Esquema comparativo de runas europeas y americana. De la obra Símbolos rúnicos
en América, de Rafael Videla Eissmann (2011).
El arribo de poblaciones del norte europeo a Huitramannaland-América a partir del siglo XI y XII de la era cristiana fue, en realidad, el retorno a la tierra ancestral. Como señaló el historiador José Toribio Medina en su fundamental obra Los Aborígenes de Chile (1882), ya antes hemos indicado que todos concurren a creer que en la noche de los siglos moró en Chile una raza de hombres que dejó las huellas de su paso escritas en el granito de los Andes, y que se supone desaparecida a consecuencia de los grandes cataclismos que en una época geológica reciente ha debido experimentar este continente.
Esta desaparición a la que elude Medina, fue una extensa migración hacia otras latitudes tras el último Diluvio. De allí el conocimiento en antiguas sagas y mitos europeos de una tierra o bien, una “gran isla” al occidente, más allá de las Columnas de Hércules. De este modo, el arribo al continente de América fue en realidad el regreso a la tierra ancestral.
Los símbolos rúnicos encontrados en América -constatados en petroglifos, alfarería, textiles, esculturas y en diversos monumentos- corresponden así, a expresiones tanto de los aborígenes del continente -los primitivos indios blancos- y también, sobre todo en Norteamérica a partir del siglo XIII, a las huellas de grupos nórdicos que arribaron posteriormente en diversas oleadas.
Acaso por estos motivos, el profesor Roberto Rengifo declarase que parece haber sido una misma raza la que escribió en los Andes y en los Pirineos.
En consecuencia, las runas se encuentran en Europa y América-Huitramannaland como señal de la expansión de la raza primigenia en una época no abordada por los campos de la frágil y dogmática historiografía ortodoxa.
Paulatina y paralelamente, en base a estas evidencias, se cimenta una revisión del pasado de la América Aborigen.
Esta desaparición a la que elude Medina, fue una extensa migración hacia otras latitudes tras el último Diluvio. De allí el conocimiento en antiguas sagas y mitos europeos de una tierra o bien, una “gran isla” al occidente, más allá de las Columnas de Hércules. De este modo, el arribo al continente de América fue en realidad el regreso a la tierra ancestral.
Los símbolos rúnicos encontrados en América -constatados en petroglifos, alfarería, textiles, esculturas y en diversos monumentos- corresponden así, a expresiones tanto de los aborígenes del continente -los primitivos indios blancos- y también, sobre todo en Norteamérica a partir del siglo XIII, a las huellas de grupos nórdicos que arribaron posteriormente en diversas oleadas.
Acaso por estos motivos, el profesor Roberto Rengifo declarase que parece haber sido una misma raza la que escribió en los Andes y en los Pirineos.
En consecuencia, las runas se encuentran en Europa y América-Huitramannaland como señal de la expansión de la raza primigenia en una época no abordada por los campos de la frágil y dogmática historiografía ortodoxa.
Paulatina y paralelamente, en base a estas evidencias, se cimenta una revisión del pasado de la América Aborigen.
Rafael Videla Eissmann
1º de Septiembre de 2012
1º de Septiembre de 2012
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