sábado, 22 de diciembre de 2012

La Cosmogonía Glacial

 
La pirámide del dios blanco Kukulkán, evocación de la Serpiente Emplumada.


Parece haber sido una misma raza
la que escribió en los Andes y en los Pirineos.
Roberto Rengifo


La antigüedad de las culturas y civilizaciones de la América Aborigen han sido ostensiblemente limitadas por las concepciones de las escuelas historiográficas y antropológicas fundamentadas en una visión evolucionista y materialista que, a pesar de las evidencias arqueológicas y de las numerosas pruebas de la existencia del grupo pre-indígena, es decir, los indios blancos, comprobada por los cráneos dolicocéfalos descubiertos desde Tierra del Fuego hasta Canadá, por numerosas crónicas y fuentes etnohistóricas como asimismo por la iconografía precolombina, ha cimentado la exclusiva y amputada historia indigenista.

 Representaciones de los Viracochas o Dioses Blancos: Un petroglifo en el norte de Chile y la efigie en la Puerta del Sol de Tiahuanaco, respectivamente.


Los indios blancos fueron los descendientes de los Viracochas, los Dioses Blancos, los Hombres-Dioses de la tradición áurea. Por estas razones el historiador Diego Barros Arana ha establecido que la existencia del hombre en América en una época muy remota, está comprobada por los vestigios de una antiquísima civilización, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos. Se hallan en diferentes partes del suelo americano ruinas monumentales de construcciones gigantescas, a las cuales no se puede asignar razonablemente una edad probable sino fijándola en algunos millares de años. He llegado a sostener con razones cuyo peso no es posible desconocer, que cuando los otros continentes estaban habitados por salvajes nómadas de la Edad de Piedra, América se hallaba poblada por hombres que construían ciudades y monumentos grandiosos, manifestaciones de un estado social muy avanzado.

Esa remotísima civilización, que ha debido ser la obra de una incalculable serie de siglos, es de origen exclusivamente americano. De cualquiera parte que provenga el hombre que habitaba nuestro continente, parece fuera de toda duda que su cultura nació y se desarrolló aquí, sin influencias extrañas, que aquí formó sus diversas lenguas, creó y perfeccionó en varios puntos instituciones sociales que suponen una elaboración secular, y que levantó las construcciones cuyos restos no pueden verse sin una respetuosa admiración (Diego Barros Arana, Historia general de Chile. 1884-1902. Página 18).

El origen de los primigenios habitantes americanos se encuentra en el archipiélago antártico, definido por el profesor Roberto Rengifo como el gran centro de la humanidad blanca y clara (Roberto Rengifo, El papel del territorio de Chile en la evolución de la humanidad prehistórica. 1935. Página 8).

El marco para comprender la antigüedad de las culturas y civilizaciones de América -y del mundo- lo ha entregado la Cosmogonía Glacial (Hörbigers Glazial Kosmogonie - Eine neue Entwicklungsgeschichte des Weltalls und des Sonnensystems. R. Voigtländer’s Verlag. Leipzig, 1913) de Hans Hörbiger y Philipp Fauth. La Cosmogonía Glacial fue concluida en el mes de Diciembre de 1912. Esta magna obra ha planteado las interrogantes fundamentales: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Es, en suma, una concepción del universo, de la Tierra y del hombre. Los postulados de la Cosmogonía Glacial han sido revolucionarios: Otorgan una nueva concepción del origen y desarrollo del sistema solar y de la Tierra, y por lo tanto, de su historia geológica, lo que quiere decir también, una nueva visión de la historia del hombre.

 
Hans Hörbiger y Philipp Fauth, los visionarios de los mundos del hielo.


En la Cosmogonía Glacial se ha establecido la captura por parte de la Tierra de varias lunas que han generando grandes catástrofes planetarias y desastrosos diluvios, cuyos ecos son el sumergimiento de la ahora mítica Atlántida y la destrucción de la ciudad-puerto de Tiahuanaco. Su evocación también fue preservada por los mapuches por medio del mito de la lucha entre las serpientes KaiKai de las aguas y ThrengThreng de las montañas. Fue el Diluvio noético, el Götterdämmerung o “Crepúsculo de los Dioses” de los Edda, el Diluvio de Manú de la India aria, el Llocllavuno pachacuti o Gran Agua de los Incas o Apachiohualiztli de los mayas.

Hoy celebramos el centenario de la Cosmogonía Glacial y hacemos nuestras las palabras de Georg Hinzpeter: “El triunfo de la Cosmogonía Glacial estaba tempranamente determinado como una cuestión de principios, y todo lo que queda para los adversarios de la Cosmogonía Glacial es una retracción parcialmente honesta, como es el caso que ya ha sucedido en algunos campos. Y puede, debido a esto, existir en el futuro, algún difícil e incomprensible juicio en torno a la Cosmogonía Glacial por razones científicas. No perderemos el rumbo, conocemos la verdad en el camino, y conocemos el “sí” de nuestra convicción y con ello el “sí” de nuestra creencia y la inconvertible lealtad a Hans Hörbiger y su trabajo”.

Rafael Videla Eissmann
Solsticio de Invierno, 2012



El Nuevo Mundo o Insula Atlantica (1540). Mapa de Sebastian Munster.


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