miércoles, 1 de octubre de 2014

La población primigenia americana: Los indios blancos

 El octavo soberano incaico, Viracocha Inga, con signos rúnicos y runoides en su yacolla o túnica, de acuerdo
a la ilustración de Felipe Guamán Poma de Ayala en la Crónica del Buen Gobierno de los Incas (1583-1615).
Nótese que es un hombre barbado.


Desde la irrupción de los peninsulares en 1492, numerosos han sido los testigos de la existencia de población americana que no encaja con el fenotipo indígena. Debido a estas notorias diferencias, los cronistas -sobre todo los misioneros-, vislumbraron diversas oleadas de poblamiento en el continente. Así, fray Gregorio García en su obra publicada en 1607, El origen de los indios del Nuevo Mundo e Indias Occidentales, sintetizó que América fue poblada en tiempos diferentes, por diversas naciones o tribus, llegadas unas por el oriente y otras por el occidente.

 
El dios Quetzalcóatl, un hombre blanco y barbado. Fragmento de una cerámica encontrada
en Tenochtitlán, México, en 1957.

 La Dama de la Máscara, momia wari de ojos azules encontrada en la Huaca Pucllana en Lima, Perú, descubierta
en 2008. Es una prueba contemporánea de la existencia de los indios blancos  en la América Aborigen.


Debido a las características étnicas de este grupo, varios autores, basándose tanto en las características fisonómicas como culturales, concluyeron que se trataba de población nórdica arribada a América con antelación a la empresa de Cristóbal Colón. De ahí, por ejemplo, que Hugo van Groot en De origine gentium americanarum dissertatio (1642) sostuviera que los nativos emplazados al norte de Panamá, a excepción de aquellos del Yucatán, descendían de los noruegos. En tanto, Sufrido Pedro en De Frisi antiquit et origine (1698) indicaba que supuesto la destreza en la navegación y del deseo de ver cosas nuevas, no es difícil deducir que los indios de Chile y aún los del Perú descendían de los frisios.

En los tiempos del Descubrimiento, la Conquista y la Colonia, estas poblaciones fueron denominadas indios blancos y se caracterizaban por el color claro de la piel, la barba y el tipo de cráneo dolicocéfalo o dolicoide, factores étnicos ajenos a los indígenas (Véase la recreación del Hombre de Kennewick, descubierto en un banco del río Columbia en el Estado de Washington, en Estados Unidos). No obstante, el origen de este grupo primigenio -los paleoamericanos- no se encuentra en Europa, sino que se remonta a la tierra polar antártica, el gran centro de la humanidad blanca y clara como dilucidara el profesor Roberto Rengifo, quienes se vieron obligados a emprender extensas migraciones tras la búsqueda de mejores condiciones de hábitat a raíz de la última Gran Catástrofe o Diluvio, ocurrido alrededor de 13.000 años, tal como lo estableció Hans Hörbiger y Philipp Fauth en la Cosmogonía Glacial (1913). Este magno evento planetario ha sido comprobado por análisis geológicos que fueron presentados en la Unión Geofísica Americana en el año 2007 y por numerosos estudios multidisciplinarios desarrollados desde entonces.

 
 Un atacama barbado, del norte de Chile, fotografiado por Aimé Felix Tschiffely en 1926.
 
 
 
 Los Hijos de la Luna, es decir, los indios blancos de la tribu kuna de Panamá. Su origen
se remonta a Tula (2011).


Sin embargo, la migración hacia otras latitudes no fue total, pues los remanentes de este tronco prediluvial, esto es, los viracochas o Dioses Blancos de los mitos prehispánicos, sentaron las bases para las civilizaciones americanas.

Por estas razones, el nombre dado al continente por los grupos nórdicos arribados a América a partir del siglo X fue Huitramannaland, es decir, la tierra de los hombres blancos.

Rafael Videla Eissmann
1º de Octubre de 2014



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