Rostro antropomorfo con ojos azules, pertenecientes al Complejo Jaén del sustrato cultural tiahuanacota.
Esta pieza evidencia desde la iconografía prehispánica la presencia de una población nativa blanca
(Museo de Metales Preciosos de Bolivia).
Los ugha mongulala corresponden a un grupo cultural prácticamente desconocido de la Amazonía de Brasil y Perú y de una parte de Bolivia, es decir, de una extensa zona que comprende aproximadamente desde el grado 3 de latitud norte hasta el grado 15 de latitud sur y desde el grado 65 al 73 de longitud oeste.
La tradición cultural de los ugha mongulala fue comunicada por Tatunca Nara hacia inicios de la década de los setenta del siglo XX.
La tradición expuesta por Tatunca Nara fue presentada con graves alteraciones e inexactitudes por el periodista alemán Karl Brugger en su libro La Crónica de Akakor. Relatada por Tatunca Nara, jefe de los ugha mongulala (“Die Chronik von Akakor. Erzählt von Tatunca Nara, dem Häuptling der Ugha Mongulala”), aparecido inicialmente en 1976.
Esto, pues si bien es cierto que Brugger conoció a Tatunca Nara, los “libros” (“El Libro del Jaguar”, “El Libro del Águila”, “El Libro de la Hormiga” y “El Libro de la Serpiente de Agua”) que componen la Crónica de Akakor a los que refiere Brugger, son invenciones. Así también, muchos de los personajes esbozados en la misma, tampoco son reales y considerables aspectos de los ugha mongulala son artificios lucubrados por el autor con el objeto, presumiblemente, de dar una perspectiva completa de algo que no lo es.
La tradición comunicada por Tatunca Nara refiere a dioses descendidos de las estrellas, la existencia de una alta civilización –Akakor y Akahim– en un remoto pasado de América y al menos dos grandes catástrofes.
Las características étnicas de los ugha mongulala señaladas por Tatunca Nara sobre su pueblo son fundamentales pues él los ha descrito como “altos y blancos”. Esta descripción no es inaudita o ajena a las características de determinados grupos prehispánicos. En efecto, la existencia de población blanca nativa fue un acontecimiento tempranamente consignado por los europeos del Descubrimiento y la Conquista. Así, cronistas como José de Acosta, Gaspar de Carvajal, Pedro Mártir, Antonio de Herrera, Antonio de Montesinos, Felipe Guamán Poma de Ayala, Pedro Cieza de León, el Inca Garcilazo de la Vega, Pedro de Valdivia, Alonso de Ercilla y Zúñiga y Alonso de Ovalle, entre varios otros, atestiguaron la presencia de población blanca nativa en América. Aún más, estudios etnohistóricos desarrollados durante el siglo XX, como aquellos de Roberto Rengifo, Victor Larco Herrera, Edmund Kiss y Percy Harrison Fawcett, asimismo dan cuenta de esta población.
La clave de la comprensión tanto de la antigüedad de este grupo como su origen se halla en la información comunicada por los amautas y sabios a los cronistas. En este sentido, el historiador Pedro Cieza de León en su Crónica del Perú (1553) al referirse al portentoso Tiahuanaco –la metrópolis de los viracochas–, buscando precisar su antigüedad y el origen de sus constructores, escribió que antes que ellos reynaseen [los incas] estauan hechos: Más que ellos no podían dezir ni afirmar quién los hizo. Mas de que oyeron a sus passados que en vna noche remaneció hecho lo que allí se vía. Por esto, y por lo que también dizen auer visto en la ysla de Titicaca hombres baruados, y auer hecho el edificio de Vinaque semejante gente, digo que por ventura pudo ser que antes que los Ingas mandassen, deuío de auer alguna gente de entendimiento en estos reynos, venida por alguna parte que no se sabe, los quales harían estas cosas, y siendo pocos y los naturales tantos, serían muertos en las guerras.
Cieza de León ha expuesto además que en la ysla de Titicaca en los siglos pasados ovo unas jentes barvadas blancas como nosotros; y que saliendo del valle de Coquimbo, un capitán, que avía por nombre Cari, allegó a donde agora es Chuquyto, de donde después de haber hecho algunas nuevas poblaçiones pasó con su jente a la ysla y dio tal guerra a esta jente que digo que los mató a todos. Chiriguama, governador de aquellos pueblos, que son del Emperador, me contó lo que tengo escrito.
¿“Hombres blancos” y “barbados” en la América prehispánica? Claro que sí. Se trata del elemento primordial del continente y que como bien ha argüido el antropólogo Paul Rivet, basándose en las informaciones expuestas tanto en las crónicas como en la iconografía prehispánica y en las relaciones de los indígenas, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca.
Los indios blancos, como se ha fundamentado a través de los registros en crónicas y fuentes etnohistóricas y por medio de la iconografía prehispánica, fueron los descendientes de los dioses, de los huarijochas (viracochas). Ellos fueron los impulsores de esa civilización extraña y superior de la cual emanaron en remotas edades, las altas culturas del continente.
Rafael Videla Eissmann
14 de Octubre de 2018
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