martes, 18 de noviembre de 2025

Cien años de la desaparición de Percival Harrison Fawcett


P. H. Fawcett.

Hace cien años desapareció en la selva amazónica de Brasil el gran explorador Percival Harrison Fawcett (1867-¿1925?) –miembro de la Royal Geographical Society (1901) del Reino Unido y Oficial de Artillería como Cadete en la Royal Military Academy de Woolwich alcanzando el grado de Teniente en 1886; fue Ayudante del Primer Cuerpo de Voluntarios de Artillería de Cornualles –Duke of Cornwall– y ascendido a Capitán en 1897. En su vida militar sirvió en Hong Kong, Malta y en Ceilán –Sri Lanka–.

P. H. Fawcett buscaba llegar –junto con su hijo mayor Jack y Raleigh Rimell– a la Ciudad Perdida de Z o de Raposo, como él la denominaba, y que se fundamentada en el Manuscrito 512 de diez páginas titulado originalmente Relação histórica de uma occulta e grande povoação antiguissima sem moradores, que se descobriu no anno de 1753, perteneciente al período Colonial de Brasil –mediados del siglo XVIII– y conservado en el archivo de la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro. 

El último mensaje de la expedición liderada por P. H. Fawcett fue fechada el 29 de Mayo de 1925 en Dead Horse Camp, en la que informaba a su esposa que cruzaban el Alto Xingú, en Mato Grosso.

A partir de las siete expediciones que Fawcett desarrolló entre 1906 y 1924, pudo constatar los vestigios de una antigua civilización que se remontaba al corazón del Amazonas. Por ello, sus expediciones se orientaban a las regiones vírgenes aún desconocidas, puesto que todas las tribus indias superiores guardaban la tradición de una gran civilización pasada, hacia el este, de una raza que puede haber engendrado a los incas, y aún al pueblo misterioso que dejó esas gigantescas ruinas –como Tiahuanaco, Ollantaytambo y Sacsaihuamán– que los incas invasores encontraron y adoptaron como propias (Fawcett, P. H. Exploración Fawcett. Página 266 ~ Los destacados son nuestros).

Significativamente, el propio Fawcett señaló que crónicas existentes, que datan del tiempo de la Conquista, se refieren a la apariencia de estos pueblos. Físicamente eran de una raza hermosa, difiriendo poco de los mexicanos, muyscas y peruanos. Todos preservaban la tradición de ser descendientes de una raza blanca. Los molopaques, descubiertos en Minas Gerais en el siglo XVII, eran de tez clara y barbudos, de maneras elegantes y refinadas. Se dice que sus mujeres eran rubias como las inglesas, de cabello dorado, platinado o castaño. En la crónica se dice que tenían rasgos delicados de gran belleza, pies, manos pequeñas y cabello hermoso y suave. Y esto ocurría después de una inevitable mezcla de sangre con los tupis de piel obscura (Fawcett, P. H. Exploración Fawcett. Páginas 374 y 375).

En esta línea, en la obra Exploración Fawcett (1953), adaptada de los manuscritos, cartas y memorias de Percy Harrison Fawcett por su hijo Brain se constata la existencia en el Amazonas de los indios blancos, el cual según las propias tradiciones prehispánicas consignadas por Fawcett, fue el grupo dominante y civilizador (Página 382).

Ahora bien, como explicó Fawcett, los indios blancos se encontraban incluso más allá de la región amazónica pues los toltecas eran de rasgos finos, de color cobrizo claro, de ojos azules, probablemente de cabello color castaño rojizo (véase la obra de [John Thomas] Short, “North Americans of Antiquity” [ca. 1879]), y acostumbran usar blancas túnicas sueltas o trajes de color de fina textura. Aun hoy se puede ver el brillo de alheña en el pelo negro de las tribus cobrizas de Sudamérica, pese a la mezcla de sangre. Entre los maxubis he visto miembros de esta tribu con ojos azules y pelo castaño rojizo, aunque no han tenido contacto con ningún pueblo moderno de cabello claro y ni siquiera con españoles o portugueses de pelo oscuro (Página 369).

La preservación del recuerdo de ser descendientes de una raza blanca –el remoto sustrato cultural americano– es una evocación de los legendarios viracochas o Dioses Blancos.

Esta civilización de una raza blanca precolombina en el Amazonas corresponde a los hijos de los dioses y geográficamente, vinculada al eje Akakor-Akahim del cual ha dado cuenta Tatunca Nara, el último líder de los ugha mongulala. Cabe destacar que de acuerdo a Tatunca Nara las expediciones del coronel Fawcett fueron en realidad desarrolladas en la región de Serra do Aracá en el Estado de Amazonas pues las tradiciones orales comunicadas por los incas a los conquistadores hablaban de una zona hacia el nororiente y, en consecuencia, la Ciudad Perdida de Z sería Akakor, la ciudad sagrada de los poderosos hombres-dioses de la tradición aborigen.

En relación con P. H. Fawcett, Tatunca ha expresado (Julio-Agosto de 2018): El coronel Fawcett fue uno de los buscadores de El Dorado pero según mis conocimientos se vio enfrentado a una serie de guerras entre tribus indígenas y habría muerto en una de estas luchas.

Tatunca ha complementado esta referencia al haber conocido del hallazgo efectuado por cablocos –mestizos de europeos con indígenas– de parte del equipamiento de la expedición de Fawcett.

Mas, ¿cuál fue el verdadero destino del extraordinario P. H. Fawcett? Es incierto.

Resulta fundamental comprender que las observaciones de P. H. Fawcett desafiaron la visión ortodoxa de la historiografía pues constata la presencia de un grupo blanco aborigen –por cierto, anterior a las poblaciones indígenas– y que sentó las bases de la civilización americana primigenia –la «Cultura-Raíz»–y de remotas relaciones transocéanicas, basándose en estudios arqueológicos y etnohistóricos y en fuentes –como el Manuscrito 12–, proyectando así una visión alternativa a la fragilísima “historia oficial”. 

Esta remota civilización primigenia –de la cual dieron cuenta estudiosos como Francisco P. Moreno, Emeterio Villamil de Rada, Arthur Posnansky, Roberto Rengifo y Edmund Kiss– se vio asolada por la última gran catástrofe planetaria que tuvo lugar ±12.900 años ha y que devino ulteriormente en el mito del Gran Diluvio o la Gran Agua.

Rafael Videla Eissmann
17 Noviembre de 2025


Bibliografía

Fawcett, Percy Harrison
Exploration Fawcett. Hutchinson. London, 1953.
_ Exploración Fawcett. Adaptada de sus manuscritos, cartas y memorias por Brain Fawcett (1953). Segunda edición. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1955.

Videla Eissmann, Rafael
La tradición sagrada de los ugha mongulala Tatunca Nara y el misterio amazónico. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2018.


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Se prohíbe su reproducción).

domingo, 31 de agosto de 2025

XC años de la publicación de “El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica”


Cubierta de la primera edición de El papel del territorio de Chile en la evolución
de la humanidad prehistórica (1935) del profesor Roberto Rengifo.


Los estudios arqueológicos y etnológicos desarrollados por el profesor Roberto Rengifo fueron plasmados en sus trabajos que componen el significativo corpus de El Secreto de la América Aborigen: Noticias y comentarios arqueológicos (1919), Estractos de Actas de la Sociedad Científica (1920), Los chiles (1920), Extractos de Actas de la Sociedad Científica (1921) junto a Arte gráfico y poético de los primitivos y los chiles (1920) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935).

Estos estudios se centran fundamentalmente en los siguientes campos:

* El origen polar antártico del hombre –la “humanidad blanca y clara”–.

** El desarrollo de la civilización de sur a norte en América y desde ésta a otras latitudes del globo.

*** La presencia de la raza civilizadora de los ario-andinos, o anteos, que desde el occidente pobló Europa.

De modo certero, al propugnar estas ideas, el profesor Rengifo desafiaba el dogmático y celoso establishment político-cultural del génesis en África de la humanidad y por ende, de campos como el desarrollo de la civilización y la igualdad de las razas.

De este modo, la audaz y genial concepción de Roberto Rengifo y sus alcances debían ser ignorados y marginados de los círculos de investigadores, académicos y de los lectores en general. Y ello fue lo que efectivamente aconteció. Un silencio total a lo largo de los años sobre la obra de Rengifo; como si sus ideas, sus investigaciones, su trabajo, jamás hubiesen sido desarrollados. Así, innumerables argumentos se aducirían por parte de los académicos de la historiografía ortodoxa y sus prestigiosas instituciones que repetirán una y otra vez las concepciones teóricas del evolucionismo decimonónico y del difusionismo del siglo XX: En términos generales, se ha considerado que la cuna del hombre fue en África oriental –Kenya– y que desde allí migró hacia el norte, llegando al Medio Oriente donde se desprenden dos grandes ramas –una que poblará Europa y la otra, Asia– para muy posteriormente ingresar en el continente americano cuyo cono sur es, de tal manera, el último lugar en ser poblado.

En este marco teórico, el hombre habría ‘evolucionado’ de un primate a través de un milagroso conjunto de factores tanto internos –psicológicos– como externos –físicos– de su naturaleza. Pero, ¿cómo es posible, entonces, que en los albores de este tránsito, de esta supuesta evolución, el hombre haya construido magníficas construcciones megalítico-astronómicas y estructuras piramidales con patrones astronómicos, o bien, complejos sistemas calendáricos que se remontan a millones de años? ¿Cómo explicar ese salto que no se ha observado al menos en los últimos cinco mil años –la feble historia que ‘conocemos’?

Significativamente, los sistemas y registros calendáricos de determinadas culturas andinas y mesoamericanas constatan hitos y acontecimientos que tuvieron lugar millones de años atrás. Estos mismos grupos reconocían en sus cosmogonías la sucesión de las grandes eras o soles –las catástrofes planetarias como resultado de la asimilación de las lunas o cuerpos celestes– concepción que encuentra claros ecos en la trascendental Cosmogonía Glacial (1913) de Hanns Hörbiger y Philipp Fauth.

Ahora bien, en la Sesión General de la Sociedad Científica sostenida el 29 de Diciembre de 1919, el profesor Roberto Rengifo, estableció que el origen de la humanidad estuvo en el casquete polar antártico, y que habiéndose dislocado y hundido en parte este casquete, arribó la gente primitiva al extremo sur de Patagonia y Tierra del Fuego (…).

Y luego, en Los chiles (1920), asentó la sugestión consecuente del origen antártico de la civilización: La civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos.

Ulteriormente, el profesor Rengifo abordó en Extractos de Actas de la Sociedad Científica (1921) las extensas migraciones de este el elemento civilizador aborigen que irrumpió en el occidente europeo: La Gulfstream o Corriente del Golfo de México sirvió para poblar la costa de Irlanda y occidentales Europa con razas blancas americanas.

Y, de manera magistral, asentó en El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935) que la última migración importante partió de TalTal en la costa norte de Chile, hace 9000 años, fueron los uros que, por estar ya todas las demás costas y países poblados, buscando uno inhabitado llegaron al fondo del Golfo Pérsico y fundaron la ciudad de Uruk, llevando allá la cerámica y los metales; ciudad que fue el germen de las civilizaciones arias o indo-europeas con la cual comienza la Proto-Historia, siendo todo lo anterior, Pre-Historia y siendo Historia sólo los 2500 años últimos, desde que se descubrió la escritura alfabética.

Esta es la raza de los anteos o antis, la raza dolicocéfala primigenia de América-Huitramannaland. Los legendarios hombres-dioses surgidos del casquete polar austral.

Rafael Videla Eissmann
31 de Agosto de 2025


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sábado, 12 de julio de 2025

La raza blanca aborigen americana: Los huari-huarijocha, los hombres “de la aurora”


La primera generación de indios, los vari vira cocha runa. Ilustración de Felipe Guamán
Poma de Ayala en El Primer Nueva Corónica del Buen Gobierno (1583-1615).



El historiador Felipe Guamán Poma de Ayala en su extraordinario trabajo El Primer Nueva Corónica del Buen Gobierno (1583-1615) registró la tradición fundamental del origen del hombre en América. En este sentido, basándose en la tradición vernácula resguardada por los sabios andinos, en la Primera Edad de los indios, Guamán Poma de Ayala escribió: Primer de generación [Primera generación] de in[di]os, vari vira cocha runa / Primer yndio deste rreyno / Uari Uira Cocha uarmi / en este rreyno de las Yndias / Wari Wira Qucha Runa / Wari Wira Qucha warmi (Foja 48).

Y más abajo: Desta generación comensaron a multiplicar y la desendencia y multiplico después a éstos les llamaron dioses y lo tubieron ací (…).

Daquí multiplicó los demás generaciones de yndios a los quales le llamaron Pacarimoc Runa (Foja 49).

Es decir, la primera población o “generación” del continente fue aquella de los WARI WIRA QOCHA RUNA, es decir, los huari-huarijocha que fueron llamados Pacarimoc Runa, es decir, los hombres “de la aurora” y reconocidos como “dioses”.

Estos huari-huarijochas –ulteriormente castellanizado en “viracochas”–, corresponden a la raza blanca dolicocéfala, los verdaderos aborígenes del continente.

Sobre la tradición de los huari-huarijochas, Ruth Rodríguez Sotomayor escribió: La cultura wari, de acuerdo al testimonio del insigne historiador aborigen peruano [Phelipe] Waman Puma de Ayala, recogido en su obra La primera nueva crónica y buen gobierno de Reino [El Primer Nueva Corónica del Buen Gobierno], 1578-1615, fue la raza blanca que surgió del Arca de Noé, y se multiplicó en Preamérica, para desparramarse después por todo el planeta.

Aunque la Historia Oficial nunca ha tomado en cuenta el testimonio de los aborígenes y ha atribuido a estas culturas un origen muy reciente, además de creer que estas civilizaciones se hallaban paralizadas en el continente, sin saber que existen registros antediluvianos que nos informan de migraciones a las cuatro regiones de este planeta. Y en las lenguas andinas se registran vocablos que indican que los preamericanos sabían que la Tierra era redonda, y otros que certifican que la habían recorrido.

He llegado a confirmar que la raza blanca de la que da testimonio el excelso Waman Puma, no era otra que la nación wara, integrada por tres pueblos poderosos: Los karas o karios del reino del Para-na-pur; los tupi waras del Brasil, y los îberos de Corrientes, Argentina (Ruth Rodríguez Sotomayor, El mensaje oculto de los libros líticos andinos. El origen de los arios está en Preamérica. Página 45).

De modo certero, los estudios desarrollados por la incansable investigadora Ruth Rodríguez Sotomayor se entroncan con aquellos de los más insignes arqueólogos, etnólogos e historiadores de América –como Francisco P. Moreno, Emeterio Villamil de Rada, Arthur Posnansky, Roberto Rengifo, P. H. Fawcett, Edmund Kiss y Juan Moricz, entre otros– quienes han determinado la existencia de un sustrato blanco nativo que desde América irradió al resto del globo en remotas edades.

Rafael Videla Eissmann
11 de Julio de 2025


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miércoles, 9 de julio de 2025

Ruth Rodríguez Sotomayor, los xillis y la fonética aborigen


Conjunto petroglífico de los xillis (chilis), en la Región
de Coquimbo, en el norte de Chile.


Uno de los numerosos registros de comunicaciones (2022) con la extraordinaria investigadora Ruth Rodríguez Sotomayor, aborda la fonética y lingüística de la raza primigenia de la América Aborigen. En este sentido, comprendiendo los estudios del profesor Roberto Rengifo sobre la tradición de los chilis-viracochas, es decir, la raza blanca civilizadora americana, Ruth ha expresado:

Quizás los xilis fueran de esa raza [la raza blanca de los wara, verbigracia, los wari-warijocha]. Y lo correcto sería xillis. No se usaba una sola “l” sino doble.

La letra “ch” es auténticamente hispánica usada para reemplazar la “x”.

Y da la coincidencia que a los Reyes de Kito les llamaban “shiris”. Que revitalizando este título sería “xiris” [xillis - chilis].

Los preamericanos fueron los que hacían migraciones, pero debido a la propaganda negativa hecha por los curas que impusieron a nivel universal, como un lavado de cerebro, se supone que “los indios” como les llaman, con este calificativo que emplean como sinónimo de “salvajismo”, creen que estaban asilados y no hacían viajes de navegación de altura. Por eso ahora creen que fueron los nórdicos, los mongoles, los hunos y hasta los africanos los que hicieron migraciones a la América. Y no saben ni el origen de los hunos y los mongoles; desconocen que salen del Reino de los kitus, los mongoles, los hunos y unas etnias que luego van al África.

[Por eso,] hay que revitalizar y revalorizar los nombres y las lenguas nativas que están castellanizadas, deformadas (...). Por ejemplo, Chalinga: “Ch” es auténticamente hispánica y se usó para reemplazar la “x”; la “g” tampoco es letra preamericana sino del latín que se impuso en España y esta letra se usó para reemplazar la “w”. Por eso no es guaraní, como impusieron los frailes inquisidores sino wara[ní] y no es guayas sino wayas.

Comprendiendo los alcances de las observaciones de Ruth Rodríguez Sotomayor, es plausible hablar de la “otra” historia del continente: Preamérica como ella lo denominó y la América Aborigen de Roberto Rengifo. Es la América de los Dioses Blancos, Huitramannaland, la tierra de los waras –“denominados dioses porque eran sabios”–.

Rafael Videla Eissmann
8 de Julio de 2025


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sábado, 21 de junio de 2025

Ruth Rodríguez Sotomayor y la historia sagrada de América


Vestigios de los Dioses Blancos en Preamérica. Izquierda: Tableta de San Pedro de Atacama, en Chile, con la efigie del Supremo Viracocha. Centro: La Dama de la Máscara, momia wari descubierta en 2007 en la huaca Pucllana en Lima, Perú. Derecha: Mascarilla de origen moche, de Loma Negra, en Perú.


En Noviembre de 2017 se concluyó una extensa y valiosísima entrevista realizada a Ruth Rodríguez Sotomayor y que fue publicada en el número 10 de los Cuadernos de Divulgación Histórica con el título de Ecos de la historia desconocida: El origen americano de la civilización. Ciertamente, los campos de mayor trascendencia sobre el origen de los habitantes de nuestro continente, su historia y su legado, son abordados por la eminente investigadora ecuatoriana. A este respecto, profundizando uno de los campos más fundamentales del mundo precolombino –la existencia de población blanca no-europea, es decir, los arios americanos–, Ruth Rodríguez Sotomayor explicó:

El origen [de los arios] es Preamérica. Existen evidencias irrebatibles y son las que se encuentran en las tablillas de la cultura manna o manaví, del Reino de los Kitus (hoy Ecuador). Actualmente se conserva el nombre deformado por los inquisidores y transformado en Manabí. Estos libros líticos de la etnia manaví contienen un antiguo mensaje esotérico. En dichas tablillas se han esculpido símbolos que posteriormente exhiben los emperadores sasánidas de Persia, en sus coronas reales y estos son: El Korymbos y la Pirámide Escalonada, truncada y con alas, con un globo lunar en la cúspide. Y en la parte central de dichos libros líticos se ha esculpido la imagen más antigua de la diosa Anahita, divinidad de las Aguas y de la Luna de los persas.

Persia es la designación adulterada del nombre de una provincia del Irán, llamada realmente Parsi.

Estas tablillas tienen información esotérica porque en la parte inferior muestran seis triángulos que representan las mónadas antes de encarnar, aunque deberían ser siete, pero la séptima no consta porque representa al Logos que está presente en el momento de la encarnación.

En la historia del Irán se desconoce la procedencia de la cultura manna, que en edades remotas se asentó entre los montes Zagros, junto al lago Urmia y el río Yaghata. Y manaví es el nombre de una cultura de alto abolengo que todavía existe en Irán y se considera un nombre sacro.

(…)

Existen numerosas pruebas que entrego en mis obras que demuestran que los arios eran preamericanos. Existía por ejemplo en Tiwanaku en los palacios y templos monumentales un sistema de estanterías para colocar los libros en metales preciosos; dichas estanterías se descubren igualmente en un zigurat de Persia que ha permanecido intacto. El símbolo del Pez, emblema de las altas matemáticas y de los que se salvaron del Diluvio, igual que en Tiwanaku, figura también en Persia.

Otra evidencia que señala que los arios eran preamericanos, es que se les conocía como kul-arianos, nombre que ha sido deformado por los traductores hispanos, transformado en colarianos pero era kul-arianos o kul-arios y que significa arios de oro. Kul, es del sumo, tao o misio, lengua derivada de la lengua ur o maya clásico, hablada por los chan-chanes o mayas clásicos. El nombre real de los mayas era chan-chanes, que significa el “Pueblo de la Serpiente”. Y maya o maia, según ha descubierto la erudita colombiana, Doctora Mariana Escribano, catedrática de la Sorbona y especialista en el estudio de la lengua mhuysqa, es lengua de Mu, y de acuerdo a sus afirmaciones maia es sólo un título que quiere decir instructores, quienes eran itinerantes, ya que viajaban por el mundo difundiendo su sabiduría. Su nombre real era chan-chanes.

En la historia oficial se describe que los kul-arianos llegaron a las ciudades más antiguas de India. Otra huella que han dejado es que los cuatro hermanos que fundaron el Tawantinsuyö, la Gran Comunidad de Naciones Andinas, se denominaban Ayar que es una deformación de aryas, de donde se deriva arios. Y estos reyes eran blancos y de cabellos rubios: Las momias descubiertas en Perú, lo certifican.

A los antiguos, a la raza blanca que descendió de Tiwanaku, llamada wara, se les denominó dioses, porque eran sabios (…).

Son los wariwiraqoxa o wari wira qucha runa, la primera población –“generación”– o Pacarimoc Runa o aquellos “de la aurora” y que fueron reconocidos como “dioses” de acuerdo a la tradición sagrada registrada por el historiador Felipe Guamán Poma de Ayala en la foja 48 de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1583-1615). 

Las investigaciones de Ruth Rodríguez Sotomayor se enmarcan en los trascendentales campos de conocimiento sobre la otra América –la América Aborigen, la América de los Dioses Blancos– que ha sido observada por extraordinarios autores como Francisco P. Moreno, Emeterio Villamil de Rada, Arthur Posnansky, Roberto Rengifo, P. H. Fawcett, Edmund Kiss, Juan Moricz, Jacques de Mahieu, Vicente Pistilli y Miguel Serrano.

Rafael Videla Eissmann
21 de Junio de 2025


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jueves, 29 de mayo de 2025

In memoriam Ruth Rodríguez Sotomayor


Ruth Rodríguez Sotomayor.


Las ideas centrales de los campos desarrollados por la incansable y valiente investigadora Ruth Rodríguez Sotomayor –egresada de la Universidad de Guayaquil e investigadora del Archivo Histórico del Guayas–, se centran en el estudio de la raza blanca aborigen –los wara, “denominados dioses porque eran sabios”– y sus símbolos, artes y ciencias que sientan las bases de la América Aborigen o como ella lo definió, “Preamérica”.

Este grupo civilizador se irradia desde América del Sur a otras latitudes, llegando a India, Mesopotamia y Europa, sentando las bases de los míticos arios y su civilización.

Esta concepción se enmarca en la línea de sabios como Francisco P. Moreno, Emeterio Villamil de Rada, Arthur Posnansky, Percy Harrison Fawcett, Edmund Kiss, Roberto Rengifo, Juan Moricz y Gerardo Peña Matheus: Notabilísimos investigadores que observaron por medio de la mitología, la arqueología, la toponimia, la lingüística y la simbología, remotas migraciones transcontinentales.

Ciertamente, la visión de Rodríguez Sotomayor se opone a la versión ortodoxa u “oficial” de la historia, deviniendo por ello, en consecuencia, en una propuesta revolucionaria.

A través de una bien fundamentada, sorprendente y fecunda labor de investigación, Ruth Rodríguez Sotomayor ha escrito La sabiduría en Preamérica. Un estudio sobre el Yoga Primigenio: El Yoga Preamericano (1979), Kryashakti. El Misterioso Poder de la Auto-Reproducción o la Transformación de la Mujer-Madre, Nanociwatzin, la Señora de los Hombres. La Dinastía Chandravamsa en Preamérica. Estudio comparativo de la organización de las mujeres preamericanas y las mujeres de Roma (1981), Un estudio sobre el Agua, Sustancia Divina. El simbolismo de Tlalok y Chalchiutlicue y las civilizaciones hidráulicas (1985), Relaciones ancestrales de Preamérica con Egipto. Los fundadores de Egipto eran preamericanos y el runa simi en Egipto. Los faraones Tut-Ankh-Amon y Akhenaton eran de origen qheswa. Análisis de la fonética de los nombres egipcios (1994), Kara Maya, Raza Madre de la Humanidad (2004), Historia de las Bibliotecas Preamericanas (2009), El origen preamericano de la informática. Sistemas de cómputo preamericanos (2012), El mensaje oculto de los libros líticos andinos. El origen de los arios está en Preamérica (2013) y Descubrimiento del origen de los mayas. La patria ancestral de los mayas está en el Reino de los Kitus (2016).

En tanto, algunos de sus más elocuentes artículos son Un estudio sobre la Espiral Logarítmica. El orden del Universo y el concepto del Tiempo en el asombroso mundo de los mayas (1972), ¿Conocían la hibernación en Preamérica? (1982) y ¿Era el alargamiento del cráneo una antigua técnica para provocar la evolución cerebral? La transformación del cráneo, ¿rito o ciencia? (1985). Estas investigaciones son respaldadas de modo certero con cuadros cronológicos presentados en sus conferencias como es el caso de Migraciones preamericanas, 12.000 a. C. (2011) y Cronología ancestral preamericana (2012).

Estas investigaciones evocan la legendaria historia de la estirpe divina de origen astral y su magnífica civilización continental. Son resonancias de la Ante-Historia, las huellas de los Dioses Blancos de nuestra América.

* * *

Hoy hemos sabido de la partida de nuestra apreciada amiga Ruth Rodríguez Sotomayor, la infatigable investigadora y valiente y prolífera escritora, quien nos entregó las claves para vislumbrar el conocimiento fundamental de la historia de América y de Eurasia.

Recordamos y atesoramos todas las reuniones en Madrid y luego los numerosos mensajes durante los años posteriores y por cierto, muy especialmente, nuestra última conversación en su hogar, en Canencia de la Sierra, en Octubre de 2024.

“… Toda la sabiduría surge en los Andes y desde allí se irradia a toda Preamérica, y desde los Andes, además a las cuatro regiones del planeta” (Ruth Rodríguez Sotomayor).

Rafael Videla Eissmann
28 de Mayo de 2025


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jueves, 22 de mayo de 2025

Sobre la representación de un “híbrido” en México prehispánico y África


La misma figura de un híbrido en México prehispánico y en África
–superando 12.000 km de distancia–.


Una rarísima figura labrada en arcilla y que alcanza una altura de 39 cm perteneciente a la tradición prehispánica de Colima, en el occidente de México, representa a un guerrero híbrido: Cuerpo humano y cabeza de cocodrilo. La figura lleva un fascinante atuendo y un vistoso gran tocado en forma de medio disco –la imagen central–.

Una figura –imagen a la izquierda– presenta las mismas características –perteneciente a la colección del Museo de Bellas Artes de Houston–.

¿A quién se ha representado? ¿A un guerrero y su animal simbólico-totémico como argumentarían los expositores de la historiografía y antropología ortodoxa? ¿Se reduce a una mera representación alegórica? ¿O se trata más bien de la figuración de un ser híbrido real sobre el cual refieren las antiguas tradiciones míticas de la América Aborigen y por cierto, de aquellas del mundo antiguo y precristiano prácticamente a escala global? Los escasos códices que no fueron alcanzados por el fuego de la “Extirpación de las Idolatrías” refieren, precisamente, a los híbridos. Lo mismo acontece con las tradiciones asirias y egipcias –dadas a conocer por el sabio Gaston Maspero a fnales del siglo XIX–, o bien en las sagas sobre los “espíritus” nommos de los dogones de Mali inicialmente consignados en Occidente por los antropólogos Marcel Griaule y Germaine Dieterlen en 1931.

Mas, ¿cómo explicar la misma representación en una escultura tribal –alrededor de 60 cm de alto y tallada en madera– del centro de África? Y cuando escribimos “la misma representación”, significa precisamente, ello: Una figura que representa a un guerrero híbrido: Cuerpo humano y cabeza de cocodrilo. La figura lleva un fascinante atuendo y un vistoso gran tocado en forma de medio disco –imagen a la derecha–.

¿Sólo una simple casualidad?

Intuimos una historia lejanísima cuyos testigos –aquí y allá– preservaron a través de los mitos ancestrales y de la iconografía sagrada, los actores y acontecimientos precisamente que conformaron la verdadera «historia» –el Mythos Légein–, perpetuando su conocimiento.

Rafael Videla Eissmann
22 de Mayo de 2025


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