domingo, 25 de febrero de 2024

Simbolismo trascendental del Irminsul: La memoria cósmica


 
El Irminsul, Eje del Mundo, en las fojas 75 y 76 del Códice de Madrid.


El símbolo del Irminsul, el Eje del Mundo, se encuentra en las fojas 75 y 76 del fabuloso Códice de Madrid, llamado también Códice Tro-Cortesiano del período maya clásico post-tardío pero, indudablemente, originario de una remota tradición polar. Ahí se ha plasmado una concepción espacial del mundo bajo el ordenamiento arquetípico de la tetrapartición ( + ) y en cuyo centro se eleva el Árbol del Mundo, siendo la mismísima representación del Irminsul de los germanos, es decir, un eje que se proyecta en su parte superior en dos ramas o volutas. En su base se encuentra la Gran Pareja Divina, es decir, Ometeótl, la Divinidad Dual –Ompacatotiotzin–.

Apropiadamente, basándose en la sabiduría ancestral de sus informantes, el cronista Fernando de Alva Ixtlilxochitl en el capítulo I de la Historia de la nación chichimeca –obra escrita entre 1610 y 1640–, ha realizado referencia a este símbolo como Quiahutzteotlchicahualiztéotl o Tonacaquáhuitl, que quiere decir “Árbol del Sustento o de la Vida (De Alva Ixtlilxochitl, F. Historia de la nación chichimeca. Página 20).

Un eco simbólico y muy significativo se revela en la cosmogonía del sustrato maya: Hunal Yeh levantó al cielo y lo apoyó con un árbol Wakah Chan, en el centro del universo (…). En un principio se elevó el cielo de las aguas de origen y posteriormente se erigió un árbol de apoyo como el eje central del universo (…). En el centro se encontraba el Wakah Chan, el Gran Árbol Cósmico, que había sido levantado a un año de la creación. Posiblemente correspondía a la Vía Láctea, pero probablemente tenía un aspecto vertical que unía los tres planos del universo, al mundo terrestre en medio, al cielo arriba, y a las aguas de origen abajo del anterior (Eggebrecht, E.; Eggebrecht, A.; Seipel, W. Et al. Maya amaq’: Mundo maya. Página 230).

Una noción semejante fue consignada por el monje benedictino Rudolf von Fulda (Ca. 865) en Von den Wundern des heiligen Alexanders (“De miraculis sancti Alexandri De miraculis sancti Alexandri”) donde señala que Irminsul significa “pilar universal que todo lo sostiene”.

Con propiedad, la antigua raza descendiente de los dioses –en América, Europa, Asia y Polinesia– se refirió a este trascendental símbolo como el Árbol-Columna del Mundo –“Árbol de la Vida”, “Árbol del Conocimiento”– y más apropiadamente, el árbol del Universo, del Tiempo y de la Vida.

Sobre el significado mágico-esotérico del símbolo del Eje o Columna del Mundo, Miguel Serrano ha expresado: IR o ER: Es el nombre hiperbóreo para la Columna, que según la creencia de los griegos y de otros pueblos, sostenía el cielo en el Polo Norte, encajando arriba en la Estrella Polar. Radical del más alto de los Dioses, Irmin. (…) En la leyenda de los mortales se transforma en una Columna. Perdida ya Hiperbórea sus descendientes involucionados, los germanos, adorarán el Árbol Irminsul, con el radical IR, como representación material de esa Columna y también del Poder sobrehumano perdido. En verdad es un culto simbólico de los antepasados divinos polares. La adoración del “Árbol que alcanza el cielo” será llevada a América por el éxodo hiperbóreo, luego por los vikingos (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Páginas 188 y 189).

Precisando aún más sobre este significado, Serrano ha escrito sobre el Irminsul: [Es] el Árbol que en el culto germánico representa la Columna que en el Polo sostenía el Cielo. Es un fresno. […] En el Sur del Mundo es la Araucaria gigante. En otros sitios es el Ceibo, o Ceiba. También es la Encina Sacra (Donar). A su sombra se reunían en Consejo los Ases. Para los germanos representaba la ascendencia divina y en el Árbol se rendía un culto a los antepasados extraterrestres (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Página 189).

Se concluye, en suma, que junto a la naturaleza transcendental y polisemántica del símbolo del Gran Árbol a escala global, este preservó la memoria cósmica de los antepasados divinos, de los descendidos del firmamento.

Rafael Videla Eissmann
23 de Febrero de 2024


Bibliografía

Eggebrecht, Eva; Eggebrecht, Arne; Seipel, Wilfried; Grube, Nikolai & Krejci, Estella
Maya amaq’: Mundo maya. Editorial Iximulew. Guatemala, 2001.

Serrano, Miguel
NOS. El Libro de la Resurrección. Editorial Kier. Buenos Aires, 1980.

Videla Eissmann, Rafael
Irminsul. Simbolismo en torno al origen de la raza polar. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2017.



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miércoles, 14 de febrero de 2024

Un símbolo común de la Venezuela prehispánica y del Antiguo Egipto


Símbolo del Eje Polar en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela y sobre
la cabeza en una divinidad custodia del corazón de Tut-Enkh-Amón (1334 y 1325 a. C.).

Alrededor de 10.425 km separan a la Venezuela prehispánica (-1492) del Antiguo Egipto. Este marco cronológico cultural es trazado para comprender –o, al menos, para lograr una aproximación– una notabilísima similitud de un símbolo en ambas regiones. Se trata de una manifestación del antiguo conocimiento geográfico de las aperturas polares. En primer lugar, se trata de una inscripción lítica en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela: Claramente, se trata de una representación de la Columna o Eje Polar –el Irminsul–, conformando las volutas superiores e inferiores las equivalencias estilizadas de las aperturas polares. Adviértase en la parte central de esta figura el “Sol Central” o “Sol Humante” de la Tierra Hueca de la cual da cuenta la tradición sagrada. En tanto, el símbolo en Egipto se encuentra sobre la cabeza de una de las tres divinidades –hoy en la colección del Egyptian Museum in Cairo– que custodiaban el corazón de Tut-Enkh-Amón, último monarca de su familia real en el final de la dinastía XVIII que gobernó entre 1334 y 1325 a. C.

También aquí se observan las volutas o ‘aperturas’ de ambos polos: Es Nun o el “Cielo”, y Duat, el “Inframundo”.

Por cierto, estas “similitudes” no son coincidencias o casualidades. Véase, en este sentido, el culto a los dioses del firmamento, la concepción de “Hijos del Sol”, el culto al Sol a través del símbolo del Disco Solar, la elongación craneal y las prácticas rituales de momificación y luego, específicamente, la ancestral representación de los “hombres-pájaros” (https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2020/06/hombres-pajaros-chile-egipto.html).

¿Cómo explicar estas fundamentales semejanzas? Las claves fueron otorgadas por los sustentadores de la obra de Hans Hörbiger y Philipp Fauth, Cosmogonía Glacial de Hörbiger. Una nueva historia del desarrollo del universo y el sistema solar (“Glazial Kosmogonie. Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems” de 1913) como es el caso del gran explorador Edmund Kiss y su observación de las extensas migraciones (Völkerwanderungen) de antiguos sustratos culturales como resultado de las catástrofes cósmicas.

Más allá de la así denominada “historia oficial” se encuentra la historia mítica, es decir, la historia de los dioses y sus portentosas civilizaciones solares.

Rafael Videla Eissmann
5 de Febrero de 2024

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