sábado, 3 de junio de 2023

El ancestral culto y conocimiento del “hombre-felino”


Izquierda: El “dios-jaguar” mesoamericano. Centro: Narasimhaen su templo en Kevala, en la colina de Ramtek,
cerca de Nagpur-Maharasthra, India. Derecha: El Löwenmensch u “hombre-león” hallado en la cueva
de Hohlenstein-Stadel en el valle de Lone, en Baden-Wurttemberg, Alemania.


En El Árbol Sagrado Irminsul, los jurúna amazónicos y el “fin del mundo” (http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2022/05/el-arbol-sagrado-irminsul-los-juruna.html) se ha hecho mención a Sinaa, el antepasado “dios-felino” de los juruna. Esta imagen mistérica del hombre-felino se ha proyectado desde la más remota antigüedad prácticamente en todos los continentes. Así se constata en el mito del “tigre” que descendió del cielo y que anunció el Diluvio o Tripalafkén en la tradición lituche-araucana –de acuerdo a la información referida por Domingo de la Rosa Kallfüllen– en Chile; por cierto, en los fascinantes chachapuma u “hombres-pumas” que resguardaban la magna pirámide de Akapana en Tiahuanaco, la metrópolis de los viracochas, en Bolivia; en las figuras del “dios-felino” de Pacopampa en Cajamarca, Perú; en representaciones shamánicas de los jama-coaque de Ecuador; en algunas efigies del dios Ai Apaec de los mochica; en representaciones guanacaste-nicoya de Costa Rica y en el “dios-jaguar” de Mesoamérica –y su figuración como Tepeyóllotl o “Corazón del Monte” de los mexicas y Kinich Ajaw, una de las advocaciones mayas de Itzamná, es decir, Kinich Ahau o el “Señor del Rostro Solar” que devenía durante la noche en su contraparte, el “Señor del Inframundo” que se representaba como “dios-jaguar”–, entre otros.

Por cierto, las representaciones del hombre-felino se observan asimismo en diversas manifestaciones del gran árbol indogermano como acontece con el “dios-león” guerrero Maahes –Mahes, Mihos, Miysis, Mysis–; en Nergal –o Nirgal (Meslamtiea)–, deidad sumeria-babilonia del Inframundo y considerado como contraparte del dios-Sol Utu –extraordinaria analogía con la deidad Kinich Ahau de los mayas–; en las representaciones mitráicas leontocefalinas proyectadas en los cultos mistéricos romanos; en la figura lítica cúltica descubierta en Armagh, Ulster, en Irlanda; en el extraordinario Löwenmensch u “hombre-león” hallado en la cueva de Hohlenstein-Stadel en el valle de Lone, en Baden-Wurttemberg, Alemania– y en el antiquísimo culto brahmánico-hinduista de Narasimha, Avatãra de Vishnú.

Mas, ¿cuál es su origen? ¿Cuál es el génesis de esta meta-imagen? ¿Cómo explicar su presencia en épocas, regiones y focos culturales tan distantes?

La historia mítica y las fuentes de la antigüedad poseen en este sentido un factor común: El “hombre-felino” se asocia fundamentalmente con el Inframundo, con la “tierra de abajo” –el Minche Mapu araucano; el Xib’alb’a maya; el Niflheim de los germanos; el Hades de los helenos y la Irkalia de los sumerios. La Tierra Hueca–.

Son las trazas del antiguo mundo.

De Gerda-Gaia.

De un mundo habitado por dioses, por espíritus de la Naturaleza y por entidades sobrenaturales –hoy consideradas míticas– que por cierto, fueron conocidas por los iniciados y que sentaron las bases de la sabiduría de nuestros ancestros.

El “dios-felino” y sus advocaciones se relacionan fundamentalmente con las tradiciones del Mundo Subterráneo. Allí se encuentran los “dioses-felinos” resguardando las ‘entradas’ a la “tierra de abajo”.

Rafael Videla Eissmann
14 de Mayo de 2022


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