La fonolita Chonchón, cerca de El Zapallar, en la Región de Coquimbo, en el norte de Chile. Don Ladislao Errázuriz de pie, al centro; Roberto Rengifo sentado, al centro (1920).
Extracto del octavo subcapítulo de Los chiles (1920) del profesor Roberto Rengifo –tercera parte de El Secreto de la América Aborigen (1919-1921)–, en el cual expone la concepción del origen polar antártico del hombre, la migración de los viracochas y la conformación del imperio andino aborigen.
Sugestión consecuente: Origen antártico de la civilización
No ofuscándose con los dogmas preestablecidos, especialmente por el que ha querido imponer que la población americana ha tenido origen en el Asia, y que el movimiento de migración ha sido de norte a sur; se queda con el criterio libre para juzgar mejor el encadenamiento de los hechos que día a día nos van revelando los estudios antropológicos de las regiones últimamente exploradas.
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Hoy por conveniencia y por orgullo mal fundado, es el hemisferio norte el que se atribuye todos los orígenes; desgraciadamente para ellos, sin verdaderos fundamentos. Nosotros, del hemisferio antártico y especialmente los americanos australes, tenemos también el derecho, ya que vamos siendo cada vez más conscientes, de desenterrar verdades y, exhibirlas como dogmas mucho más concordantes con la explicación fácil y sencilla de los hechos: La civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos.
Pueda ser que más tarde aparezca en Australia otro principio más comprensivo, que nos explique hasta el origen polar antártico de la humanidad, desarrollada en su casquete de tierras hoy dislocado; entonces tendremos que inclinarnos ante él; pero mientras tanto, y para encadenar con lógica todo el material antro-arqueológico sur y norteamericano, no debemos titubear en empezar por lo más primitivo y sencillo que estamos viendo, el hombre fueguino, y avanzar de sur a norte al mismo compás de las complicaciones, perfeccionamientos, expansiones, y aún degeneraciones que se produjeron hacia el norte hasta culminar en México.
Todo el desarrollo ha sido amoldado en la topografía y los climas del continente, y tan perfectamente graduados en la paulatina ocupación del mundo, sobre todo en la primera capa de poblaciones sin retrocesos todavía, que se ve originarse cada instrumento y cada costumbre, desde el Cabo de Hornos a Tehuantepec, de la manera más lógica y gradual.
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Más al norte, en la mejor zona agrícola de Chile, progresarían estas industrias [líticas], perfeccionando la cerámica, y la chacra regada por inundaciones, en los terrenos bajos y sueltos que hoy se llaman islas en las orillas de los ríos, lo mismo que en Egipto. Estos cauques ya hicieron inscripciones ideológicas en las rocas, sobre el culto a la madre tierra, a los muertos y a los fenómenos meteorológicos; los cauques o caucas eran blancos, bien formados y patilludos; en la otra banda poblaron Córdoba y siguieron por Bolivia, Colombia, las Antillas, etc. Más al norte, desde el Maipo hasta el Choapa aparecen los chiles, descubridores del cobre, mejores cultivadores, perfeccionadores del riego por canales, descubrieron las campanas y las esquilas para tropas de comercio, construyeron las primeras rudimentarias ciudades de piedra, y fortificaciones o pucarás, escribieron grandes ideografías en las rocas, se constituyeron en la primera nación de tribus confederadas, e inventaron los símbolos de autoridad en el tocado y el toqui o cetro en la mano, discurrieron el sistema electivo y propaló la primera religión agrícola legislativa, con el objeto de dominar abarcando territorios y diciéndose pueblo elegido; lo cual hasta ese momento se acercaba a la verdad.
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Los mineros o cordilleranos fueron los últimos en llegar a la latitud del altiplano americano en Bolivia a orillas del lago Titicaca. Seguramente un gran cazador, el inventor del arco y la flecha puso a raya el orgullo de los metalurgistas, e invitando a los ricos costinos que ya tenían por centro el Chimú en el norte del Perú; proyectó la primera gran confederación o imperio, con centro en el Pirehué o altiplano, donde se construyó sin concluirlas, una inmensa torre (la actual Ackapana) y una ciudad o templo palacio (el actual Huma Punco [Puma Punku]) en cuya puerta se ve a cuarenta reyes, en tres filas, representando las tres razas, acudir bajo la potestad común del Señor del Mundo (El Pachachachito o Pachatitán) [Se trata de la Puerta del Sol de Tiahuanaco]. Los andinos van al centro con cabezas de pájaros, los pampinos con cabezas de puma o cuadrúpedo en sus emblemas, y los costinos llevan cabezas de pescado.
El objeto era el de unificar las costumbres y las lenguas ya muy diversificadas. El proyecto fracasó por las tendencias dominadoras de unos y las independientes de los otros, suscitándose guerras destructoras en que los más ricos y menos belicosos chimus, perecieron por las flechas de los cazadores y por las armas de metal y hondas de los mineros.
Sobrevino después una raza central en el Cuzco, con cualidades mixtas y que tenía por objetivo y símbolo otro metal, el oro; fueron los incas quichuas.
Toda esta gestión relatada a priori aproximadamente es lógica y encadenada y parte de ella figura en las tradiciones de los primeros pueblos navegantes; los fenicios. La norma sudamericana debe ser, pues, estudiar la arqueología de sur a norte.
Roberto Rengifo
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