jueves, 10 de mayo de 2018

Sobre los aborígenes caucas del centro-norte de Chile


Petroglifo de un viracocha (huaracocha) en el Valle de los Dioses
 (Valle del Encanto), en la Región de Coquimbo, Chile.


El profesor Roberto Rengifo en su obra El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles (Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1920), refriéndose al sustrato civilizador americano, indicó:

Más al norte, en la mejor zona agrícola de Chile, progresarían estas industrias, perfeccionando la cerámica, y la chacra regada por inundaciones, en los terrenos bajos y sueltos que hoy se llaman islas en las orillas de los ríos, lo mismo que en Egipto. Estos cauques ya hicieron inscripciones ideológicas en las rocas, sobre el culto a la madre tierra, a los muertos y a los fenómenos meteorológicos; los cauques o caucas eran blancos, bien formados y patilludos; en la otra banda poblaron Córdoba y siguieron por Bolivia, Colombia, las Antillas, etc. Más al norte, desde el Maipo hasta el Choapa aparecen los chiles, descubridores del cobre, mejores cultivadores, perfeccionadores del riego por canales, descubrieron las campanas y las esquilas para tropas de comercio, construyeron las primeras rudimentarias ciudades de piedra, y fortificaciones o pucarás, escribieron grandes ideografías en las rocas, se constituyeron en la primera nación de tribus confederadas, e inventaron los símbolos de autoridad en el tocado y el toqui o cetro en la mano, discurrieron el sistema electivo y propaló la primera religión agrícola legislativa, con el objeto de dominar abarcando territorios y diciéndose pueblo elegido; lo cual hasta ese momento se acercaba a la verdad. Ya la humanidad se había diversificado en tres razas de carácter muy diferente: los grandes cazadores del oriente; los montañeses, agricultores, industriosos metalurgistas y sacerdotes, y los occidentales o costinos como los changos, los huros y los de más al norte, los cuales habían avanzado mucho antes por las costas hacia el Polo Norte y eran ricos por el comercio.

Los mineros o cordilleranos fueron los últimos en llegar a la latitud del altiplano americano en Bolivia a orillas del lago Titicaca. Seguramente un gran cazador, el inventor del arco y la flecha puso a raya el orgullo de los metalurgistas, e invitando a los ricos costinos que ya tenían por centro el Chimú en el norte del Perú; proyectó la primera gran confederación o imperio, con centro en el Pirehué o altiplano, donde se construyó sin concluirlas, una inmensa torre (la actual Ackapana) y una ciudad o templo palacio (el actual Huma Punco [Puma Punku-Tiahuanaco]) en cuya puerta se ve a cuarenta reyes, en tres filas, representando las tres razas, acudir bajo la potestad común del Señor del Mundo (El Pachachachito o Pachatitán). Los andinos van al centro con cabezas de pájaros, los pampinos con cabezas de puma o cuadrúpedo en sus emblemas, y los costinos llevan cabezas de pescado.

Resulta significativa la característica étnica descrita por Roberto Rengifo sobre  los cauques-caucas –eran blancos, bien formados y patilludos–, hecho que refuerza la presencia de un grupo aborigen prehispánico ignorado por la historiografía oficial: Son los indios blancos de las crónicas de la Conquista y la Colonia, conocidos como paleoamericanos desde una perspectiva arqueológica y Dioses Blancos en el lenguaje sagrado del mito.

Rafael Videla Eissmann
20 de Febrero de 2018


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