martes, 28 de mayo de 2024

La tradición de los dioses: Una notable similitud entre los hombres-dioses de Tierra del Fuego y Egipto


Derecha: Akhenaton y su familia en gesto ritual al Dios-Sol Aten. Imperio Nuevo (Fotografía de Pat Remler / The Egyptian Museum in Cairo). Izquierda: El hówen o “dios-espíritu” K’terrnen, el “Hombre-Luz” de la tradición iniciática de los selk’nam de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Chile –a su lado aparece el jon o shamán Tenenesk (Fotografía de Martin Gusinde, 1923). La semejanza de los “tocados cónicos” en las representaciones de estos hombres-dioses es notable.


En mi artículo Gli dèi extraterrestri. Tracce della storia dimenticata (“Los Dioses Extraterrestres. Huellas de historia olvidada”), publicado en Il Giornale dei Misteri (Numero 535. Roma, Gennaio-Febbraio 2018), tracé las notabilísimas similitudes que se observan en las representaciones de los dioses de culturas tan lejanas entre sí como los selk’nam de la Tierra de Fuego, los antiguos mexicas de Mesoamérica, las tribus germánicas del centro de Europa y de Escandinavia y las civilizaciones de Egipto y del Valle del Indo. ¿Cómo explicar las analogías? ¿Es posible que existiese alguna relación? La respuesta es ciertamente negativa si se busca en los cimientos de la historiografía ortodoxa. Y esto, porque historia que se enseña se basa sobre determinados dogmas científicos como el origen de la humanidad en África, el “Descubrimiento de América” de 1492 y la inefable “evolución”… 

Mas, ¿deben considerarse como irrefutables estas mentadas suposiciones de la historiografía? Una investigación básica sobre estos campos concluye que estas tres conjeturas son sólo hipótesis elevadas a verdades absolutas y basadas en la así denominada “evidencia científica”.

¿Fue realmente África la cuna de la humanidad? La idea sigue siendo una teoría y el “eslabón perdido” aún no se ha encontrado –y no se encontrará– entre una especie homínida pre-humana –un paleoantropo– y al Homo sapiens sapiens. Oposición directa a las concepciones polares desarrolladas por el profesor Roberto Rengifo en torno al origen antártico del hombre expuestas inicialmente en la Sesión General de 29 de Diciembre de 1919 de la Société Scientifique du Chili (Actas de las Sesiones. Sesión General de 29 de Diciembre de 1919) y luego en El Secreto de la América Aborigen. III. Los chiles (1920) y El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica (1935) y a las concepciones de Lokmaya Bal Gangadhar Tilak, en The Artic Homes in the Vedas. Being Also a New Key to the Interpretation of Many Vedic Texts and Legends (“El Hogar Ártico en los Vedas. Siendo también una nueva clave en la interpretación de muchos textos y leyendas védicas”, 1903) acerca del origen ártico de la civilización ario-védica de acuerdo a cálculos astronómicos consignados en los himnos sánscritos del Rigveda.

¿Fue América “descubierta” en 1492? En lo absoluto. La historia prehispánica cuenta con numerosas pruebas de contactos y asentamientos transatlánticos y transpacíficos. Y aún más: Toda la “historia” del continente ha sido una gran impostura –desde el navegante Cristóbal Colón, pasando por el Tratado de Tordesillas de 1494, las Guerras de Independencia Hispanoamericanas (1808-1814) y la historia moderna de “Latinoamérica”–.

¿Y la “evolución”? Otra patraña más que ha cimentado la falsa historia del génesis del hombre y su desarrollo desde África hacia otras latitudes en un larguísimo proceso evolutivo. Esta noción por cierto se opone a las concepciones ancestrales de Tierra de Fuego, Mesoamérica, la Europa pre-cristiana, Egipto y el Valle del Indo. ¿Entonces? ¿Cuáles son las claves para comprender esas notabilísimas similitudes de los dioses de la antigüedad? Son los mitos. Y más apropiadamente, del Mythos Légein o “Narración Sagrada” que preservó el conocimiento de seres “descendidos del firmamento” –los dioses extraterrestres– y que “crearon” a los hombres y sus magníficas civilizaciones solares en la antigüedad.

Aquí y allá, las representaciones de los dioses en las vastas muestras del arte de estos grupos son similares: Cuerpos estilizados con cabezas o tocados cónicos.

Un ejemplo decisivo ilustra estas antiquísimas conexiones: Un altorrelieve del hombre-dios Akhenaton y su familia con un gesto ritual al Dios-Sol Aten del Imperio Nuevo y el hówen o “dios-espíritu” K’terrnen –el “Hombre-Luz”– de la tradición iniciática del Háin de los selk’nam de Tierra del Fuego –Kaurinka–: La semejanza es extraordinaria.

Es la estirpe divina de los dioses. Los Hijos del Sol.

Rafael Videla Eissmann
26 de Mayo de 2024


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
Se prohíbe su reproducción).

domingo, 5 de mayo de 2024

El enigma de la Fuente Magna: Una vasija con inscripciones cuneiformes hallada en Tiahuanaco


La extraordinaria y enigmática Fuente Magna. En la actualidad se encuentra en el Museo de Metales Preciosos
en La Paz (Museo del Sitio de Tiwanaku / Fotografías de Rafael Videla Eissmann, Enero de 2003).


Un enigma arqueológico

Una extrañísima vasija ceremonial labrada en cuarcita de color café fue descubierta en 1950 por un agricultor en un montículo escalonado en las inmediaciones del lago Titicaca –otras fuentes establecen que el descubrimiento fue hecho por un campesino en 1960 en un terreno privado de la familia Manjón, situado en la aldea de Chúa Cocani–.

La singular vasija de alrededor de 60 cm de diámetro y 18,5 cm de altura fue denominada Fuente Magna –conocida también como Vaso Fuente– y pertenece a la colección del Museo del Sitio de Tiwanaku.

La vasija presenta inscripciones, símbolos y figuras en sus caras interna y externa: Las figuras del interior están compuestas por un conjunto de ideografías entre las que destacan una efigie antropomorfa –cuyo cuerpo presenta cierta similitud con un batracio, símbolo de la fertilidad–, espirales de trazos rectos y una serie de inscripciones notablemente similares a los caracteres cuneiformes de Mesopotamia, uno de los sistemas más antiguos de escritura del Medio Oriente.

Las dos orejas de la vasija presentan asimismo figuras antropomorfas en cada lado y su borde está cubierto por dos serpientes cuyas cabezas se ubican justo sobre las manos extendidas de la figura antropomorfa del interior, reproduciendo la imagen de la deidad central de la Puerta del Sol de Tiahuanaco, es decir, de Tauapácac Ticci Viracocha, el Dios de los Báculos.

Un hecho que corroboraría este aserto es que ambas representaciones, es decir, la figura antropomorfa de la vasija ceremonial y el Supremo Viracocha de la Puerta del Sol, poseen cuatro dedos en cada mano. Las facciones presentan además similitudes en los ojos, la nariz y la boca.

El exterior de la Fuente Magna presenta dos pumas y dos cóndores, animales totémicos de la tradición andina.

El interior se estructura en seis divisiones: Dos secciones a los costados de la figura antropomorfa de la vasija donde se aprecian caracteres de difícil interpretación. Luego figuran dos espirales dobles –en ambos lados– de trazos rectos y sentido dextrógiro; un segmento con similares caracteres a los ubicados en ambos costados de la figura antropomorfa y, por último, un segmento donde se ubican los caracteres cuneiformes.

Estos últimos caracteres han sido emparentados con el protocuneiforme y cuneiforme de Sumeria –por parte de los arqueólogos e investigadores Max Portugal Zamora, Bernardo Biados Yacovazzo, Jorge Miranda, Freddy Arce Helguero y Alberto Mancini– e incluso con algunas fórmulas semíticas –por parte del arqueólogo Mario Montaño–.

Desde el así denominado Descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, diversos cronistas señalaron la presencia de culturas del Medio Oriente en el continente, como los fenicios –entre quienes cuentan George Horn, Pierre Daniel Huet, Court de Gébelin y Paul Gaffarel von Philon–.

Otra perspectiva de la Fuente Magna (Museo del Sitio de Tiwanaku /
Fotografías de Rafael Videla Eissmann, Enero de 2003).

¿Cuál es el verdadero origen?

Como se puede apreciar en las imágenes de la vasija ceremonial, los caracteres son similares a las inscripciones cuneiformes. Además, éstas han sido realizadas utilizando la misma técnica de incisión y características: Líneas rectas, paralelas, perpendiculares y angulares.

Esto, por cierto, no implica que su origen necesariamente se encuentre en Mesopotamia sino que sólo existe una similitud y más apropiadamente, que ha habido una ignota relación en la antigüedad entre ambas regiones.

¿Es la Fuente Magna una pieza autóctona o bien fue traída desde Mesopotamia? En uno u otro caso, ¿cómo se explicaría la similitud de las inscripciones? ¿Quiénes fueron sus autores? ¿Cuándo fue labrada? ¿Cuál fue su función? ¿Existen otras piezas tiahuanacotas con caracteres similares?

Contra toda convención historiográfica, el profesor Roberto Rengifo –el genial propugnador del origen polar antártico del hombre y de la irradiación de la civilización desde América al resto del globo– estableció que la última migración importante partió de TalTal en la costa norte de Chile, hace 9000 años, fueron los uros que, por estar ya todas las demás costas y países poblados, buscando uno inhabitado llegaron al fondo del Golfo Pérsico y fundaron la ciudad de Uruk, llevando allá la cerámica y los metales; ciudad que fue el germen de las civilizaciones arias o indo-europeas con la cual comienza la Proto-Historia, siendo todo lo anterior, Pre-Historia y siendo Historia sólo los 2500 años últimos, desde que se descubrió la escritura alfabética (Rengifo, R. El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Página 11).

Posteriormente, el extraordinario escritor Erich von Däniken ha preguntado si acaso los descendientes del gigante Gilgamesh provinieron de América del Sur y llevaron consigo el conocimiento posteriormente vertido en la Epopeya, a Sumeria (Von Däniken, E. Recuerdos del futuro. Páginas 91 y 96).

Cabe destacar que el profesor e investigador Carlos González Vargas del Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile, expresó la “notable similitud de la representación de Yephun-Oihuen, el Lucero de la Mañana y de la Tarde de los antiguos mapuches [los araucanos de Chile] y aquellas de Mesopotamia, pues en ambos casos son estrellas de ocho puntas” (Conversación personal con el autor en la ciudad de Santiago de Chile, Noviembre de 2006).

En definitiva, piezas arqueológicas como la Fuente Magna prueban el frágil dogma historiográfico-arqueológico desarrollado en la “reconstrucción” del pasado prehispánico, pues en diversos campos de estudio se verifican similares patrones entre las culturas y civilizaciones de la América Aborigen, Europa y Mesopotamia: Las divinidades uránicas, los dioses civilizadores descendidos del firmamento, los ancestrales cultos solares y sus símbolos –como la venerada cruz swastika-sauvastika y las barcas solares–, el símbolo de Venus y las pirámides escalonadas –entre otros campos fundamentales–.

Rafael Videla Eissmann
4 de Mayo de 2024


Bibliografía

I. Obras

Carnac, Pierre 
El primer descubrimiento. ¿Descubrieron América los judíos en la antigüedad? (1983). Martínez Roca. Barcelona, 1991.

Fell, Barry [Harold Barraclough Fell]
America B. C.: European Settlers in the New World. New York Times Book Co. New York, 1976.
_ Saga America. New York Times Book Co. New York, 1980.
_ Bronze Age America. Times Boston Co. Massachusetts, 1982.

Rengifo, Roberto
El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. Imprenta Universitaria. Santiago de Chile, 1935.
_ El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica y el origen polar antártico del hombre (1935). Prólogo, notas y edición de Rafael Videla Eissmann. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2007.

Videla Eissmann, Rafael
La Estrella de Piedra. El símbolo sagrado de los chiles. Ediciones Riapantú. Santiago de Chile, 2004.
_ Los chiles. Fundadores de Uruk. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2007.
_ Inscripciones cuneiformes en Tiahuanacu. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2008.

Von Däniken, Erich
Recuerdos del futuro (“Erinnerungen an die Zukunft”, 1968). Plaza & Janés. Barcelona, 1982.

* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos. Se prohíbe su reproducción).

viernes, 12 de abril de 2024

Los poderosos dioses de los ugha mongulala


Figuras antropomorfas de la cultura diaguita de la zona centro norte de Chile (Museo Chileno
de Arte Precolombino / Fotografías de Rafael Videla Eissmann, 2017).


“No son dioses sino ‘hombres’ que han llegado desde las estrellas. Son altos, blancos. Igual a nosotros. La única diferencia es que tienen seis dedos en las manos y los pies”.

“Son poderosos. Tienen poderes mentales”.

“Akahim es su fortaleza”.

“Akakor su ciudad”.

“Ellos instruyeron a mi pueblo y por eso son en realidad nuestros maestros”.

“Algunos de ellos regresaron a las estrellas”.

“Otros han vuelto después a la Tierra”.

“Ahora han regresado. Ya están aquí para impulsar una nueva gran catástrofe planetaria”.

Así me ha hablado Tatunca (Agosto de 2018) sobre los poderosos dioses de la tradición de los ugha mongulala. Los maestros de su pueblo.

Junto a varios símbolos petroglíficos se puede observar una mano con seis dedos en Sacre Ridge
en Three Rivers, Nuevo México, Estados Unidos (Fotografía de la familia Anderson).


En todo el continente se encuentran representaciones antropomorfas de seres con seis dedos –sean petroglifos, piezas de alfarería, textiles–. En este sentido, significativamente algunas representaciones antropomorfas en la alfarería diaguita de la zona centro-norte de Chile poseen estas características, especialmente en las manos. En este sentido, el profesor Roberto Rengifo ha dilucidado que en realidad el vocablo es ‘dihuita’ y que éstos corresponden a una manifestación local de los chili-viracochas, los Dioses Blancos de América-Huitramannaland.

Rafael Videla Eissmann
11 de Abril de 2024

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sábado, 30 de marzo de 2024

Los alemanes y los ugha mongulala


Un HOMBRE-SOL de la tradición sagrada de la América Aborigen –conocidos en el mundo andino como viracochas–. Esta representación petroglífica se encuentra en las cercanías de Laguna Colorada, en la Provincia de Tucumán, Argentina, hecho que revela la irradiación de la civilización de los dioses en América del Sur. Adviértase que los rayos que irradian desde la cabeza guardan relación con el emblema de los ugha mongulala.


En el capítulo La alianza entre alemanes y ugha mongulala (Páginas 67 y 68) de mi libro La tradición sagrada de los ugha mongulala. Tatunca Nara y el misterio amazónico (2018) he consignado la comunicación transmitida por Tatunca Nara sobre la mancomunidad entablada entre los alemanes y los ugha mongulala en las profundidades del Amazonas, en 1945.

Mas, ¿cómo sabían los soldados alemanes de Akakor? ¿Qué conocimientos hubo en Alemania antes de 1945 sobre Akakor y Akahim? ¿Quiénes llevaron el conocimiento de las ciudades-fortalezas de los antiguos dioses a Europa? ¿Cuándo? ¿Por qué? Esta última interrogante dista ser caprichosa. Si el conocimiento de la existencia de los ugha mongulala y especialmente de las ciudades del Inframundo ha sido un hecho reservado y conocido por limitados canales, ¿cómo se explica entonces el arribo de los soldados alemanes? Su único destino –para este grupo– después de la derrota bélica de Alemania era Akakor. Pero, ¿fueron soldados? Resulta más comprensible el arribo de los superiores de la Ahnenerbe, pues esta organización tuvo una expedición en el Amazonas y la activa presencia del arqueólogo Edmund Kiss en Tiahuanaco –la metrópolis de los viracochas– y sus áreas de irradiación cultural.

El arribo, en consecuencia, de los alemanes a Akakor en 1945 se enmarca en una alianza que se remonta al menos hacia la década de los años veinte y treinta con la presencia de Edmund Kiss en América del Sur.

A este respecto, el 28 de Febrero del año en curso, Tatunca me dice:

“Los alemanes sabían de los dioses de los ugha mongulala… Por eso pudieron ingresar al mundo subterráneo… Abajo hay túneles, grandes túneles que comunican los Andes con el Himalaya, con la Antártida”.

“Los alemanes están en la Antártida”.

Y luego, casi como parte de una conversación distinta, indica:

“La guerra vendrá en Septiembre. Se cumplirá la visión del sacerdote. Nuestra montaña es el lugar de refugio…”.

Rafael Videla Eissmann
29 de Marzo de 2024

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domingo, 3 de marzo de 2024

Ignoto simbolismo: Una clave común entre la cultura tiahuanacota y la cultura chinchorro


El “Monolito Ponce” con la mano ‘invertida’
(Fotografía de Rafael Videla Eissmann, 2020).


Un aspecto simbólico de algunas de las magníficas esculturas antropomorfas de Tiahuanaco, los denominados “Monolito Ponce” y “Monolito Fraile” de la metrópolis de los viracochas, es la característica anatómica de la mano derecha ‘invertida’. Se trata, ciertamente, de una peculiaridad que denota una impronta no humana –sobrenatural–sea de origen natural o artificial. Esta particularidad, debe intuirse, es la expresión precisamente de una naturaleza no común. En este sentido, el hecho que el “Monolito Ponce” y “Monolito El Fraile” presenten esta característica, denota su relación con la tradición de los poderosos viracochas –los wari wira qucha runa–, los hombres-dioses del sustrato civilizador de la América Aborigen.

Ahora bien, una momia de la cultura Chinchorro –de Arica, en el extremo norte de Chile–, perteneciente a la colección del Museo Chileno de Arte Precolombino, posee la misma peculiaridad: La mano derecha ‘invertida’.

De acuerdo a las estimaciones de Arthur Posnansky la antigüedad de Tiahuanaco se remonta a ±15.000 a. C. Para Edmund Kiss, en tanto, la antigüedad de la metrópolis andina se remontaría a más de 30.000 años, enfatizando no obstante manifestado que ni siquiera la Cosmogonía Glacial (1913) de Hans Hörbiger y Philipp puede esclarecer la real antigüedad de Tiahuanaco.

La cultura Chinchorro, por su parte, tiene de acuerdo a los cánones de la arqueología ortodoxa una antigüedad en torno al 7000 a. C., siendo reconocidos como la primera cultura a escala mundial en realizar prácticas de momificación.

El “Monolito El Fraile” con la mano ‘invertida’
(Fotografía de Rafael Videla Eissmann, 2020).

Momia chinchorro con la mano ‘invertida’
(Fotografía de M. K, 2024).


Las interrogantes: ¿Cuál es la real antigüedad de la cultura tiahuanacota y chinchorro? ¿A qué obedece la perpetuación de las imágenes-símbolos de los ancestros –sean las figuras antropomorfas de Tiahuanaco o las momias de Chinchorro–? ¿Cuál es el origen y significado de la ‘mano invertida’? ¿Qué relación hubo entre Tiahuanaco y Chinchorro? ¿Hay otros sustratos culturales que poseyeron esta misma tradición en el mundo prehispánico?

Estas líneas son sólo un primer esbozo de una investigación mayor que permita una comprensión cabal del origen, sentido y proyección de este ignoto simbolismo.

Rafael Videla Eissmann
3 de Marzo de 2024


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domingo, 25 de febrero de 2024

Simbolismo trascendental del Irminsul: La memoria cósmica


 
El Irminsul, Eje del Mundo, en las fojas 75 y 76 del Códice de Madrid.


El símbolo del Irminsul, el Eje del Mundo, se encuentra en las fojas 75 y 76 del fabuloso Códice de Madrid, llamado también Códice Tro-Cortesiano del período maya clásico post-tardío pero, indudablemente, originario de una remota tradición polar. Ahí se ha plasmado una concepción espacial del mundo bajo el ordenamiento arquetípico de la tetrapartición ( + ) y en cuyo centro se eleva el Árbol del Mundo, siendo la mismísima representación del Irminsul de los germanos, es decir, un eje que se proyecta en su parte superior en dos ramas o volutas. En su base se encuentra la Gran Pareja Divina, es decir, Ometeótl, la Divinidad Dual –Ompacatotiotzin–.

Apropiadamente, basándose en la sabiduría ancestral de sus informantes, el cronista Fernando de Alva Ixtlilxochitl en el capítulo I de la Historia de la nación chichimeca –obra escrita entre 1610 y 1640–, ha realizado referencia a este símbolo como Quiahutzteotlchicahualiztéotl o Tonacaquáhuitl, que quiere decir “Árbol del Sustento o de la Vida (De Alva Ixtlilxochitl, F. Historia de la nación chichimeca. Página 20).

Un eco simbólico y muy significativo se revela en la cosmogonía del sustrato maya: Hunal Yeh levantó al cielo y lo apoyó con un árbol Wakah Chan, en el centro del universo (…). En un principio se elevó el cielo de las aguas de origen y posteriormente se erigió un árbol de apoyo como el eje central del universo (…). En el centro se encontraba el Wakah Chan, el Gran Árbol Cósmico, que había sido levantado a un año de la creación. Posiblemente correspondía a la Vía Láctea, pero probablemente tenía un aspecto vertical que unía los tres planos del universo, al mundo terrestre en medio, al cielo arriba, y a las aguas de origen abajo del anterior (Eggebrecht, E.; Eggebrecht, A.; Seipel, W. Et al. Maya amaq’: Mundo maya. Página 230).

Una noción semejante fue consignada por el monje benedictino Rudolf von Fulda (Ca. 865) en Von den Wundern des heiligen Alexanders (“De miraculis sancti Alexandri De miraculis sancti Alexandri”) donde señala que Irminsul significa “pilar universal que todo lo sostiene”.

Con propiedad, la antigua raza descendiente de los dioses –en América, Europa, Asia y Polinesia– se refirió a este trascendental símbolo como el Árbol-Columna del Mundo –“Árbol de la Vida”, “Árbol del Conocimiento”– y más apropiadamente, el árbol del Universo, del Tiempo y de la Vida.

Sobre el significado mágico-esotérico del símbolo del Eje o Columna del Mundo, Miguel Serrano ha expresado: IR o ER: Es el nombre hiperbóreo para la Columna, que según la creencia de los griegos y de otros pueblos, sostenía el cielo en el Polo Norte, encajando arriba en la Estrella Polar. Radical del más alto de los Dioses, Irmin. (…) En la leyenda de los mortales se transforma en una Columna. Perdida ya Hiperbórea sus descendientes involucionados, los germanos, adorarán el Árbol Irminsul, con el radical IR, como representación material de esa Columna y también del Poder sobrehumano perdido. En verdad es un culto simbólico de los antepasados divinos polares. La adoración del “Árbol que alcanza el cielo” será llevada a América por el éxodo hiperbóreo, luego por los vikingos (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Páginas 188 y 189).

Precisando aún más sobre este significado, Serrano ha escrito sobre el Irminsul: [Es] el Árbol que en el culto germánico representa la Columna que en el Polo sostenía el Cielo. Es un fresno. […] En el Sur del Mundo es la Araucaria gigante. En otros sitios es el Ceibo, o Ceiba. También es la Encina Sacra (Donar). A su sombra se reunían en Consejo los Ases. Para los germanos representaba la ascendencia divina y en el Árbol se rendía un culto a los antepasados extraterrestres (Serrano, M. NOS. El Libro de la Resurrección. Página 189).

Se concluye, en suma, que junto a la naturaleza transcendental y polisemántica del símbolo del Gran Árbol a escala global, este preservó la memoria cósmica de los antepasados divinos, de los descendidos del firmamento.

Rafael Videla Eissmann
23 de Febrero de 2024


Bibliografía

Eggebrecht, Eva; Eggebrecht, Arne; Seipel, Wilfried; Grube, Nikolai & Krejci, Estella
Maya amaq’: Mundo maya. Editorial Iximulew. Guatemala, 2001.

Serrano, Miguel
NOS. El Libro de la Resurrección. Editorial Kier. Buenos Aires, 1980.

Videla Eissmann, Rafael
Irminsul. Simbolismo en torno al origen de la raza polar. Ediciones Tierra Polar. Santiago de Chile, 2017.



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miércoles, 14 de febrero de 2024

Un símbolo común de la Venezuela prehispánica y del Antiguo Egipto


Símbolo del Eje Polar en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela y sobre
la cabeza en una divinidad custodia del corazón de Tut-Enkh-Amón (1334 y 1325 a. C.).

Alrededor de 10.425 km separan a la Venezuela prehispánica (-1492) del Antiguo Egipto. Este marco cronológico cultural es trazado para comprender –o, al menos, para lograr una aproximación– una notabilísima similitud de un símbolo en ambas regiones. Se trata de una manifestación del antiguo conocimiento geográfico de las aperturas polares. En primer lugar, se trata de una inscripción lítica en el cerro Las Rosas, en Guacara, en el Estado de Carabobo, Venezuela: Claramente, se trata de una representación de la Columna o Eje Polar –el Irminsul–, conformando las volutas superiores e inferiores las equivalencias estilizadas de las aperturas polares. Adviértase en la parte central de esta figura el “Sol Central” o “Sol Humante” de la Tierra Hueca de la cual da cuenta la tradición sagrada. En tanto, el símbolo en Egipto se encuentra sobre la cabeza de una de las tres divinidades –hoy en la colección del Egyptian Museum in Cairo– que custodiaban el corazón de Tut-Enkh-Amón, último monarca de su familia real en el final de la dinastía XVIII que gobernó entre 1334 y 1325 a. C.

También aquí se observan las volutas o ‘aperturas’ de ambos polos: Es Nun o el “Cielo”, y Duat, el “Inframundo”.

Por cierto, estas “similitudes” no son coincidencias o casualidades. Véase, en este sentido, el culto a los dioses del firmamento, la concepción de “Hijos del Sol”, el culto al Sol a través del símbolo del Disco Solar, la elongación craneal y las prácticas rituales de momificación y luego, específicamente, la ancestral representación de los “hombres-pájaros” (https://losvikingosenamerica.blogspot.com/2020/06/hombres-pajaros-chile-egipto.html).

¿Cómo explicar estas fundamentales semejanzas? Las claves fueron otorgadas por los sustentadores de la obra de Hans Hörbiger y Philipp Fauth, Cosmogonía Glacial de Hörbiger. Una nueva historia del desarrollo del universo y el sistema solar (“Glazial Kosmogonie. Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems” de 1913) como es el caso del gran explorador Edmund Kiss y su observación de las extensas migraciones (Völkerwanderungen) de antiguos sustratos culturales como resultado de las catástrofes cósmicas.

Más allá de la así denominada “historia oficial” se encuentra la historia mítica, es decir, la historia de los dioses y sus portentosas civilizaciones solares.

Rafael Videla Eissmann
5 de Febrero de 2024

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