martes, 1 de marzo de 2022

Extraordinaria similitud en las representaciones de los dioses Quetzalcóatl y Vishnú

In memoriam Miguel Serrano 

Quetzalcóatl emergiendo desde la tierra/caparazón de una tortuga (Vasija K4681).


La imagen del Svayam-bhagavan Vasudeva Vishnú (Narayana-Jagannath), como hombre-tortuga y con tocado cónico –con la descripción de la lámina XIV, Incarnation de Vichenou en tortue (“Encarnación de Vishnú como tortuga”), de un documento de aproximadamente 1850 perteneciente a la colección del Museo Británico, guarda una notabilísima similitud con la representación del Señor del Maíz, es decir, una manifestación del Iztauhqui-tezcatlipoca Quetzalcóatl, el Dios E, el Dios de Venus, de acuerdo a la bellísima escena materializada en un vasija de cerámica maya (K4681) en la cual se observa a la divinidad emerger desde la tierra/caparazón de tortuga –también posee un gran tocado cónico–.

Vishnú encarnado en tortuga (XIV. Incarnation de Vichenou en tortue.
British Museum, ca. 1850).

El Dios del Maíz (Quetzalcóatl-Venus), emergiendo del Inframundo
como Estrella Matutina (Vasija K4565).


Una representación semejante se observa en la vasija K4565 en la cual aparece el Dios del Maíz (Quetzalcóatl-Kukulkán-Gucumatz), emergiendo del Inframundo como Estrella Matutina (el “Doble Precioso”) –nótese la “deformación craneana” del dios venusino– y con cola de tortuga.

¿Se trata de meras coincidencias? ¿Es posible concebir a una simple casualidad en las representaciones de dioses astrales que conforman las bases esenciales de los sustratos culturales de mexicas e hinduistas? Por supuesto que no. Son las antiquísimas resonancias de una sabiduría ancestral cuyas claves se proyectaron por medio del lenguaje sacro de las imágenes, del σύμβολον (Symbolon).

Rafael Videla Eissmann
28 de Febrero de 2022


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Se prohíbe su reproducción).

viernes, 18 de febrero de 2022

El origen del culto de la tortuga sagrada: Vestigios y la relación de América-India



Representación híbrida del dios Vishnu como hombre-tortuga. Adviértase el tocado cónico, similar al de los hówen o “espíritus” (dioses) de los selk’nam de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Chile (XIV. Incarnation de Vichenou en tortue. British Museum, ca.1850).


En términos historiográficos, el registro más antiguo de la sacralidad de la tortuga se remonta al trabajo del notable etnólogo Edward Burnett Tylor quien en su libro Researches Into the Early History of Mankind and the Development of Civilization (“Investigaciones en la historia temprana de la humanidad y el desarrollo de la civilización”. J. Murray. London, 1865) concluyó que una de las más antiguas concepciones de la ‘tortuga’ como base del planeta se descubre en el hinduismo: En los Veda se habla de Kurma, el segundo Avatãra de Vishnu, caracterizado como una gigantesca tortuga conocida como Akupāra sobre la cual se encuentra el globo. La misma noción sobre la tortuga sobre la cual se haya el globo terrestre se observa en la tradición prehispánica de los lenapes de América del Norte según el informe de Jasper Danckaerts en Journal of a Voyage to New York, and a Tour in Several of the American Colonies in 1679-80 (“Diario de un viaje a Nueva York, y una gira en varias de las colonias americanas en 1679-80”. Long Island Historical Society. Brooklyn, 1867).

¡Kurma, el segundo Avatãra de Vishnu! Vishnu, una de las tres Manifestaciones de la Suprema Divinidad. El dios extraterrestre Vishnu habita en el Vaikhunta –el Walhalla de los germanos–, más allá del cielo.

La tradición hinduista se asocia, por cierto, a la sabiduría de los brahmanes, la casta sagrada del Himalaya.

Como hemos expresado en diversos artículos y obras, el origen de la tradición ario-hinduista se remonta al América del Sur –Huitramannaland–, a la antiquísima patria de los Hijos del Sol, los viracochas, los Dioses Blancos del mito áureo y la casta hierática de los nagas y hombres-serpientes –viluche– preservadores de las Ciencias Sagradas. Señalamos, en este sentido, la portentosa obra del sabio paceño Emeterio Villamil de Rada De la primitividad americana (1876) y La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco (1888) y los estudios de la notable investigadora ecuatoriana Ruth Rodríguez Sotomayor sobre las relaciones de Preamérica con India en trabajos como Kara Maya, Raza Madre de la Humanidad (2004), Historia de las Bibliotecas Preamericanas (2009) y El mensaje oculto de los libros líticos andinos. El origen de los arios está en Preamérica (2013) –entre otras obras–.

Rafael Videla Eissmann
17 de Febrero de 2022


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jueves, 17 de febrero de 2022

El culto a la tortuga en la América prehispánica



Izquierda: La tortuga (honu) en Rocas de Santo Domingo, uno de los tótems megalíticos de la zona (Ilustración en la obra de Óscar Fonck Sieveking, Vikingos y berberiscos de 1978). Derecha: Escultura maya descubierta en El Petén, Guatemala, del Dios N.

Tatunca Nara posee el tatuaje de una tortuga sobre su corazón el que corresponde a un emblema de los ugha mongulala.

En torno a la tortuga se encuentran los signos del “Espíritu, el Agua y la Tierra”.

De acuerdo a Tatunca, próximo a la meseta de Aracá en el Amazonas, se encontraría una gigantesca tortuga megalítica.

El simbolismo de la tortuga es remoto en la tradición prehispánica y se descubre prácticamente en todo el continente. Así, una fabulosa honu o tortuga se observa en Rocas de Santo Domingo, en la Región de Valparaíso en la zona central de Chile, y que corresponde a uno de los tótems líticos del grupo pre-indígena y que fuera dado a conocer inicialmente por el  notable investigador chileno Óscar Fonck Sieveking en su obra Vikingos y berberiscos publicada en 1978.

Esta misma figura totémica se encuentra en una escultura maya descubierta en El Petén, en Guatemala, del Dios N y a veces conocido como Pawahtun, el cual corresponde a una tortuga híbrida y con cabezas en ambos lados –una clara prefiguración de los gemelos divinos Quetzalcóatl y Xólotl (la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde)–.

(Esta figura guarda una notable similitud con una representación de Akupara, la Tortuga-Mundo que sostiene la Tierra: Es Kurma, el segundo Dashavatara, una de las diez encarnaciones principales del dios Vishnu).

Izquierda: Detalle de la foja 53 del Códice Borgia en cuya parte inferior derecha se puede observar al perro del Inframundo Xólotl con caparazón de tortuga. Derecha: Tableta con la efigie de una tortuga descubierta cerca de Moundsville, en Virginia Occidental, en Estados Unidos. Adviértase que el caparazón presenta una forma heptagonal, es decir, una evocación de la estrella de Venus.


Asimismo, en la foja 53 del Códice Borgia se observa en su parte inferior a Xólotl como perro del Inframundo con caparazón de tortuga, precisamente bajo el dios Mictlantecuhtli, esto es, el “Señor del Inframundo” –la Tierra Hueca–.

Más arriba en latitud, una tableta con la efigie de una tortuga descubierta cerca de Moundsville, en Virginia Occidental, atribuida a la cultura adena –asentados en Ohio y Virginia Occidental–, en Estados Unidos, posee un caparazón de forma heptagonal, es decir, una evocación del símbolo de la estrella de ocho puntas, la estrella de Venus –y por ende, del “Señor de la Casa de la Aurora”, Quetzalcóatl-Xólotl–.

La concepción de la Tortuga del Mundo fue conocida entre los lenapes, iroquies y el grupo anishinaabeg de los Grandes Lagos, que incluía a los ojibwa, odawa, potawatomi, mississaugas, nipissing y algonquinos.

Se comprende, de este modo, que la simbología hierática de los ugha mongulala se entronca con esta remotísima tradición.

Rafael Videla Eissmann
16 de Febrero de 2022


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miércoles, 26 de enero de 2022

El símbolo de la tortuga


Escultura maya descubierta en El Petén, Guatemala, del Dios N –prefiguración de los gemelos Quetzalcóatl y Xólotl– como tortuga híbrida y cabezas en ambos lados.


Francis van Wyck Mason, en su obra Golden Admiral –libro publicado bajo el título de “El Almirante Dorado” por la editorial Zig-Zag en Santiago de Chile en 1953–, relata las expediciones de la Marina Real encabezadas por el corsario inglés Francis Drake (1540-1596) contra España y sus posesiones de ultramar –las Indias–.

En el trabajo de Van Wyck Mason se ha estampado una singular incursión del corsario Thomas Cavendish en la aldea de Namontack, Chapunka, de la tribu Powhatan –los ingleses perseguían el fabuloso ídolo Oke– y la descripción de un guerrero aborigen quien ostentaba una tortuga pintada de azul en medio del pecho (Van Wyck Mason, F. El Almirante Dorado. Página 288).

La tribu de Namontack –de la familia lingüística algonquina– se asentaba en el actual Estado de Virginia, en la costa este de Estados Unidos.

La descripción resulta muy significativa, pues guarda relación con el tatuaje sobre el corazón que posee Tatunca Nara, jefe de los ugha mongulala.

La tortuga sobre el corazón de Tatunca Nara (Fotografía E. v . D.).


¿Coincidencia? ¿Similitud? No, en lo absoluto. El símbolo de la tortuga es esencial en la cosmovisión prehispánica:

http://losvikingosenamerica.blogspot.com/2022/01/wid-tor.html

Se colige, de este modo, que la información sobre comunicada por Tatunca acerca los ugha mongulala se remonta a una antiquísima tradición áurea de los hombres-dioses de la América Aborigen.

De acuerdo a Tatunca, las figuras en torno a la tortuga sobre su corazón corresponden  a los signos del “Espíritu, el Agua y la Tierra”.

Rafael Videla Eissmann
15 de Enero de 2022


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jueves, 13 de enero de 2022

Wid-tor


La tortuga sobre el corazón de Tatunca Nara (Foto de Karl Brugger).


Como un eco sin tiempo, vuelven a mi recuerdo las vivencias de nuestra expedición de Akakor Geographical Exploring encabezada por Lorenzo Epis al Amazonas en los meses de Julio y Agosto de 2018.

Recientemente, he hablado con Tatunca Nara, príncipe y guía de los ugha mongulala.

El retorno es algo imperioso. Volver a un espacio que he intuido en los más lejanos sueños y que perdurará más allá de mi vida.

Sé que la tradición sagrada de los ugha mongulala referida por Tatunca es verídica y que el viaje, el retorno, va más allá del estudio etnológico y arqueológico, adquiriendo el carácter de una peregrinación a un “centro espiritual”.

Aquí, el registro fechado el 29 de Julio de 2018 y que se titula El mensaje, de mi libro La tradición sagrada de los ugha mongulala (2018):

Tatunca me habla de su gente, los ugha mongulala.

Me dice que es una tribu remota de más de 12.000 años. Sus instructores fueron los dioses venidos de las estrellas. Pero debido a las grandes catástrofes, ellos, los ugha mongulala, se trasladaron a las “residencias” subterráneas. Allí viven.

Los sacerdotes de los ugha mongulala son poderosos. A pesar de no tener armas poseen armas ‘psíquicas’, capaces de destruir.

Su lengua es sagrada. Incomunicable.

Poseen símbolos sagrados que constituyen una parte de su alfabeto. El alfabeto antiguo ha sido casi olvidado en la ‘superficie’.

Tatunca me indica que fue preparado desde su niñez para ser el guía de su pueblo y que tras la muerte de su padre fue proclamado como tal. Me habla entonces del tatuaje de la tortuga que lleva sobre su corazón y los signos del “Espíritu, el Agua y la Tierra” a su alrededor.

Añado, a continuación, la nota respectiva sobre el antiquísimo culto a la tortuga:

El culto a la tortuga es remotísimo. El etnólogo Edward Burnett Tylor en su Researches Into the Early History of Mankind and the Development of Civilization (“Investigaciones en la historia temprana de la humanidad y el desarrollo de la civilización”. J. Murray. London, 1865) concluye que una de las más antiguas concepciones de la ‘tortuga’ como base del planeta se descubre en el hinduismo: En los Veda se habla de Kurma, el segundo Avatãra de Vishnu, caracterizado como una gigantesca tortuga conocida como Akupāra sobre la cual se encuentra el globo. La misma noción sobre la tortuga sobre la cual se haya el globo terrestre se observa en la tradición prehispánica de los lenapes de América del Norte según el informe de Jasper Danckaerts en Journal of a Voyage to New York, and a Tour in Several of the American Colonies in 1679-80 (“Diario de un viaje a Nueva York, y una gira en varias de las colonias americanas en 1679-80”. Long Island Historical Society. Brooklyn, 1867).

El simbolismo de la tortuga en la tradición de los ugha mongulala se puede relacionar asimismo con el calendario de las trece lunas anuales que se observan en el caparazón de la tortuga de varias culturas prehispánicas de Norteamérica.

Rafael Videla Eissmann
12 de Enero de 2022


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viernes, 31 de diciembre de 2021

Razas blancas americanas poblaron “la costa de Irlanda y occidentales de Europa”


Cubierta de los Extractos de Actas de la Sociedad Científica, del profesor Roberto Rengifo, cuarta parte de El Secreto de la América Aborigen, obra publicada en Santiago de Chile en 1921.



En la cuarta parte de El Secreto de la América Aborigen, Extractos de Actas de la Sociedad Científica, publicado en Santiago de Chile en el año de gracia de 1921, el profesor Roberto Rengifo realizó algunos comentarios a comunicaciones anteriores en la Societtè Scientifique du Chili, abarcando tres tópicos con especial énfasis en el poblamiento del continente americano y en la idea-fuerza fundamental de su labor de investigación arqueológica y antropológica: La autoctonía del hombre americano y su expansión a Europa.

Sobre los aborígenes americanos

Al señor Raby, dijo el señor Rengifo, deseo replicar sobre la observación que hizo con motivo de mi comunicación respecto al libro La Torre de Hércules [de Francisco Tettamancy Gastón aparecido en 1920], en cuanto manifestó que la América se había poblado mediante las diferentes inmigraciones arrojadas a sus costas por las corrientes oceánicas. Creo recordar que indicó tres corrientes que llegan a América desde África, Oceanía y Asia. Respecto a la africana, aparentemente es justificada por encontrarse población morena en la región ecuatorial del Atlántico del Brasil, en el territorio más avanzado hacia el oriente y ser esta región la que menos dista, en Sudamérica, de otro continente.

Yo observo, sin embargo, que aunque hay negros a ambos lados del Atlántico, los africanos y americanos difieren fundamentalmente en la somatología general y especial, sobre todo en el sistema piloso. En África el corte del cabello es arriñonado y, esto hace que se enrolle y sea motudo como vellón de cordero, o por lo menos crespo u ondulado como pasa en Europa, que evidentemente ha tenido más mezcla de razas africanas; en tanto que el sistema piloso general americano se distingue por lo liso y por dar un corte completamente circular.

Lo obscuro de la piel de los tropicales americanos no sería entonces por contagio africano, sino por el propio clima tropical sudamericano, admitiendo, además, que nunca son éstos franca y absolutamente negros, sino aceitunados o acanelados. No encuentro fundamento, entonces, para que una corriente marina haya poblado con africanos una parte de la América.

Respecto a la corriente sur del Pacífico, que habría traído polinesios a América tengo que aceptar la similitud de algunas razas y costumbres primitivas entre los oceánicos y los costinos del Pacífico; pero no comprendo, por ejemplo, el por qué la Isla de Pascua o cualquiera otra, pequeña también y sin recursos suficientes, hayan sido la cuna del hombre, y de ahí poblarse un gran continente como la América, y no lo completamente inverso; cada isla puede haber sido una colonia americana en el esparcimiento de la especie humana nacida y desarrollada en este verdadero gran continente paraíso.

No encuentro fundamento bastante a esta segunda población por corriente marina de la Oceanía, y sí veo la inclinación a elucubrar de la manera más alambicada o problemática y no con la naturalidad que los fenómenos se nos presentan.

En cuanto a la tercera corriente, la del Japón o Kurosivo, es evidente que es la más enérgica y capaz de arrastrar embarcaciones con relativa rapidez, desde el Asia por el N. E., hacia la costa occidental americana; pero esta corriente sólo serviría para que volvieran a América los primitivos hombres que poblaron todas las costas del Pacífico, alimentándose del marisco y dejando como documentos su conchales [Kjöekkenmoeddinger], zambaquíes, etc., hasta dar vuelta por Alaska y las Aleutianas, poblando con los peludos aínos el Japón, al mismo tiempo que los hijos de Can o cancos o changos, es decir, obreros del agua o navegantes costinos sudamericanos, llamados canacas en la Polinesia, las Filipinas y la China, poblaban la zona menos fría y formaban la raza amarilla. La somatología del chango meridional y del chino es casi igual y se ve que el lenguaje monosilábico conservado en Asia, es ya lengua muerta o sólo existente en islas, cuando se formaron las lenguas aglutinantes y polisintéticas (como les dicen), araucana, aimará, y quichua de América.

No creo tampoco, en consecuencia, que esta tercera y gran corriente haya sido la pobladora de América.

En resumen, el americano es autóctono.

Queda aún una cuarta corriente no tomada nunca en cuenta por los europeos, a pesar de ser la más fuerte de todas, el Gulfstream o Corriente del Golfo de Méjico, y de navegar a favor de ella constantemente. Esta sí que sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales de Europa con razas blancas americanas.

No es simple coincidencia el que los terribles dioses marinos de los fenicios fueran los caribes o cabires, y que en el mar Caribe, archipiélago antillano y golfo de Méjico se formara la raza más fiera y atrevida de navegantes primitivos. El canibalismo o antropofagia ha tenido que nacer en las rudezas y el desamparo de las largas navegaciones voluntarias o casuales, y es así como entre caribes marinos no se consideraba hombre cabal al que en su vida no se había comido a otro, es decir, al que no había escapado de todas las crueles peripecias de una larga navegación. Excusado es recordar que aún hoy el último recurso de los náufragos o navegantes desamparados es sortear al que debe servir de alimento a los demás.

Entre los fenicios se hizo costumbre religiosa el sacrificio humano, y en la América sólo se ha constatado desde la región Caribe hacia el norte: Los aztecas por ejemplo.

Es evidente que el canibalismo no ha nacido en la placidez de los hogares del hombre primitivo pescador, agricultor o ganadero, sino entre fieros aventureros.

Es lógico aceptar que a hombres de esta fiereza no arredraba el mar y que en sus aventuradas excursiones fueran arrastrados muchas veces por el Gulfstream y ocuparan poco a poco las costas europeas y entraran al Mediterráneo bajando desde el norte donde dejaron sus cromlech, stonehenges y cultos druidas, sangrientos también.

Creo, en resumen, que el americano es autóctono y emigró de sur a norte.

Roberto Rengifo


Bibliografía

Rengifo, Roberto
El Secreto de la América Aborigen. I. Noticias y comentarios arqueológicos. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1919.
El Secreto de la América Aborigen. II. Estractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles. Impreso en los Talleres de la Empresa Zig-Zag. Santiago de Chile [1920].
El Secreto de la América Aborigen. IV. Extractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1921.
El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.

Videla Eissmann, Rafael
Roberto Rengifo y el Secreto de la América Aborigen. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica y el origen polar antártico del hombre. Editorial Puerto de Palos. Santiago de Chile, 2007.


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lunes, 27 de diciembre de 2021

Tiahuanaco fue “construido por un pueblo que venía del sud, los chiloes”


La migración civilizadora de los chili-viracochasPrimera imagen: Figura antropomorfa labrada en oro de Viracocha en Guatacondo, en la Región de Tarapacá, en Chile. Segunda imagen: Pictografía de uno de los viracochas representados en la Cachoeira Resplendor, en Pará, Brasil. Tercera imagen: Petroglifo de Viracocha en Ometepe, en el noreste del volcán Coatlán –o volcán Maderas–, en Nicaragua. Cuarta imagen: Los viracochas en el Parque Estatal del Bosque Petrificado de Ginkgo –a lo largo del río Columbia–, en el Estado de Washington, en Estados Unidos.



La remotísima historia del mundo prehispánico de Chile ha sido cimentada sobre teorías basadas en la historiografía evolucionista y difusionista –desde aquellos iniciales estudios etnológicos de mediados del siglo XIX con sus antecedentes en la visión judeocristiana de los cronistas, a las imposiciones indígenas-marxistas de la historiografía contemporánea–. Esta es la “historia oficial”, un summum de lucubraciones, repeticiones entre las “autoridades” de arqueología, antropología e historiografía y la imposición del dogma indigenista en torno a lo así denominados “pueblos originarios”.

Más allá de esta lánguida historiografía, existen numerosos campos que permiten una aproximación a la historia real del Chili Mapu y de América y que se vislumbra a través de los mitos y los símbolos pertenecientes al sustrato pre-indígena, es decir, a los paleoamericanos, el grupo dolicocéfalo primordial. A los hijos de los ídolos –los dioses– como le fue informado al conquistador Pedro Pizarro en la Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú de 1571 que apareció en el tomo V de la Colección de documentos inéditos para la historia de España, en Madrid en 1844.

La irradiación del sustrato civilizador de los chilis en el continente americano comunicada por el profesor Roberto Rengifo, efectuada de sur a norte –la civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos (Rengifo, R. Los chiles. Página 32), o bien, el gran estudio comparativo y de relación estética aborigen se ha comenzado y, creo que ésta que dejo insinuada es la clave verdadera: Ir de sur a norte y no de norte a sur (Rengifo, R. Noticias y comentarios arqueológicos. Página 8)– encuentra resonancias en los estudios de investigadores como el arqueólogo Adolph Bandelier, el naturalista Francisco P. Moreno, el arqueólogo Arthur Posnansky y el historiador Carlos Keller. De esta manera, Bandelier definió precisamente que Tiahuanaco fue construido por un pueblo que venía del sud, los chiloes (chili) (Lauri, Y. B. Una atrevida interpretación de la Portada del Sol. Página 622).

Chiloé, contrariamente a la creencia vulgar que desglosa su etimología a “lugar de gaviotines” o “cáhuiles”, es una castellanización colonial de Chili-hue, es decir, “lugar de los chiles”. Esto, por cuanto el archipiélago chilote fue la patria de los chilis y que corresponde, en términos geológicos, a un continente sumergido –como lo pudo constatar el naturalista Francisco P. Moreno en su eximia obra Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido. O el núcleo zoogénico antártico (1882)–.

La trascendental noción esgrimida por Rengifo se entronca, asimismo, con los estudios del profesor Arthur Posnansky en Conexiones prehistóricas México-centroamericanas con la antigua Metrópolis de los Andes –trabajo presentado en el VII Congreso Científico Panamericano en 1932– y en Puntos de contacto lingüístico y dogmático en la América prehispánica –en El pasado prehistórico del Gran Perú (Alto y Bajo Perú): Tipos aruwac y kholla en la cerámica de Tiahuanaco aparecido en 1940–: El carácter nuclear de Tiahuanaco, la “metrópolis de los viracochas” o Dioses Blancos y la irradiación de sur a norte de la civilización en el continente americano. Ciertamente, esta concepción de Tiahuanaco como Völkerheimat o “Patria Originaria”, posee antecedentes en las ideas desarrolladas por el sabio Emeterio Villamil de Rada en su fundamental obra La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco (1888) y las investigaciones del mentado Bandelier sobre la procedencia austral de los fundadores de la gran metrópolis andina expuesta en The Ruins at Tiahuanaco (“Las ruinas de Tiahuanaco” de 1911).

Ahora bien, la misma noción presentada por Rengifo fue anunciada por el historiador Carlos Keller al dilucidar que Viracocha habría tenido su origen en Chile, predicando lo que ellos [los caciques del valle del Mapocho] resumieron en esa ocasión. Este “héroe cultural” (nombre que se da por la ciencia a estos emisarios del Ser Supremo que aportan la cultura a los hombres) se habría dirigido desde Chile a Perú, propagando por doquier sus enseñanzas. Allá, sin embargo, los incas se habrían apartado de ellas, pervirtiéndose. Vemos en esta variante la animadversión de los mapuches [araucanos] contra el dominio incaico (Keller, C. Mitos y leyendas de Chile. Páginas 71 y 72 [Esta migración ocurrió mucho tiempo antes de los incas (Nota del autor)].

Más aún: La crónica que lleva por título Memorias antiguas, historiales y políticas del Perú o el Ophyr de España (1630) de Fernando de Montesinos quien de acuerdo el historiador José Toribio Medina conocía como ninguno los orígenes peruanos, apoyándose en antecedentes de un orden semejante a los que han servido de base a modernos escritores, sostiene que como quinientos años después del Diluvio, el Perú se cubrió de habitantes, que llegaron allí de diversas regiones, y hasta del mismo Chile. Asevera asimismo –indica De Montesinos– que el inca Cao-Manco, casi en vísperas de su muerte, tuvo noticia de que los chiriguanos y los naturales de Tucumán y Chile, naciones muy pobladas y guerreras, marchaban a invadir el Perú; y que después de haber llegado efectivamente hasta allí, plantaron nuevas idolatrías (Medina, J. T. Los aborígenes de Chile. Página 30). 

La obra de Fernando de Montesinos fue escrita hacia 1630 y sólo publicada en Madrid en 1882.

Condensando estas nociones, la antropóloga e historiadora del mundo andino, María Rostworowski, determinó en su estudio Estructuras andinas del poder (1983) que el avance de los viracochas es de sur a norte (Rostworowski, M. Estructuras andinas del poder. Página 39).

Más allá de la impostura de la historiografía indigenista, resuena el estruendo de la tradición primordial del Chili Mapu y sus habitantes.

Rafael Videla Eissmann
25 de Diciembre de 2021


Bibliografía

I. Fuentes

De Montesinos, Fernando
Memorias antiguas historiales y políticas del Perú. Seguidas de las informaciones acerca del Señorío de los Incas, hechas por mandado de don Francisco de Toledo, Virrey del Perú (1644). Colección de libros españoles raros o curiosos. Tomos XV y XVI. Imprenta de Miguel Ginesta. Madrid, 1882.


II. Obras

Villamil de Rada, Emeterio
La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. La Paz, Imprenta de La Razón, 1888.

Keller, Carlos
Mitos y leyendas de Chile. Editorial Jerónimo de Vivar. Santiago de Chile, 1972.

Medina, José Toribio
Los aborígenes de Chile (1882). Segunda edición. Introducción de Carlos Keller. Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina. Santiago de Chile, 1952.

Moreno, Francisco P.
Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido. En: Anales de la Sociedad Científica Argentina. Tomo XIV. Segundo semestre de 1882. Imprenta de Pablo E. Coni. Buenos Aires, 1882.

Posnansky, Arthur
El pasado prehistórico del Gran Perú (Alto y Bajo Perú): Tipos aruwac y kholla en la cerámica de Tiahuanaco. Editorial del Instituto Tihuanacu de Antropología, Etnografía y Prehistoria. La Paz, 1940.
_ Origen del culto y cultura en las tres Américas. 21 clichés y un mapa. En: XXIV Congreso Internacional de Americanistas. Hamburgo, 1930.
_ Conexiones prehistóricas México-centroamericanas con la antigua Metrópolis de los Andes. En: VII Congreso Científico Panamericano. México D. F., 1932.
_ Tihuanacu: La cuna del hombre americano / Tihuanacu: The Cradle of American Man. Tomo I. Editado por Arthur James F. Shearer. Texto bilingüe. J. J. Augustin. New York, 1945. Tomo II. Editado por Arthur James F. Shearer. Texto bilingüe. J. J. Augustin. New York, 1957. Tomo III y IV. Editorial Don Bosco. Ministerio de Educación de la República de Bolivia. La Paz, 1957.

Rengifo, Roberto
El Secreto de la América Aborigen. I. Noticias y comentarios arqueológicos. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1919.
_ El Secreto de la América Aborigen. II. Estractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles. Impreso en los Talleres de la Empresa Zig-Zag. Santiago de Chile [1920].
_ El Secreto de la América Aborigen. IV. Extractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1921.
_ El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.

Rostworowski, María
Estructuras andinas del poder. Ideología religiosa y política. Instituto de Estudios Peruanos. Serie Andina / 4. Lima, 1997.
_ Historia del Tawantinsuyo. Instituto de Estudios Peruanos. Serie Andina / 13. Lima, 1998.

* Fernández Navarrete, Martín; Salvá, Miguel & Sainz de Baranda, Pedro
Colección de documentos inéditos para la historia de España. Tomo V. Imprenta de la Viuda de Calero. Madrid, 1844.


III. Artículos

Lauri, Yole Beatriz
Una atrevida interpretación de la Portada del Sol. En: Histonium. Año VII. Nº78. Buenos Aires, Septiembre de 1945.

Posnansky, Arthur
Retratos y recuerdos de animales extinguidos en la cerámica de Sudamérica. En: Boletín de la Sociedad Geográfica de La Paz. Litografía e Imprenta Moderna. La Paz, 1919. 


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos. Se prohíbe su reproducción).