempo, en un dios civilizador, a pesar de las dificultades encontradas por él durante su estada en los distintos países. ¿Cuánto tiempo dura exactamente el viaje que lleva a los blancos hasta la costa colombiana del Pacifico, y cuando muere Ullman? No lo sabemos. Pero sí la tradición nos muestra a los nórdicos, ya al mando de un nuevo jefe, Heimlap o Heimdallr, llegan en barcos de piel de lobo al Ecuador, donde fundan el Reino de Quito, y luego al Perú, donde se radican en la zona del lago Titicaca y empiezan a construir una metrópoli: Tiahuanaco. Vencidos, después de unos dos siglos, por una invasión de indios chilenos, los blancos se dispersan. Unos se desplazan por la costa hacia el norte y se embarcan en balsas que los conducen hasta las islas oceánicas. Otros escapan del Altiplano y desaparecen en la selva amazónica, donde se encuentran, hasta hoy, sus descendientes. Unos pocos, en fin, se refugian en la montaña desde donde, con la ayuda de indios leales, reconstruye su imperio.

La tradición nos permite, gracias a los nombres y títulos que nos ha transmitido, identificar a los blancos que capitaneaba el Dios-Sol. En efecto, Ullman y Heimlap o Heimdallr son nombres escandinavos y encontramos el mismo origen para los títulos sciri (de skirr, puro), ayar (de jarl, conde) e inca o inga (de ing, descendiente), así como para el apodo Huirakocha que viene del antiguo escandinavo hvit, blanco, y god, dios.

Sin embargo, los textos nos señalan la actuación anterior, en Mesoamérica, de un dios blanco de características diferentes -pacifico y ascético- que, en el Anáhuac, se confunde en el recuerdo con Quetzalcoatl y le da una segunda personalidad incompatible con la primera, pero, en el país maya, conserva, con el nombre de Itzamná, una realidad autónoma (Jacques de Mahieu, El gran viaje del Dios-Sol. Páginas 89 y 90).

Ciertamente, el esquema teórico que De Mahieu creyó ver en el contexto precolombino -grupos de características “nórdicas”, es decir, población blanca aborigen- debía explicarse por las incursiones de grupos vikingos, normandos, e incluso celtas, en América. Estas incursiones no se debaten ni refutan. Pues es un hecho que estos grupos europeos arribaron al continente antes de la irrupción peninsular del siglo XV. Sin embargo, no fueron ellos los impulsores o gestores de las altas civilizaciones americanas. Pues, ¿dónde, en Europa, se encuentra algo semejante, siquiera, al estilo megalítico-astronómico de Tiahuanaco o del Cuzco? ¿Dónde se descubre en Europa la fuente de la Puerta del Sol de Tiahuanaco y su sistema calendárico o el estilo de los monolitos antropomorfos de la gran metrópolis andina (Como el “Monolito Benett”, el “Monolito Ponce” o el “Monolito El Fraile”(¡!)? Si estos prodigios de arquitectura e ingeniería tuviesen su origen en cualquiera cultura europea, lo lógico sería encontrar algo semejante o aproximado allí, pero ello, sencillamente, no ocurre, a pesar del eurocentrismo insostenible propugnado por De Mahieu.

El Señor de Sipán (Perú). El iris es de color azul.


Los monumentos megalíticos americanos -Tiahuanaco, Puma Punku, Cuzco, Sacsaihuamán, El Enladrillado, etc.- son de hecho, anteriores al poblamiento de los indígenas. Se remontan al último período prediluvial conforme a la Cosmogonía Glacial (1912) de Hans Hörbiger y Philipp Fauth. Corresponden, en consecuencia, a vestigios de la raza primigenia de América. Como se ha indicado en textos anteriores (Los Viracochas, los Dioses Blancos de América, 1º de Enero de 2012 y El misterio de las momias blancas precolombinas, 9 de Octubre de 2012), conforme a la evidencia arqueológica, los paleoamericanos, que han sido caracterizados como dolicocéfalos, fue el grupo aborigen que habitó el continente, con anterioridad a la irrupción de los grupos provenientes desde distintos puntos de Asia, que posteriormente fueron conocidos como indígenas.

Ellos fueron los descendientes de los viracochas, los Dioses Blancos de la tradición áurea.

Rafael Videla Eissmann
1º de Noviembre de 2012


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