martes, 5 de junio de 2012

Antes de Colón

Wotan, en un relieve de Tjangvide, Gotland, Suecia (Siglo VIII). 


Posiblemente uno de los primeros trabajos de la historiografía moderna en establecer la existencia de población normanda en la costa atlántica de América del Norte es la obra desarrollada por Kart Wilhelm titulada Amerikas Upptäckande Gewan Norrmännerne soocar faäre Columbus, publicada originalmente en Estocolmo en 1843.

Nicolás Palacios, autor de la monumental obra Raza Chilena (1904) ha comprobado a su vez la presencia de grupos vikingos en nuestro continente, expresando que ni siquiera la primacía del descubrimiento y colonización de este hemisferio es de la raza latina. Sin amenguar en nada la grande hazaña de Colón, puesto que lo ignoraba, lo cierto es que islandeses, los noruegos, habían descubierto y poblado una parte de América, que ellos llamaron Markland y Vinland, más de cuatrocientos años de que arribaran a sus playas Colón y sus godos.

Por su parte, el historiador Eugen Georg, en su obra Verschollene Kulturen. Das Menschheitserlebnis. Ablauf und Deutungsversuch (“Culturas desaparecidas. La experiencia de la humanidad. El curso de los eventos y su interpretación”), quien ha abordado asimismo el arribo de población nórdica al continente americano alrededor del año 1000 de la era cristiana, quienes habrían propagado ciertos elementos de su religión entre las culturas precolombinas, como los sacramentos, la hostia y el símbolo de la cruz.

Las huellas de población nórdica a partir del siglo XI en América se encuentran en las investigaciones desarrolladas por el antropólogo Jacques de Mahieu: La lucha mortal de los Dioses Solares. Los vikingos en Paraguay (1973); La agonía del Dios Sol. Los vikingos en la América del Sur (1974); La Piedra Sagrada del Dios Sol. Los vikingos en Brasil (1975); El gran viaje del Dios Sol. Los vikingos en México y Perú, 967-1532 (1976); Drakkares en el Amazonas (1977); Los sabios de Ippir. Los vikingos en Amambay (1978); El rey vikingo del Paraguay (1979) y El imperio vikingo de Tiahuanaco (1981)* .

El profesor Vicente Pistilli ha continuado esta huella en valiosos trabajos como Vikingos en el Paraguay. La aldea vikinga-guaraní en la Cuenca del Plata (1978); La cronología de Ulrich Schmidel (1980), Etnología y etnografía americana (1990) y Vikingos en América (2000).

Sin embargo, como acertadamente ha explicado Hassler, si las tribus germánicas del norte consiguieron cruzar el Atlántico durante los primeros mil años de la era cristiana en sus barcos de fondo chato -que más tarde se convirtieron en las naves de los vikingos-, podemos explicar al Wotán de la tradición sur y centro americana, pero continuamos estando inseguros en cuanto al origen de su cultura de las pirámides, o a cualquier cosa que resulte paralela a las civilizaciones del Nilo o la Mesopotamia.
 
Por consiguiente, nos vemos obligados a abandonar la conveniente teoría de que la avanzada de cultura egipcia fue transportada a las Américas (con o sin los barcos de papiro). Ni los egipcios, ni los fenicios, ni los cretenses u otros pueblos mediterráneos pudieron haber sido responsables del florecimiento cultural de Sur y Centroamérica por haber llevado sus propias civilizaciones avanzadas a esas regiones en los siglos III o II a.C. Las culturas avanzadas de las Américas datan de un período anterior, o deben ser ubicadas por lo menos mil años más tarde.

Ciertamente, a la luz de de las fuentes etnohistóricas, la evidencia arqueológica y los registros históricos consignados en los mitos, la historia del mundo precolombino deberá ser reescrita, redescubriendo la presencia de los vikingos, los atlantes y los dioses americanos de la época pre-indígena.

 Rafael Videla Eissmann
1º de Junio de 2012

Izquierda: Tapiz de un drakkar vikingo del siglo XI. Derecha: Una barca de los uros del lago Titicaca. La similitud es extraordinaria.


* A pesar de la rigurosidad de las investigaciones de Jacques de Mahieu, basada en numerosas crónicas, fuentes etnohistóricas y vestigios arqueológicos, subyace un eurocentrismo insostenible que queda de manifiesto al expresar, por ejemplo, que Tiahuanaco habría sido construido por un grupo vikingo. ¿Dónde, en todo el extenso territorio abarcado por los vikingos en Europa, existe algo similar al estilo megalítico de Tiahuanaco? Ello no resta valor a las propuestas de De Mahieu sobre las incursiones nórdicas en el continente sudamericano. Pero sí al sostener que las civilizaciones americanas son el resultado de la influencia vikinga.



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martes, 1 de mayo de 2012

Las runas del mundo andino

La runa Odal en textiles de los mapuches de Chile.

 
Desde la más remota antigüedad, en diversos campos como petroglifos, textiles y alfarería, los símbolos conocidos en Europa como runas, han sido estampados en las manifestaciones culturales del mundo andino prehispánico.

Ciertamente, las runas andinas poseen los mismos atributos mágico-esotéricos de sus homólogas europeas, además de presentar formas muy similares en algunos casos, o bien, claras estilizaciones en otros.

A pesar de estar asociados siempre a los dioses del firmamento (Sol, trueno, rayo) y a los elementos de la naturaleza (fuego, aire, tierra y agua), su origen se pierde en la noche de los tiempos y sobre todo tras la “extirpación de las idolatrías” llevada a cabo a lo largo y ancho del continente por los celosos guardianes de la fe monoteísta. Fueron, por ello, los símbolos sagrados de los dioses aborígenes, los Viracochas o Huiracochas, los Dioses Blancos (Vira, Hui, del antiguo norrés Hvitr, White, es decir blanco; Co, que originalmente era Got, God, es decir, Dios -más apropiadamente, Dioses-; y Cha, de la raíz aborigen che, hombre, hombres).

Variaciones de la runa Odal en textiles mapuches.


En Europa, de acuerdo a la información consignada en el Discurso del Altísimo del Edda de Sæmund, da cuenta de la obtención de las runas por el dios Odín (Wotan):

(…)
Ni pan ni copa alguna recibí;
fijo en lo hondo observé;
las runas tracé, las obtuve entre gritos;
caí a la tierra de nuevo.


(…)

Todo saber yo entonces alcancé,
de poder me llené y de gran gozo:
de palabra a palabra la palabra me fue,
de acción en acción la acción me llevó.
Averigua las runas y aprende los signos,
las runas de mucha fuerza,
las runas de mucho poder,
que el Tulr supremo (Odín) trazó
y los altos poderes hicieron
y el Señor de los Dioses (Odín) grabó
.

Estas mismas runas fueron trazadas en la América Aborigen, incluso antes del arribo de los vikingos y de otros grupos germánicos con antelación a la irrupción del navegante Cristóbal Colón y su empresa comercial de 1492 de “salvación” y riquezas. Así, culturas indígenas como la mapuche (araucana), diaguita, tiahuanacota, wari, incásica y kuna, preservaron y transmitieron estos signos de poder mágico y sobrenatural, como herencia de los dioses prediluviales.

Rafael Videla Eissmann
1° de Mayo de 2012

La runa Sieg en textiles incásicos.

Estilizaciones del símbolo del rayo, la runa Sieg, en textiles incas.

Variación y estilización de la runa Sieg en textiles del mundo andino.


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lunes, 2 de abril de 2012

Sobre los vikingos sudamericanos


 Manuscrito Northumbrio (Siglo X).


Pacientemente hemos propuesto hipótesis de trabajo sobre la presencia de los nórdicos en Paraguay [y en América]. Muchas de ellas fueron contrastadas en diversos sectores de la cultura, razón por la cual elaboramos una teoría. Esta se afianza cada vez más, pues nunca, nadie ha logrado señalar algún error de fundamentación y pruebas en todos los órdenes: arqueológico, etnológico, lingüístico, antropofísico y epigráfico.

Pues así es, en el Paraguay existen inscripciones rúnicas, pruebas terminantes de la presencia de sus portadores, los vikingos, que hablaban el norrés (dano-noruego; pro-nórdico).

Ahora llegan los “críticos” munidos de su arma predilecta: la parola. Su misión es encubrir, como siempre. Opinan y opinan; prejuzgan, juzgan, enjuician y condenan. Se dedicar a erigir epitafios sin contar con el acta de defunción. Proceden dogmáticamente y lo lamentable es que viene de la “culta” Europa, donde se descubrió el método experimental, derribando el principio de la mera “autoridad”. Allí se comprobó que el “hábito no hace al monje”, una excelente admonición para los que juzgan por las apariencias. En efecto, todavía se cree que es suficiente mencionar el cargo que uno ostenta para hablar como lo hacían en ciencias antes de Galileo: “Magister dixit”. Lo malo es que algunos “periodistas” les hacen el “juego” a los piratas de la cultura, pues sólo preguntan y anotan respuestas, muy felices ellos, sin pedir pruebas de las afirmaciones negativas universales que hacen  estos mistificadores de la ciencia. Es claro que para eso, hay que conocer la lógica y su valor como “Organon” de la ciencia.

Hace tres lustros que estamos investigando a los vikingos del Paraguay e incluso hemos observado sus vestigios en los museos de Europa, consultando documentos, observando a algunos de sus descendientes, conversando con ellos para familiarizarnos con la fonética de sus expresiones, gravando en sueco y guaraní, con asombro del sueco que colaboró en la experiencia de campo. Hemos conversando con los guayakíes, raza blanca en algunos casos y de la aborigen en otros, lo cual confirma que la mezcla, fue “reciente” y no prehispánica.

Los cronistas europeos del “Descubrimiento” ya se percataron de sus rasgos singulares: tupida barba, tonsura y piel blanca. Hemos detectado sus vías de comunicación, totalmente señalizadas e incluso con “postes de indicadores” como lo constituye el paso del Yvytyrusú (Thor-Rok = La puerta rocosa). Por allí pasó Alvar Núñez enterándose del hecho Irala por intermedio de los parehára. Alejo García también transitó por los caminos del oro y de la plata, desde el Atlántico hasta el Potosí, cruzando por el cerro San Fernando Norte; parte de este camino estaba consolidado y por eso lo llamaron Tap Weg Avirú (tape-avirú), que en la lengua de los vikingos significa camino hecho y consolidado.


Metodologías

La aplicación de los principios de la Hermenéutica ha llevado a ser prudentes en la selección de los textos, la descripción y la explicación. Las diversas fuentes consultadas, nos han permitido establecer una perfecta correlación entre ellas, formando un cuadro coherente, sobre el cual ensayamos una interpretación.

Tratamos de ser objetivos, entendiendo que las causas son fundamentalmente decisiones humanas, las cuales son libres y variables, a pesar de su dependencia del ambiente y la época, sin olvidar los medios que interactúan e influyen en los resultados finales.

En vista de estas consideraciones, nos parece que podemos puntualizar, a modo de reflexión, los siguientes aspectos a considerar en futuras investigaciones, sobre temas tan importantes, para la Historia Americana.

1. Proseguir los estudios epigráficos en los países americanos, para clasificar el tema de la escritura americana precolombina.
2. Vencer los prejuicios, como los tenían los europeos de principios del siglo XX, pensando que el “indio no escribía”.
3. Insistir en los estudios lingüísticos, para facilitar la comprensión de las diversas culturas, conociendo su procedencia.
4. Propulsar los estudios arqueológicos, para ampliar la base de las investigaciones, mediante la exhumación de los vestigios.
5. Analizar los mapas americanos, para dilucidar el significado de los vocablos atesorados por los documentos de archivo.
6. Indagar en la iconografía plasmada en la cerámica, pinturas, dibujos y esculturas, para precisar la fisonomía de los americanos.
7. Incursionar en la mitología, separando los mitos originarios de los incorporados en épocas precolombinas, que todavía perduran.
8. Las leyendas recuperadas, nos permitirán comprender mejor, quienes cambiaron la cultura de algunas etnias americanas, con algunas novedades en la agricultura, la medicina, las artesanías y las artes.
9. Escudriñar las piezas de museos clasificadas como pertenecientes a determinada cultura, sin conocer su procedencia.
10. Datar los restos óseos de animales (caballos y vacas) para dilucidar el fenómeno de las grandes manadas encontradas por los conquistadores del siglo XVI, quienes creían que eran sus animales “perdidos” domesticados pero rápidamente convertidos en “salvajes”.

Vicente Pistilli
(Extracto de la obra Los vikingos en América.
Asunción, 2000).


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jueves, 1 de marzo de 2012

Quetzalcoatl, Odín y Kristo

 -Segunda parte de El Árbol Sagrado y las runas-

 Sé de un fresno que se alza, se llama Yggdrasil,
árbol alto, bañado de blanca humedad;
de él desciende el rocío que cae sobre los valles;
se alza en la verde fuente de Urd.

De allí vienen las Nornas de gran sabiduría,
son tres, desde el mar que mana el árbol;
Urd se llama una; Verdandi la otra,
- en ramas graban letras-; Skuld es la tercera;
las leyes hacían, elegían las vidas
de todos los hombres; el futuro predicen.
Recuerdan al gran combate, el primero del mundo,
cuando a Gullveig traspasaron con lanzas,
y en la Mansión de Hár la quemaron;
tres veces la quemaron, tres veces renació,
de nuevo, sin cesar, y aún sigue viviendo. 
La profecía de la vidente
Völuspá


El árbol sacro de los mayas, es el Irminsul de los germanos, el Esche; el Árbol-Runa Man; origen del símbolo egipcio Tau y de la Crux-Ansata. Es el Árbol del Mundo, el Árbol de la Vida. Ideografía-emblema de la Divinidad.


Sobre el dios blanco y civilizador Quetzalcoatl, en  el capítulo I de la Historia de la Nación Chichimeca, obra escrita entre 1610 y 1640, Fernando de Alva Ixtlilxochitl ha indicado:

Y estando en la mayor prosperidad de él, llegó a esta tierra un hombre a quien llamaron Quetzalcóatl y otros Huémac por sus grandes virtudes, teniéndolo por justo, santo y bueno; enseñándoles por obras y palabras el camino de la virtud y evitándoles los vicios y pecados, dando leyes y buena doctrina; y para refrenarles de sus deleites y deshonestidades les constituyó el ayuno, y el primero que adoró y colocó la cruz que llamaron Quiahutzteotlchicahualiztéotl y otros Tonacaquáhuitl, que quiere decir: Dios de las lluvias y de la salud y Árbol del sustento o de la Vida. El cual habiendo predicado las cosas referidas en todas las más de las ciudades de los ulmecas y xicalancas, y en especial en la de Cholula, en donde asistió más, y viendo el poco fruto que hacía con su doctrina, se volvió por la misma parte de donde había venido, que fue por la de oriente, desapareciéndose por la costa de Coatzacoalco; y al tiempo que se iba despidiendo de estas gentes les dijo, que en los tiempos venideros, en un año que se llamaría Ce ácatl, volvería, y entonces su doctrina sería recibida y sus hijos serían señores y poseerían la tierra, y que ellos y sus descendientes pasarían muchas calamidades y persecuciones; y otras muchas profecías que después muy a las claras se vieron.

La figura del dios Quetzalcoatl se funde en ocasiones con la del rey-sacerdote de Tula de la época tolteca, Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, hijo de la madre-virgen Chimalma, quien era de piel clara y barbado. De acuerdo al Codex Ramírez (o Manuscrito Tovar), Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl fue representado con escudo, capa, portando un cuchillo curvo y con sombrero cónico -u Ocelocopilli, tocado confeccionado en piel de tigre y adornado con piedras preciosas; símbolo del Sol y de Venus-. Significativamente, esta representación guarda relación con la figura encontrada en el sur de Chile, perteneciente al Museo Chileno de Arte Precolombino, y que según el profesor Vicente Pistilli, correspondería al propio Odín.

De acuerdo a Pistilli, Odín era el As de los Ases, il Padre Odino como decían los italianos, el Tharl Universal, el conde por excelencia montado en su caballo de ocho patas [Sleipnir] con su famosa lanza [Gungnir] y su casco cónico de oro, Jefe de los Ejércitos de Héroes [Einherier], seleccionados entre los muertos de las grandes batallas, con los cuales inició el Ragnarök, dando origen al Ocaso de los Dioses, siendo el mismo tragado por el lobo Fenris, el cual produce los eclipses, al deglutir al Sol y la Luna, siendo la Luna, la Madre de Odín.

Odín se auto-inmola colgándose de los pies en el Árbol del Mundo, convirtiéndose en enano para poder ingresar en las fuentes donde se sumergían las raíces del Gran Fresno, el árbol de las embarcaciones nórdicas y la materia prima del ser humano. Así Odín cumplía un Rito Mágico para asegurar su Resurrección.

 
Izquierda: Quetzalcoatl, Dios particular de los Chulula. La figura del Quetzalcoatl mítico se funde con la del rey-sacerdote de Tula de la época tolteca, Ce Acatl Topiltzin Quetzalcoatl, quien era de piel clara y barbado,  y que según los tres sistemas de cronología, reinó del 873 al 895; o del 925 al 947, o bien del 977 al 999. Aquí ha sido representado con sombrero cónico, escudo y capa, portando un cuchillo curvo, de acuerdo a la información consignada por el jesuita Juan de Tovar en el Codex Ramírez (o Manuscrito Tovar). Derecha: La extraordinaria figura hallada en el sur de Chile, perteneciente a la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino de Santiago. La leyenda del museo indica: Cultura no identificada. La figura ciertamente no representa a un indígena. De acuerdo al profesor Pistilli esta figura sería una representación de Odín. Ambas figuras portan un gorro o tocado cónico, que corresponde en Mesoamérica al Ocelocopilli, símbolo solar y venusino.


La misma concepción se encuentra en Quetzalhuexolotl, es decir, “Sauce Hermoso”, o Quetzalcoatl transformado en el árbol (eje) que sostuvo los cielos derrumbados tras el Gran Diluvio, conocido como Apachiohualiztli en la tradición mesoamericana; Götterdämmerung, en la tradición germánica y Pachacuti en el mundo andino.

El árbol Quetzalhuexolotl se presenta aquí como símbolo de la salvación (“arca”), eje inmutable, lugar de la salvación. Posee su símil en el propio fresno sagrado Irminsul-Yggdrasil, donde dos seres humanos también escaparán [escaparon] la destrucción del mundo ocultándose profundamente dentro de la madera del árbol Yggdrasil que no sufrió la destrucción de Surt. Les llamarán Líf y Lífþrasir. 

Líf y Lífþrasir es la pareja que sobrevivió al Diluvio de acuerdo a las tradiciones germánicas precristianas.

Izquierda: Figura vikinga que representa a un guerrero con gorro cónico. Derecha: Ídolo particular de Tlaxcala. Corresponde en realidad a Camaxtli, el Dios de la Guerra de los habitantes de Tlaxcala, “lugar de las tortas de maíz”. Porta un casco cónico similar al de Quetzalcoatl. Ilustración del Codex Ramírez (1585).

Representación del Árbol sagrado del Hinduismo, sobre el Huevo del Mundo,
con el movimiento de los tres soles. El árbol-runa Man.


Ahora bien, el dios autosacrificado, inmolado para conseguir la “salvación” se encuentra ciertamente en Odín, colgado en el Irminsul, el Árbol del Espanto (de la Vida, de la Muerte, de la Resurrección), para obtener el conocimiento de las runas, según da cuenta el Discurso del Altísimo del Edda de Sæmund:

Sé que pendí nueve noches enteras
en el Árbol que mece el viento (Irminsul);
herido por una lanza y ofrecido a Odín
-yo ofrecido a mí mismo-,
colgué del Árbol del que nadie sabe
de dónde comienzan sus raíces.

De aquí emergerá también la figura del dios germánico Krist, el Kristo de la Atlántida, el Dios-Cruz (Kreuzgot), plasmado en la piedra-columna de Externsteine, el Jardín de los Asen, Asgard, que muy posteriormente será sincretizada con la figura de Jesús-Cristo del Medio Oriente y su crucifixión en un madero (Árbol), que guarda en esencia, asimismo, la noción de “salvación”.

¿Es posible que Quetzalcoatl y Odín (Wotan), hombres-dioses, guías de sus pueblos solares y guerreros, correspondan en realidad a una misma figura perteneciente a una remota tradición que solo fue vertida en ambos lados del océano Atlántico -el mundo mesoamericano y el mundo germánico- tras la última gran catástrofe diluvial?

El Kristo de la Atlántida también fue registrado en Chile, plasmado en un árbol sagrado en Limache, según diera cuenta Alonso de Ovalle en su Historica relacion del Reyno de Chile y de las missiones y ministerios que exercita en la Compañía de Jesus, obra publicada originalmente en Roma en 1646.

Rafael Videla Eissmann
1° de Marzo de 2012.

El Kristo de la Atlántida en Alemania y Chile. Izquierda: Wotan, el Kristo rúnico plasmado en Externsteine, en Teutoburger Wald. Derecha: Wotan-Kristo plasmado en el árbol sagrado conocido como la Cruz de Limache, en la Región de Valparaíso. Ilustración de Alonso de Ovalle en su Historica relacion del Reyno de Chile y de las missiones y ministerios que exercita en la Compañía de Jesus, de 1646.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El Árbol Sagrado y las runas

Sé que pendí nueve noches enteras en el Árbol
que mece el viento (Irminsul); herido por una lanza y ofrecido
a Odín -yo ofrecido a mí mismo-, colgué del Árbol
del que nadie sabe de dónde comienzan sus raíces.
Discurso del Altísimo del Edda de Sæmund 


 
Izquierda: El Irminsul (Yggdrassil), árbol sagrado de los germanos. Derecha: El Yggdrassil en el tapiz vikingo Överhogdal. Sobre el árbol, el gallo Gullinkambi, anunciador del fatídico Ragnarök, el “Destino Final de los Dioses”.


Desde la más remota antigüedad, las culturas paganas de Asia, Europa y la América prehispánica, han considerado al Árbol como un símbolo de la Vida y de sus ciclos. También, por su condición vertical, ha sido considerado un canal de unión de los tres planos o dimensiones: el Inframundo (Niflheim / Alsó világ), la Tierra (Midgard / Középső világ) y el Cielo (Asgard / Felső világ), es decir, un símbolo visible del eje cósmico y polar, esto es, el eje inmutable o Axis Mundi.

 
Las runas Man, Yr, Wend-horn y Hagal.


Sus ramas y raíces, proyectadas en direcciones contrarias, que alcanzan el plano superior e inferior, respectivamente, han sido representadas por medio de las runas Man e Yr. La runa Man (“Vida”) invertida, es la runa Yr (“Muerte”), ideografías opuestas y complementarias, que cuando unidas, conforman la runa Hagal, Hag•Al, del “todo”, que supera la dualidad (la vida y la muerte). De allí el concepto de Árbol de la Vida y Árbol de la Muerte, del cual se obtiene el “Licor de la Vida”, el Hidromiel, el Soma y el “agua de la vida eterna” que mana del árbol sicomoro de la diosa Nut, madre de Isis y Osiris.

Es el “Árbol del Espanto” del cual pendió por nueve noches Odín-Wotan, para obtener el conocimiento de las runas.

Un símbolo similar al de la runa Hagal (Man-Yr-Wend-horn) es el Gromoviti znaci de la deidad balto-eslava Perun (Pervo Rune / Perkūnas), otorgador de las runas (El símbolo ha dado origen, asimismo, a herramientas mágicas como el Tridente de Poseidón y el Vajra doble).

La runa germana Hagal y su equivalente balto-eslavo, Gromoviti znaci.


Sobre la proyección doble del árbol como símbolo y figura, René Guénon, ha señalado: De los dos términos sánscritos que sirven principalmente para designar el “Árbol del Mundo”, uno, Nyagrodha, da lugar a una observación interesante a ese mismo respecto, pues significa literalmente “que crece hacia abajo”, no solo porque tal crecimiento está representado de hecho por el de las raíces aéreas en la especie de árbol que lleva ese nombre, sino también porque cuando se trata del árbol simbólico, éste mismo se considera como invertido. A esta posición del árbol se refiere, pues, propiamente el nombre Nyagrodha, mientras que la otra designación, Açvattha, se concibe como la “estación del caballo” (Açva-stha), donde éste, que es aquí el símbolo de Agni o del Sol, o de ambos a la vez, debe considerarse como llegado al término de su curso y detenido una vez alcanzado el “Eje del Mundo”. Recordaremos, a este respecto, que en diversas tradiciones la imagen del Sol se encuentra asociada también a la del árbol de otra manera, pues se lo representa como el fruto del “Árbol del Mundo”; al comienzo de un ciclo abandona su árbol y viene a posarse nuevamente en él al final del mismo, de modo que, también en este caso, el árbol es efectivamente la “estación del Sol”.


Izquierda: El Árbol Sagrado de los mayas, ilustrado en el Códice Borgia. Sus ramas superiores presentan flores, emblemas o símbolos del Sol y del Cielo, mientras que sus raíces son representadas por una especie de dragón o lagarto, ser primordial que habita el Inframundo. Derecha: El símbolo báltico de Laima (Laima slotina), la diosa del nacimiento y del destino (Trīs Laimes).

Diversos signos rúnicos asociados al Árbol Sagrado, símbolo de la Vida y la Luz.



De este modo, el árbol ha constituido un símbolo fundamental en las antiguas cosmogonías y religiones, siendo por ello el “Árbol del Mundo”, el “Árbol de la Vida” y el “Árbol del Conocimiento” (Kundalini), asociado a Brahmã, Agni, Odín, Perun y Quetzalcoatl-Kukulkán, entre otros dioses solares de la antigüedad pagana, el cual derivó posteriormente en el Lichterbaum o “Árbol de Luz”, es decir, el “Árbol de Navidad” que ilumina el solsticio de invierno del hemisferio norte.

Izquierda: Arte rupestre escandinavo. Tres figuras antropomorfas (¿Odín, Thor y Freya? ¿Las Nornas?) portan báculos o cetros, símbolos del “Árbol de la Vida”. Derecha: La barca mágica de Odín, que le permitía viajar sobre mar y tierra. Aquí, junto al “Árbol del Mundo”.

 
Izquierda: Aríbalo inca, con el símbolo del árbol-runa Man. Derecha: Detalle de un tapiz
escandinavo del siglo XII, donde figura Odín, Thor y Freya. Junto a Odín, el árbol-runa.

La runa Man, de la Vida, del Futhark germánico, el “Árbol de la Vida”
y el signo maya del “Árbol de la Vida”.


El “Árbol de la Vida” de Anáhuac, es el Irminsul (Yggdrasil) de los germanos, el Árbol-Runa Man; el Bodhi de Siddhartha Gautama y del Bö; el Saosis de Isis y Osiris; la palma de Apolo, el Világfa y Életfa de los iniciados táltos de Hungría; es el roble de Perun; el Haorma avéstico; concepción que tiene sus equivalentes en el canelo-rehue de los antiguos araucanos, el wuanámei andino, el genipa de los shipibo-conibo, el lupuna de los yagua y los ticuna, el Yax Imix Che (la Gran Madre Ceiba) de los mayas y el ahuehuete de Tule, en México.

En numerosos petroglifos, motivos de alfarería, armas, monumentos funerarios y en los antiguos templos de las divinidades solares, se encuentra estampado este trascendental símbolo, ideografía del Árbol del Mundo y emblema de la Divinidad, del Dios Increado (Dyeva, Theos, Pradjapati, Œseus, Kneph, Tzakol) y de la Vida (Eterna).

Rafael Videla Eissmann
1° de Febrero de 2012.

Diversos petroglifos de la runa Man de varios brazos, es decir, representaciones
del “Árbol de la Vida”, en el centro y sur de Chile, respectivamente.

Izquierda: La “caída” del árbol sagrado maya (Códice Borgia). Derecha: El relieve
del Irminsul doblado en Externsteine, Alemania.

lunes, 2 de enero de 2012

Los viracochas, los Dioses Blancos de América

Izquierda: Divinidad andina. Nótese que sus ojos han sido representados de color azul con lapislázuli. Derecha: Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada, dios blanco y barbado, en una representación de la cerámica de Teotihuacán.


En sus estudios que llevan por título El Secreto de la América Aborigen (1921) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935), el profesor Roberto Rengifo propugnó el origen polar antártico del hombre, en una época prediluvial, es decir, anterior a 13000 años. De hecho, Rengifo estableció que el archipiélago antártico, era por entonces decenas de miles de años atrás, el gran centro de la humanidad blanca y clara, desde donde migraron por las costas de América, en sus barcas, hacia el norte.

Como fundamento de este aserto, Rengifo cita significativamente a La Araucana (1569) de Alonso de Ercilla y Zúñiga, quien da cuenta en los siguientes versos de:

“Chile, fértil provincia y señalada,
en la región antártica famosa,
de remotas naciones respetada,
por fuerte, principal y poderosa”.

Este grupo prediluvial corresponde a los primigenios habitantes del continente, es decir, a los aborígenes, quienes antecedieron al poblamiento de los grupos procedentes de distintos puntos de Asia -es decir, a las poblaciones que posteriormente se denominarán como indígenas-. Este primer sustrato se vio drásticamente mermado tras la última gran catástrofe planetaria o Diluvio, según dio cuenta Hans Hörbiger en la Cosmogonía Glacial (1913), hecho confirmado por la Unión Geofísica Americana de 2007, emprendiendo extensas migraciones transcontinentales, alcanzando a Eurasia en épocas no registradas por los anales históricos. La evidencia de sus huellas se encuentra en los símbolos y en las construcciones megalíticas.

En ese sentido, el historiador chileno José Toribio Medina en su obra Los Aborígenes de Chile (1882), señaló que en la noche de los siglos moró en Chile una raza de hombres que dejó las huellas de su paso escritas en el granito de los Andes, y que se supone desaparecida a consecuencia de los grandes cataclismos que en una época geológica reciente ha debido experimentar este continente.

Sin embargo, la emigración desde América no fue total, quedando remanentes de este grupo, quienes fueron ulteriormente presenciados por numerosos europeos del tiempo del Descubrimiento, la Conquista y la Colonia, incluso, por numerosos testigos en el transcurso del siglo XX. Ellos fueron los denominados “indios blancos” y los “barbados” que figuran en numerosas crónicas y fuentes etnohistóricas prácticamente en toda la geografía americana, descendientes de los Viracochas o Dioses Blancos, los dioses civilizadores.


Representación de un hombre barbado en uno de los palacios de Lambityeco, cerca de Oaxaca, en México.


Los “indios blancos” aparecen en las crónicas de Américo Vespucio, José de Acosta, Pedro Cieza de León, Felipe Guamán Poma de Ayala, el Inca Garcilazo de la Vega y Pedro de Valdivia, entre otros.

Por ejemplo, en la Crónica del Perú (1551), Pedro Cieza de León ha indicado que los chachapoyas eran indios blancos cuya hermosura era digna de soberanos cuyos ojos eran azules, los cuales eran más blancos aún que los mismos españoles.

O bien, el historiador y cronista Antonio de Herrera y Tordesillas en su Descripción de las Islas y Tierra Firme del mar Océano que llaman Indias Occidentales (1622), ha referido que la región de Reino de Chile es muy poblada de indios blancos, y está situado en las riberas de la Mar del Sur, que es mare magnum, que se incluye entre su costa y la de la China.

Izquierda: La Dama de la Máscara, momia wari de ojos azules encontrada en la Huaca Pucllana en Lima, Perú. Derecha: Guerrero imperial azteca. Figura perteneciente a la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino. Los rasgos fisonómicos corresponden a un “indio blanco”.

El octavo inca, Viracocha Inga, de acuerdo a La Crónica del Buen Gobierno de los Incas (1583-1615) de Felipe Guamán Poma de Ayala. Es un inca barbado.


El antropólogo Paul Rivet, en Los orígenes del hombre americano (1943), ha explicado que los documentos relativos a hombres barbados abundan en las representaciones precolombinas de México (Tabasco, Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Valle de México, Yucatán, Chiapas), de Guatemala, de Honduras (Copán), de El Salvador, de Nicaragua, de Costa Rica, de Panamá (Coclé), del Alto Perú (región de Tiahuanaco) y del Bajo Perú, donde son frecuentes desde los orígenes de la civilización Chimú y tal vez desde los de la civilización Nazca. El dios maya Itzamná aparece muchas veces representado con bigote y barba.

Por otra parte, los viajeros han señalado repetidas veces la presencia de hombres barbados entre las poblaciones indias, sin que este carácter pueda explicarse por un mestizaje con los invasores blancos.

Más aún, Rivet reconoció que lo cierto es que, en muchas regiones, la tradición conservaba el recuerdo de hombres blancos y barbados que habían precedido a las poblaciones actuales, especialmente en Perú, en la región de Guamanga y en las islas del Titicaca.

Los “indios blancos” fueron los descendientes de los Dioses Blancos, los “ídolos”, o divinidades civilizadoras, como los viracochas del lago Titicaca, descritos como blancos y barbados, siendo el más conocido, Kon-Tiki-Viracocha. Ellos fueron los constructores de la ciudad prediluvial de Tiahuanaco, la famosa “Metrópolis de los Viracochas” de acuerdo a Edmund Kiss, prodigio arquitectónico y astronómico de América.

Algunos de los nombres de los viracochas preservados en las tradiciones aborígenes son Trome, Tauapácac Ticci Viracocha, Kontikiviracocha, Tunupa, Bep-Koroti, Hyustus, Parr, Avaré Sumé, Amalivaca, Quetzalcoatl y Kukulkan.

Rafael Videla Eissmann
1° de Enero de 2012.


La calavera de cristal

Izquierda: La calavera de cristal descubierta en Lubaantun, Honduras (hoy Belice) por Anna Hedges en 1924, hija del explorador Frederick Albert Mitchell-Hedges. Un hecho fundamental que se ha pasado por alto sobre esta singular pieza precolombina son las características dolicocéfalas del cráneo. En un estudio de National Geographic (2011) que buscaba comprobar la autenticidad o no de la pieza, la experta en arte forense del Departamento de Ciencias Forenses de la Universidad Estatal de Pensilvania, Gloria Louise Nusse, basándose en los patrones inherentes del cráneo que se proyectan en las partes blandas del rostro, obtuvo una fisonomía aproximada. El resultado -derecha- describe a una mujer con claro fenotipo europeo, lo que en teoría imposibilitaría que esta calavera haya pertenecido a la cultura maya y que fuese realizada en torno a 3600 años atrás. Ciertamente, el fenotipo “europeo” no encaja con la “visión” impuesta y generalizada del “tipo americano”, y en consecuencia, se descarta fácilmente su origen americano. Sin embargo, como lo indican las crónicas y como lo prueba la evidencia arqueológica, sí hubo poblaciones de indios blancos, descritos con rostros alargados y cabellos claros.


El hombre de Kennewick

Izquierda: El cráneo del denominado “Hombre de Kennewick”, descubierto en Julio de 1996 en Kennewick, en el estado de Washington, Estados Unidos. El arqueólogo James Chatters ha indicado que se trataría de un hombre de 40 a 55 años, con una altura de 1,70 m a 1,76 m y, basándose en los patrones de los restos óseos, ha determinado que se trata de un hombre con apariencia “caucásica” (Derecha). Conforme a los cálculos radiocarbónicos, tendría una antigüedad de 9300 años. Ciertamente, este “fenotipo caucásico” generó grandes debates y fuertes controversias en la comunidad antropológica pues estos restos replantearían no sólo la cronología del poblamiento americano sino también el “tipo” de habitantes que hubo en el continente en tiempos precolombinos. La controversia se basa en el desafortunado hecho que se estableció un exclusivo fenotipo aborigen, ignorándose las informaciones entregadas en las crónicas y en la iconografía del arte precolombino que constatan la existencia de los indios blancos (Emmanuel Laurent/Eurelios/Science Photo Library).


* Anticipo del libro El origen polar antártico del hombre y la civilización prediluvial americana. Las huellas de los Dioses Blancos. La historia prohibida del continente, de Rafael Videla Eissmann.

Claves rúnicas

El templo astronómico de Stonehenge en Inglaterra.


La runa Man es también la runa del hombre,
y así es la runa del ser humano
que conecta el mito de Mannus
como el hijo de Tuisko.
Guido von List


Los monumentos megalíticos encontrados en Europa y Asia, tales como menhires, dólmenes, cromlechs y hünengraber, corresponden a manifestaciones culturales de la Edad de Piedra. Sin embargo, su origen, su real antigüedad y la forma en que fueron erguidos, son y posiblemente siempre serán, un enigma.

Tradiciones indoeuropeas las vinculan a la fertilidad y a los ciclos vitales; también, al culto de los ancestros. Se han comprobado asimismo claves astronómicas, especialmente asociadas a los solsticios y equinoccios y por ello, con específicas corrientes telúricas o geománticas.

De acuerdo al arqueólogo Carl Schuchhardt, los menhires se relacionan con el denominado círculo de la “creencia de las almas” por su cercanía a los hünengraber o “lechos de gigantes”.

La palabra menhir proviene del antiguo bretón y significa “piedra erguida”, siendo en realidad, un concepto tardío del significado rúnico primigenio Man e Yr, es decir, Man-Yr, Man-Ir, Men-Ir, Men-h-ir, aludiendo con ello a las ideografías del ascenso y el descenso del hombre, respectivamente, a la “vida” y “muerte”, confirmando, en consecuencia, su asociación con los ciclos vitales y al culto a los antepasados.

La runa Man y la runa Yr, respectivamente.


Estas construcciones megalíticas se encuentran también en el continente americano, hecho que refuerza la idea de la presencia de un grupo cultural primigenio que se desarrolló a escala planetaria o bien, que debido a extensas migraciones, abarcaron amplias regiones del globo.

La runa Is, plasmada en la piedra, símbolo de un eje telúrico. Izquierda: Menhir en Millstreet
y Ballinagree, en County Cork, Irlanda. Derecha: Menhir de Huaricanga, Perú.


Significativamente, antiguas fuentes nórdicas refieren a América como Huitramannaland, es decir, White-men’s Land o tierra de los hombres blancos, o la Gran Irlanda (“Great Ireland”) -en clara distinción a la isla británica de Irlanda-.

Gran Irlanda es también un concepto rúnico: La tierra de Yr. Esto es, la tierra del “descenso” del hombre; lo que equivale a decir su aparición en la tierra (América).

Rafael Videla Eissmann
Solsticio de Invierno, 2011.

La runa Ur-Ru, del “comienzo” y del “final”. Izquierda: Dolmen de Poulnabrone, en Irlanda.
Derecha: Dolmen en North Salem, New Hampshire, Estados Unidos.