domingo, 16 de febrero de 2020

Percy Harrison Fawcett y los indios blancos


P. H. Fawcett.


En la obra Exploración Fawcett adaptada de los manuscritos, cartas y memorias de Percy Harrison Fawcett por su hijo Brian (Segunda edición. Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile, 1955 [1953]), se registra la existencia en el Amazonas de los indios blancos –descendientes del sustrato primordial americano–.

En este sentido, el explorador P. H. Fawcett fue testigo directo de los indios blancos, el que según las propias tradiciones prehispánicas consignadas por Fawcett era el grupo dominante y civilizador (página 382).

Para Fawcett, los indios blancos no sólo se enmarcaban en la región amazónica, pues los toltecas eran de rasgos finos, de color cobrizo claro, de ojos azules, probablemente de cabello color castaño rojizo (véase la obra de Short, “North Americans of Antiquity”), y acostumbran usar blancas túnicas sueltas o trajes de color de fina textura. Aun hoy se puede ver el brillo de alheña en el pelo negro de las tribus cobrizas de Sudamérica, pese a la mezcla de sangre. Entre los maxubis he visto miembros de esta tribu con ojos azules y pelo castaño rojizo, aunque no han tenido contacto con ningún pueblo moderno de cabello claro y ni siquiera con españoles o portugueses de pelo oscuro (Página 369).

Descendientes de esta antigua civilización, de acuerdo a las observaciones de Fawcett, fueron los guarayos y los maxubis, al igual que otras tribus de Brasil. El propio Fawcett ha indicado que crónicas existentes, que datan del tiempo de la Conquista, se refieren a la apariencia de estos pueblos. Físicamente eran de una raza hermosa, difiriendo poco de los mexicanos, muyscas y peruanos. Todos preservaban la tradición de ser descendientes de una raza blanca. Los molopaques, descubiertos en Minas Gerais en el siglo XVII, eran de tez clara y barbudos, de maneras elegantes y refinadas. Se dice que sus mujeres eran rubias como las inglesas, de cabello dorado, platinado o castaño. En la crónica se dice que tenían rasgos delicados de gran belleza, pies, manos pequeñas y cabello hermoso y suave. Y esto ocurría después de una inevitable mezcla de sangre con los tupis de piel obscura (Páginas 374 y 375).

La preservación del recuerdo de ser descendientes de una raza blanca –el remoto sustrato cultural americano– es una evocación de los míticos viracochas.

Percy Harrison Fawcett desapareció en 1925 –junto a Jack Fawcett y Raleigh Rimell– tras la búsqueda de una antiquísima ciudad sagrada en el Matto Grosso, Cultura-Raíz que dio origen a las altas civilizaciones del continente.

Rafael Videla Eissmann
1º de Febrero de 2020


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