domingo, 12 de junio de 2022

Analogía fundamental sobre el concepto del tiempo entre los araucanos de Chile y los arios de India


Una machi junto al rehue o poste escalonado, símbolo del eje del mundo. Sostiene el kultrún o tambor ceremonial donde se han estampado los soles en movimiento, es decir, la ideografía del tetraskelión o cruz gamada, concebido cada sol como una de las cuatro grandes eras (Fotografía de Martin Thomas, sin fecha).


Vicente R. Liberona en su notabilísima Reseña histórica desde que América fue poblada hasta su Descubrimiento (1913) presentada en la Sociedad Científica de Chile en 1920 y luego publicado en los Extractos de Actas de la Sociedad Científica del profesor Roberto Rengifo en el mismo año, consignó la concepción cronológica de los antiguos araucanos, caracterizada esencialmente por la sucesión de “edades” o grandes épocas o lilas con significativos hitos que se enfrentan a la así denominada historiografía ortodoxa –tales como el nombre de Mapu Tremo para América; la enunciación del gobierno de nueve ülmenes o caciques; un sistema de escritura aborigen araucano y la posterior irradiación de la civilización desde sur a norte --con hitos como la fundación de la monarquía inca en Perú--; la enseñanza de las divinidades y las construcciones de templos y ciudades en Mesoamérica–.

Un campo trascendental consignado por Vicente R. Liberona acerca de esta cronología es la noción del Mapu Tremu o “país hermoso, sin defecto, completo y tranquilo”, edad primigenia donde vivían los ülmenes y que presenta una clara analogía con la concepción de los indo-arios en torno al Satya Yuga (कृत युग) o “Edad de la Verdad” –y más apropiadamente, de la sabiduría, en el Paraíso-Paradesha de los hombres-dioses – que conforma la primera edad de la cronología consignada en las fuentes brahmánicas e hinduistas y vertidas en los Vedas –los ciclos involutivos del Satya Yuga, Treta Yuga, Duapara Yuga y Kali Yuga. Estas “edades” corresponden a los cuatro "soles” del kultrún según la información de la maestra Quinturay Raypán–. En términos generales, esta primera edad ha sido denominada “Edad Dorada” como metáfora del conocimiento –el Aurum Potabile, el “Fuego Líquido” como emanación del Sol Regio– y por ende, la edad por excelencia de los HOMBRES-SOL o Sonnenmenschen y, en términos mágico-religiosos la edad donde los Hijos del Sol moraron y sentaron las bases de las Ciencias Sagradas: El conocimiento del cosmos y de los astros, de la historia, la agricultura, la metalurgia y el “arte del buen gobierno”, entre otras ciencias–. Es el tiempo cuando comienzan las leyes que rigieron a los hombres y que guían las fuerzas espirituales de la raza –sea el Admapu de los ülmenes o las Leyes de Manú de los rishis–. En este sentido y muy significativamente, es en esta edad o “tiempo” donde se encuentran los altos conocimientos y tecnologías que en las edades siguientes se preservan y luego, se recuerdan como “portentos” de un lejanísimo pasado –in illo tempore–. Los mentados conocimientos y tecnologías de estos núcleos culturales se oponen a las nociones del evolucionismo, esto es, a que los logros y desarrollos se alcanzan tras un desarrollo paulatino –siguiendo las pretendidas corrientes evolucionistas–. ¿Cómo explicar entonces las maravillas de las antigüedades americanas como el Tiahuanaco-Puma Punku araucano y las denominas “Cuevas de Barabar” en Bijar, de los indo-arios? ¿Cómo dilucidar la mera idea de los threng-threng –uno de ellos identificado como cerro tronante y centellante y poseía la propiedad de “flotar sobre las aguas”– y de los vimāna o “vehículos voladores”?

Las analogías en ambas regiones se observan además en las representaciones de los dioses con tocados cónicos –los hówen y devas de Chile e India, respectivamente–; en la idea fundamental de la sacralidad del paisaje –especialmente de las montañas– y por cierto, en la presencia del sagrado símbolo del Sol en movimiento de los araucanos, es decir, la venerada swastika (स्वस्तिक) de los “nacidos dos veces”.

Todos estos elementos revelan la unidad ancestral y remota que a través de los símbolos y los mitos es posible comprender.

La analogía en las concepciones del tiempo entre araucanos y ario-indios sobre la “Edad Dorada” es elocuente: Es en ella donde vivieron los dioses, los reyes, los legisladores e impulsores de la civilización –los “héroes culturales” de la antropología– cuyos descendientes heredan y preservan la sabiduría ancestral, sorteando las grandes catástrofes cósmico-terrestres que han acontecido como resultado de la “caída” de las lunas y la eventual sobrevivencia de algunos individuos y clanes –véase Hörbigers Glazial Kosmogonie. Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems (“La Cosmogonía Glacial de Hörbiger. Una nueva historia del desarrollo del universo y el sistema solar”) de Hans Hörbiger y Philipp Fauth, publicada en 1913).

La conclusión del presente ciclo –el Kali Yuga– se inicia con la aparición de los signos del regreso –o despertar– de los dioses, de la raza divina de origen extraterrestre de los hówen-devas que dará comienzo a una Nueva Edad o Sol.

Rafael Videla Eissmann
8 de Mayo de 2022


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