sábado, 29 de septiembre de 2018

Una representación de Sleipnir en Huitramannaland-América


Sleipnir. Izquierda: Representación petroglífica del caballo de ocho patas en Colorado, Estados Unidos. Derecha:
La Piedra de Tjängvide, descubierta en Gotland, Suecia, con la representación de Odín montando a Sleipnir
en las puertas del Walhalla.


Hijo de Loki y Svaðilfari, el corcel de ocho patas Sleipnir nació en Ásgarðr, el Recinto de los Æsir. Perteneció a Odín, el señor de las runas.

Tras la muerte de Baldur ocasionada por el propio Loki, el asen Hermðór –hermano de Baldur– montó a Sleipnir y cabalgó durante nueve noches a través de profundos y oscuros valles en los que Hermdór no podía ver cosa alguna. Cruzaron el puente del río Gjöll y Gjallarbrú donde se encontraron  con Móðguðr, la doncella protectora del puente. Luego prosiguieron hasta llegar al dominio de Hel –el Inframundo, la Tierra Hueca–, cruzando su umbral –la apertura polar–. Allí pidió a Hel el retorno de Baldur a Ásgarðr.

Hel asintió pero pidió que todos los seres –animados e inanimados–, lloraran por el asen muerto.

Así lo hicieron todos, menos la espantosa giganta Thokk –Loki disfrazado–.

Baldur permanecerá entonces en el Helheim hasta el Ragnarökkr, el Destino Final de los Dioses.

La evocación del galope de Sleipnir se observa en esta fabuloso petroglifo en uno de los valles de Colorado, en Estados Unidos. Un Hombre-Sol –representado como un círculo con una cruz inscrita o ‘cruz celta’– monta al portentoso corcel, que bien puede ser Odín encabezando la marcha de los 432.000 Einherjer.

Un eco de la tradición de los germanos en Huitramannaland.

Y el himno de la Gran Guerra entre los Hijos de la Luz y los Demonios.

Rafael Videla Eissmann
26 de Junio de 2018


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domingo, 16 de septiembre de 2018

“Dioses-demonios”


El “dios-demonio” en el códice Magliabechiano.


Siguiendo la noción del enlace anterior –“Huitzilopochtli”–, los códices Magliabechiano y Tudela presentan la imagen de un “dios” devorador de humanos. Aun cuando son parte de un mismo corpus del período colonial temprano, indudablemente la información contenida es de origen prehispánico.

Ahora bien, el “dios” devorador y quien se le ofrendan los humanos, es de mayor dimensión que sus acólitos, posee garras en vez de dedos en manos y pies y lleva asimismo un gran tocado. En la lámina del códice Magliabechiano este dios-demonio de color verdoso parece que ha sido liberado de un de una habitación o espacio –adviértanse las tiras rojas en sus extremidades–, mientras que en el códice Tudela aparece sobre una especie de estructura piramidal.

El “dios-demonio” en el códice Tudela.


Pues bien, ¿qué relación puede haber entre el Dios Increado Itzamná y estos dioses-demonios antropófagos o más precisamente, con estos seres que se alimentan de sangre y de los sacrificios humanos (“dioses-vampiros”)? Al igual que en otras regiones de América y del globo, los “dioses-demonios” han suplantado a la Deidad Suprema y astutamente han sido posicionados en los templos. Pues, ¿cómo se produce el ‘cambio’ entre la ritualidad naturalidad hacia la Divinidad Creadora y sus diversas manifestaciones y luego, los sacrificios y la fagocitación de los “dioses” que no son tales, sino entidades que necesitan alimentarse de la sangre? El mismo proceso se descubre en la tradición de los araucanos de Chile y el Dios Supremo Chao Ngnechén que ulteriormente pasa a ser ‘alimentado’ con animales y humanos por los mapuche. El fenómeno, por cierto, es general en la América prehispánica. Las interrogantes son fundamentales: ¿Cuándo y cómo se produjo la ‘sustitución’? ¿Quiénes fueron sus impulsores y ejecutores?

Al igual que el ídolo “Huitzilopochtli” presentado en la Description de l’Univers (1683) de Alain Manesson Mallet y en Staat von America (1714) de Caspar Gottschling, el “dios” de los sacrificios en los códices Magliabechiano y Tudela es en realidad un demiurgo.

Rafael Videla Eissmann
16 de Septiembre de 2018


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jueves, 13 de septiembre de 2018

Huitzilopochtli


 Uitziliputzili en la obra de Alain Manesson Mallet
Description de l’Univers (1683).


Huitzilopochtli fue el gran dios solar de la guerra de los mexica. Hijo de Coatlicue, Huitzilopochtli es uno de los cuatro tezcatlipocas –junto a Xipetótec, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca–.

Fue el tezcatlipoca azul y su reino sagrado o “punto cardinal”, el sur. Poseyó el poderoso báculo Xiuhcóatl o “Serpiente de Fuego”.

Huitzilopochtli fue quien ordenó a los mexicas –originarios de la mítica Aztlán–, fundar su reino donde estuviera “un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente” (Véase en este sentido la fascinante Tira de la Peregrinación).

Uno de los dos espacios ceremoniales del Templo Mayor o Huēy Teōcalli de Tenochtitlán estaba dedicado precisamente a este hombre-dios. El otro se destinaba a Tláloc.

Ahora bien, llamativamente, algunas representaciones europeas –para precisar, Uitziliputzili y Viztlipuztli idolum Mexicanorum en Description de l’Univers (Thierry Denys. París, 1683. Este misma ilustración apareció luego en Roman regalía de 1735) de Alain Manesson Mallet y Staat von America (Renger. Halle, 1714) de Caspar Gottschling, respectivamente–, muestran a Huitzilopochtli como un gigantesco ser de naturaleza híbrida –rostro, torso y brazos humanos; alas y extremidades de artiodáctilos–, el cual porta un tocado de plumas y sostiene en su mano derecha un escudo y una rama en tanto que en su mano izquierda porta una especie de antorcha.

Además, Huitzilopochtli lleva el rostro de un felino a la altura de su estómago.

Viztlipuztli idolum Mexicanorum en Staat von America (1714)
de Caspar Gottschling.

El dios Huitzilopochtli en el Códice Tudela.

Huitzilopochtli en el Códice Tovar.

Detalle de la ilustración la obra de Alain Manesson Mallet.


Evidentemente, algunos podrán argumentar que esta representación de Huitzilopochtli obedece a las caracterizaciones e iconografía propias de la demonología realizadas por los misioneros y sacerdotes cristianos. Pero, ¿es ello efectivamente cierto? ¿Es posible, más bien, que éstos hayan atribuido a otro ser el nombre de Huitzilopochtli, el «dios colibrí» del sur? Resulta paradójico, pues de hecho las mentadas representaciones –es un solo motivo– no guardan relación alguna con las efigies prehispánicas de esculturas o códices del dios Huitzilopochtli.

¿Entonces a quién o a qué se ha representado? ¿Es el ídolo el tezcatlipoca azul, el «dios colibrí» del sur? No se trataría de Huitzilopochtli sino de la representación o evocación de un dēmiūrgus, de un ignoto ‘dios-demonio’ asentado en el antiguo México.

Rafael Videla Eissmann
12 de Septiembre de 2018

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miércoles, 5 de septiembre de 2018

“La Torre de Hércules” en la Coruña: Apreciaciones de Roberto Rengifo sobre la obra de Francisco Tettamancy Gastón


Grabado europeo del siglo XVIII del encuentro con los gigantes patagones. Éstos
últimos son los chiles, es decir, los viracochas o Dioses Blancos.


En los Extractos de las comunicaciones y las conferencias de la Sociedad Científica de Chile de 1920, se señala:

El señor Rengifo comenzó por manifestar que iba a hacer un comentario sobre el libro de La Torre de Hércules, concerniente a un faro prehistórico del puerto español de La Coruña, que había recibido de su autor el escritor español don Francisco Tettamancy Gastón, por intermedio del Secretario General de la Sociedad Científica, libro que hacía referencias a los estudios sobre escrituras rupestres o petroglifos, publicados en las “Actes” de la Sociedad, las cuales habían llegado a España a tiempo para reforzar las teorías interpretativas del señor Cabré y Aguiló, especialista paleógrafo de la península ibérica.

Se extendió el señor Rengifo sobre el paralelismo de las escrituras prehistóricas, en rocas, entre España y Chile y sobre los faros primitivos, columnas ardientes sinónimas del nombre Hércules Egipcio, tenido como personaje constructor de ese primer faro. Hizo interpretaciones de otros nombres, como Britania, igual “Dos costas” y “Coruña”, igual a “Señora del Espíritu del Agua” o “Perla del Mar”, apoyándose en el significado de las raíces de la América Antártica. De aquí dedujo también que había habido emigraciones marítimas de Sudamérica a España y que éstas las efectuaron los arios de Can (aristocracia de los obreros primitivos de estas costas del sur), haciendo estación previa en las Canarias.

Ilustró en el pizarrón el capítulo sobre los petroglifos.

El señor Blanchard-Chessi manifestó, después de apreciar el esfuerzo del señor Rengifo para sustentar las teorías que defiende, que le llamaba la atención la insistencia con que el señor Rengifo explicaba el significado de algunas palabras españolas atribuyéndoles etimologías de carácter araucano, y así, en la palabra co-ruña decía que co (partícula mapuche), significa agua. Le rogó al señor Rengifo manifestar si atribuía el mismo origen a otras partículas idénticas pertenecientes a palabras hispanas y americanas, como por ejemplo en la palabra “México”.

El señor Rengifo replicó que podía presentar una cuantiosa lista de palabras de todo el mundo cuyo significado se explicaba perfecta y adecuadamente con estas raíces antárticas monosilábicas de articulación directa y que la lengua española era la más categórica en su forma y en la que cuadraban mejor.

* * *

Estos son los ecos de la historia de los arios de Can, la aristocracia de los obreros primitivos de estas costas del sur surgidos del Chili-Mapu.

Rafael Videla Eissmann
21 de Mayo de 2018


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