viernes, 1 de agosto de 2014

Las clavas de los antiguos araucanos de Chile


Una clava araucana del sur de Chile (izquierda), símbolo de poder entre los lonkos o jefes. Nótese la similitud con la cabeza de un dragón en la proa de un drakkar (“dragón” en islandés) o långskip de los pueblos nórdicos (derecha), encontrada en Holanda y que se remonta al siglo V de la era cristiana. Cabe destacar que las representaciones más conocidas de las cabezas de dragón de estas embarcaciones son tardías (700-1000).


Las clavas o clavas-insignias de los antiguos araucanos de Chile, fueron símbolos de poder portados por los lonkos o jefes de los clanes.

Estos símbolos, confeccionados a partir de distintos materiales líticos, se caracterizan por presentar la forma de una “medialuna” en uno de sus lados, de cuya parte inferior se desprende un mango o astil, que es por donde se coge la figura. Las clavas tienen un promedio de 230-250 mm de alto por 110-170 mm de ancho.

Una cantidad considerable de clavas presentan un círculo central, hecho que ha llevado a la interpretación vulgar de ser este un ojo y que las clavas son representaciones del loro tricahue (Cyanoliseus patagonus bloxami) o cefalomorfas, según las premisas de los arqueólogos del Museo Chileno de Arte Precolombino.

Algunas de las clavas conocidas poseen patrones de líneas incisas, usualmente asociadas al círculo central -el cual puede presentar líneas dobles o ser un sobre relieve-, hecho que permitiría sugerir que estas insignias corresponden a un sistema calendárico que se basaba en una cuenta solar y lunar, por cuanto el primero estaría representado por medio del círculo central y la Luna, en tanto, por la forma de medio círculo de la figura.

A pesar de conformar parte de su cultura, no hay conocimientos entre los indígenas sobre estas claves codificadas.

Clavas araucanas. En el “cuerno” superior de la forma de medialuna se descubre la ideografía
del “Árbol de la Vida”, esto es, la runa Man de múltiples brazos.


¿Cuál es el origen de estos símbolos de poder? ¿Cuál es su antigüedad real? ¿Cuál es el origen de su forma?

Es posible que su origen se remonte a los lituche o glyche, los “hombres de la aurora”, o antupainko, es decir, los habitantes prediluviales del territorio de Chile.

La naturaleza sagrada de estos emblemas se comprueba por la presencia de símbolos grabados en ellos, tales como el “Árbol de la Vida”  y la estrella de vespertina y matutina, es decir, la estrella helíaca de Yephun-Oiehuen.

Rafael Videla Eissmann
1º de Agosto de 2014.



 * (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos. Se prohíbe su reproducción).

martes, 1 de julio de 2014

Símbolos rúnicos en la alfarería del territorio de Chile


 
 El símbolo sagrado del Sol: La swastika o “Cruz de nuestros ancestros” en un motivo de la alfarería
diaguita del norte de Chile (Museo Regional de La Serena).


Diversas piezas arqueológicas descubiertas en el territorio de Chile constatan la presencia de símbolos rúnicos y fórmulas runoides, aun cuando en realidad se debería hablar de símbolos pre-rúnicos por cuanto estas ideografías son anteriores a la formulación del sistema rúnico del Futhark germánico y sus ramificaciones en distintos puntos de Eurasia.

En este sentido, dichas ideografías se encuentran en campos tales como las inscripciones petroglíficas, los textiles y la alfarería. Este último campo otorga pruebas claras de la simbología rúnica-runoide, la cual se remontaría a la edad de los Lituches, es decir, los hombres de la aurora, o el principio de la generación de los hombres, conforme la tradición aborigen del Chillimapu que ulteriormente fue consignada por cronistas como Diego de Rosales. Los Lituches o Glyches fueron los hombres-dioses que transmitieron la sabiduría y los símbolos sagrados de la civilización prediluvial a los sobrevivientes y éstos a las generaciones sucesivas. De tal forma, estos símbolos fueron estampados en diversos campos como los señalados arriba. Sin embargo, ello no significa, necesariamente, que en tiempos posteriores los artífices de estos símbolos o bien, los portadores de éstos, conociesen su significado profundo y sus claves mágico-religiosas. Es muy posible, como dilucidara el profesor Carlos González -refiriéndose a la simbología de la alfarería prehispánica- que se poseyeran formas “normalizadas” (convencionalizadas en su figura), lo que permite clasificarlos por épocas, aunque los elementos “decorativos” se mantuvieron constantes. Es decir, que se repitieran los trazos del símbolo, sus formas “normalizadas” o estandarizadas, ya devenidas en elementos “decorativos” u ornamentales.

Un aríbalo atacameño con influencia incásica en el cual destaca el patrón
de  “cruces en movimiento” (Museo Chileno de Arte Precolombino).

 
La runa Gibur estampada en un aríbalo tricromático del sur de Chile
(Museo Nacional de Historia Natural).


Las ideografías rúnicas-runoides se descubren de esta manera en la alfarería de los araucanos, mapuches, diaguitas y atacameños, asociadas al mismo tiempo con la simbología solar y la tríada cromática negro-blanco-rojo o bien, con colores equivalentes.

Ciertamente, los símbolos rúnicos del territorio de Chile no son un caso aislado ni exclusivo en el campo precolombino pues ideografías similares se encuentran en la cultura tiahuanacota, quechua, incásica, chibcha y en diversas tribus amazónicas.

Los ejemplos de la alfarería del territorio de Chile que hoy se conocen son de una época relativamente cercana a la irrupción hispana del siglo XVI y que pudiesen haber sido, a su vez, efluvios de las oleadas de los pueblos nórdicos -antecediendo en casi tres siglos al arribo de los españoles y portugueses-, quienes regresaban a América-Huitramannaland, esto es, la tierra de los hombres blancos, o Albania, de significado homónimo.

Rafael Videla Eissmann
1º de Julio de 2014


Izquierda: Variaciones de la runa Odal en ambos costados del rostro antropomorfo en esta vasija de la cultura diaguita (Museo Chileno de Arte Precolombino). Derecha: Detalle de un aríbalo atacameño con una variación de la runa Man como “Árbol del Mundo” y “soles en movimiento” con la características tricromática de negro-blanco-rojo (Museo Chileno de Arte Precolombino).

Izquierda: Alfarería araucana del sur de Chile con un patrón de “cruces en movimiento” similar
al del aríbalo atacameño. Derecha: Alfarería araucana tricromática con patrón de rayos solares. Esta
figura -como muchas otras claves de la alfarería prehispánica- debe observarse desde el plano vertical, hecho
que permite apreciar en este caso que se trata de la representación del Sol.


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La cartilla oghámica de San José de Ka’asapa, en Paraguay


El paisaje del Departamento de Ka’asapa, o Caazapá, en Paraguay.


Las siguientes láminas corresponden a la transcripción, análisis y estudio de la cartilla oghámica descubierta en San José de Ka’asapa, en Paraguay, la cual fue desarrollada por el profesor Vicente Pistilli.

Conforme al profesor Pistilli, esta es la estructuración de la cartilla:

Lámina I:

Figura 1: Esgrafiado del templo de San José de Ka’asapa. Diseño: 20 cm x 60 cm.

Figura 2: Alfabeto oghamico. 5 grupos de 5 letras.

Figura 3 Cartilla oghámica. Posición A.

Lámina II:

Figura 4: Posición B.

Figura 5: Distinción fonética. Letras T–C.

Figura 6: Esgrafiado del templo de San José de Ka’asapa. Criptograma rúnico.

 Lámina I.

Lámina II.



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viernes, 13 de junio de 2014

Vikingos en América


 
 El dios blanco y barbado mesoamericano, Quetzalcóatl, de acuerdo a un manuscrito del siglo XVI.


Extracto de un artículo de Gregorio González aparecido en la revista Más allá de la ciencia (1996), en el cual se hace mención a la presencia vikinga en América, conforme a los postulados del profesor Jacques de Mahieu. Lamentablemente, el eurocentrismo insostenible de De Mahieu, lo hace declarar que los Dioses Blancos de la América Aborigen -Quetzalcóatl, Kukulkán- fueron nórdicos divinizados con el paso del tiempo; o bien, que los vikingos fueron los impulsores de las civilizaciones mesoamericanas y andinas. Mas, si esto fuese así, ¿dónde se hallan en Europa las matrices del sistema calendario mesoamericano de la Piedra de los Soles, o bien, la matriz de la Puerta del Sol de Tiahuanaco y los patrones megalítico-astronómicos?

Sí estamos ciertos en el arribo de poblaciones nórdicas al continente americano a partir del siglo X, aproximadamente, pero es incorrecto atribuir a ellos la aparición y desarrollo de culturas y civilizaciones que se remontan a la época prediluvial, esto es, anterior a 12.900 años.


El hallazgo en tierras americanas de estelas y objetos con inscripciones vikingas y de representaciones de amerindios junto a símbolos vikingos en monumentos templarios europeos, sumado al minucioso estudio de las sagas y relatos tradicionales escandinavos, llevaron al investigador Jacques de Mahieu a desarrollar en profundidad la teoría de la presencia vikinga en América.

El profesor Jacques de Mahieu.


De Mahieu, uno de los mayores especialistas en la materia, ha recorrido numerosos países americanos en busca de pruebas y se ha encontrado con numerosas evidencias que sugieren la llegada accidental de embarcaciones al Nuevo Mundo. Pero De Mahieu va mas allá al afirmar que incluso deidades tradicionales como Quetzalcóatl y Kukulkán eran realmente vikingos que fundaron colonias, imperios y comerciaron con el Viejo Mundo. Una hipótesis que plasma contundentemente en su obra Colón llegó después (1988), y que él mismo sintetiza así: “Ullman -un héroe nórdico- llegó con siete navíos, con unos setecientos vikingos, hombres y mujeres, originarios del Schleswig, y se apoderó del Anáhuac, donde se convirtió en el quinto rey de los aztecas, el Quetzalcóatl guerrero. Al cabo de unos veinte años se dirigió al Yucatán con una parte de sus hombres, donde se le recordaba con el nombre de Kukulkán. Más tarde, tras algunas dificultades con los indígenas, continuo su camino hacia la meseta”. Según de Mahieu, el héroe vikingo descendió hacia Venezuela, costeó el continente americano y descubrió el Pacífico. Allí, “los vikingos descendieron a lo largo de la costa hasta llegar a la altura de Arica, no sin detenerse en el camino para fundar el Reino de Quito e imponer su autoridad a los chimúes, ascendiendo después al altiplano. Desde su capital, Tiahuanaco, situada a orillas del lago Titicaca, se lanzaron a la conquista del subcontinente. Su imperio se extendió muy pronto por Bogotá, en la actual Colombia, hasta Valparaíso, en Chile, con dos salidas al Atlántico: El Amazonas, al norte, y el Peaviru, al sur, el ‘Camino Blando’ que llegaba a Paraguay y al océano, pasando por la Sierra de la Plata”. Y añade: “Eran unos cuarenta mil cuando, hacia 1290, los araucanos del cacique Kari, venidos de Chile, se apoderaron de Tiahuanaco. Algunos de los supervivientes de la matanza que se produjo remontaron la costa hacia Ecuador, donde embarcaron en balsas con rumbo a la Polinesia. Otros, entre ellos las famosas amazonas, se refugiaron en la selva amazónica y paraguaya, donde he encontrado a sus descendientes. Otros, por último, rehicieron sus fuerzas en el Apurímac, en Perú propiamente dicho, y unos diez años más tarde descendieron sobre Cuzco, donde fundaron el Nuevo Imperio, el de los Incas, en norrés, de los descendientes”.

La presencia vikinga en América habría sido especialmente palpable en Brasil, país que, siempre según el aventurado De Mahieu, les abría paso al Atlántico para establecer comercio inicialmente con sus compatriotas y posteriormente con… ¡los templarios!, dando origen a la leyenda de los indios blancos del Amazonas.

Gregorio González


 Inscripciones rúnicas en Paraguay.


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lunes, 2 de junio de 2014

Raíces comunes (III)


 Izquierda: Detalle de una cerámica incásica del Cuzco con símbolos cruciformes. Derecha: Detalle de la parte superior de la piedra rúnica de Rökstenen, en  Östergötland, Suecia. Se puede apreciar la clara similitud entre ambas expresiones.


Se puede colegir que en base a las similitudes de determinadas manifestaciones culturales y tradiciones de algunos pueblos de Asia, Europa y América, estas se remontan a un sustrato común cuyo origen se encuentra en una raza de característica dolicocéfala que ha dejado sus huellas a nivel planetario.

Una de las razones de estas similitudes se explicaría por medio de la migración de este grupo primigenio -Völkerwanderungen- como resultado de las catástrofes cíclicas expuestas en la Cosmogonía Glacial (1913) y en la multidisciplinaria Doctrina del Hielo Mundial o Welteislehre.

Conforme al arqueólogo Edmund Kiss en Die Kosmischen Ursachen der Völkerwanderungen (“Las razones cósmicas de las migraciones de los pueblos”. Köhler & Amelang Verlag. Leipzig, 1934), los sobrevivientes del último Diluvio, es decir, el Götterdämmerung, tras la fijación de los nuevos factores climatéricos y ambientales y la estabilización del flujo de los niveles de agua, encontraron condiciones adecuadas de existencia en áreas del mar Mediterráneo, Egipto, India, el sur de China, el actual desierto del Gobi y en Norte y Sudamérica, desarrollando en períodos de tiempo relativamente cortos, nuevas culturas con patrones de gran antigüedad.

Izquierda: Una barca de totora empleada en la actualidad por los habitantes de Titicaca. El origen de este tipo de embarcación se remonta a los uros -los “primeros hombres”-. Derecha: “Barco-dragon”, un drakkar vikingo, de acuerdo al manuscrito Northumbrian (siglo X).


Este hecho, es decir, la existencia de grupos portadores de antiquísimas tradiciones, permite explicar los sistemas ideográficos con patrones de gran antigüedad, como la escritura rúnica en Europa y las más remotas ideografías y símbolos petroglíficos grabados en los Andes, como asimismo, las similitudes ya enunciadas.

Pero ¿fue este acaso el fin de las extensas migraciones a escala planetaria? No; pues así como hubo una catástrofe producida por la caída de la Luna Terciaria, el actual satélite está determinado a repetir el mismo devastador acontecimiento. Como certeramente ha explicado Kiss, la gente tendrá que emigrar de nuevo. Ese es su destino. Y este destino es cósmico, ya que depende de la Luna.

Rafael Videla Eissmann
2 de Junio de 2014

La cabeza de una embarcación del Titicaca y de Escandinavia, respectivamente.



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domingo, 1 de junio de 2014

Raíces comunes (II)


Izquierda: El Irminsul de la tradición germánica, representación del Árbol del Mundo. Centro: Detalle de una vasija precolombina del mundo andino, con la representación de una figura antropomorfa en cuya cabeza figura un símbolo similar al Irminsul. Derecha: Vasija precolombina del mundo andino tricomátrica, con el mismo símbolo.


Prosiguiendo con las ideas expuestas en Raíces Comunes (I) -Mayo de 2014-, a continuación se presentan los siguientes registros iconográficos sobre un símbolo fundamental de la antigua tradición de los Hijos del Sol: El Árbol del Mundo, auténtico Axis Mundi; reflejo del Árbol Cósmico, eje inmutable y puente de los mundos. Es el sagrado Irminsul, o Yggdrassil de los ario-germanos, la “Columna Invisible”, el Árbol Polar.

Esta ideografía-símbolo, una de cuyas variantes es la protoruna Man, se puede rastrear en la iconografía de distintas culturas del mundo precolombino, cuyos sustratos se remontan a la edad de los hombres-dioses, los viracochas y su fabulosa civilización prediluvial.

Rafael Videla Eissmann
1º de Junio de 2014

Izquierda: Clava araucana, con un Árbol del Mundo inscrito en su parte superior. Derecha: Fósil de una especie vegetal descubierto en la Patagonia chilena.

 Petroglifos de la zona central del Chilli-mapu, con la ideografía-símbolo de la runa Man.

 Vasijas precolombinas del mundo andino con el venerado símbolo del Árbol del Mundo.

Izquierda: El Árbol Sagrado mesoamericano, ilustrado en el Códice Borgia. Derecha: El símbolo báltico de Laima slotina, diosa del nacimiento y del destino -Trīs Laimes-.



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jueves, 1 de mayo de 2014

Raíces comunes (I)


Representaciones petroglíficas del Sol, el Yung-Drung o swastika y una Media Luna, en el Tíbet.


Una lejana raíz común se descubre en culturas en puntos geográficos lejanos entre sí, que no obstante, guardan claras similitudes. Por cierto, estos componentes son rechazados por la historiografía y la antropología oficial atribuyendo un sinnúmero de argumentaciones. A pesar de ello, las semejanzas no son fortuitas y se encuentran en culturas cuyas raíces se remontan a la época prediluvial (vorsintflutliche), siguiendo los postulados cosmoglaciales de Hans Hörbiger y Philipp Fauth. Así se explica, en parte, las similitudes encontradas en distintos campos culturales que no son comprendidos desde la concepción evolucionista de la historiografía ortodoxa.

La tradición diluvial, el culto a los ancestros y al Sol Invisible; el símbolo del “Sol en movimiento”, el hakenkreuz o swastika y el carácter guerrero de sus sociedades son algunos de los factores comunes entre estas culturas. Como ejemplo de esto, obsérvese las similitudes entre la trutruka de los araucanos -en el sur de Chile-, el erke o quepa del altiplano andino -suroeste de Argentina, sur de Bolivia y norte de Chile-, el alforn -alphorn o Cuerno de los Alpes- y el dungchen -o rag-dung del Tíbet-, instrumentos de vientos o aerófonos de culturas solares y guerreras que los han empleado como instrumentos de comunicación pero sobre todo, como instrumentos en ceremonias mágico-religiosas.

El marco conceptual que permite la expansión del conocimiento es la Cosmogonía Glacial, entregando al mismo tiempo la posibilidad de vislumbrar las huellas de las culturas prediluviales.

Rafael Videla Eissmann
1º de Mayo de 2014

Un descendiente de araucano y su trutruka (Siglo XX).

Un altiplánico con un erke (Siglo XX).

Suizos con el alforn (Siglo XIX).

Lamas tibetanos con el dungchen (1938).



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