Un jon o mago selk’nam conjurando un eclipse de Luna. Este acontecimiento celeste era considerado una demostración de la persistencia de la cólera de Cran contra los hombres. Entonces los jon y los hombres y mujeres selk’nam se reunían y realizaban cánticos (“Corazón bueno. Mujer de Apen. / Luna a cara ancha…”) para apaciguar el furor de la Luna e impedir una nueva catástrofe (Fotografía de Alberto María de Agostini. Ca. 1920).
Como un eco de la relación de los sobrevivientes del Tripalafquen, el siguiente registro desarrollado por el historiador Carlos Keller en su libro Dios en Tierra del Fuego. Mitos y cuentos de los sélcnam (Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1947. Páginas 55 y 56), refracta el Mythos de la Gran Catástrofe, el Crepúsculo de los Dioses –la raza astral hówen-aesir– con elementos de la tradición folklórica en este relato sobre selk’nam sobre Cra, la Luna –en la cosmogonía de los selk’nam, Cran es el Sol y Cra, la Luna. Ésta última es poseedora de una naturaleza maléfica, acaso como evocación de la última gran catástrofe planetaria–:
Veréis que Cran sigue siendo tan claro, brillante y luminoso como lo fue cuando vivía en esta tierra como hóhuen. El comportamiento de Cra, en cambio, es muy distinto. A veces se tiñe de rojo, exteriorizando así la rabia que la domina cuando piensa en la supremacía que los hombres tienen sobre las mujeres en lo referente a su fuerza física, lo que desbarató todos sus propósitos. Las manchas que podéis ver en su rostro provienen de los golpes que le dio Cran con su tizón. Si se le acerca su marido, el Sol, se presenta débil y flaca de fuerzas, perdiendo el volumen, como si implorara clemencia ante su ira. Pero no debemos fiarnos mucho de ella, pues a medida que su marido se vuelve a alejar, comienza a crecer de nuevo, ostentando la misma vanidad y soberbia que la caracterizó sobre la Tierra. Muy peligrosa es cuando desaparece del todo, lo que consigue tiñéndose el cuerpo con carbón. Esto lo hace con el único propósito de volver por sus antiguos fueros, es decir, porque desea engañar a los hombres, para atraerlos, embaucarlos y devorarlos si los puede haber. Cuando se presenta así la Luna, los selk’nam consultamos a nuestros jon y le pedimos que le envíen sus huáiyuhuen, que os explicaré en otra ocasión.
Es muy peligrosa la Luna. Cuando demuestra síntomas extraordinarios, una familia aislada hace bien en cobijarse debajo de la gran capa, para que no la alcancen sus miradas. Es también muy inconveniente que los niños la miren con mucha detención, porque pueden perder la memoria, y aún morir.
Debo agregar sin embargo, que fue una gran suerte que Cran no matara a su mujer, pues si lo hubiera hecho, se habría podido derrumbar todo el firmamento.
¡Un eco más de la Gran Catástrofe, el Götterdämmerung!
Rafael Videla Eissmann
17 de Enero de 2019
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