lunes, 2 de abril de 2012

Sobre los vikingos sudamericanos


 Manuscrito Northumbrio (Siglo X).


Pacientemente hemos propuesto hipótesis de trabajo sobre la presencia de los nórdicos en Paraguay [y en América]. Muchas de ellas fueron contrastadas en diversos sectores de la cultura, razón por la cual elaboramos una teoría. Esta se afianza cada vez más, pues nunca, nadie ha logrado señalar algún error de fundamentación y pruebas en todos los órdenes: arqueológico, etnológico, lingüístico, antropofísico y epigráfico.

Pues así es, en el Paraguay existen inscripciones rúnicas, pruebas terminantes de la presencia de sus portadores, los vikingos, que hablaban el norrés (dano-noruego; pro-nórdico).

Ahora llegan los “críticos” munidos de su arma predilecta: la parola. Su misión es encubrir, como siempre. Opinan y opinan; prejuzgan, juzgan, enjuician y condenan. Se dedicar a erigir epitafios sin contar con el acta de defunción. Proceden dogmáticamente y lo lamentable es que viene de la “culta” Europa, donde se descubrió el método experimental, derribando el principio de la mera “autoridad”. Allí se comprobó que el “hábito no hace al monje”, una excelente admonición para los que juzgan por las apariencias. En efecto, todavía se cree que es suficiente mencionar el cargo que uno ostenta para hablar como lo hacían en ciencias antes de Galileo: “Magister dixit”. Lo malo es que algunos “periodistas” les hacen el “juego” a los piratas de la cultura, pues sólo preguntan y anotan respuestas, muy felices ellos, sin pedir pruebas de las afirmaciones negativas universales que hacen  estos mistificadores de la ciencia. Es claro que para eso, hay que conocer la lógica y su valor como “Organon” de la ciencia.

Hace tres lustros que estamos investigando a los vikingos del Paraguay e incluso hemos observado sus vestigios en los museos de Europa, consultando documentos, observando a algunos de sus descendientes, conversando con ellos para familiarizarnos con la fonética de sus expresiones, gravando en sueco y guaraní, con asombro del sueco que colaboró en la experiencia de campo. Hemos conversando con los guayakíes, raza blanca en algunos casos y de la aborigen en otros, lo cual confirma que la mezcla, fue “reciente” y no prehispánica.

Los cronistas europeos del “Descubrimiento” ya se percataron de sus rasgos singulares: tupida barba, tonsura y piel blanca. Hemos detectado sus vías de comunicación, totalmente señalizadas e incluso con “postes de indicadores” como lo constituye el paso del Yvytyrusú (Thor-Rok = La puerta rocosa). Por allí pasó Alvar Núñez enterándose del hecho Irala por intermedio de los parehára. Alejo García también transitó por los caminos del oro y de la plata, desde el Atlántico hasta el Potosí, cruzando por el cerro San Fernando Norte; parte de este camino estaba consolidado y por eso lo llamaron Tap Weg Avirú (tape-avirú), que en la lengua de los vikingos significa camino hecho y consolidado.


Metodologías

La aplicación de los principios de la Hermenéutica ha llevado a ser prudentes en la selección de los textos, la descripción y la explicación. Las diversas fuentes consultadas, nos han permitido establecer una perfecta correlación entre ellas, formando un cuadro coherente, sobre el cual ensayamos una interpretación.

Tratamos de ser objetivos, entendiendo que las causas son fundamentalmente decisiones humanas, las cuales son libres y variables, a pesar de su dependencia del ambiente y la época, sin olvidar los medios que interactúan e influyen en los resultados finales.

En vista de estas consideraciones, nos parece que podemos puntualizar, a modo de reflexión, los siguientes aspectos a considerar en futuras investigaciones, sobre temas tan importantes, para la Historia Americana.

1. Proseguir los estudios epigráficos en los países americanos, para clasificar el tema de la escritura americana precolombina.
2. Vencer los prejuicios, como los tenían los europeos de principios del siglo XX, pensando que el “indio no escribía”.
3. Insistir en los estudios lingüísticos, para facilitar la comprensión de las diversas culturas, conociendo su procedencia.
4. Propulsar los estudios arqueológicos, para ampliar la base de las investigaciones, mediante la exhumación de los vestigios.
5. Analizar los mapas americanos, para dilucidar el significado de los vocablos atesorados por los documentos de archivo.
6. Indagar en la iconografía plasmada en la cerámica, pinturas, dibujos y esculturas, para precisar la fisonomía de los americanos.
7. Incursionar en la mitología, separando los mitos originarios de los incorporados en épocas precolombinas, que todavía perduran.
8. Las leyendas recuperadas, nos permitirán comprender mejor, quienes cambiaron la cultura de algunas etnias americanas, con algunas novedades en la agricultura, la medicina, las artesanías y las artes.
9. Escudriñar las piezas de museos clasificadas como pertenecientes a determinada cultura, sin conocer su procedencia.
10. Datar los restos óseos de animales (caballos y vacas) para dilucidar el fenómeno de las grandes manadas encontradas por los conquistadores del siglo XVI, quienes creían que eran sus animales “perdidos” domesticados pero rápidamente convertidos en “salvajes”.

Vicente Pistilli
(Extracto de la obra Los vikingos en América.
Asunción, 2000).


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