Se trata de diversos campos culturales que evidencian una remota relación transcontinental.
En este sentido, un elemento más correspondería al antiquísimo culto solar taurino –que corresponde en el “Mundo Antiguo” a Apis/Path-Osiris, Menvis-Merur/Atum-Ra, Min y Nandi/Pashupati-Shiva –cuyos cuernos había labrado los surcos por los que discurrirían los sagrados ríos del Indo y el Ganges–. Es el toro astral mitraico, el toro sagrado Donn Cúailnge de la saga de Cú Chulainn y la venerada constelación de Taurus/Zeus–.
La tauromaquia fue asimismo un culto entre los atlantes como se colige de las evidencias arqueológicas mediterráneas y al menos en una proyección en el mundo andino. Pues una arista de este remoto culto se observa en las representaciones del denominado “Torito de Pucará” –cerámica característica del Distrito de Pupuja, en la Provincia de Azángaro, Departamento de Puno, en Perú– que al igual que los talismánicos qonopa de alpacas y llamas posee una naturaleza simbólica de fecundación.
El “Torito de Pucará” es una figuración totémica conocido como qonop en quechua e illa en aymara y empleada hasta hoy en ritos como el “señalaquy”, la “ch’alla” y el “haywariquy”.
El origen del “Torito de Pucará” se remonta a un sacrificio a Pachakámaq –manifestación de la Deidad Suprema Huarijocha– que al igual que los sacrificios de toros realizados por los atlantes para Poseidón –Posei-dawōn, el “Señor de las Aguas”, según la información consignada por Platón en el Critias– como a su vez en la tradición de los arios del valle del Indo, busca la fertilidad y la regeneración –ciclo– y la perpetuidad de la vida.
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