domingo, 29 de diciembre de 2024

Los poderosos dioses del polo antártico


El Supremo Viracocha en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, en Bolivia.


En su obra Los chiles (1921) –tercera parte de El Secreto de la América Aborigen– el profesor y arqueólogo Roberto Rengifo propugnó el génesis de la humanidad en la Antártida, asentando así la sugestión consecuente del origen antártico de la civilización. Contraviniendo los dogmas de la arqueología e historiografía ortodoxa, el profesor Rengifo ha señalado que la civilización nació en América y fue de sur a norte; este es el principio fundamental que propongo, y que según creo, es verídico, y aclara y evidencia todos los hechos arqueológicos.

Puede ser que más tarde aparezca en Australia otro principio más comprensivo, que nos explique hasta el origen polar antártico de la humanidad, desarrollada en su casquete de tierras hoy dislocado.

En efecto, ulteriores pesquisas a lo largo del siglo XX han permitido reforzar en base a la evidencia arqueológica la concepción trazada por el profesor Rengifo acerca del núcleo emanado del Polo Austral y su proyección en las masas continentales más próximas: La iconografía mítico-simbólica de los dioses-espíritus tanto del cono austral de América del Sur como de Australia son extraordinariamente parecidas. Se trata fundamentalmente de las representaciones de los wari wira qucha runa (huaracocha/viracochas) de los Andes y de los wanjina (wondjinas) y gulingi de Australia, portentosos seres descendidos del firmamento que crearon el paisaje y a los seres vivos y que posteriormente instruyeron a los hombres en las Ciencias Sagradas –el impulso vital de la civilización–.



Los viracochas, dioses de los Andes. Las representaciones corresponden a viracochas en el Valle del Encanto, en la Región de Coquimbo, Chile; viracocha junto a la estrella de ocho puntas en San Pedro de Colalao, Argentina y en Ometepe, en el noreste del volcán Coatlán –o volcán Maderas–, en Nicaragua.





Algunas de las representaciones rupestres de los wondjinas y gulingi en Kimberley, Western Australia.
Adviértase su notable similitud con las representaciones de los viracochas de América del Sur.


Las características de los dioses-espíritus en ambos continentes es similar: Son figuras antropomorfas con el rasgo distintivo de rayos o auras luminosas proyectándose desde sus cabezas –“halos” ha especificado Erich von Däniken– y ojos grandes y redondeados.

Tanto en América del Sur como en Australia, las tradiciones ancestrales refieren a que estos dioses-espíritus fueron los portadores y difusores de las Ciencias Sagradas, enseñando a los hombres los conocimientos y técnicas de la caza, la agricultura, la observación de las estrellas –entre otros campos–.

Estas representaciones plasmadas en el arte rupestre, en manifestaciones líticas, cerámicas y textiles, son reflejos tardíos de antiguos grupos que buscaron perpetuar la memoria sagrada de los dioses-espíritus descendidos del cosmos.

Significativamente, tanto los viracochas como los wondjinas y gulingi, volvieron al firmamento tras haber comunicado sus enseñanzas.

Rafael Videla Eissmann
25 de Diciembre de 2024


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Se prohíbe su reproducción).

miércoles, 18 de diciembre de 2024

El origen antártico de la humanidad


El continente antártico en el planisferio de Francesco Rosselli, confeccionado
en 1508 e impreso en 1521, en Venecia.


Roberto Rengifo, arqueólogo y profesor de Estética e Historia del Arte de la Escuela de Bellas Artes (1919) y del Instituto de Educación (1926) de la Universidad de Chile y miembro de la Société Scientifique du Chili (1904), presentó en Santiago de Chile la concepción fundamental del origen polar antártico de la humanidad –“el origen de la humanidad estuvo en el casquete polar antártico” (Sesión General de la Sociedad Científica, realizada el 29 de Diciembre de 1919)–.

Esta concepción se enlaza con los estudios del explorador y naturalista Francisco P. Moreno (Patagonia: Resto de un antiguo continente hoy sumergido. O el núcleo zoogénico antártico. Buenos Aires, 1882), seguidos por la magna obra del erudito Emeterio Villamil de Rada (De la primitividad americana. Cochabamba, 1876 y La lengua de Adán y el hombre de Tiahuanaco. La Paz, 1888) y del arqueólogo Arthur Posnansky (Tihuanacu: La cuna del hombre americano. La Paz, 1945-1957, obra cuyo título original fue Tihuanacu: La cuna de la humanidad), en torno a la naturaleza vernácula del hombre en América y su irradiación a otras latitudes.

Por cierto, los estudios de estos grandes americanistas se basaron en campos geológicos, arqueológicos, mitológicos y folklorológicos.

El profesor Rengifo sentó el origen de la “humanidad blanca y clara” en el eje Antártida-Patagonia y que se irradia por el continente de sur a norte. Es la raza civilizadora de los ario-andinos –o anteos– que ulteriormente irrumpe y puebla a Europa desde occidente –“llegaron hasta el Chiria en el norte del Perú. Después, en plena cultura y en posesión de los metales, ocuparon todo Chile hacia el sur, hasta Chiloé y hasta Magallanes, y dieron vuelta por el Estrecho, difundiendo la cultura en el mundo, y especialmente en el Báltico y en el Mediterráneo” (Véase al respecto De origine actibusque Getarum (“El origen y las hazañas de los godos” o Getica, ca. 1551) del historiador Jordanes–.

Este grupo, debido a su rol civilizador, fue reconocido con distintos epítetos como viracochas en el mundo andino y quetzalcóatles-kukulkanes en Mesoamérica –“los semidioses encargados de educar al mundo”–.

Son los Dioses Blancos de América-Huitramannaland que conforma el sustrato pre-nórdico, irradiados a escala global como se observa en la universalidad de símbolos, mitos y la tradición de los dioses descendidos del cosmos.

En términos arqueo-antropológicos es la población de cráneos dolicocéfalos –el tipo arya de India y el Tíbet y el Cro-Magnon de Europa–; a los paleoamericanos de acuerdo la historiografía americanista y a los Dioses Blancos –los “héroes culturales”– de la mitología prehispánica –y sus descendientes, los indios blancos, observados y registrados desde el denominado “Descubrimiento” de 1492 hasta prácticamente la segunda mitad del siglo XX–.

La valoración del profesor Roberto Rengifo sobre el origen del hombre en la Terra Australis debe comprenderse a la luz de la filosofía plasmada por el filósofo Martin Heidegger –el “sentido de la tierra”– que constituye la base del Dasein –es decir, del «ser-ahí», «ser en el mundo», LO EXISTENTE–, en su sentido más profundo y esencial, apenas intuida por la pysché moderna pues se remonta a la concepción primordial del arya antártico-andino emanado del Polo Sur –la Weltanchauung de los hombres-dioses de la sagrada tradición ancestral–.

Con propiedad, puede indicarse que la trascendental concepción de Roberto Rengifo es EL MÁS GRANDE PENSAMIENTO pues comprende a Σοφία (“Sabiduría”), Παιδεία (“Cultura”) y Φύσις (“Naturaleza”) –el “ser del hombre”–.

Esta concepción engloba la totalidad del hombre y de la historia –el “valor vital”–.

Rafael Videla Eissmann
17 de Diciembre de 2024


* (Los textos de http://losvikingosenamerica.blogspot.com/ son exclusivos.
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