martes, 5 de junio de 2012

Antes de Colón

Wotan, en un relieve de Tjangvide, Gotland, Suecia (Siglo VIII). 


Posiblemente uno de los primeros trabajos de la historiografía moderna en establecer la existencia de población normanda en la costa atlántica de América del Norte es la obra desarrollada por Kart Wilhelm titulada Amerikas Upptäckande Gewan Norrmännerne soocar faäre Columbus, publicada originalmente en Estocolmo en 1843.

Nicolás Palacios, autor de la monumental obra Raza Chilena (1904) ha comprobado a su vez la presencia de grupos vikingos en nuestro continente, expresando que ni siquiera la primacía del descubrimiento y colonización de este hemisferio es de la raza latina. Sin amenguar en nada la grande hazaña de Colón, puesto que lo ignoraba, lo cierto es que islandeses, los noruegos, habían descubierto y poblado una parte de América, que ellos llamaron Markland y Vinland, más de cuatrocientos años de que arribaran a sus playas Colón y sus godos.

Por su parte, el historiador Eugen Georg, en su obra Verschollene Kulturen. Das Menschheitserlebnis. Ablauf und Deutungsversuch (“Culturas desaparecidas. La experiencia de la humanidad. El curso de los eventos y su interpretación”), quien ha abordado asimismo el arribo de población nórdica al continente americano alrededor del año 1000 de la era cristiana, quienes habrían propagado ciertos elementos de su religión entre las culturas precolombinas, como los sacramentos, la hostia y el símbolo de la cruz.

Las huellas de población nórdica a partir del siglo XI en América se encuentran en las investigaciones desarrolladas por el antropólogo Jacques de Mahieu: La lucha mortal de los Dioses Solares. Los vikingos en Paraguay (1973); La agonía del Dios Sol. Los vikingos en la América del Sur (1974); La Piedra Sagrada del Dios Sol. Los vikingos en Brasil (1975); El gran viaje del Dios Sol. Los vikingos en México y Perú, 967-1532 (1976); Drakkares en el Amazonas (1977); Los sabios de Ippir. Los vikingos en Amambay (1978); El rey vikingo del Paraguay (1979) y El imperio vikingo de Tiahuanaco (1981)* .

El profesor Vicente Pistilli ha continuado esta huella en valiosos trabajos como Vikingos en el Paraguay. La aldea vikinga-guaraní en la Cuenca del Plata (1978); La cronología de Ulrich Schmidel (1980), Etnología y etnografía americana (1990) y Vikingos en América (2000).

Sin embargo, como acertadamente ha explicado Hassler, si las tribus germánicas del norte consiguieron cruzar el Atlántico durante los primeros mil años de la era cristiana en sus barcos de fondo chato -que más tarde se convirtieron en las naves de los vikingos-, podemos explicar al Wotán de la tradición sur y centro americana, pero continuamos estando inseguros en cuanto al origen de su cultura de las pirámides, o a cualquier cosa que resulte paralela a las civilizaciones del Nilo o la Mesopotamia.
 
Por consiguiente, nos vemos obligados a abandonar la conveniente teoría de que la avanzada de cultura egipcia fue transportada a las Américas (con o sin los barcos de papiro). Ni los egipcios, ni los fenicios, ni los cretenses u otros pueblos mediterráneos pudieron haber sido responsables del florecimiento cultural de Sur y Centroamérica por haber llevado sus propias civilizaciones avanzadas a esas regiones en los siglos III o II a.C. Las culturas avanzadas de las Américas datan de un período anterior, o deben ser ubicadas por lo menos mil años más tarde.

Ciertamente, a la luz de de las fuentes etnohistóricas, la evidencia arqueológica y los registros históricos consignados en los mitos, la historia del mundo precolombino deberá ser reescrita, redescubriendo la presencia de los vikingos, los atlantes y los dioses americanos de la época pre-indígena.

 Rafael Videla Eissmann
1º de Junio de 2012

Izquierda: Tapiz de un drakkar vikingo del siglo XI. Derecha: Una barca de los uros del lago Titicaca. La similitud es extraordinaria.


* A pesar de la rigurosidad de las investigaciones de Jacques de Mahieu, basada en numerosas crónicas, fuentes etnohistóricas y vestigios arqueológicos, subyace un eurocentrismo insostenible que queda de manifiesto al expresar, por ejemplo, que Tiahuanaco habría sido construido por un grupo vikingo. ¿Dónde, en todo el extenso territorio abarcado por los vikingos en Europa, existe algo similar al estilo megalítico de Tiahuanaco? Ello no resta valor a las propuestas de De Mahieu sobre las incursiones nórdicas en el continente sudamericano. Pero sí al sostener que las civilizaciones americanas son el resultado de la influencia vikinga.



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