La trutruca y el dungchen –de los araucanos y tibetanos, respectivamente–, son instrumentos musicales aerófonos de naturaleza mágico-ritual y caracterizados por su largo cuerpo.
Su sonido es grave.
Su similitud corresponde a una evidencia más del antiguo arco transpacífico y del remotísimo sustrato de magos-shamanes que portaban la sabiduría y los conocimientos ancestrales de los arios.
Como hemos expuesto en otros textos, esta relación fue observada por el naturalista e historiador jesuita Juan Ignacio Molina en su Compendio della storia geográfica, naturale, e civili del regno del Cile (“Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile”), obra publicada de forma anónima en Bolonia en 1776.
Molina basaba su observación precisamente en los cánticos rituales de los machis o shamanes araucanos (“Pom, pum, pum, Mari epunamun, animalhuen, peñi Epatun” y “Hom, ha, hum, o om, aum”).
Esta premisa fundamental fue abordada también por el botánico y naturalista Hugo Gunkel en su ensayo El origen del hombre americano según el naturalista chileno Juan Ignacio Molina (1965) donde ha sintetizado los planteamientos del jesuita expuestos en su memoria presentada aproximadamente entre 1818 y 1820 en la Academia Pontificia de Bolonia titulada Sulla propagazione sucesiva del genero umano (“Sobre la propagación sucesiva del género humano”).
A este respecto, el profesor Gunkel escribió: La época en que los peruanos y los chilenos emigraron de la India parece bastante posterior a aquella en que otras naciones bárbaras provenientes de la misma región se establecieron en los territorios que todavía ocupan en gran parte de América Austral. Yo creo que esta emigración es contemporánea o poco posterior a la excursión de Alejandro hasta la desembocadura del Indo. Los conocimientos que desde antiguo poseen los chilenos, por no mencionar aquellos de los peruanos, del arte del tejido, de la tintura, de la fusión de los metales, del cultivo de las gramíneas, usadas en su pan fermentado con levadura, de la táctica militar, de la hidráulica, de la astronomía, de los juegos de ajedrez, tablas y de la bola; y, sobre todo, la construcción de su lengua en la que existe el dual, el aoristo y el participio en todos los tiempos, la existencia de todos los géneros de composición; y aquel que es de admirar, la gran cantidad de vocablos claramente griegos y con el mismo significado, no dejan duda sobre el origen griego-indo (Gunkel, H. El origen del hombre americano según el naturalista chileno Juan Ignacio Molina. Página 43 y siguientes).
Ambos grupos culturales concibieron y comprendieron la naturaleza sagrada de las montañas, asiento de deidades como los pillanes y antupainkos y de los tulkus y bodhisattvas.
Bibliografía
Molina, Juan Ignacio
Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776). Traducida al español por Domingo Joseph de Arquellada Mendoza. Antonio de Sancha. Madrid, 1788-95.
Gunkel, Hugo
El origen del hombre americano según el naturalista chileno Juan Ignacio Molina. En: Boletín de la Universidad de Chile. Nº57. Santiago de Chile, 3 de Junio de 1965.
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