Tótems antropomorfos y astrales de los antiguos araucanos
(Fotografía de Odber Heffer Bissett. Sin fecha).
El sustrato cultural originario de la tradición araucana se remonta a los lituche o glyche, el principio de la generación de los hombres, o los hombres primitivos o del principio, como consignaba Juan Ignacio Molina en su Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reino de Chile (1776).
Este sustrato corresponde a quienes resistieron al último Diluvio o Tripalafquén. La Gran Agua.
Familia araucana en torno al rehue (Archivo Museo Mapuche
Juan Antonio Ríos, Cañete, Chile).
Una machi y su kultrún, junto al rehue (Archivo Museo
de Historia Natural de Santiago).
Resguardadores de los conocimientos de la edad previa, devienen en figuras míticas, es decir, héroes civilizadores u hombres-dioses.
Las poblaciones post-diluviales araucanas los invocaban con los siguientes mantrams tal como informa el abate Molina: En sus congregaciones los invocan, junto con sus divinidades, entonando en alta voz: Pom, pum, pum, Mari epunamun, animalhuen, peñi Epatun.
La remota conexión con los Himalayas.
De ellos, esto es, los ancestros o antupainko proceden las raíces culturales de los grupos post-diluviales, herederos de sus símbolos y tradiciones o Admapu. De allí la razón que el etnólogo Ricardo Latcham en La organización social y las creencias religiosas de los antiguos araucanos (1922) considerara apropiadamente que el culto a los antepasados era la verdadera religión para los araucanos.
Rafael Videla Eissmann
12 de Julio de 2018
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