Pieza arqueológica perteneciente al Museo El Vergel de Angol, en la Región de la Araucanía
la cual describe un aborigen barbado, distinto a las poblaciones indígenas.
Un pasaje en la Histórica Relación del Reyno de Chile (1646) del jesuita Alonso de Ovalle, refuerza lo sostenido en diversas obras y estudios en relación con la existencia de al menos dos poblaciones prehispánicas en Chile antes del arribo de los conquistadores en el siglo XVI.
Se trata de la referencia a individuos barbados y otros lampiños, hecho que ilustra la existencia de estos dos grupos, es decir, de las poblaciones dolicocéfalas y braquicéfalas, respectivamente. La primera, de “rostros alargados”, piel blanca o clara y registrada en diversas crónicas como los indios blancos. La segunda, en tanto, de “rostros redondeados”, pómulos salientes, color cobrizo y cabello hirsuto, conformaba la población más numerosa hacia el siglo XVI.
El primer grupo corresponde a los araucanos. El segundo, a los mapuches.
Sobre la característica étnica del vello facial Alonso de Ovalle ha escrito: No pasa de aquí la esfera del ministerio de barbero entre esta gente, porque no tienen barba que hacer, por ser de naturaleza lampiños, y los pocos pelos que les salen, tiene cada uno cuidado de pelárselos, porque se afrentan de tenerlos en la cara; y así hacen unas como pinzas de unos choros del mar, las cuales traen siempre consigo, y a ratos perdidos las sacan y en buena conversación están arrancando los pelos, que otros con gran cuidado suelen criar y peinar, honrándose con ellos; que es buen argumento de lo que hace la aprensión de los hombres para que una misma cosa se tenga por honra y por el contrario. Tampoco tienen necesidad de barbero para hacerse el cabello, porque de su natural costumbre y usanza le traen siempre largo hasta debajo de las orejas y no más, y para despuntarlo y que ande siempre a esta medida, fácilmente se sirven los unos a los otros.
En relación con la existencia de esta población, esto es, de la población blanca nativa, De Ovalle en la misma obra consignó que el padre Jerónimo de Montemayor, apostólico misionero de aquel archipiélago de Chiloé, entró la tierra firme dentro con el capitán Navarro, que es muy valeroso y afamado en aquella tierra, y otros españoles, y descubrieron unas naciones que piensan son estos Césares, porque son gente muy blanca y rubia, bien dispuesta y agestada, y que en su disposición y gentiles talles muestran ser hombres de gran valor, y que habían traído consigo algunos de ellos, para tomar lengua de la que tanto se desea saber.
Asimismo, De Ovalle dio cuenta del color blanco y rubio de esta gente [los indios], y [quienes] hablan una lengua que ninguno de los que fueron a este descubrimiento la pudo entender, parece que hacen probable esto segundo, y puede ser también que sea lo uno y lo otro; que esta nación sea originaria de flamencos que emparentaron con indios, y haya otra de estos españoles que hemos dicho.
Los indios blancos –arqueológicamente conocidos como paleoamericanos– constituyeron la población originaria del legendario Chili-Mapu.
Rafael Videla Eissmann
1º de Febrero de 2018
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