Mandala de origen nepalés (Siglo XIX).
En la tradición hinduista y budista los mandalas corresponden a figuraciones simbólicas y rituales del macrocosmos y el microcosmos. El hombre y el mundo.
El concepto de mandala es de origen sánscrito (maṇḍala मंडल) y proyecta la idea de «círculo», o disco, en su sentido de diagrama o figura sagrada, como manifestación de la Totalidad, es decir, de la Unidad, esto es, de lo Absoluto y sus múltiples expresiones en la Naturaleza cíclica –el universo, el mundo, el hombre–y por ende, su esquematización o diseño como espacio sagrado/divino en y de los distintos planos.
En términos de su composición y diseño, una de sus características principales es la presencia de ejes cardinales u ordenadores y su simetría que conjuga la relación espacial de la periferia y del centro. Un eje intangible pero presente.
Un eco de la tradición de los mandalas se descubre en la iconografía del arte cristiano medioeval, especialmente en los rosetones y también en domos. Además, se halla en algunos símbolos herméticos y alquímicos de la tradición esotérica de Occidente.
Por cierto, el origen de estas figuraciones sacras se remonta a la Ante-Historia. A la edad de los dioses.
En Chile, significativamente, se descubre esta concepción en dos manifestaciones del arte prehispánico, específicamente en la tradición lituche-araucana: Los kultrunes o tambores ceremoniales de los machis o shamanes y en los tupus o ‘agujas’ de la joyería araucana. En ambos casos, dichas manifestaciones culturales conocidas corresponden a expresiones de la época hispánica aun cuando su origen es anterior y su génesis ignoto.
Tanto en los kultrunes como en los tupus se vierte la idea del círculo como totalidad y figura espacial. El kultrun es la plasmación tanto del espacio horizontal –el Chili-mapu o territorio de Chile–, como también una proyección vertical simbólica del mundo. El tupu es, asimismo, un símbolo o diagrama de la Tierra como esfera.
Diversas representaciones de kultrunes. Ilustraciones de José Pérez de Arce en el libro Mapuche. Semillas de Chile (Museo Chileno de Arte Precolombino / Museo del Oro – Bogotá, Banco de la República de Colombia & Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, Dirección de Asuntos Culturales. Santiago de Chile, 2009).
Tupus araucanos.
Ubicación del tupu en el atuendo araucano.
Una aproximación al origen de estos símbolos se descubriría en una remota vinculación entre los antiguos siddhas del Himalaya y los antiguos machis de los Andes. En este sentido, una interesante apreciación fue desarrollada por el abate Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776), donde señaló que los chilenos llaman a los primeros hombres, de los cuales descienden, Peñi Epatun, que quiere decir, los hermanos Epatun, pero, a excepción del nombre, no saben otra cosa de la historia de estos hermanos sus patriarcas. Los llaman también Glyche, esto es, hombres primitivos o del principio, y en sus congregaciones los invocan, junto con sus divinidades, entonando en alta voz: Pom, pum, pum, Mari epunamun, animalhuen, Peñi Epatun, etc. Los tres primeros vocablos son al presente de incierta significación y podrían tomarse por una suerte de interjección, si la voz puon con que los chinos nombran al primer hombre creado o salvado de las aguas, no nos indujese a sospechar que podrían tener una noción análoga. Los lamas o sacerdotes del Tíbet pronuncian también frecuentemente en sus rosarios las tres sílabas Hom, ha, hum, o om, aum, como dicen los habitantes del Indostán, los cuales en cierta manera corresponden a las chilenas arriba dichas.
Desde ese desconocido pasado vislumbrado únicamente en la tradición áurea de los mitos, sólo los símbolos han perdurado como silenciosas ideografías de la edad de los hombres-dioses.
Rafael Videla Eissmann
9 de Enero de 2017.
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