lunes, 23 de marzo de 2020

Ídolos antropomorfos: Una remota relación entre Chile, Canadá y Rusia


Chemamüll u “hombres de madera” de la Araucanía, en el sur del Chili Mapu
(Colección del Museo Chileno de Arte Precolombino).


En Chile, la tradición ancestral de los lituche-araucanos refiere a los chemamüll u “hombres de madera”, evocación en realidad, de los lituche o glyche, es decir, los hombres primitivos o del principio según escribía el abate Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776).

Junto con su altura –en torno a 2,5 a 3 metros– estas figuras labradas en madera se caracterizan por una suerte de tocado denominado callana que era –de acuerdo a sus tradiciones– una especie de tiesto o vasija que los hombres colocaron sobre sus cabezas cuando el “ThrengThreng” ascendió al firmamento durante el último Gran Diluvio.

Sin embargo, no todos los chemamüll fueron representados con callanas.

Antiguo chemamüll en Ñorquinco, en la Provincia de Neuquén, Argentina.
Adviértase su notable similitud con el Ídolo de Shigir (Ca. 1970s).


De modo significativo, la tribu cowichan (quamichan/kw’amutsun) –parte de los pueblos de Coast Salish en la región del valle Cowichan en la isla de Vancouver, en Columbia Británica, Canadá–, posee representaciones antropomórficas cúlticas similares: Se trata de figuras labradas en madera de gran tamaño que asimismo portan una suerte de “tocado”.

 
 Tótems antropomorfos de los cowichan, en Vancouver, Columbia Británica,
Canadá (Cowichan Indian Totem. 1942? / City of Vancouver Archives).


Sin errar, es posible colegir en el aspecto esencial de ambos grupos una vinculación con el fascinante Ídolo de Shigir, una escultura antropomorfa labrada alrededor de 9500 a. C.–es decir, tiene una antigüedad de 11.000 años (Mesolítico)–, descubierta hacia 1890 en Shigir, en la vertiente oriental de los Urales centrales, en la zona periférica occidental siberiana, cerca de la aldea de Kalata (Kirovgrad), al noroeste de Ekaterimburgo, en Rusia.

El Ídolo de Shigir alcanza 2,8 metros de altura –aun cuando originalmente era de 5,3 metros– y posee un conjunto de caracteres simbólicos sobre el mundo celestial, el mundo subterráneo y la Naturaleza.

¿Qué relación hubo entre estos núcleos culturales en el hemisferio sur y norte de América y aquel de Siberia? ¿A qué cultura perteneció el fenomenal Ídolo de Shigir?


  
 El Ídolo de Shigir (Museo “Exposición Histórica”
en Ekaterimburgo, Rusia).


La historiografía difusionista, evolutiva y no-contactista americana sencillamente no puede abordar estos campos cognoscitivos. Los excluye, rechaza y/o niega: “No hubo tales relaciones”; “no hubo tales contactos”.

Y un gran silencio.

Pues hacerlo, implicaría reescribir la feble historiografía ortodoxa.

Sin embargo, las propias tradiciones culturales –los mitos, esto es, la historia pretérita, los símbolos, el Volkskunde, las representaciones del arte y los propios vestigios arqueológicos sin los filtros de la historiografía dogmática– evidencian estas remotas relaciones.

 El Ídolo de Shigir (Museo “Exposición Histórica” 
n Ekaterimburgo, Rusia).


No resulta aventurado vislumbrar las huellas de los primitivos cazadores-shamanes de la última Edad del Hielo –neolíticos o protoarcaicos en la periodización americana– en sus extensos movimientos migracionales no solamente a escala continental sino también, a nivel transpacífico en épocas aún no comprendidas por la historiografía pero sí vislumbradas por historiadores como Juan Ignacio Molina en su estudio Sulla propagazione sucesiva del genero umano (“Sobre la propagación sucesiva del género humano”. Ca. 1818-1820) –idea reproducida por profesor Hugo Gunkel en El origen del hombre americano según el naturalista chileno Juan Ignacio Molina (1965)– y trazada igualmente por el explorador Thor Heyerdahl en The Kon-Tiki Expedition: By Raft Across the South Seas (“La expedición Kon-Tiki: En balsa por los mares del sur”, 1952) y American Indians in the Pacific: The Theory Behind the Kon-Tiki Expedition (“Indios americanos en el Pacífico: La teoría detrás de la Expedición Kon-Tiki”, 1952) y por nuestro investigador Óscar Fonck Sieveking en Rapa Nui: El último refugio. El origen de los pascuenses (1973) y Vikingos y berberiscos. Los más osados conquistadores (1978).

Rafael Videla Eissmann
21 de Marzo de 2020


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
Se prohíbe su reproducción).

domingo, 8 de marzo de 2020

P. H. Fawcett y la tradición del Gran Diluvio


P. H. Fawcett cartografiando la zona fronteriza entre Brasil
y Bolivia en 1908 (Royal Geographical Society).


El último gran Diluvio, conocido como Tripalafkén –la Gran Agua o Inundación– por los lituche-araucanos y Götterdämmerung o Crepúsculo de los Dioses por los aesir-germanos, es la refracción mítica del conocimiento de la catástrofe cósmica-planetaria como consecuencia de la asimilación de un cuerpo celeste en torno a 12.900 años atrás provocando una lluvia de bolas de fuego que incendió la mayor parte del hemisferio norte, causando la extinción de la megafauna, como los mamuths, los mastodontes y el caballo americano, y la fragmentación de los paleoamericanos –pre-Clovis y Clovis–.

Una consecuencia directa de este fenómeno fueron las extensas migraciones tras la búsqueda de nuevos hábitat correspondientes a los movimientos migratorios humanos descritos por los arqueólogos Herman Wirth, Arthur Posnansky, Edmund Kiss y Roberto Rengifo.

En relación con la Gran Catástrofe, Percy Harrison Fawcett expresó (Exploración Fawcett adaptada de los manuscritos, cartas y memorias de Percy Harrison Fawcett por su hijo Brian. Segunda edición. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1955 [1953]), que sobre América cayó la maldición de un gran cataclismo, recordado en las tradiciones de todos estos pueblos, desde los indios de la Columbia Británica hasta los de Tierra del Fuego. Puede haber sido una serie de catástrofes locales, de carácter espasmódico, o también un desastre repentino y arrollador. Su resultado fué cambiar la faz del océano Pacífico y levantar Sudamérica en algo semejante a su forma actual. No tenemos experiencia moderna para medir la extensión de la desorganización humana resultante de una calamidad que erigió un continente de las islas y creó nuevos sistemas montañosos y fluviales. Sólo sabemos que la destrucción de una gran ciudad puede convulsionar a una nación hasta sus fundamentos.

No requiere mucho esfuerzo e imaginación comprender la desintegración y degeneración gradual de los sobrevivientes después del cataclismo, con sus espantosas pérdidas de vida. Los toltecas se separaron en grupos, luchando cada uno por su propia supervivencia. Sabemos que tanto los nahuas como los incas fundaron sus imperios sobre las ruinas de una civilización más antigua. En el continente norte, más allá de los límites de las ciudades toltecas, en lo que actualmente forma California, Arizona, Texas y Florida, parecen haber degenerado hasta la barbarie. No sólo fueron las ciudades de los Cliff-Dwellers (antiguos indios norteamericanos que vivían entre las rocas), habitadas más tarde por los otomis del norte, sino también la tradición da a los caribes (o toltecas degenerados) un carácter de salvajismo extremo.

Entre todos los pueblos antiguos, la educación se confiaba especialmente a los sacerdotes, que pertenecían a las castas dirigente o estaban íntimamente ligados a ella. Eran los guardianes de las crónicas y de las tradiciones. Una calamidad que sacudió al mundo entero y dejó al ras del suelo a poderosas ciudades de piedra de la antigua América, probablemente también barrió con la casta sacerdotal, así como con las masas de la población laica. Deben haber pasado muchos siglos antes que la reconstrucción produjera algo semejante a una civilización avanzada. Debe haber cesado todo comercio, pues la tradición enseña que el océano Atlántico no era navegable, debido a la violencia de las tormentas, y esta leyenda no es del lado americano, sino del europeo. Probablemente lo mismo ocurría con el Pacífico. Casi no hay duda de que un cataclismo de tales dimensiones produjo mareas extraordinarias y catástrofes menores en todo el mundo, porque por todas partes se encuentran tradiciones que hablan de un Diluvio (Páginas 370 y 371).

Rafael Videla Eissmann
7 de Marzo de 2020


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
Se prohíbe su reproducción).