Más allá de la comprensión de la historiografía tradicional sobre el origen de los “diablos” de la festividad religiosa del norte de Chile –como en la Fiesta de la Tirana, de Nuestra Señora de las Peñas, de la Candelaria en Copiapó y de Andacollo– y sus antecedentes en la danza colectiva en honor de la Virgen del Socavón del carnaval de Oruro, en Bolivia –manifiesto sincretismo de las antiguas tradiciones prehispánicas y católicas (Véase el artículo de Alberto Díaz Araya, En la pampa los diablos andan sueltos. Demonios danzantes de la fiesta del santuario de La Tirana. En: Revista Musical Chilena. Año LXV. N°216. Julio-Diciembre, 2011. Páginas 58-97 https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-27902011000200004)–, hay llamativos elementos comunes en ambas regiones.
Uno de estos elementos son los “diablos” del mundo andino –bailarines caracterizados con ricos atuendos y llamativas máscaras con dos cuernos–, integrantes activos de la ceremonia ritual-taumatúrgica cíclica que encuentran notable similitud con determinadas danzas rituales celebradas en Lhasa, la Ciudad Prohibida, en el Tíbet, como aquella registrada por el explorador Heinrich Harrer (1912 – 2006) en su notable obra Sieben Jahre in Tibet. Mein Leben am Hofe des Dalai Lama (“Siete años en el Tíbet. Mi vida en la corte del Dalai Lama”. Rupert Hart-Davis. E. P. Dutton. Wien, 1952).
¿Cómo se explica la similitud en las formas y funciones de estas figuras en ceremonias mágico-religiosas desarrolladas en centros rituales en altura? ¿Qué conexión hubo en aquellos períodos no comprendidos por la historiografía ortodoxa? ¿Cuál fue su origen?
Las explicaciones entregadas a través de los cánones oficiales se yerguen sobre la “coincidencia” y la casualidad. Nosotros, empero, observamos aquí lejanas, remotísimas relaciones entre los Andes y el Himalaya –las montañas sagradas de la Tierra– que en el caso andino, han sido recubiertas paulatinamente con elementos cristianos, iniciándose el olvido de su origen.
Por cierto, esta noción sobre las antiguas relaciones entre los Andes y el Himalaya se encuentra trazada en el Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776) y en Sulla propagazione sucesiva del genero umano (“Sobre la propagación sucesiva del género humano”, 1818 - 1820) del naturalista Juan Ignacio Molina, quien estableció el origen indio (indogermano) de los antiguos habitantes de Chile; en las relaciones indo-americanas como lo ha expresado el explorador y naturalista Alexander von Humboldt en Vues des Cordillères, et monumens des peuples indigènes de l’Amérique (“Vistas de las cordilleras, monumentos y pueblos indígenas de América”, 1810); en los estudios filológico-lingüísticos y mítico-históricos del sabio Emeterio Villamil de Rada en su magna obra La Lengua de Adán y el Hombre de Tiahuanaco (1876) y en el trabajo de W. Perceval Yetts, Elephants and Maya Art (“Elefantes y arte maya”, 1924).
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