viernes, 28 de marzo de 2025

El conocimiento ancestral de la Deidad de Yephun-Oiehuen


Dos representaciones prehispánicas con el mismo motivo: Figuras
antropomorfas en cuyos troncos se ubica el símbolo de Venus.

En el enlace anterior –Sobre un símbolo fundamental de la Deidad de Dos Caras de Yephun-Oiehuen–, hemos presentado las claves cognoscitivas de una magnífica representación textil descubierta en el norte de Chile (https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2025/03/sobre-un-simbolo-fundamental-de-la.html).

Ahora bien, tal como se ha indicado, en el tronco del Dios-Diosa se encuentra el emblema fundamental de Yephun-Oiehuen –la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde–, Venus.

La ubicación de este símbolo es la misma que se observa en un pectoral prehispánico descubierto cerca de Illapel, Región de Coquimbo, en el norte de Chile, por cuanto también presenta en la parte central de su cuerpo el venerado emblema astral. Sobre esta singular pieza, Miguel Serrano escribió: Figura única por su simbolismo. Tal vez tallada por los inkas blancos, los frisones o los hiperbóreos de Sudamérica, con anterioridad a la llegada y destrucción planificada de los judeo-cristianos. Una reliquia de los Dioses Blancos, con el símbolo de la Estrella de la Mañana, Oiyehue, la runa Venéris (Serrano, M. Memorias de Él y Yo. Volumen IV. Página 250). (Véase al respecto, Una reliquia de los Dioses Blancos: https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2024/08/una-reliquia-de-los-dioses-blancos.html).

Ambas representaciones deben comprenderse como evocaciones del conocimiento ancestral de la Deidad de Yephun-Oiehuen del cual surge el antiquísimo culto a la Luz Más Bella como explicó el arqueólogo Edmund Kiss sobre el astro de Venus.

Rafael Videla Eissmann
28 de Marzo de 2025


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Se prohíbe su reproducción).

martes, 25 de marzo de 2025

Sobre un símbolo fundamental de la Deidad de Dos Caras de Yephun-Oiehuen


El bellísimo textil prehispánico de Arica, en el norte de Chile,
con el simbolismo de la Deidad de Dos Caras de Venus.


Esta extraordinaria representación textil corresponde a una figuración simbólica de la poderosa Deidad de Dos Caras, del Dios-Diosa (“EL-ELLA”) de Wüñülfe –esto es, el “Portador del Amanecer”–.

En términos arqueológicos, el textil corresponde al denominado Período Desarrollo Regional en la costa o Cultura Arica –y sus dos fases conocidas como San Miguel y Gentilar (Ca. 1100-1470 d. C.)– del norte de Chile. Sin embargo, el origen de su simbolismo y sus claves se remontan al sur del país: Pertenece a la tradición de los lituches o “los hombres primitivos o del principio” y del conocimiento ancestral sobre el origen del mapuche u “hombre de la tierra” de Chile.

La figura antropomorfa ha sido trazada en un tono rojizo/ocre oscuro sobre un fondo de color pastel/beige.

La figura posee dos rostros –uno emplazado sobre el otro– que se complementan con dos rostros más –invisibles–. Se trata en realidad de Fucha-Huentru-Nguenechén –literalmente, “Viejo-Hombre-Dios”– y de Kushe-Domo-Nguenechén –la “Vieja-Mujer-Dios”–. Sus contrapartes invisibles son Hueche-Huentru-Nguenechén –el “Joven-Hombre-Dios”– y Ülcha-Domo-Nguenechén –la “Joven-Mujer-Dios”–.

El rostro de la parte inferior esboza una boca y aquel de la parte superior, en tanto, una suerte de nariz.

Sobre los rostros se eleva un “árbol” con siete ramas que se proyecta, verticalmente, hacia arriba. Desde el tronco surgen en cada costado tres ramas de forma tangencial y paralela.

En el tronco es posible observar dos runas –Odal y una variación doble de la misma–.

El “árbol” ciertamente corresponde a una analogía de la Columna Vertebral y por lo tanto, del Árbol del Mundo o Axis mundi.

Es el Irminsul (Yggrassil)/Rewe.

La figura antropomorfa está sentada en posición de “meditación yóguica” con los brazos extendidos y las piernas dobladas. Llamativamente las manos tienen cuatro dedos y los pies, en tanto, tres.

En el tronco del Dios-Diosa, en un espacio octogonal, se halla el símbolo fundamental de Yephun-Oiehuen, el astro doble de Venus, la Estrella de Ocho Puntas y en cuyo centro se encuentra un rectángulo que corresponde al Meli Witran Mapu o la “tierra de los cuatro lugares” y en ambos costados de éste, dos líneas onduladas en posición vertical semejantes a serpientes –¿ThrengThreng y KaiKai, las Fuerzas-Serpientes de los ciclos diluviales?– y cuatro pequeños discos en la zona ecuatorial de la estrella.

Arriba y debajo del emblema astral, nuevamente aparecen dos variaciones de la runa Odal y en torno a todo este conjunto, diez signos lenticulares –¿planetas, estrellas?–.

En la parte inferior se observa una especie de “cola” con dos volutas.

En torno al Dios-Diosa se encuentran ocho figuras antropomorfas de menor tamaño pero similar en su estilo y forma. ¿Se trata de los antupainko, los hijos-descendientes de la Deidad de Venus?

De modo certero, esta extraordinaria representación textil posee las claves cosmogónicas y antropogónicas de la Deidad de Dos Caras de Yephun-Oiehuen y de los hombres-dioses “descendidos” del firmamento de la tradición sagrada del Chili Mapu.

Rafael Videla Eissmann
24 de Marzo de 2025


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domingo, 9 de marzo de 2025

Erich von Däniken y Tatunca Nara: La tradición sagrada de los dioses


 
Bep Koroti. El “dios” descendido de las estrellas de la tradición de los kayapó
del Amazonas (Fotografía de Erich von Däniken).


Interlaken, Suiza. 9 de Octubre de 2024.

Me encuentro junto a mi amigo Diego Antolini. Nos reunimos con Erich von Däniken, el genial promulgador de la historiografía PaleoSETI. La conversación es trascendental, abordando los campos más fundamentales del conocimiento: El misterioso origen del hombre; la tradición ancestral y prácticamente planetaria sobre los dioses descendidos del firmamento; los extraordinarios monumentos de la antigüedad –el Templo de Setos en Abidos y la Gran Pirámide de Giza en Egipto, Tikal en Guatemala, el eje Tiahuanaco-Puma Punku en Bolivia y las ciudades subterráneas de la actual Turquía–; fuentes como Los Vedas, el Libro de Enoch e incluso determinados pasajes de la Biblia y campos cognoscitivos como la ‘aparición’ del hombre –el “Jardín del Edén”–, los espacios sagrados de la antigüedad donde se irguieron los templos, las grandes catástrofes cíclicas –abordando a autores como Platón y Hanns Hörbiger– y por cierto las concepciones de la ‘creación’ y la ‘evolución’.

Uno de los aspectos fundamentales de nuestra conversación se centra por cierto en los “dioses”. Y Erich revela algo fundamental sobre la tradición ancestral perpetuada de generación en generación: En cada cultura y en cada religión ellos [los dioses] prometieron en el pasado regresar (…). Y ellos han regresado. Ellos están aquí (…).

De modo significativo, el día después de nuestra fundamental reunión con Erich von Däniken, es decir, el 10 de Octubre, el legendario cacique de los ugha mongulala, Tatunca Nara, en asimismo una conversación trascendental, me señala prácticamente en los mismos términos:

La nueva civilización se originará en América del Sur (…).

Los dioses están aquí. Están en la Antártida, en los Andes y en el Himalaya. Son inmortales. Fueron conocidos por la civilización más antigua (…).

¿Es posible? Resulta un hecho extraordinario la exposición de una misma idea por dos figuras excepcionales que han abordado la HISTORIA PROHIBIDA de la humanidad –hoy sin contacto alguno y a miles de kilómetros de distancia–: Ambos han expresado sin intermediación –en menos de 24 horas– que los antiguos dioses –los extraterrestres– están aquí, impulsando tal como en la antigüedad, un nuevo ciclo.

Resuenan en estas comunicaciones –como en la antigüedad del mundo prediluvial– el anuncio de la aparición –el “retorno”– de los dioses y de la Nueva Edad –el Nuevo Sol–.

Rafael Videla Eissmann
8 de Marzo de 2025


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viernes, 3 de enero de 2025

“Los llamados dioses, los katchinas, los ayudaron con sus barcos y así llegaron a Chile y desde Chile subieron por el continente sudamericano, llegando finalmente a México y a los Estados Unidos”


Sika Hototo katchina Tihu, Miyaksoli katchina Tihu y Kakashka katchina Tihu (Fotografía
de Charles C. Pierce, ca. 1900 / California Historical Society Collection).


En Hówen-kachinas: Ecos del sustrato selk’nam-hopi (www.losvikingosenamerica.blogspot.com/2020/08/howen-kachinas-ecos-del-sustrato.html), se ha abordado la tradición mítica aborigen consignada en los estudios arqueológicos del profesor Roberto Rengifo publicados en Noticias y comentarios arqueológicos (1919) y Estractos de Actas de la Sociedad Científica (1920) de El Secreto de la América Aborigen, sentando la migración de sur a norte a escala continental de un sustrato civilizador: Los primitivos chili-viracochas.

Por cierto, el arqueólogo y especialista en el mundo tiahuanacota Arthur Posnansky sentó una concepción similar en Conexiones prehistóricas México-centroamericanas con la antigua metrópolis de los Andes (1932).

Más significativo aún, el notable escritor e investigador Erich von Däniken ha expresado (Nosotros, los hijos de los dioses, 2017) una tradición fundamental sobre la ignota historia del continente al señalar que en Arizona, en los Estados Unidos de América, viven los indios hopi. Hay un libro titulado The Book of the Hopis [“El Libro de los Hopis” de Frank Waters. The Viking Press, Inc. Nueva York, 1963] donde se afirma que sus antepasados provenían de un continente hundido que estaba en el océano Pacífico, y no en el Atlántico. Entonces, su vasto continente se hundió lentamente y es por eso que tuvieron que navegar en pequeños barcos y los llamados dioses, los katchinas, los ayudaron con sus barcos y así llegaron a Chile y desde Chile subieron por el continente sudamericano –Perú, Ecuador–, llegando finalmente a México y a los Estados Unidos donde se establecieron. Hoy viven en Arizona. Entonces sus mitos se refieren a un continente hundido en el océano Pacífico que fue su patria original.

Danza del katchina Shalako de los zuni (Ca. 1900).

Katchina zuni Calaka taka (“Hombre Maíz”) procedente de Walpi, Arizona,
Estados Unidos de América (Fotografía de Jesse Walter Fewkes, 1870).


Esta migración de sur a norte del sustrato civilizador austral se observa en un conjunto de campos arqueológicos y etnológicos pero especialmente en las notabilísimas representaciones de los dioses de Tierra del Fuego y de Arizona y New Mexico en Norteamérica, es decir, de los hówen y los kachinas, respectivamente –figuras antropomorfas coronadas por rayos/plumas que surgen desde sus cabezas–.

Como se ha indicado en Los poderosos dioses del polo antártico (www.losvikingosenamerica.blogspot.com/2024/12/los-poderosos-dioses-del-polo-antartico.html), la similitud entre los dioses de América del Sur y aquellos de Australia –los viracochas y los wanjina y gulingi, de forma respectiva– es decisiva. Y ésta se extiende a las figuraciones de los dioses-espíritus kachinas –los “Portadores de Vida”– de los grupos anasazi-pueblos –hopi, hopi-tewa y zuni–.

¿Cómo explicar las semejanzas entre los dioses en contextos geográficos, culturales y cronológicos tan apartados como el mundo andino, los territorios de New Mexico y Arizonas en de América del Norte y la región de Kimberley en Australia occidental?

La respuesta se encuentra en lo evidente: Hubo testigos de los dioses cuyas culturas perpetuaron su memoria por medio de los ritos y del arte tradicional.

Rafael Videla Eissmann
2 de Enero de 2025


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domingo, 29 de diciembre de 2024

Los poderosos dioses del polo antártico


El Supremo Viracocha en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, en Bolivia.


En su obra Los chiles (1921) –tercera parte de El Secreto de la América Aborigen– el profesor y arqueólogo Roberto Rengifo propugnó el génesis de la humanidad en la Antártida, asentando así la sugestión consecuente del origen antártico de la civilización. Contraviniendo los dogmas de la arqueología e historiografía ortodoxa, el profesor Rengifo ha señalado que la civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos.

Puede ser que más tarde aparezca en Australia otro principio más comprensivo, que nos explique hasta el origen polar antártico de la humanidad, desarrollada en su casquete de tierras hoy dislocado.

En efecto, ulteriores pesquisas a lo largo del siglo XX han permitido reforzar en base a la evidencia arqueológica la concepción trazada por el profesor Rengifo acerca del núcleo emanado del Polo Austral y su proyección en las masas continentales más próximas: La iconografía mítico-simbólica de los dioses-espíritus tanto del cono austral de América del Sur como de Australia son extraordinariamente parecidas. Se trata fundamentalmente de las representaciones de los wari wira qucha runa (huaracocha/viracochas) de los Andes y de los wanjina (wondjinas) y gulingi de Australia, portentosos seres descendidos del firmamento que crearon el paisaje y a los seres vivos y que posteriormente instruyeron a los hombres en las Ciencias Sagradas –el impulso vital de la civilización–.



Los viracochas, dioses de los Andes. Las representaciones corresponden a viracochas en el Valle del Encanto, en la Región de Coquimbo, Chile; viracocha junto a la estrella de ocho puntas en San Pedro de Colalao, Argentina y en Ometepe, en el noreste del volcán Coatlán –o volcán Maderas–, en Nicaragua.





Algunas de las representaciones rupestres de los wondjinas y gulingi en Kimberley, Western Australia.
Adviértase su notable similitud con las representaciones de los viracochas de América del Sur.


Las características de los dioses-espíritus en ambos continentes es similar: Son figuras antropomorfas con el rasgo distintivo de rayos o auras luminosas proyectándose desde sus cabezas –“halos” ha especificado Erich von Däniken– y ojos grandes y redondeados.

Tanto en América del Sur como en Australia, las tradiciones ancestrales refieren a que estos dioses-espíritus fueron los portadores y difusores de las Ciencias Sagradas, enseñando a los hombres los conocimientos y técnicas de la caza, la agricultura, la observación de las estrellas –entre otros campos–.

Estas representaciones plasmadas en el arte rupestre, en manifestaciones líticas, cerámicas y textiles, son reflejos tardíos de antiguos grupos que buscaron perpetuar la memoria sagrada de los dioses-espíritus descendidos del cosmos.

Significativamente, tanto los viracochas como los wondjinas y gulingi, volvieron al firmamento tras haber comunicado sus enseñanzas.

Rafael Videla Eissmann
25 de Diciembre de 2024


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miércoles, 18 de diciembre de 2024

El origen antártico de la humanidad


El continente antártico en el planisferio de Francesco Rosselli, confeccionado
en 1508 e impreso en 1521, en Venecia.


Roberto Rengifo, arqueólogo y profesor de Estética e Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes (1919) y del Instituto de Educación (1926) de la Universidad de Chile y miembro de la Société Scientifique du Chili (1904), presentó en Santiago de Chile la concepción fundamental del origen polar antártico de la humanidad –“el origen de la humanidad estuvo en el casquete polar antártico” (Sesión General de la Sociedad Científica, realizada el 29 de Diciembre de 1919)–.

Esta concepción se enlaza con los estudios del explorador y naturalista Francisco P. Moreno (Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido. O el núcleo zoogénico antártico. Buenos Aires, 1882), seguidos por la magna obra del erudito Emeterio Villamil de Rada (De la primitividad americana. Cochabamba, 1876 y La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. La Paz, 1888) y del arqueólogo Arthur Posnansky (Tihuanacu: La cuna del hombre americano. La Paz, 1945-1957, obra cuyo título original fue Tihuanacu: La cuna de la humanidad), en torno a la naturaleza vernácula del hombre en América y su irradiación a otras latitudes.

Por cierto, los estudios de estos grandes americanistas se basaron en campos geológicos, arqueológicos, mitológicos y folklorológicos.

El profesor Rengifo sentó el origen de la “humanidad blanca y clara” en el eje Antártida-Patagonia y que se irradia por el continente de sur a norte. Es la raza civilizadora de los ario-andinos –o anteos– que ulteriormente irrumpe y puebla a Europa desde occidente –“llegaron hasta el Chiria en el norte del Perú. Después, en plena cultura y en posesión de los metales, ocuparon todo Chile hacia el sur, hasta Chiloé y hasta Magallanes, y dieron vuelta por el Estrecho, difundiendo la cultura en el mundo, y especialmente en el Báltico y en el Mediterráneo” (Véase al respecto De origine actibusque Getarum (“El origen y las hazañas de los godos” o Getica, ca. 1551) del historiador Jordanes–.

Este grupo, debido a su rol civilizador, fue reconocido con distintos epítetos como viracochas en el mundo andino y quetzalcóatles-kukulkanes en Mesoamérica –“los semidioses encargados de educar al mundo”–.

Son los Dioses Blancos de América-Huitramannaland que conforma el sustrato pre-nórdico, irradiados a escala global como se observa en la universalidad de símbolos, mitos y la tradición de los dioses descendidos del cosmos.

En términos arqueo-antropológicos es la población de cráneos dolicocéfalos –el tipo arya de India y el Tíbet y el Cro-Magnon de Europa–; a los paleoamericanos de acuerdo la historiografía americanista y a los Dioses Blancos –los “héroes culturales”– de la mitología prehispánica –y sus descendientes, los indios blancos, observados y registrados desde el denominado “Descubrimiento” de 1492 hasta prácticamente la segunda mitad del siglo XX–.

La valoración del profesor Roberto Rengifo sobre el origen del hombre en la Terra Australis debe comprenderse a la luz de la filosofía plasmada por el filósofo Martin Heidegger –el “sentido de la tierra”– que constituye la base del Dasein –es decir, del «ser-ahí», «ser en el mundo», LO EXISTENTE–, en su sentido más profundo y esencial, apenas intuida por la pysché moderna pues se remonta a la concepción primordial del arya antártico-andino emanado del Polo Sur –la Weltanchauung de los hombres-dioses de la sagrada tradición ancestral–.

Con propiedad, puede indicarse que la trascendental concepción de Roberto Rengifo es EL MÁS GRANDE PENSAMIENTO pues comprende a Σοφία (“Sabiduría”), Παιδεία (“Cultura”) y Φύσις (“Naturaleza”) –el “ser del hombre”–.

Esta concepción engloba la totalidad del hombre y de la historia –el “valor vital”–.

Rafael Videla Eissmann
17 de Diciembre de 2024


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lunes, 7 de octubre de 2024

Una “piedra horadada” en la península Ibérica


La “piedra horadada” expuesta en el Museo de Arqueológico Nacional.


El profesor Roberto Rengifo escribió en Estractos de las Actas de la Sociedad Científica (1920) sobre la irrupción en la península Ibérica de los anteos originarios de la América Austral:

La Gulfstream o Corriente del Golfo de México sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales Europa con razas blancas americanas.

(…)

Con unos 1500 a 2000 antes de la era actual [judeo-cristiana], bastaba para encuadrar esa raza celta que se estableció en la costa occidental de Europa, sin haber provenido del oriente, según muchos autores, en la hipótesis de que provendrían de América y llegaron por el océano Atlántico.

El hecho es muy posible, pues la Corriente del Golfo de Méjico ha debido arrastrar en más de cien ocasiones a los primitivos navegantes del archipiélago Antillano y arrojarlos a Irlanda, donde primero aparecieron los celtas, pasando después al país de Gales, a Bretaña y por último a España, para unificarse con los iberos y producir los «celto-iberos», tenidos como los aborígenes de la península española.

Estos celtas –continúa Rengifo–, al descender de norte a sur por países sin cordilleras y, al llegar a la primera serranía transversal, al sur del mar Cantábrico, que es un verdadero cordón como los numerosos y prolongados que existen en América, la bautizaron con el nombre de Piri-neo.

(…)

En la toponimia española hay muchos lugares con nombres o raíces americanas primitivas, cuyo estudio debe hacerse; pero no es este el único fundamento para atribuir a los celtas origen americano. La somatología general de esa raza y de la primitiva andina, es muy semejante: Bajos, gruesos o redondeados, miembros cortos, cabeza desarrollada, pies y manos pequeños, cabello generalmente negro y a veces coloreados como en Boroa e Irlanda, piel blanca, pero no alba, pechos pardos, etc. Esta raza andinocelta, diferente de la patagona o pampa y sus derivados, de largos miembros y gran estatura, es producto de los archipiélagos y montañas; por eso es chico de cuerpo y más cerebral; fue la primera que en América empujó la civilización de sur a norte, escribiendo en las rocas sus nacientes ideas, desde Arauco hasta Yanquilandia; tomó grandes bríos en el mar Caribe y arribó a Gran Bretaña (Roberto Rengifo, Estractos de las Actas de la Sociedad Científica. Páginas 20 y 21).

Una pieza del Museo de Arqueológico Nacional de España evidencia este movimiento transcontinental en la Ante-Historia: Se trata de una “piedra horadada” descubierta en la Cueva del Hilguerón, en Rincón de la Victoria, Málaga.

La leyenda que la acompaña reza: “Masa de palo cavador”.

¿Cuál es su origen? ¿Cómo y por qué fue depositada en la Cueva del Hilguerón? ¿Existen otras “piedras horadadas” en las colecciones arqueológicas de España?

Ciertamente, la pieza es similar en material, estilo y dimensiones a aquellas de la tradición sagrada de los aborígenes Chile –los lituche-araucanos– y que se vislumbra, de igual modo, en el sustrato andino-celta.

Rafael Videla Eissmann
6 de Octubre de 2024


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