De manera muy significativa existen determinados campos comunes en las pesquisas arqueológico-etnológicas desarrolladas por el profesor y arqueólogo chileno Roberto Rengifo y el coronel y arqueólogo británico Percy Harrison Fawcett.
Las investigaciones de ambas figuras se han tornado en refulgentes hitos para una comprensión más amplia e importante en torno a la antigüedad del hombre en América y el desarrollo de su civilización primordial.
Los dos observaron un lejanísimo horizonte en el pasado del continente en el cual se eleva la primigenia civilización de los dioses y su sabiduría ancestral.
Roberto Rengifo y Percy Harrison Fawcett fueron incansables buscadores de las huellas de una portentosa edad que desafía todas las premisas historiográficas.
Llamativamente, existe escasa información biográfica sobre el profesor Rengifo. Se ignora tanto su fecha de nacimiento como de deceso.
Rengifo ingresó a la Société Scientifique du Chili en 1904 donde desarrolló numerosas conferencias entre 1906 y 1934.
Fue profesor de Estética e Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes (1919) y del Instituto de Educación (1926) de la Universidad de Chile.
Percy Harrison Facwett (Torquay, 18 de Agosto de 1867 - 1925?) fue un geógrafo, cartógrafo, arqueólogo de la Royal Geographical Society (1901) y Oficial de Artillería (como cadete en la Royal Military Academy de Woolwich alcanzando el grado de Teniente en 1886; fue Ayudante del Primer Cuerpo de Voluntarios de Artillería de Cornualles –Duke of Cornwall– y ascendido a Capitán en 1897. En su vida militar sirvió en Hong Kong, Malta y en Ceilán –Sri Lanka–).
En primer término, si bien tanto Rengifo como Fawcett pertenecieron a prestigiosas instituciones académicas –la Société Scientifique du Chili y la Royal Geographical Society del Reino Unido, respectivamente–, sus estudios desafiaron la visión ortodoxa de la historiografía de América, y eventualmente, del globo, por cuanto concibieron la existencia de un sustrato civilizador primordial americano y de remotas relaciones transocéanicas.
Ambos desarrollaron exploraciones en terreno durante las primeras décadas del siglo XX –Rengifo en la zona centro norte y norte de Chile y Fawcett en el Amazonas brasilero–, realizando notabilísimos estudios a partir de la evidencia arqueológica que descubrieron y que los llevó a concebir una visión alternativa a la fragilísima “historia oficial”. Ello, pues tanto Rengifo como Fawcett constataron la presencia de un grupo blanco aborigen, anterior a las poblaciones indígenas y que sentó las bases de la civilización americana primigenia –una «Cultura-Raíz»– que se vio asolada por grandes catástrofes.
En este sentido, sobre el grupo blanco aborigen, Rengifo estableció su origen en el archipiélago antártico que fue miles de años atrás el gran centro de la humanidad blanca y clara (Rengifo, R. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Página 8).
Esta población primordial conformó el núcleo civilizador del continente: Una rama de ellos fueron los caucas o cauques de Chile quienes eran blancos, bien formados y patilludos; en la otra banda poblaron Córdoba y siguieron por Bolivia, Colombia, las Antillas, etc. (Rengifo, R. Los chiles. Página 34).
La primitiva civilización andina se proyectó desde Chile al resto del continente: Fue el centro u origen de las primeras civilizaciones que se esparcieron por el continente, marchando de sur a norte hasta México, y, progresando en lenguas y cultura con la distancia y los siglos (Rengifo, R. Noticias y comentarios arqueológicos. Página 31).
Este sustrato alcanzó Norteamérica para luego irradiarse a otras latitudes: La Gulfstream o Corriente del Golfo de México sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales de Europa con razas blancas americanas (Rengifo, R. Extractos de Actas de la Sociedad Científica. Páginas 8 y 9).
Este grupo corresponde a los arios [americano-atlantes], cuyos rastros más evidentes están en las islas Can-árias y por consiguiente eran de la raza de Can, que agregaron Arí al nombre, significando, filo o cumbre, aristocracia, es decir, la nobleza de la raza navegante sudamericana quienes llegaban del último confín del mundo en emigraciones sucesivas (Rengifo, R. Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles. Páginas 52 y 53).
De acuerdo a Rengifo estos andinoceltas conformaron el sustrato de los «celto-iberos», tenidos como los aborígenes de la península española (Rengifo, R. Estractos de las Actas de la Sociedad Científica. Páginas 20 y 21).
Se colige, de esta manera, que Rengifo refiere a grupos de la raza blanca dolicocéfala procedentes de América del Sur.
Como se ha indicado, Fawcett desarrolló independientemente nociones similares a las trazadas por Rengifo. Así, observando las edificaciones megalíticas de Tiahuanaco, Ollantaytambo y Sacsaihuamán, constataba que no fueron construidas por los incas sino que por una antigua civilización originada en las regiones vírgenes aún desconocidas [del Amazonas], puesto que todas las tribus indias superiores guardaban la tradición de una gran civilización pasada, hacia el este [en relación a Perú], de una raza que puede haber engendrado a los incas, y aún al pueblo misterioso que dejó esas gigantescas ruinas que los incas invasores encontraron y adoptaron como propias (Fawcett, P. H. Exploración Fawcett. Página 266).
Asimismo, Fawcett dio cuenta de los indios blancos que según las propias tradiciones prehispánicas era el grupo dominante y civilizador (Fawcett, P. H. Exploración Fawcett. Página 382. También, en páginas 386, 411, 438 y 454).
En tal sentido, uno de los testigos de los indios blancos en la selva amazónica le comunicaba a Fawcett: Son gente de cabello rojo y ojos azules, como gringos. Pregunte a cualquiera de los hombres de las barracas brasileñas que hay por estos lados y le repetirán lo mismo que le estoy contando (Fawcett, P. H. Exploración Fawcett. Página 110).
Resulta fundamental comprender la trascendencia de las investigaciones realizadas por Rengifo y Fawcett en torno al pasado prehispánico: Han constatado la existencia de un antiquísimo sustrato civilizador de raza blanca que antecedió a las poblaciones indígenas.
En términos craneológicos se trata del grupo dolicocéfalo y braquicéfalo, respectivamente.
Un aspecto también a considerar en ambos investigadores lo constituyen las zonas geográficas donde desarrollaron sus pesquisas: Es el eje andino-amazónico, reconocido espacio de sacralidad y donde moraba el ancestral panteón aborigen.
El profesor Rengifo fue autor de la magna obra El Secreto de la América Aborigen compuesta por cuatro partes: Noticias y comentarios arqueológicos (1919), Estractos de Actas de la Sociedad Científica (1920), Los chiles (1920) y Extractos de Actas de la Sociedad Científica (1921) además de Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles (1920) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935).
Las pesquisas arqueológicas y etnológicas desarrolladas por el coronel Fawcett, en tanto, fueron vertidas por su hijo Brain en la obra Exploration Fawcett (“Exploración Fawcett”, 1953), adaptada de sus manuscritos, cartas y memorias.
En términos historiográficos, no hay evidencia de comunicación entre Roberto Rengifo y Percy Harrison Fawcett. Tampoco, de algún intermediario o fuente común –aunque no se puede descartar considerando el intercambio de publicaciones entre instituciones como la Société Scientifique du Chili y la Royal Geographical Society–, hecho que resalta aún más la importancia de las investigaciones desarrolladas de forma paralela e independiente y que convergen en la leyenda de los Dioses Blancos de América y su civilización continental.
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