Los dioses en Tierra del Fuego
Los selk’nam (Shileknam), una antiquísima cultura asentada en Tierra del Fuego (Karukinká), poseía una trascendental cosmovisión que explicaba el origen del mundo y del hombre. La Divinidad Suprema e increada es Temáuquel, creador del cielo y de la Tierra, quien luego de la formación del mundo, envió a su mensajero Kenós y a los hówen, raza astral e inmortal que pobló el mundo y de donde descienden los propios selk’nam (Gallardo, C. R. Los onas. Páginas 97 y 98).
En el mito de Kran y Kra, es decir, del Sol y la Luna, respectivamente, se ha revelado una importantísima clave de la cosmovisión de los selk’nam –el “Clan de la Rama Sagrada”–, por cuanto describe la usurpación mediante el engaño realizada por las mujeres del poder de los hombres, revirtiendo el orden instaurado por Kenós. Así, este mito no sólo pregona la pugna entre una sociedad patriarcal y matriarcal sino que es fundacional, pues a partir de este conflicto de alcances cósmicos se inaugura la cultura selk’nam que pudo ser conocida y registrada, al menos parcialmente, por los observadores occidentales.
Este mito indica que en la época de los hówen o ancestros selk’nam de la era mítica, las mujeres guiadas por Kra engañaron a los hombres con el objeto de instaurar el matriarcado. Desde entonces, durante varios meses al año, se reunían en la choza ceremonial Háin de donde emergía desde las entrañas de la tierra un irascible y furioso espíritu-monstruo femenino conocido como Xálpen al cual los hombres –engañados por las mujeres– debían llevar grandes cantidades de carne de guanaco para saciar su hambre y calmar su ira.
Los hombres sólo sabían de Xálpen por los gritos de pavor proferidos por las mujeres al interior de la choza y los movimientos que ellas mismas realizaban en las paredes de ésta. La aparición de otros espíritus del mundo subterráneo era anunciada por los cantos al interior del Háin para que los hombres supieran de su presencia.
Sin embargo, el engaño de las mujeres fue descubierto por Kran cuando descansaba de sus actividades de caza de guanaco. Fue entonces cuando él y su amigo Kuányip dieron noticia del artificio al resto de los hombres para dar paso a su rebelión con el objeto de restablecer el orden inicial de Kenós. Los hombres masacraron a todas las mujeres con excepción de las más jóvenes y las niñas. Es aquí donde el mito áureo selk’nam alcanza dimensiones cósmicas pues Kran arrojó fuertemente a Kra sobre el fogón, por instigar a las mujeres al engaño, manchándole el rostro. Pero Kra pudo escapar al cielo, transformándose en la Luna –que muestra manchas oscuras tal como el rostro de Kra–, siendo seguida por Kran quien se transformó en el Sol, en eterna persecución (Chapman, A. Fin de un mundo. Los selknam de Tierra del Fuego. Página 200).
Háin
La ceremonia del Háin era dirigida por un jon –de la casta iniciática con extraordinarios poderes–, quien determinaba las escenas que se habían de representar.
El lugar de las ceremonias se emplazaba cerca de un bosque y con espacio suficiente para realizar las representaciones. Frente a las chozas del campamento, a unos doscientos pasos, se construía la gran choza ceremonial denominada asimismo Háin, constituida por siete pilares de haya que representaban a los siete hombres provenientes de distintas regiones de la isla que desempeñaron el papel de los sho’ort en la primera ceremonia llevada a cabo por los hombres. Cada uno de ellos había cortado un árbol alto y lo había llevado al lugar donde se levantaría el Háin.
Esta choza ceremonial correspondía a una micro-representación del cosmos.
Junto a la renovación del rito mítico y la reinstauración del orden de Kenós, el Háin correspondía también a la iniciación de los jóvenes –llamados durante su iniciación klóketen– a su vida de adultos. Era una instrucción que se prolongaba durante el transcurso del Háin en la cual se transmitían las tradiciones del origen del mundo y del hombre, los conocimientos mágico-religiosos, el comportamiento ético adecuado y el arte de la caza (Keller, C. Dios en Tierra del Fuego. Página 24).
Sobre la tradición ritual del Háin, la antropóloga Anne Chapman ha precisado un dato fundamental: Desde, probablemente, miles de años atrás y hasta 1933 (último Háin), los jóvenes selk’nam eran iniciados en el Háin (…). A lo largo de los meses que duraba la ceremonia, los klóketen, los jóvenes iniciados, debían dejar de ser niños para convertirse en hombres. Este es el sentido que daban a las duras pruebas físicas y morales que los jóvenes tenían que soportar, como también a la educación que allí les impartían los mayores. Los instruían en las tradiciones de hóowin, a propósitos de los orígenes y las transformaciones de todas las cosas del universo. Les enseñaban el comportamiento que debían seguir y las obligaciones familiares y sociales que debían cumplir. Y tenían que confesarse en caso de que hubieran cometido falta contra ese código durante su niñez (Chapman, A. Fin de un mundo. Los selknam de Tierra del Fuego. Página 107).
1933: El último Háin
Con motivo de la colonización de Tierra del Fuego desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX, los descendientes de los selk’nam originales fueron exterminados.
La información consignada por Anne Chapman en Fin de un mundo (2002) es elocuente: 1933 fue el último Háin.
La última ceremonia iniciática de los jon. La última evocación de los poderosos dioses-espíritus de los hówen de la tradición selk’nam.
Es el sumergimiento de la antiquísima tradición patagónica-polar.
De manera ilustrativa, informante de Gusinde expresó así el devenir: Dejad pasar los años, y luego vuestro Dios comenzará a transformarse aquí en Temáuquel, y vuestros antepasados adquirirán el espíritu de los nuestros, y así, al contemplar estas praderas y estas selvas, estos ríos y estas montañas, nuestros hóhuen resucitarán, una vez más, en vuestros hijos, porque son inmortales y no perecerán mientras exista esta tierra, porque son ella misma y se identifican con todas sus formas (Keller, C. Dios en Tierra del Fuego. Página 119 (Los destacados son nuestros ~ Nota del autor).
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