El profesor Roberto Rengifo escribió en Estractos de las Actas de la Sociedad Científica (1920) sobre la irrupción en la península Ibérica de los anteos originarios de la América Austral:
La Gulfstream o Corriente del Golfo de México sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales Europa con razas blancas americanas.
(…)
Con unos 1500 a 2000 antes de la era actual [judeo-cristiana], bastaba para encuadrar esa raza celta que se estableció en la costa occidental de Europa, sin haber provenido del oriente, según muchos autores, en la hipótesis de que provendrían de América y llegaron por el océano Atlántico.
El hecho es muy posible, pues la Corriente del Golfo de Méjico ha debido arrastrar en más de cien ocasiones a los primitivos navegantes del archipiélago Antillano y arrojarlos a Irlanda, donde primero aparecieron los celtas, pasando después al país de Gales, a Bretaña y por último a España, para unificarse con los iberos y producir los «celto-iberos», tenidos como los aborígenes de la península española.
Estos celtas –continúa Rengifo–, al descender de norte a sur por países sin cordilleras y, al llegar a la primera serranía transversal, al sur del mar Cantábrico, que es un verdadero cordón como los numerosos y prolongados que existen en América, la bautizaron con el nombre de Piri-neo.
(…)
En la toponimia española hay muchos lugares con nombres o raíces americanas primitivas, cuyo estudio debe hacerse; pero no es este el único fundamento para atribuir a los celtas origen americano. La somatología general de esa raza y de la primitiva andina, es muy semejante: Bajos, gruesos o redondeados, miembros cortos, cabeza desarrollada, pies y manos pequeños, cabello generalmente negro y a veces coloreados como en Boroa e Irlanda, piel blanca, pero no alba, pechos pardos, etc. Esta raza andinocelta, diferente de la patagona o pampa y sus derivados, de largos miembros y gran estatura, es producto de los archipiélagos y montañas; por eso es chico de cuerpo y más cerebral; fue la primera que en América empujó la civilización de sur a norte, escribiendo en las rocas sus nacientes ideas, desde Arauco hasta Yanquilandia; tomó grandes bríos en el mar Caribe y arribó a Gran Bretaña (Roberto Rengifo, Estractos de las Actas de la Sociedad Científica. Páginas 20 y 21).
Una pieza del Museo de Arqueológico Nacional de España evidencia este movimiento transcontinental en la Ante-Historia: Se trata de una “piedra horadada” descubierta en la Cueva del Hilguerón, en Rincón de la Victoria, Málaga.
La leyenda que la acompaña reza: “Masa de palo cavador”.
¿Cuál es su origen? ¿Cómo y por qué fue depositada en la Cueva del Hilguerón? ¿Existen otras “piedras horadadas” en las colecciones arqueológicas de España?
Ciertamente, la pieza es similar en material, estilo y dimensiones a aquellas de la tradición sagrada de los aborígenes Chile –los lituche-araucanos– y que se vislumbra, de igual modo, en el sustrato andino-celta.