Converso con Tatunca Nara, último jefe o “cacique” de los legendarios ugha mongulala de la foresta amazónica.
Sus palabras poseen esa vibración de un tiempo sin tiempo. O mejor, más allá del tiempo, pues se entroncan con el mito áureo de América-Huitramannaland, la “tierra de los hombres blancos”.
Tatunca habla de la antigua historia de su pueblo, de los dioses descendidos del firmamento y de los acontecimientos venideros. Y resuena en mi la concepción del visionario del Eterno Retorno de lo Mismo, Friedrich Nietzsche. Pues la tradición que comunica Tatunca se refiere precisamente a la concepción cíclica del tiempo. Al fin del “presente ciclo” y al inicio de una “nueva edad”.
He aquí sus palabras:
En 1982 varios planetas se alinearon y hubo una erupción en el Sol que fue muy grande que se concentró y ahora, casi cuarenta años después llega todo lo que fue expulsado desde el Sol –piedras, tierra y arenas y agua– a través del espacio. Esto significa un gran cataclismo para la Tierra.
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El asunto, para explicarlo así, es complicado.
Nosotros, los ugha mongulala, tenemos la historia escrita [de los acontecimientos] y además, el sacerdote tiene el poder de ver el futuro: En dos o tres años habrá un cataclismo enorme. Comenzará un gran terremoto. El tiempo de lluvias y sequía es ya una influencia de la masa que viene del Sol a la Tierra. No tiene relación con la desforestación del Amazonas. Los científicos están locos y no pueden entender. A esto se suma la guerra en Europa [Rusia y Ucrania].
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Pero no se trata de fenómenos naturales o casuales sino que corresponden a las fuerzas desplegadas por los dioses.
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Los dioses retornaron a la Tierra y han determinado el fin del presente ciclo. Es la destrucción de la Tierra. Mas no es el ‘fin del mundo’ sino el inicio del fin del presente ciclo y el comienzo de uno nuevo…
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El destino de los ugha mongulala es sobrevivir.
La comunicación es trascendental y se vincula con los conocimientos sagrados de los reches y machis del Chili Mapu sobre los cinco soles. Pues tal como en la tradición de los ugha mongulala sobre Akakor y Akahim –las “ciudades de los dioses”, el refugio se encuentra en el Minche Mapu, en la “tierra de abajo”, donde moran los dioses-pillanes, los ngen y los espíritus –los astralkörper o “dobles” de los guerreros e iniciados– para su “encarnación” en el Nuevo Sol –el Quinto Sol de la Humanidad Sagrada–.
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