Recuento de la incursión vikinga en América del siglo X realizada por el docente y escritor uruguayo Hyalmar Blixen (1917-2006). Aborda el encuentro entre los nórdicos y algunos grupos indígenas, el origen de algunos significativos topónimos americanos como asimismo la presencia de los “indios blancos”.
En la “Saga de Erick el Rojo” se habla bastante de este personaje que por problema de enfrentamientos con otros vecinos, en los que resultó que hubo muertes por uno y otro bando, tras sancionársele en la Asamblea de Thorsnes y declararlo proscripto, decidió emigrar hacia un lugar más al oeste, ya descubierto, pero no habitado. Era la isla que llamó Groenland (Groenlandia, “Tierra Verde”) nombre dado para animar a otros compañeros y amigos a que se alojaran en ese lugar, cosa que logró.
Hay muchos episodios, unos sobre lo que él realizó, pues se instaló en distintos lugares y otros de varios de sus amigos, respecto de los que sería interesante narrar algo, pero que están fuera de lo que deseamos dar a conocer.
Erick el Rojo se había casado con Thjodhild y nacieron de ese matrimonio dos hijos, Thorstin y el otro Leif.
El primero vivió junto a su padre; el segundo en cambio, se aventuró bastante en el Mar del Norte, tan lleno de peligros que el viento lo llevaba de un lado al otro, y tardaban entre tanto, de arribar a donde se quería. Por ejemplo, Leif, queriendo ir a Noruega sintió que el viento y las mareas lo llevaron a las Hébridas, que como se recordará, son un conjunto de islas e islotes que están al norte de Escocia. Los vikingos se detenían bastante en ellas e incluso las ocuparon un tiempo durante el siglo IX.
Allí Leif gustó de una muchacha de cierta alcurnia llamada Thorgunna y tuvieron un hijo que ella se lo envió a Groenlandia, habiéndole puesto el nombre de Thorgils. Cuando Leif Erikson llegó a Noruega, que era el deseo de su viaje, saliendo de las Hébridas, fue recibido en la corte por el rey Olaf Tryggvason durante un tiempo, y el monarca le encomendó que tratara de introducir el cristianismo en Groenlandia. Partió al tiempo con esa idea, y otra tormenta lo llevó a lugar más lejano, no conocido por él, más al oeste de Groenlandia, donde halló allí a unos náufragos a los que recogió. En esa tierra desconocida, había campos de trigo silvestre, viñas, árboles de los llamados arce y cortaron árboles tan grandes que arrastraron en el agua, hasta que retornaron a la casa de su padre, Erick Rauda (el Rojo). Allí habló de la importancia del cristianismo, lo que no cayó bien al padre, pero su madre Thjodhild, lo aceptó, y se convirtió enseguida y construyeron una iglesia pequeña, desde luego, en Brattagild. Y tras esto, la esposa ya no quiso tener acceso sexual con Erick, lo que mortificó mucho a éste.
Y el caso es que se comenzó a hablar de esa tierra donde Leif había hallado a unos hombres a los que pudo recoger y salvar.
Se discutió bastante si era conveniente o no conocer esas tierras para ellos desconocidas, a las que a causa de lo hallado le llamaron Vinland y se conversaba respecto de los pro y los contra de ese viaje. Pero ese lugar, más al oeste no quedaba tan lejos; valía la pena ir hasta allá y ver si era una isla o algo más grande.
Lo que yo, al detenerme aquí un momento, no puedo menos de pensar: ¿No habrían venido antes otros vikingos arrastrados por el viento y el mar y que se supusieron perdidos por aquellos lugares y no supieron o no quisieron volver? ¿No? ¿Sí? Lo que me hace pensar es que cuando se decía que alguna embarcación se habría hundido, y eran bastantes, podrían haber llegado a occidente y radicarse en algún lugar.
Cuando Colón llegó a América halló en una de las islas descubiertas un indígena que tenía un collar y una medallita rara, que quiso ver mejor, se la pidió al indígena y éste le respondió que se la había dado un viajero amigo suyo. Y Colón creyó que sería de la India, pues pensaba que había llegado a Asia por el lado más corto. Y cuando el enviado de Pizarro recorrió el río Amazonas halló a unas mujeres blancas que eran guerreras. Vivían, aparentemente, separadas de los hombres. Pero ¿no serían los hombres también blancos? ¿Invento? Pero, cuando Francisco de Orellana, enviado por Pizarro, a descubrir tierras y aguas entró en el Amazonas, entre muchas peripecias que cuenta, en Junio de 1541 se encontró en una comarca gobernada por las contrapallaras, mujeres altas y rubias, desnudas y armadas con largas flechas que por su aspecto y trenzas parecían de una raza del norte. Después de sostener varios combates con ellas, victorioso para los españoles se embarcaron de nuevo sin detenerse en un espacio de ciento cincuenta leguas. Tras otras aventuras llegaron al Atlántico. Pero en otro texto, en lugar más cercano a la salida del Amazonas, hubo, según leí algo parecido a propósito de ellas; allí se llamaban las “Aikeambenanas” (mujeres guerreras que vivían solas). Habría más datos.
Es posible que vikingos, grandes viajeros, hayan llegado antes de los que volvieron con Leif a Groenlandia.
Bien, pero sigamos con la expedición. Se decidió ir en busca de Vinland y los más decididos fueron Karlsefni y Snorri, que ya habían viajado con Leif Erickson. Decidieron explorar esa tierra de occidente, se juntaron unos ciento sesenta hombres, y algunas mujeres y alejándose hacia el oeste, sobre botes de remos, bajaron a la tierra; era un lugar donde había cantidad de zorros polares en sitio de abundancia de piedras planas y grandes, y eso hizo que le llamaran al lugar Hellu Land en razón de lo que vieron. Y siguieron navegando, pero como las barcas los alejaban del mar, volvían en este caso a una costa donde la tierra era muy arbolada, y eran visibles animales salvajes. Y había una isla cerca de una entrada, y en ella hallaron a un oso y le llamaron “Tierra del Oso”. Y al resto del lugar tan lleno de vegetación le llamaron Markland, “Tierra de Bosques”.
Más lejos, pues las naves se alejaban y se acercaban a la tierra, llegaron a un lugar de larga costa sin bahías, con playas ricas en arenales. Pues allí encontraron la quilla de una nave. Así, al cabo que había allí entre dos grandes playas, le pusieron de nombre Kjalarnes (o sea “Cabo de la quilla”). Eso hace pensar de nuevo, si algunos hombres navegaron hasta allí, o si la quilla fue arrastrada por haber sido roto el navío y muertos o no, los navegantes.
Utilizaron a dos escoceses, un muchacho Hakin y una muchacha Hekja, que se habían hecho muy conocidos por su velocidad, y que por eso, al recibir la orden de explorar esos lugares, recorrieron durante tres días una gran extensión de tierra; al volver ellos, él traía como muestra, uvas y ella, trigo silvestre.
Ello hizo pensar a todos, y especialmente a Karlsefni, que se trataba de una tierra apta para los cultivos. Continuaron navegando y llegaron a una entrada grande, delante de la cual había un fjord. Esa isla, que naturalmente era un mejor refugio para las aves, estaba rodeada de fortísimas corrientes de agua. Ese lugar que llamaron Straumsey, estaba lleno de aves que ponían cantidad de huevos, tantos que para caminar en la isla era difícil no pisar algunos. Siguieron hasta el fondo del fjord y allí anclaron las naves y sacaron de ellas los animales que habían traído, que se sintieron bien enseguida. Y desde el punto de vista geográfico, el lugar era bello, con montañas hermosas, hierba abundante y a veces incluso altas.
Decidieron pasar el verano, pues el lugar era atractivo, en esa tierra que después sería conocida como un continente, ya habitado por otros seres que todavía no habían sido vistos, pero que no faltaba mucho para que supieran que esa tierra estaba habitada. Claro, venían sólo por la costa.
En cierto momento de los viajes vikingos hubo un cambio de opiniones. Thorhall, el cazador, opinaba que convenía volver al norte para encontrar el Vinland (“Tierra del Vino”). Pero la opinión, sin duda la más acertada, era seguir hacia el sur, que fue la sostenida por Karlsefni. Él consideraba que hacia el sur la tierra sería más extensa; sin duda las costas, no bien determinadas, darían impresión de menos tierra y no tantas riquezas. Se discutió el caso bastante tiempo y la mayoría le dio la razón, y sólo un grupo pequeño quiso volver hacia el norte, el cual, por otra parte, digamos que tuvo poca suerte: Algunos esclavizados, y otros muertos. Sigamos pues el viaje de Karlsefni.
Mapa de Vinland, presumiblemente del siglo XV aun cuando sus orígenes se remontan a siglos anteriores.
Esa expedición siguió hacia el sur y entraron donde había grandes islas, y a la entrada del estuario, donde el mar se abría grandemente y le llamaron “Bahía de la exclusa terrestre”. Advirtieron, dícese en la saga, amplia tierra, alguna vegetación interesante, como ser viñedos y el trigo silvestre.
¿Qué animales podrían ver en esa zona? En general se supone que no demasiado grandes, y como no se aclara bien cuál es el lugar, no se puede citar con demasiada seguridad el sitio donde se detuvieron. Dícese desde luego que había algunas fieras, que serían posiblemente los leopardos y otros tipos de animales.
Y ahora viene lo más interesante y que cambia el ambiente de esta región. Ellos estaban en las naves y un día vieron que parte de una tribu indígena, en buen número, aparecía ante ellos; no en tierra en ese primer momento, sino en algunos botes. Tras un tiempo, largo, relativamente, de estadía en esa región, llegaron unas pequeñas embarcaciones, las cuales estaban formadas de pieles. Los indígenas que en ellas venían traían en cada una, un palo que no se sabía bien para qué. ¿Podía ser para pesca o para combate?
Se quedaron mirándose los indígenas de las nueve pequeñas barcas y los vikingos. Aquellos pusieron los palos en dirección al Sol; no sabían al principio, qué quería decir eso, y luego se dieron cuenta que poner todos los palos en esa dirección, es decir, al considerado Dios en todas las religiones antiguas, era, en ese caso, señal de amistad. Al darse cuenta de que eso era un saludo, y no una acción de combate, los vikingos levantaron un escudo blanco, y los señalaron a los indígenas también como forma de saludo. Lo importante es que los viajeros vieron por primera vez, gente de raza americana, a pesar de haber navegado largamente por la costa.
Después de ese tipo de saludos realizados por ambas partes, los indígenas se retiraron.
El comentario respecto de ellos, por parte de los viajeros fue bastante negativo. Los hallaron demasiado pequeños, pero la verdad es que los escandinavos tienen en general una alta estatura, por lo que el considerarlos pequeños es sólo algo relativo al tamaño natural de cada una de las dos razas. También los hallaron de un color, por lo menos para ellos, demasiado moreno. Cierto; pero ellos eran de cutis sumamente blanco en general y predominantemente rubios. Los hallaron de ojos bastante grandes y en cuanto a los pómulos en gran medida amplios. No mucho más podían decir de ellos... Sino que además los cabellos de esos indígenas les resultaron feos.
Pasado eso, se dispusieron a levantar las casas en ese lugar y como observaron que allí no había nieve les pareció factible edificarlas.
Pasó un tiempo, llegó la primavera y en uno de esos días ocurrió el primer encuentro. El lugar parecía bueno y lo sería, sí. Pero un día volvieron los mismos indígenas en número mucho mayor. Tornaron a levantar los palos en buena señal de amistad y los viajeros saludaron levantando los escudos. Y entonces ellos empezaron a intercambiar productos, pues en ambos lados se trató de un asunto comercial y todo eso iba bien. Como eran muchos los indígenas y recibían de los viajeros paños blancos; al fin tuvieron que cortarlos, porque no tenían tal cantidad de paño, pero ellos igual los aceptaban. Ellos daban según la crónica, pellejos, pero eso no es demasiado claro, cosa que no tiene importancia. Lo valioso era el intercambio.
Pero ocurrió algo imprevisible en esa visita. Los indígenas vieron que aparecían uno o más toros, y que además en vez de hablar, mugían muy fuertemente. La visión de esos animales desconocidos, que supusieron quizá como diablos o quién sabe qué creyeron que eran, los aterró, de modo tal que se fueron a sus propios botes y emprendieron una impresionante huída.
Pero después de unos días, los que habían huido ante el toro y que recibieron de los viajeros el nombre de Skroelingsi, retornaron, pero esta vez en señal de guerra. En el primer momento ya se comprendió que habían cambiado la intención, pues las lanzas estaban colocadas todas distintas a la anterior; no eran señaladas hacia el Sol, sino en un sentido contrario. Venían en son de guerra. ¿Y por los toros? Bueno. Los habían creído seres diabólicos o quién sabe qué. Descendieron de sus pequeñas embarcaciones y avanzaron dispuestos a matar a los visitantes. ¿Creerían que los toros eran los dioses diabólicos de ellos?
Sea lo que sea, el caso es que había que defenderse. Los indígenas empezaron tirando flechas, que herían, o que los viajeros detenían con sus escudos. Pero eso no era todo. Levantaron entre dos postes un objeto que tenía forma de pelota, la lanzaron y cuando explotó hizo un tremendo ruido. Eso, algo poco previsto, asustó a los viajeros, pues podía ser la forma de un mal imposible de prever, y no lo podían adivinar. Llegaron hasta el borde del río y allí lucharon duramente por salvar sus vidas.
Lo interesante es el episodio de la esposa, Freydis; ella se asomó y les increpó su huída:
“–¿Por qué huís, desgraciados?”. Estaba convencida de que hombres tan valientes como vosotros, pondríais a éstos fuera de combate. Si yo tuviera un arma creo que sabría luchar mejor que cualquiera de vosotros”.
Lo que ocurría es que los hombres huían perseguidos por los indígenas, y ella, al verse sola tuvo que huir, pero como estaba embarazada, iba más despacio. Encontró a un blanco muerto por los indígenas, tomó la espada de éste y se dispuso a defender. Y para que vieran que la que se defendía era una mujer, sacó hacia arriba sus senos, y los golpeó de plano con esa espada. Al verla así, esos indígenas echaron a correr hacia los botes y se alejaron remando.
Decidieron los vikingos volver hacia el norte, pero no todos. Parece que Bjarni y Freidis con cien hombres quedaron atrás. ¿Cuántos volvieron? Eso no lo sé, por lo menos no se dice de modo claro y es posible que algunos hayan quedado en América.
Habría bastante más que decir; pero para interesar a los lectores, si desean leer esta saga basta. Pero fuera de este tema queda esta pregunta: ¿Son éstos los primeros vikingos que vinieron? Pienso que hay datos, vagos sí, pero posibles, de anteriores blancos, siempre rubios, casi seguro que vikingos, estuvieron antes de éstos.
Hyalmar Blixen
Suplemento El Día.
Montevideo, Julio de 1972
Suplemento El Día.
Montevideo, Julio de 1972
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