sábado, 10 de noviembre de 2018

La Piedra del Sol de Santo Domingo


La Piedra del Sol de Rocas de Santo Domingo. Un monumento de la raza primigenia.


Dada a conocer inicialmente por Óscar Fonk Sieveking en 1964 y luego en su obra Construyamos arcas (1965) como Intihuatana, es decir, “lugar donde se amarra al Sol” debido a su similitud con algunos hitos astronómico-calendáricos de los incas, este menhir se encuentra en el balneario de Rocas de Santo Domingo en la costa de la zona central de Chile.

El menhir alcanza 5,30 m de altura y fue parte de un complejo astronómico.

Sobre la Piedra del Sol, Fonck Sieveking escribió: La erección de esta roca-calendario exige igualmente conocimientos astronómicos que no son de suponer en un pueblo que aún se encuentra al nivel cultural del hombre primitivo, con sus armas rudimentarias de madera, huesos y piedra. Es por eso que debemos suponer una cultura más elevada en los constructores de la Roca del Sol, que pueden ser tal vez ese pueblo misterioso que ha dejado construcciones megalíticas en diversos países de distintos continentes. Lo único raro es que estos misteriosos constructores no hayan decorado la Piedra del Sol de Santo Domingo.

Este megalito junto a los otros monumentos de Santo Domingo –como la Piedra de la Luna, el Ídolo del Mirador del Gringo y los animales totémicos–, tal como intuía Fonck Sieveking, corresponden a una cultura más elevada, es decir, un sustrato remoto pre-indígenas. Son los habitantes originarios, esto es, los paleoamericanos de cráneos dolicocéfalos. La raza primigenia.

Al igual que en Europa, los menhires en el continente americano, extraordinarios vestigios de la época prediluvial, se hayan asociados a fenómenos astronómicos –como solsticios y equinoccios– y se relacionan también con la demarcación de hitos funerarios de los ancestros míticos, es decir, con los hówen-viracochas.

Rafael Videla Eissmann
9 de Octubre de 2018


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