La bandera de la Jura de la Independencia de Chile (12 de Febrero de 1818), con el símbolo de la estrella de Venus
al interior del pentagrama. Es el símbolo de la Divinidad de Dos Caras.
Diversas interpretaciones y estudios se han elaborado sobre el simbolismo de la bandera de la Jura de la Independencia de Chile –12 de Febrero de 1818– en torno a sus dimensiones, colores, proporciones y significados. Es una base. Lo fundamental, en realidad, es la presencia del símbolo de la estrella de ocho puntas, es decir, del símbolo de Venus, la Patria Astral de los primigenios habitantes del Chili-Mapu.
El símbolo de los Caminantes de la Aurora.
El primigenio símbolo de la estrella de los chiles es una evocación del símbolo celeste: El Lucero de la Mañana y de la Tarde. Tanto la antigüedad de esta representación como sus posteriores y variadas estilizaciones en numerosos campos culturales desde Tierra del Fuego a Alaska, revela la importancia que cobija este signo como fundamento del origen y del destino. Ciertamente, la importancia del símbolo venusino se halla extensamente difundida a nivel panamericano: Es la estrella doble de Yephun-Oiehuen, también llamada Wüñülfe (otra grafía es Guñelve) por los araucanos, herederos de la tradición cultural –Epeu y Nütram– de los antiku-pu-che –los Hijos del Sol– y de los lituches, los hombres del comienzo; conocida más arriba en latitud como Čauk-kola por los uros; Quyllur o Estrella Solitaria en la tradición aymará y Ch’aska Quyllur de los quechuas e incas; los quichés la describieron como la Gran Estrella o Icoquih; los mayas, en tanto, la reconocieron en sus diferentes fases: Xux Ek (la “Estrella Avispa”), Nok Ek (la “Gran Estrella del Firmamento”), Sastal Ek (la “Estrella Brillante”), Chac Ek (la “Estrella Roja del Horizonte”) y Ahzab Kab Ek (la “Estrella Matutina”), concepción vinculada con Chaac, Deidad de la Lluvia; es la Gran Estrella o Huey Citlalín de los aztecas asociada a Ehecatl –también vinculado a la lluvia–, una de las manifestaciones del kukulkán Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada.
La Estrella de la Mañana fue venerada también por las tribus guerreras y solares de América del Norte como los pawnee, los osages, cheyenne y lakota sioux.
Ahora bien, el sincretismo de la tradición aborigen y gótico-hispana en Chile se observa en el culto de la Virgen del Carmen, evocación de la Wüñülfe Kushe, es decir, el Lucero de la Mañana –la “Diosa Venus”, Mapullunque–. Su símbolo fue estampado al interior del pentagrama de la bandera de la jura de la Independencia de Chile el 12 de Noviembre de 1817, día de la Virgen del Carmen. De allí que la Virgen del Carmen, el Lucero de la Mañana, sea la Patrona del Ejército de Chile. En este sentido, el antropólogo Rolf Foerster, basándose en informantes de origen mapuche, ha escrito que la Virgen del Carmen, como madre, es la salvadora no sólo de los mapuches, sino de todo el país: “La Virgen María es nuestra madre, porque nacimos de una madre. La Virgen del Carmen fue la salvadora de nuestro país cuando se iba a perder la guerra [la Guerra del Pacífico, 1879-1883 contra la alianza de Perú y Bolivia]. Ella nos guía y nos salva de toda enfermedad” (Rolf Foerster, Introducción a la religiosidad mapuche (1993). Página 78).
Detalle de la bandera con el símbolo de la estrella de ocho puntas.
El símbolo de Venus es así la representación de Wuñelvefucha/Wuñelvekushe, es decir, la Deidad de Dos Caras, Dios-Diosa (EL-ELLA) del astro de Wüñülfe–, la estrella helíaca de Lucifer, portadora de la luz, emblema sagrado de los hombres-dioses de la tradición áurea cuya civilización prediluvial se esparcirá de sur a norte, sentando las bases de las culturas prehispánicas.
Es el símbolo de Chile y sus habitantes.
Rafael Videla Eissmann
12 de Febrero de 2018
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