Detalle del mapa de Diego Gutiérrez de 1562, en el cual se observan a los viracochas
de la Patagonia, es decir, los Dioses Blancos de la América Austral.
Sucinta referencia del multifacético investigador Florentino Ameghino (1854-1911), en la cual consigna la existencia de distintos grupos raciales en el mundo prehispánico –hecho que evidencia la falacia del así denominado “Descubrimiento” de 1492–, donde destacan varias referencias al elemento originario del continente, es decir, del grupo de poblaciones dolicocéfalas que será denominado como indios blancos a partir de la irrupción peninsular del siglo XVI.
La existencia de una sola raza americana es inadmisible.
Encontramos en América hombres, como los patagones, que son los más altos de la Tierra, caribes e iroqueses igualmente de talla muy elevada, y por otra parte, los indios de Vancouver, los quichuas y los groenlandeses que son muy bajos. Luego hay tribus como los mandanes, los atabascas, los lipanos, los antis y los kolusches, que algunas veces tienen los ojos claros, castaños o azules, o los cabellos claros y hasta rubios.
Algunas tribus de la América Central tienen los miembros muy desarrollados; los botocudos y los habitantes de Tierra del Fuego los tienen excesivamente delgados. Los botocudos y los apaches tienen los pies muy pequeños; los patagones los tienen excesivamente grandes. Los pieles rojas tienen un color rojizo muy acentuado, la raza pampeana se caracteriza por un moreno aceitunado bastante oscuro, y los brasilo-guaranís tienen un tinte amarillento que tira un poco a rojo. Los indios blancos de Puerto Mulgrave, de la Mesopotamia argentina y de Huitramannaland, los yucarés y los paducas que son blancos, los antiguos negros de California y de la isla de San Vicente, en el Golfo de México, los yamasis de la Florida que eran negros, los negros que Balboa encontró en el istmo de Darién, los blancos que Lapérouse, Dixon, Maurelle, Merares y Marchand han señalado sobre la costa de la América Septentrional, los esquimales blancos del capitán Graa y de Charlevoix, el cacique blanco de Cíbola, los tupinambás blancos del Brasil, los botocudos de ojos azules considerados entre ellos como un tipo de belleza muy notable, el color muy oscuro de los indígenas del cabo Gracias a Dios y de los vulavras, los negros del Orinoco y los indios blancos de Catlin, nos prueban suficientemente que no hay unidad de raza entre los americanos.
Florentino Ameghino
Los indígenas de América: Su antigüedad y su origen
[En: El Pensamiento vivo de Ameghino de Ángel Cabrera (1944)]
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