Cubierta de los Extractos de Actas de la Sociedad Científica, del profesor Roberto Rengifo, cuarta parte de El Secreto de la América Aborigen, obra publicada en Santiago de Chile en 1921.
En la cuarta parte de El Secreto de la América Aborigen, Extractos de Actas de la Sociedad Científica, publicado en Santiago de Chile en el año de gracia de 1921, el profesor Roberto Rengifo realizó algunos comentarios a comunicaciones anteriores en la Societtè Scientifique du Chili, abarcando tres tópicos con especial énfasis en el poblamiento del continente americano y en la idea-fuerza fundamental de su labor de investigación arqueológica y antropológica: La autoctonía del hombre americano y su expansión a Europa.
Sobre los aborígenes americanos
Al señor Raby, dijo el señor Rengifo, deseo replicar sobre la observación que hizo con motivo de mi comunicación respecto al libro La Torre de Hércules [de Francisco Tettamancy Gastón aparecido en 1920], en cuanto manifestó que la América se había poblado mediante las diferentes inmigraciones arrojadas a sus costas por las corrientes oceánicas. Creo recordar que indicó tres corrientes que llegan a América desde África, Oceanía y Asia. Respecto a la africana, aparentemente es justificada por encontrarse población morena en la región ecuatorial del Atlántico del Brasil, en el territorio más avanzado hacia el oriente y ser esta región la que menos dista, en Sudamérica, de otro continente.
Yo observo, sin embargo, que aunque hay negros a ambos lados del Atlántico, los africanos y americanos difieren fundamentalmente en la somatología general y especial, sobre todo en el sistema piloso. En África el corte del cabello es arriñonado y, esto hace que se enrolle y sea motudo como vellón de cordero, o por lo menos crespo u ondulado como pasa en Europa, que evidentemente ha tenido más mezcla de razas africanas; en tanto que el sistema piloso general americano se distingue por lo liso y por dar un corte completamente circular.
Lo obscuro de la piel de los tropicales americanos no sería entonces por contagio africano, sino por el propio clima tropical sudamericano, admitiendo, además, que nunca son éstos franca y absolutamente negros, sino aceitunados o acanelados. No encuentro fundamento, entonces, para que una corriente marina haya poblado con africanos una parte de la América.
Respecto a la corriente sur del Pacífico, que habría traído polinesios a América tengo que aceptar la similitud de algunas razas y costumbres primitivas entre los oceánicos y los costinos del Pacífico; pero no comprendo, por ejemplo, el por qué la Isla de Pascua o cualquiera otra, pequeña también y sin recursos suficientes, hayan sido la cuna del hombre, y de ahí poblarse un gran continente como la América, y no lo completamente inverso; cada isla puede haber sido una colonia americana en el esparcimiento de la especie humana nacida y desarrollada en este verdadero gran continente paraíso.
No encuentro fundamento bastante a esta segunda población por corriente marina de la Oceanía, y sí veo la inclinación a elucubrar de la manera más alambicada o problemática y no con la naturalidad que los fenómenos se nos presentan.
En cuanto a la tercera corriente, la del Japón o Kurosivo, es evidente que es la más enérgica y capaz de arrastrar embarcaciones con relativa rapidez, desde el Asia por el N. E., hacia la costa occidental americana; pero esta corriente sólo serviría para que volvieran a América los primitivos hombres que poblaron todas las costas del Pacífico, alimentándose del marisco y dejando como documentos su conchales [Kjöekkenmoeddinger], zambaquíes, etc., hasta dar vuelta por Alaska y las Aleutianas, poblando con los peludos aínos el Japón, al mismo tiempo que los hijos de Can o cancos o changos, es decir, obreros del agua o navegantes costinos sudamericanos, llamados canacas en la Polinesia, las Filipinas y la China, poblaban la zona menos fría y formaban la raza amarilla. La somatología del chango meridional y del chino es casi igual y se ve que el lenguaje monosilábico conservado en Asia, es ya lengua muerta o sólo existente en islas, cuando se formaron las lenguas aglutinantes y polisintéticas (como les dicen), araucana, aimará, y quichua de América.
No creo tampoco, en consecuencia, que esta tercera y gran corriente haya sido la pobladora de América.
En resumen, el americano es autóctono.
Queda aún una cuarta corriente no tomada nunca en cuenta por los europeos, a pesar de ser la más fuerte de todas, el Gulfstream o Corriente del Golfo de Méjico, y de navegar a favor de ella constantemente. Esta sí que sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales de Europa con razas blancas americanas.
No es simple coincidencia el que los terribles dioses marinos de los fenicios fueran los caribes o cabires, y que en el mar Caribe, archipiélago antillano y golfo de Méjico se formara la raza más fiera y atrevida de navegantes primitivos. El canibalismo o antropofagia ha tenido que nacer en las rudezas y el desamparo de las largas navegaciones voluntarias o casuales, y es así como entre caribes marinos no se consideraba hombre cabal al que en su vida no se había comido a otro, es decir, al que no había escapado de todas las crueles peripecias de una larga navegación. Excusado es recordar que aún hoy el último recurso de los náufragos o navegantes desamparados es sortear al que debe servir de alimento a los demás.
Entre los fenicios se hizo costumbre religiosa el sacrificio humano, y en la América sólo se ha constatado desde la región Caribe hacia el norte: Los aztecas por ejemplo.
Es evidente que el canibalismo no ha nacido en la placidez de los hogares del hombre primitivo pescador, agricultor o ganadero, sino entre fieros aventureros.
Es lógico aceptar que a hombres de esta fiereza no arredraba el mar y que en sus aventuradas excursiones fueran arrastrados muchas veces por el Gulfstream y ocuparan poco a poco las costas europeas y entraran al Mediterráneo bajando desde el norte donde dejaron sus cromlech, stonehenges y cultos druidas, sangrientos también.
Creo, en resumen, que el americano es autóctono y emigró de sur a norte.
Roberto Rengifo
Bibliografía
Rengifo, Roberto
El Secreto de la América Aborigen. I. Noticias y comentarios arqueológicos. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1919.
_ El Secreto de la América Aborigen. II. Estractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920.
_ Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles. Impreso en los Talleres de la Empresa Zig-Zag. Santiago de Chile [1920].
_ El Secreto de la América Aborigen. IV. Extractos de Actas de la Sociedad Científica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1921.
_ El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.
Videla Eissmann, Rafael
Roberto Rengifo y el Secreto de la América Aborigen. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica y el origen polar antártico del hombre. Editorial Puerto de Palos. Santiago de Chile, 2007.
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